martes, 29 de enero de 2019

CUANDO TODO ES MERCANCÍA Y EL DINERO ES LA ÚNICA RELIGIÓN QUE HA LOGRADO SER UNIVERSAL


Hubo una revolución cognitiva que hoy -erróneamente, creo yo- nos parece muy distante. Grupos de homínidos de distintas especies (habilis, ergaster, erectus, neandertal...y sapiens ) que habían desarrollado un cerebro más grande de lo normal entre los simios, adquirieron consciencia de sí mismos y de la realidad circundante. Hasta entonces, el orden de sus vidas estaba regido por instintos primarios, su objetivo se reducía a sobrevivir, alimentándose y reproduciéndose. Ante esa nueva realidad pensaron órdenes imaginarios, desarrollaron nuevos instintos que les servían para explicar lo inexplicable, para dar respuesta a las preguntas emergentes y, en definitiva, para atender a su nueva necesidad: dar sentido a sus propias vidas.


El cerebro de los neandertales era más grande que el de todos los demás homínidos y mayor que el de cualquiera de nosotros, los sapiens, la única especie homo que logró sobrevivir. Los habilis, ergaster, erectus y neandertales se extinguieron (¿o fueron extinguidos?), a pesar de su inteligencia, superior a la de todas las especies de animales con los que competían por sobrevivir. No debemos estar tan lejos de aquella revolución cognitiva cuando el cerebro de cualquiera de nosotros sigue siendo menor que el de los neandertales, poco más desarrollado que el de los habilis y más o menos similar al de los ergaster, erectus y sapiens que nos precedieron.
Aunque de forma exigua, ya tenemos cierto conocimiento de sus creencias religiosas y de sus modos de vida, fundamentados en relaciones sociales parentales y en su vínculo vital con la naturaleza, de la que formaban parte y de la que dependía totalmente su existencia diaria. Esos nuevos instintos constituyeron lo que hoy denominamos “culturas”.

Dada la expansión y dispersión de los grupos de sapiens por todos los continentes, durante miles de años se desarrollaron culturas propias y aisladas unas de otras, de tal modo que hubo poblaciones que a sí mismas se consideraban “los humanos”, los únicos humanos, porque desconocían la existencia de otras poblaciones de sapiens. Y a pesar de esa desconexión, todos esos pueblos arcaicos fundamentaron su organización social en similares órdenes imaginarios, basados en parecidas ficciones, mitos y creencias, religiones.

Si algo caracteriza a la evolución humana es un estado de contradicción permanente, a partir de aquella revolución cognitiva que cambió radicalmente el curso de la evolución, conduciéndola hacia lo que hoy somos, al mundo que hoy tenemos. Toda la organización social, todas las culturas y sus respectivas y propias visiones del mundo estuvieron determinadas durante millones de años por la creencia en mitos, en ficciones orientadas a explicar lo que no comprendían. Y aún sigue siendo así.
Hace poco más de diez milenios, con el desarrollo de la agricultura y el asentamiento de las poblaciones humanas en ciudades, la organización social tomó un giro radical, al surgir la idea de propiedad, de apropiación del territorio habitado. Y con esta idea, surgió la necesidad de defender el territorio y ampliarlo mediante conquista. Con la agricultura y la ciudad estaba naciendo la idea de “estado”, asociada al dominio sobre la naturaleza y, por extensión, sobre otros territorios y sobre “otros” seres humanos...desde sus inicios, el estado apuntaba maneras de imperio.

