"El fascismo que viene y la disputa cotidiana en
el terreno de los afectos: abandonar la pelea en los terrenos de la
vida cotidiana, en favor de la conquista del poder, ha dejado vía
libre a las pasiones tristes de las que se alimenta la derechización
social". Amador Fernández-Savater
Un
artículo, El
fascismo que viene,
de
Amador Fernández-Savater, publicado en el blog Interferencias de El
Diario, me sugiere algunas reflexiones al respecto de lo que ha
pasado en España para que de la
explosión de energía crítica y vitalidad social que representó el
15M de 2011, hayamos pasado al auge de la extrema derecha en tan sólo
ocho
años, justo lo que ha durado el ascenso
y decadencia del partido Podemos, que
fundamentara su ascenso en su autoatribución de la “herencia
natural” del
15M, además de una gratuita campaña mediática de proporciones similares a la
que ahora
beneficia al partido Vox.
Del
análisis de Amador parece deducirse que todo el problema se centra
en un
mal cálculo de juego electoral y en el fiasco
que ha supuesto Podemos, como heredero fallido del 15M. A
propósito de la “nueva política” representada por Podemos, dice
Amador: “No sólo
hemos visto cómo sube Vox, sino cómo baja Unidos Podemos. En unas
elecciones donde se ha castigado al establishment (PP-PSOE) con una
pérdida importantísima de apoyo político, Unidos Podemos no ha
logrado recoger ni un solo voto más, sino todo lo contrario. ¿De
qué nos habla ésto?
De la decepción
y el desencanto que ha generado en un cortísimo lapso de tiempo la
Nueva Política. El
asalto institucional se hizo cargo en determinado momento de una
cantidad enorme de energía que venía del 15M: ilusión, esperanza,
deseo. Pero hemos visto cómo ha disminuido conforme se iba
asimilando a la vieja política en sus formas de hacer: personalismo
extremo, opacidad y verticalización en la toma de decisiones, lógica
de bandos y camarillas, relaciones instrumentales, un canibalismo
interno pocas veces visto en un partido…
Bastante
antes, decía
Roi Ferreiro
en Exito de Podemos, derrota del
proletariado:
“Lo
que sigue es una valoración del éxito de Podemos, la nueva
formación electoral de izquierda emergente en el Estado español.
Para ello me apoyo en el análisis de sus fuentes de apoyo electoral,
en la consideración de su discurso y su programa político, en su
práctica todavía incipiente y en sus nexos con las masas
trabajadoras y los movimientos de lucha de los últimos años, que no
han conseguido frenar, mucho menos hacer retroceder, a la ofensiva
del gobierno estatal apoyado e instado desde la Comisión Europea y
el Fondo Monetario Internacional”.
Y hasta
aquí podría suscribir buena parte de estos análisis; pero el texto
de Amador va más allá al invocar algunos remedios, con propuestas
estratégicas que no pasan de ser un simple brindis al sol. Yo
deduzco que el error es mucho más que estratégico, y que no sólo
concierne a una improbable “reparación” del averiado partido
Podemos. Veo los remedios de Amador apuntando a un cambio de rumbo
del reformismo, que yo pienso no evitaría que Podemos acabe cayendo
al fondo del mismo embudo vicioso en el que está atrapado este
partido junto a todo el espectro de la pequeña burguesía que
conforma “el progresismo de izquierdas”, a escala española como
global, desde hace décadas.
”La
crisis sigue siendo, diez años después y a pesar de cómo se
interpreten los datos macro, la situación que mejor describe la
coyuntura política y la vida social. La novedad sería que, mientras
que el malestar de la crisis se activó primero en el 15M y luego en
el voto a Podemos o las confluencias, ahora se estaría desplazando
muy hacia la derecha”,
dice
Amador.
La
anterior afirmación supone el reconocimiento implícito de una misma
masa social que, indistintamente, pudiera votar antes a la izquierda
como ahora a Vox. Aunque tenga una base estadística real, este dato
no es suficiente por sí sólo. Una interpretación meramente
electoral es simplista y reduccionista respecto de la verdadera
envergadura de la crisis, que la izquierda reformista ni quiere ni
puede ver y que el movimiento popular del 15M sólo pudo intuir,
limitándose a una etérea reacción de malestar e indignación, a
partir de la cual todas las iniciativas de autoorganización popular
surgidas del movimiento no podían madurar, ni podían tener
continuidad. Sólo podían aspirar a un corto recorrido político a
partir del rédito electoral que pudiera cosechar el partido Podemos.
