lunes, 4 de febrero de 2019

HUMANISMOS

          
Imagen tomada de "La nueva ilustración evolucionista"          

Dice la wikipedia que “el término Humanismus fue acuñado en 1808 por el teólogo alemán  Friederich Immanuel Niethammeren para referirse a las enseñanzas medias, centradas en  el estudio de los clásicos griegos y latinos. Partía del término humanista, de uso común ya en el siglo XVI y originado en la jerga estudiantil de las universidades italianas para referirse a los profesores de humanidades. En su origen, pues, el humanismo no era un sistema filosófico sino un programa educativo y literario, pero al dar nueva vida a los sistemas filosóficos clásicos, griegos y latinos, incorporaba importantes nociones filosóficas de orden diverso y más bien ecléctico, coincidentes únicamente en dar valor al hombre y al estudio de las humanidades”.

Resumiendo, “humanismo” vendría a ser un concepto polisémico y huidizo, con acepciones muy diversas:
-Estudio de las letras , estudios clásicos, filología grecorromana...
-Doctrina genérica que concibe de forma integrada los valores humanos.
-Sistema de creencias centrado en el principio de que las necesidades de la inteligencia humana pueden satisfacerse sin tener que aceptar la existencia de ninguna deidad.
-Denominación de distintas corrientes filosóficas, aunque de forma particular, del humanismo renacentista (la corriente cultural europea desarrollada a partir de sus orígenes en la Italia del siglo XV), caracterizado por su vocación filológica clásica y por su antropocentrismo, frente al teocentrismo medieval precedente.
De mi lectura del libro de Yuval Noah Harari “Sapiens, breve historia de la humanidad”, recuerdo que este autor denomina al nazismo “humanismo evolutivo”, entre otras cuestiones tan polémicas como interesantes. Y ahora que tengo muy reciente un artículo en el que he reflexionado sobre el capitalismo como error evolutivo, encuentro oportuno ahondar en esa reflexión.
La teoría racial del nazismo hace tiempo que quedó superada por el conocimiento biológico que demostró la inexistencia de diferencias significativas entre las diferentes razas, pero en su época -años treinta del pasado siglo- los nazis teorizaban dentro de los límites del conocimiento científico entonces existente, en el que ya predominaba la teoría evolucionista de Charles Darwin.
Los nazis explicaban la aparición de nuestra especie homo sapiens, por evolución de una población “superior” al resto de las antiguas poblaciones, neandertales entre otras. Estos homo sapiens triunfadores desarrollaron diferentes líneas evolutivas, razas, entre las que, según los nazis, destacaba una estirpe -la raza aria- de superiores cualidades, belleza corporal, racionalismo, mayor diligencia e integridad moral. Y a partir de ese presupuesto “científico”, concluyeron que la raza aria tenía el potencial de dirigir el sentido de la evolución humana hasta convertir a toda la especie en una única raza “superhumana”.
Según esa lógica evolucionista, los arios no podían dejar que su raza degenerase al mezclarse con otras razas “inferiores”: negros, gitanos, judíos, etc. En consecuencia, debía ser impedida su reproducción y, mejor aún, debían ser exterminados para impedir la degeneración evolutiva de la especie humana.
Lo ideología nazi se pensaban a sí misma enfrentada al humanismo liberal como al humanismo socialista. Socorriendo a los individuos débiles, ambos humanismos contrariaban la teoría de la evolución, dando oportunidades de reproducción a los individuos menos capacitados. Los nazis creían ser consecuentes con esa inspiradora teoría de la evolución, según la cual la lucha por la existencia es una dura y selectiva competencia por sobrevivir y “es el único modo en que la vida puede progresar”. El significado de la vida queda así reducido a esa lucha por la supervivencia, lo que inevitablemente me remite a la situación actual, casi un siglo después del nazismo, en que nuestra sociedad global-capitalista -si no en su teoría sí en sus resultados- evoluciona guiada por el mismo principio de selección “natural”, teorizado por Charles Darwín y puesto en práctica por Adolf Hitler.
En la actualidad nadie promueve directamente la exterminación de ninguna raza, ni de los individuos más débiles, pero ese exterminio puede estar produciéndose en segundo plano, en modos más “presentables”. En los países desarrollados, la natalidad de las mayoritarias clases medias se ha reducido considerablemente y esa reducción se extiende imparablemente a las mayoritarias clases bajas de los países subdesarrollados. Se ha instalado en nuestras sociedades la idea de la maternidad como una tara para la emancipación de las mujeres en concreto y, en general, como grave impedimento para la “realización personal y el progreso económico”, de hombres o mujeres. En los países desarrollados los bebés han sido sustituidos por mascotas y los emigrantes de países pobres se aprestan a cubrir las plazas vacantes, las de los hijos no nacidos. Lo harán aceptando cualquier condición, que nunca será peor que la que tenían en sus países de origen. Buena parte de ellos morirá en el intento. Aunque muere poca gente por causa de grandes epidemias o hambrunas, el mundo actual está en un estado de guerra permanente, siempre con varias guerras simultáneas, con justificación geoestratégica y formato tecnológico, pero igualmente devastadoras en su suma final de miseria y muerte. En todos estos campos de batalla -de la natalidad, del trabajo y la emigración, de las guerras en todos sus formatos- las bajas son siempre del mismo lado.
Mientras, los avances científicos en biología y en robótica están abriendo la posibilidad cierta de crear una nueva raza de individuos post y super-humanos. ¿Significa eso la desaparición de la humanidad?...no necesariamente. En el peor de los casos seguirán reproduciéndose los dirigentes, propietarios, ingenieros y trabajadores que sigan siendo necesarios...de hecho ya está sucediendo, esas clases sociales son las que hoy siguen teniendo hijos. La humanidad no desaparecerá por eso, el proyecto de quienes impulsan este próximo “humanismo evolutivo”, es una vuelta de tuerca al principio evolutivo de la selección natural darwinista. No es sino la actualización del ya centenario proyecto nazi, hoy remozado con apariencia más “democrática”, más presentable.


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