Imagen tomada de "La nueva ilustración evolucionista" |
Dice la wikipedia que “el término Humanismus
fue acuñado en 1808 por el teólogo alemán Friederich Immanuel Niethammeren para referirse a las enseñanzas medias, centradas en el estudio de los
clásicos griegos y latinos. Partía del término humanista, de uso
común ya en el siglo XVI y originado en la jerga estudiantil de las
universidades italianas para referirse a los profesores de
humanidades. En su origen, pues, el humanismo no era un sistema
filosófico sino un programa educativo y literario,
pero al dar nueva vida a los sistemas filosóficos clásicos, griegos
y latinos, incorporaba importantes nociones filosóficas de orden
diverso y más bien ecléctico,
coincidentes únicamente en dar valor al hombre
y al estudio de las humanidades”.
Resumiendo,
“humanismo” vendría a ser un concepto polisémico y huidizo, con
acepciones muy diversas:
-Estudio
de las letras
,
estudios
clásicos, filología grecorromana...
-Doctrina
genérica que concibe de forma integrada los valores
humanos.
-Sistema
de creencias centrado en el principio de que las necesidades de la
inteligencia
humana pueden satisfacerse sin tener que aceptar la existencia
de ninguna deidad.
-Denominación
de
distintas corrientes
filosóficas, aunque
de forma particular, del
humanismo renacentista
(la corriente cultural
europea
desarrollada a partir de sus orígenes en la Italia
del siglo XV),
caracterizado por su vocación filológica clásica y por su
antropocentrismo,
frente al teocentrismo
medieval precedente.
De
mi lectura del libro de Yuval Noah Harari “Sapiens, breve historia
de la humanidad”, recuerdo que este autor denomina al nazismo
“humanismo evolutivo”, entre otras cuestiones tan polémicas como
interesantes. Y ahora que tengo muy reciente un artículo en el que
he reflexionado sobre el capitalismo como error evolutivo, encuentro
oportuno ahondar en esa reflexión.
La
teoría racial del nazismo hace tiempo que quedó superada por el
conocimiento biológico que demostró la inexistencia de diferencias
significativas entre las diferentes razas, pero en su época -años
treinta del pasado siglo- los nazis teorizaban dentro de los límites
del conocimiento científico entonces existente, en el que ya predominaba la teoría evolucionista de Charles Darwin.
Los
nazis explicaban la aparición de nuestra especie homo sapiens,
por evolución de una población “superior” al resto de las
antiguas poblaciones, neandertales entre otras. Estos homo
sapiens triunfadores desarrollaron diferentes líneas evolutivas,
razas, entre las que, según los nazis, destacaba una estirpe -la
raza aria- de superiores cualidades, belleza corporal, racionalismo,
mayor diligencia e integridad moral. Y a partir de ese presupuesto
“científico”, concluyeron que la raza aria tenía el potencial
de dirigir el sentido de la evolución humana hasta convertir a toda la
especie en una única raza “superhumana”.
Según
esa lógica evolucionista, los arios no podían dejar que su raza
degenerase al mezclarse con otras razas “inferiores”: negros,
gitanos, judíos, etc. En consecuencia, debía ser impedida su
reproducción y, mejor aún, debían ser exterminados para impedir la
degeneración evolutiva de la especie humana.
Lo
ideología nazi se pensaban a sí misma enfrentada al humanismo
liberal como al humanismo socialista. Socorriendo a los individuos
débiles, ambos humanismos contrariaban la teoría de la evolución,
dando oportunidades de reproducción a los individuos menos
capacitados. Los nazis creían ser consecuentes con esa inspiradora teoría
de la evolución, según la cual la lucha por la existencia es una
dura y selectiva competencia por sobrevivir y “es el único modo en
que la vida puede progresar”. El significado de la vida queda así
reducido a esa lucha por la supervivencia, lo que inevitablemente me
remite a la situación actual, casi un siglo después del nazismo, en
que nuestra sociedad global-capitalista -si no en su teoría sí en
sus resultados- evoluciona guiada por el mismo principio de selección
“natural”, teorizado por Charles Darwín y puesto en práctica
por Adolf Hitler.
En
la actualidad nadie promueve directamente la exterminación de
ninguna raza, ni de los individuos más débiles, pero ese exterminio
puede estar produciéndose en segundo plano, en modos más
“presentables”. En los países desarrollados, la natalidad de las
mayoritarias clases medias se ha reducido considerablemente y esa
reducción se extiende imparablemente a las mayoritarias clases bajas
de los países subdesarrollados. Se ha instalado en nuestras
sociedades la idea de la maternidad como una tara para la
emancipación de las mujeres en concreto y, en general, como grave
impedimento para la “realización personal y el progreso
económico”, de hombres o mujeres. En los países desarrollados los
bebés han sido sustituidos por mascotas y los emigrantes de países
pobres se aprestan a cubrir las plazas vacantes, las de los hijos no
nacidos. Lo harán aceptando cualquier condición, que nunca será
peor que la que tenían en sus países de origen. Buena parte de
ellos morirá en el intento. Aunque muere poca gente por causa de
grandes epidemias o hambrunas, el mundo actual está en un estado de
guerra permanente, siempre con varias guerras simultáneas, con justificación geoestratégica y
formato tecnológico, pero igualmente devastadoras en su
suma final de miseria y muerte. En todos estos campos de batalla -de
la natalidad, del trabajo y la emigración, de las guerras en todos
sus formatos- las bajas son siempre del mismo lado.
Mientras,
los avances científicos en biología y en robótica están abriendo
la posibilidad cierta de crear una nueva raza de individuos post y
super-humanos. ¿Significa eso la desaparición de la humanidad?...no
necesariamente. En el peor de los casos seguirán reproduciéndose
los dirigentes, propietarios, ingenieros y trabajadores que sigan
siendo necesarios...de hecho ya está sucediendo, esas clases
sociales son las que hoy siguen teniendo hijos. La humanidad no
desaparecerá por eso, el proyecto de quienes impulsan este próximo
“humanismo evolutivo”, es una vuelta de tuerca al principio
evolutivo de la selección natural darwinista. No es sino la
actualización del ya centenario proyecto nazi, hoy remozado con
apariencia más “democrática”, más presentable.
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