jueves, 21 de marzo de 2019

DEL 15M A VOX

"El fascismo que viene y la disputa cotidiana en el terreno de los afectos: abandonar la pelea en los terrenos de la vida cotidiana, en favor de la conquista del poder, ha dejado vía libre a las pasiones tristes de las que se alimenta la derechización social".   Amador Fernández-Savater


Un artículo, El fascismo que viene, de Amador Fernández-Savater, publicado en el blog Interferencias de El Diario, me sugiere algunas reflexiones al respecto de lo que ha pasado en España para que de la explosión de energía crítica y vitalidad social que representó el 15M de 2011, hayamos pasado al auge de la extrema derecha en tan sólo ocho años, justo lo que ha durado el ascenso y decadencia del partido Podemos, que fundamentara su ascenso en su autoatribución de la “herencia natural” del 15M, además de una gratuita campaña mediática de proporciones similares a la que ahora beneficia al partido Vox.
Del análisis de Amador parece deducirse que todo el problema se centra en un mal cálculo de juego electoral y en el fiasco que ha supuesto Podemos, como heredero fallido del 15M. A propósito de la “nueva política” representada por Podemos, dice Amador: “No sólo hemos visto cómo sube Vox, sino cómo baja Unidos Podemos. En unas elecciones donde se ha castigado al establishment (PP-PSOE) con una pérdida importantísima de apoyo político, Unidos Podemos no ha logrado recoger ni un solo voto más, sino todo lo contrario. ¿De qué nos habla ésto? De la decepción y el desencanto que ha generado en un cortísimo lapso de tiempo la Nueva Política. El asalto institucional se hizo cargo en determinado momento de una cantidad enorme de energía que venía del 15M: ilusión, esperanza, deseo. Pero hemos visto cómo ha disminuido conforme se iba asimilando a la vieja política en sus formas de hacer: personalismo extremo, opacidad y verticalización en la toma de decisiones, lógica de bandos y camarillas, relaciones instrumentales, un canibalismo interno pocas veces visto en un partido…
Por tanto, el giro político “realista” decidido en determinado momento por las élites de Podemos -subordinarlo todo a la conquista del poder político: construcción de movimiento, formas de hacer democráticas, aceptación del pluralismo y la crítica, relación positiva con el otro y con el adversario- se revela ahora como lo más iluso e ilusorio: ni se tiene el poder político, ni se tiene una sociedad en movimiento, activa o crítica. La Nueva Política ha generado en ese sentido una despolitización -desafección, desestímulo, decepción y desencanto- y en el vacío de esa despolitización crece la derechización social. Por todo esto, si existiese un dios de las palabras, que enmudeciese a todo aquel que las usase en vano, creo que ningún dirigente de Podemos podría “apelar al espíritu del 15M” sin perder inmediatamente la voz”.
Bastante antes, decía Roi Ferreiro en Exito de Podemos, derrota del proletariado: “Lo que sigue es una valoración del éxito de Podemos, la nueva formación electoral de izquierda emergente en el Estado español. Para ello me apoyo en el análisis de sus fuentes de apoyo electoral, en la consideración de su discurso y su programa político, en su práctica todavía incipiente y en sus nexos con las masas trabajadoras y los movimientos de lucha de los últimos años, que no han conseguido frenar, mucho menos hacer retroceder, a la ofensiva del gobierno estatal apoyado e instado desde la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional”.
Y hasta aquí podría suscribir buena parte de estos análisis; pero el texto de Amador va más allá al invocar algunos remedios, con propuestas estratégicas que no pasan de ser un simple brindis al sol. Yo deduzco que el error es mucho más que estratégico, y que no sólo concierne a una improbable “reparación” del averiado partido Podemos. Veo los remedios de Amador apuntando a un cambio de rumbo del reformismo, que yo pienso no evitaría que Podemos acabe cayendo al fondo del mismo embudo vicioso en el que está atrapado este partido junto a todo el espectro de la pequeña burguesía que conforma “el progresismo de izquierdas”, a escala española como global, desde hace décadas.
La crisis sigue siendo, diez años después y a pesar de cómo se interpreten los datos macro, la situación que mejor describe la coyuntura política y la vida social. La novedad sería que, mientras que el malestar de la crisis se activó primero en el 15M y luego en el voto a Podemos o las confluencias, ahora se estaría desplazando muy hacia la derecha”, dice Amador.