De
modo oportunista, Podemos se limitó a rentabilizar electoralmente
los posos del 15M, presentándose como la “ nueva política”. Su
interpretación de la crisis enmarcaba ésta como una más entre las
crisis cíclicas del capitalismo global, coincidente con una crisis
de “calidad” de la democracia española, focalizada en la
denuncia de la corrupción y de una mala la ley electoral. Entonces
no estaba presente la catarsis nacionalista que ha provocado el
secesionismo catalán, acompañado de una enmienda a la totalidad al
régimen del 78, a su Constitución y a todo el proceso de la
Transición. Ni el movimiento feminista tenía la relevancia que hoy
tiene al haber sido integrado como política de Estado y como
estrategia de control social. En el 15M era muy poca gente la que
entonces se atrevía a hablar de una simultánea y generalizada
crisis sistémica que también involucraba a toda la izquierda.
El
éxito de la socialdemocracia en los años de expansión capitalista,
tras la caída del Muro de Berlín, supuso un buen servicio al
capitalismo global y, al tiempo, la generación de una clase media
trabajadora y funcionarial educada por partidos y sindicatos
socialdemócratas en los valores de competencia individualista,
consumismo y estilo de vida progresista-liberal. Así, un individuo
medio, sustancialmente pequeñoburgués, asocial y apolítico,
dependiente e irresponsable, es su producto natural, perfectamente apto para
el neofascismo “democrático” que viene. A ese individuo ya no se
le puede dar lo que más quiere (más dinero) y tendrá que
conformarse con una dosis de “patriotismo igualitarista”.
El
capitalismo ya puso a las mujeres a trabajar para controlar el
mercado laboral mediante la bajada de salarios que provocaba su
entrada en competencia con el mercado tradicional de
trabajadores-hombres. Entonces la inmigración fue bien recibida por el
capital porque abarataba los costes salariales. Sindicatos y partidos lo
interpretaron como un avance global de la multiculturalidad y el
feminismo, como si la finalidad de estos movimientos patrocinados
por el Estado no consistiera en “igualar” la explotación de
hombres y mujeres. Ni el Estado de Bienestar fue interpretado como
“de control social”, ni el capitalismo fue cuestionado en su
esencia totalitaria y mercantil, sólo en algunos de sus efectos más televisivos,
como la violencia machista, la brecha salarial y las dificultades de
promoción de las mujeres en sus trabajos para la empresa y para el
Estado. El nacionalismo español, como el catalán y como todos los
nacionalismos, no afloraría hasta que se desató una batalla interna
de la burguesía por controlar sus respectivos capitales nacionales
en los momentos previos a la gran recesión de la economía global
de 2008, en que las burguesías nacionalistas comienzan a librar su
propia batalla interna, preparatoria de su actual repliegue nacionalista.
No
tardando veremos cómo a medida que se aproxima la gran recesión, el
neofascismo acabará apropiándose de la bandera “igualitarista”
mediante una recentralización administrativa del Estado, presentada
como remedio igualitario por el que todos los españoles y españolas serán explotados “igualmente” en sus puestos de
trabajo, que serán defendido por el Estado frente a la competencia de
las masas de inmigrantes “baratos”, ahora a rechazar “por razón
de patriotismo”...lo veremos. Y cuando el paro sea insostenible,
ese mismo “Estado igualitario” proveerá de una renta básica,
que aunque signifique una cronificación de la precariedad
existencial, será interpretada como “patriotismo igualitario”,
igual precariedad para todos los españoles sin distinción de sexos
ni territorios. Lo veremos porque el campo está bien abonado,
veremos cómo la mayor parte de las masas “obreras” y
“feministas” secundarán el ascenso de la extrema derecha
“patriótica e igualitaria”...Y el progresismo militante seguirá
preguntándose: ¿qué he hecho yo para merecer ésto?