Individuo y comunidad fueron siempre realidades en contradicción (y aún lo siguen siendo), que en las sociedades arcaicas se resolvían siempre a favor de la comunidad. El canibalismo era así una práctica social normalizada, la vida de un individuo podía ser sacrificada si ello beneficiaba a la comunidad, a su supervivencia y estabilidad; estaba justificado ese sacrificio humano cuando los recursos escaseaban y cuando la vejez o la enfermedad taraban el avance de los grupos nómadas de cazadores-recolectores. Esto también conviene que lo pìensen quienes tienen hoy una idea de comunidad sobrevalorada y romántica; la institución del Estado moderno no es sino una sublimación ficticia de la idea sedentaria-ciudadana de comunidad que aspira a convertirse en imperio. Supone, por ejemplo, que un individuo de La Coruña y otro de Córdoba forman parte de una misma comunidad; incluso que un habitante de las islas Canarias (Africa) forma parte de una comunidad (española, europea y occidental), al igual que un habitante del Ampurdán, de Dinamarca o de las Antillas Holandesas.

¿Pero qué es lo que alimenta esa ficción de comunidad, cuando la vida cotidiana de cada uno de esos individuos se desenvuelve en realidad en un ámbito de proximidad, respecto de la naturaleza y respecto de sus relaciones sociales?...creo que fue y sigue siendo el mercado, la necesidad universal de intercambiar excedentes, del dinero como consiguiente necesidad instrumental que permite disponer de un sistema de intercambio universal y común. El mercadeo es una práctica humana prepolítica, practicada tanto por comunidades nómadas como sedentarias; y cometen un error de bulto quienes piensan que el mercado es una invención capitalista. Cierto que forma parte sustancial del capitalismo, pero como lo formaría si viviéramos en cualquier otro orden político.

Las religiones monoteístas se hicieron predominantes porque pensaron una feligresía universal, un mundo único. Y a punto estuvieron de conseguirlo algunos imperios por su fuerza militar, pero ni religiosos ni militares alcanzaron a conseguir lo que sí lograron los mercaderes: hacer del mundo un espacio único de comercio, la Globalización. Que también es un error imputarla al capitalismo, porque es muy anterior, ya que hay que remontarse a la invención de la moneda, del dinero como instrumento de intercambio, hace unos cuantos miles de años.

¿Qué es el capitalismo, pues, cuando la mayor parte de la humanidad lo identifica con el mercado, con la acumulación de propiedades y dinero como fuente del poder económico, social y político, que permite a unas minorías dominar el mundo? Yo he llegado a la conclusión de que, en esencia, no es sino un error evolutivo... y alguna pista me dió el derrumbe soviético junto con la emergencia de China como primera potencia capitalista (la China gobernada por comunistas). La contradicción nos sigue pareciendo inherente a la condición humana y creo que siempre lo fue y lo será siempre a partir de aquella revolución cognitiva que nos llevó a pensar más allá de aquellos instintos primarios que reducían nuestras vidas a una respuesta adaptativa, para afrontar las dificultades surgidas en el curso de la supervivencia-reproducción. Nos pensamos como individuos diferentes y, por tanto, únicos, al tiempo que somos igualmente sociales y gregarios en extremo, absolutamente incapaces de sobrevivir si no es como seres sociales, como parte de una comunidad... (¿capitalista?).

¿En qué consiste, pues, ese error evolutivo que yo creo que es el capitalismo, cuál es su contradicción que hoy nos parece insalvable?... hay mucha gente que piensa que el error es esencialmente ecológico, porque el capitalismo y el desarrollismo que le es consustancial, nos han traído hasta el borde de la extinción, porque provoca necesariamente la degradación del medio natural, el agotamiento de los recursos naturales, la pérdida de biodiversidad, el cambio climático... no lo niego, pero obsérvese que ya hemos empezado a integrar esa nefasta realidad mediante una ¿nueva? creencia religiosa: en la Tecnología como esperanza de salvación.
Pero a mi me parece el error ecológico una consecuencia y no el origen, no el error mismo, que a mi entender no consiste sólo en la devastación de la naturaleza, sino en la previa devastación de la individualidad, de la esencia humana que surgiera en aquella primitiva revolución cognitiva. Para mí ese es el verdadero daño, el error evolutivo que nos ha empujado hasta aquí, al borde del precipicio, al capitalismo.