La anterior afirmación supone el reconocimiento implícito de una misma masa social que, indistintamente, pudiera votar antes a la izquierda como ahora a Vox. Aunque tenga una base estadística real, este dato no es suficiente por sí sólo. Una interpretación meramente electoral es simplista y reduccionista respecto de la verdadera envergadura de la crisis, que la izquierda reformista ni quiere ni puede ver y que el movimiento popular del 15M sólo pudo intuir, limitándose a una etérea reacción de malestar e indignación, a partir de la cual todas las iniciativas de autoorganización popular surgidas del movimiento no podían madurar, ni podían tener continuidad. Sólo podían aspirar a un corto recorrido político a partir del rédito electoral que pudiera cosechar el partido Podemos.
De modo oportunista, Podemos se limitó a rentabilizar electoralmente los posos del 15M, presentándose como la “ nueva política”. Su interpretación de la crisis enmarcaba ésta como una más entre las crisis cíclicas del capitalismo global, coincidente con una crisis de “calidad” de la democracia española, focalizada en la denuncia de la corrupción y de una mala la ley electoral. Entonces no estaba presente la catarsis nacionalista que ha provocado el secesionismo catalán, acompañado de una enmienda a la totalidad al régimen del 78, a su Constitución y a todo el proceso de la Transición. Ni el movimiento feminista tenía la relevancia que hoy tiene al haber sido integrado como política de Estado y como estrategia de control social. En el 15M era muy poca gente la que entonces se atrevía a hablar de una simultánea y generalizada crisis sistémica que también involucraba a toda la izquierda.
El éxito de la socialdemocracia en los años de expansión capitalista, tras la caída del Muro de Berlín, supuso un buen servicio al capitalismo global y, al tiempo, la generación de una clase media trabajadora y funcionarial educada por partidos y sindicatos socialdemócratas en los valores de competencia individualista, consumismo y estilo de vida progresista-liberal. Así, un individuo medio, sustancialmente pequeñoburgués, asocial y apolítico, dependiente e irresponsable, es su producto natural, perfectamente apto para el neofascismo “democrático” que viene. A ese individuo ya no se le puede dar lo que más quiere (más dinero) y tendrá que conformarse con una dosis de “patriotismo igualitarista”.
El capitalismo ya puso a las mujeres a trabajar para controlar el mercado laboral mediante la bajada de salarios que provocaba su entrada en competencia con el mercado tradicional de trabajadores-hombres. Entonces la inmigración fue bien recibida por el capital porque abarataba los costes salariales. Sindicatos y partidos lo interpretaron como un avance global de la multiculturalidad y el feminismo, como si la finalidad de estos movimientos patrocinados por el Estado no consistiera en “igualar” la explotación de hombres y mujeres. Ni el Estado de Bienestar fue interpretado como “de control social”, ni el capitalismo fue cuestionado en su esencia totalitaria y mercantil, sólo en algunos de sus efectos más televisivos, como la violencia machista, la brecha salarial y las dificultades de promoción de las mujeres en sus trabajos para la empresa y para el Estado. El nacionalismo español, como el catalán y como todos los nacionalismos, no afloraría hasta que se desató una batalla interna de la burguesía por controlar sus respectivos capitales nacionales en los momentos previos a la gran recesión de la economía global de 2008, en que las burguesías nacionalistas comienzan a librar su propia batalla interna, preparatoria de su actual repliegue nacionalista.
No tardando veremos cómo a medida que se aproxima la gran recesión, el neofascismo acabará apropiándose de la bandera “igualitarista” mediante una recentralización administrativa del Estado, presentada como remedio igualitario por el que todos los españoles y españolas serán explotados “igualmente” en sus puestos de trabajo, que serán defendido por el Estado frente a la competencia de las masas de inmigrantes “baratos”, ahora a rechazar “por razón de patriotismo”...lo veremos. Y cuando el paro sea insostenible, ese mismo “Estado igualitario” proveerá de una renta básica, que aunque signifique una cronificación de la precariedad existencial, será interpretada como “patriotismo igualitario”, igual precariedad para todos los españoles sin distinción de sexos ni territorios. Lo veremos porque el campo está bien abonado, veremos cómo la mayor parte de las masas “obreras” y “feministas” secundarán el ascenso de la extrema derecha “patriótica e igualitaria”...Y el progresismo militante seguirá preguntándose: ¿qué he hecho yo para merecer ésto?