Se argumentaba en ese mismo escrito de Amador:
“Tras la irrupción de Vox, se han podido leer por aquí
y por allá comentarios que consideraban refutada la idea de que el
15M había supuesto en España un “cortafuegos” del ascenso
general de la extrema derecha que vemos en toda Europa. Me parece un
error gravísimo. El 15M supuso verdaderamente un antídoto de la
derechización -canalizando el malestar hacia arriba (políticos y
banqueros) y no hacia abajo (migrantes)-, pero no se puede pensar
como una vacuna milagrosa, eterna y que funcionase de una vez por
todas. Había que renovarla, actualizarla, para mantener vivos sus
efectos. Y eso es lo que no ha ocurrido.
El 15M ya fue, es agua pasada. Lo que venga
como nueva politización se llamará de otro modo y tendrá otra
forma. Pero es muy importante entender bien qué fue.
Es decir, qué fue lo que durante los peores años de la crisis
neutralizó el virus fascistizante.
.../...La desactivación del “cortafuegos”
15M -los lazos de acción colectiva, apoyo mutuo, empatía y
solidaridad- deja el paso libre a los virus que siempre están ahí
durante una crisis económica y social: el miedo, el aislamiento, la
amargura, la victimización, el resentimiento, la agresividad, la
búsqueda de chivos expiatorios. De esa “pasionalidad oscura”
-como dice Diego Sztulwark- se alimenta actualmente el desplazamiento
hacia la derecha extrema y la extrema derecha.
.../...No sólo hemos visto cómo sube Vox,
sino cómo baja Unidos Podemos. En unas elecciones donde se ha
castigado al establishment (PP-PSOE) con una pérdida importantísima
de apoyo político, Unidos Podemos no ha logrado recoger ni un solo
voto más, sino todo lo contrario. ¿De qué nos habla esto? De
la decepción y el desencanto que ha generado en un cortísimo lapso
de tiempo la Nueva Política.
.../...La Nueva Política ha generado en ese
sentido una despolitización -desafección,
desestímulo, decepción y desencanto- y en el vacío de esa
despolitización crece la derechización social. Por todo esto, si
existiese un dios de las palabras, que enmudeciese a todo aquel que
las usase en vano, creo que ningún dirigente de Podemos podría
“apelar al espíritu del 15M” sin perder inmediatamente la voz.
.../...En este “periodo oscuro” que se
abre, en el cual el malestar social antisistema es canalizado
por la derecha, no se trata simplemente de encontrar otra
“política comunicativa” (guiños, gestos, signos) mediante la
cual hablar a los votantes potenciales de la derecha y la extrema
derecha y convencerlos de votar a los partidos de izquierda o
progresistas. Así seguimos reduciendo la política a “comunicación
electoral”. La derecha y la extrema derecha crecen, no porque
tengan una política comunicativa mejor, sino porque son capaces de
producir un tipo de subjetividad (creencia,
valores, afectos) con la cual sintoniza luego su mensaje electoral.
.../...No se trata necesariamente de
abandonar la intervención en la esfera de la representación,
pero sí de complejizarla y repensar-rehacer su engarce con la
intervención en la vida social. Porque es ahí donde se crea pueblo,
se modulan los afectos colectivos y se cambian las cosas.
En definitiva, amigo
Amador, lo que pides al progresismo reformista es que se reforme
haciendo una pirueta imposible, que corrija su estrategia añadiendo
en su agenda un activismo social contrario al sistema de
representación (la casta), que ese mismo progresismo representa.
Además de un brindis al sol, es un oximorón.
Sin comprender la época
es un ejercicio de nostalgia y pura retórica lo de ponerse a buscar
remedios imposibles. Y la época, me parece a mí que va de algo más
complejo, algo que pudiera explicar por qué se da una guerra
generalizada entre Estados del mismo signo capitalista, entre
democracias liberales, entre banqueros, entre partidos de la misma
internacional, entre empresas y entre marcas, entre sexos, entre
nacionalismos, entre bomberos y pirómanos, una guerra total, de
todos contra todos, que nos sitúa en la fase terminal de una
sociedad que se niega a reconocerse como producto fallido de una
revolución, la burguesa, tan representada por Podemos como por Vox.
1 comentario:
Gran análisis y gran artículo.
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