Se argumentaba en ese mismo escrito de Amador: Tras la irrupción de Vox, se han podido leer por aquí y por allá comentarios que consideraban refutada la idea de que el 15M había supuesto en España un “cortafuegos” del ascenso general de la extrema derecha que vemos en toda Europa. Me parece un error gravísimo. El 15M supuso verdaderamente un antídoto de la derechización -canalizando el malestar hacia arriba (políticos y banqueros) y no hacia abajo (migrantes)-, pero no se puede pensar como una vacuna milagrosa, eterna y que funcionase de una vez por todas. Había que renovarla, actualizarla, para mantener vivos sus efectos. Y eso es lo que no ha ocurrido.
El 15M ya fue, es agua pasada. Lo que venga como nueva politización se llamará de otro modo y tendrá otra forma. Pero es muy importante entender bien qué fue. Es decir, qué fue lo que durante los peores años de la crisis neutralizó el virus fascistizante.
.../...La desactivación del “cortafuegos” 15M -los lazos de acción colectiva, apoyo mutuo, empatía y solidaridad- deja el paso libre a los virus que siempre están ahí durante una crisis económica y social: el miedo, el aislamiento, la amargura, la victimización, el resentimiento, la agresividad, la búsqueda de chivos expiatorios. De esa “pasionalidad oscura” -como dice Diego Sztulwark- se alimenta actualmente el desplazamiento hacia la derecha extrema y la extrema derecha.
.../...No sólo hemos visto cómo sube Vox, sino cómo baja Unidos Podemos. En unas elecciones donde se ha castigado al establishment (PP-PSOE) con una pérdida importantísima de apoyo político, Unidos Podemos no ha logrado recoger ni un solo voto más, sino todo lo contrario. ¿De qué nos habla esto? De la decepción y el desencanto que ha generado en un cortísimo lapso de tiempo la Nueva Política.
.../...La Nueva Política ha generado en ese sentido una despolitización -desafección, desestímulo, decepción y desencanto- y en el vacío de esa despolitización crece la derechización social. Por todo esto, si existiese un dios de las palabras, que enmudeciese a todo aquel que las usase en vano, creo que ningún dirigente de Podemos podría “apelar al espíritu del 15M” sin perder inmediatamente la voz.
.../...En este “periodo oscuro” que se abre, en el cual el malestar social antisistema es canalizado por la derecha, no se trata simplemente de encontrar otra “política comunicativa” (guiños, gestos, signos) mediante la cual hablar a los votantes potenciales de la derecha y la extrema derecha y convencerlos de votar a los partidos de izquierda o progresistas. Así seguimos reduciendo la política a “comunicación electoral”. La derecha y la extrema derecha crecen, no porque tengan una política comunicativa mejor, sino porque son capaces de producir un tipo de subjetividad (creencia, valores, afectos) con la cual sintoniza luego su mensaje electoral.
.../...No se trata necesariamente de abandonar la intervención en la esfera de la representación, pero sí de complejizarla y repensar-rehacer su engarce con la intervención en la vida social. Porque es ahí donde se crea pueblo, se modulan los afectos colectivos y se cambian las cosas.


En definitiva, amigo Amador, lo que pides al progresismo reformista es que se reforme haciendo una pirueta imposible, que corrija su estrategia añadiendo en su agenda un activismo social contrario al sistema de representación (la casta), que ese mismo progresismo representa. Además de un brindis al sol, es un oximorón.
Sin comprender la época es un ejercicio de nostalgia y pura retórica lo de ponerse a buscar remedios imposibles. Y la época, me parece a mí que va de algo más complejo, algo que pudiera explicar por qué se da una guerra generalizada entre Estados del mismo signo capitalista, entre democracias liberales, entre banqueros, entre partidos de la misma internacional, entre empresas y entre marcas, entre sexos, entre nacionalismos, entre bomberos y pirómanos, una guerra total, de todos contra todos, que nos sitúa en la fase terminal de una sociedad que se niega a reconocerse como producto fallido de una revolución, la burguesa, tan representada por Podemos como por Vox.

1 comentario:

Pablo, dijo...

Gran análisis y gran artículo.