Hemos llegado a creer que nunca como ahora el mundo había sido tan individualista, precisamente ahora, cuando nunca la individualidad había sido tan menospreciada, cuando el individuo ni siquiera es valorado como mercancía, como lo fuera en los siglos de esclavismo o durante la fase de proletarización industrial. En el capitalismo posindustrial el individuo es un excedente más, es algo sobrante y sin valor, ni de uso ni de cambio, ya no sirve como esclavo ni como productor, sólo como cliente, elector y consumidor. Y para ésto sobran plazas. No tiene otra salida el capitalismo que no sea una extinción programada de los excedentes, como hace cualquier tendero, cualquier supermercado, en la parte de atrás del edificio, en ese callejón oculto donde se sitúan los contenedores de la basura. Pandemia, miseria, genocidio….la guerra está servida, el imperio del dinero ha decidido que somos excedentes.

El capitalismo ha generado un monstruo tecnológico autodestructivo, que arrasa todo vestigio de humanidad, que apunta a su propia autodestrucción...pero, cuidado, ésto no es del todo cierto, porque la maquinaria capitalista tiene un plan B, en el que las máquinas nos sucederán ventajosamente, diseñadas para ser nuestra “natural” descendencia posthumana, encargada de sustituirnos y dar continuidad a ¿nuestra? especie,¿quizá en otros planetas?...otra vez la religión como fe de última instancia, una y otra vez persistiendo en el mismo error, como si tuviéramos prisa en extinguirnos y estuviéramos condenados al suicidio voluntario, en vez de esperar a que sean las leyes del Cosmos y no las del Capitalismo las que acaben con nuestra especie.

Como resultado de la revolución cognitiva a la que me vengo refiriendo, el pensamiento es una facultad exclusiva del individuo, las sociedades no piensan, no existe un cerebro colectivo, por sugerente que nos parezca la metáfora, sólo el individuo puede pensarse a sí mismo y pensar la vida en comunidad como una vida “mejor”, en modo de evolución perfectible, una vida integrada en la naturaleza y respetuosa de la individualidad, de su esencia y dignidad constitutiva. La inteligencia de la comunidad, si existe, consiste en la suma de las inteligencias individuales, en asumir ese respeto por la naturaleza y por el individuo, esa es la inteligencia de la supervivencia, la que apunta en dirección contraria al suicidio colectivo, la inteligencia que podría superar este capitalismo suicida, este canibalismo cainita que lastra la evolución humana, que nos devuelve al punto en que apenas empezábamos a caminar erguidos.

Por eso que sea erróneo el imaginario orden capitalista, no sólo porque es una ficción basada en el mito del dinero, en su religiosa creencia, no. Esa y todas las culturas y cualquier orden social imaginable, siempre serán eso, imaginarios. No es por eso, es por la fatalidad de sus consecuencias, es por la destrucción del sustento material de la vida y por la devastación del ser, es por su modelo de vida humana carente de dignidad y de sentido, por eso es por lo que son erróneas las ideas del capitalismo, su idea de la naturaleza como lugar para la actividad extractiva de materias primas solo útiles para la producción y el consumo, sin límites, sin distinción entre objetos inertes y animados, todo convertible en mercancía, todo, minerales y vidas. Su idea de la individualidad y la comunidad como elaborados de ingeniería social, funcionales al orden dominante. Su idea sobre la propiedad, como derecho natural, que así es denominada la apropiación más o menos violenta, privada o pública, de la Tierra y del Conocimiento humano...su idea del bien común como sucedáneo abstracto del Procomun universal y concreto, de la Tierra y el Conocimiento expropiados. ...y su idea sobre la Democracia, como mecanismo usurpador de la soberanía individual-comunitaria, en base al desprecio de las élites por el individuo común, considerado éste un ignorante carente del discernimiento necesario para el autogobierno (democracia real)...contradicciones y más contradicciones, que las élites dominantes saldan siempre a su favor, porque piensan que su lado es el del Bien y que, por tanto, el otro lado, el de “los otros” humanos, es el lado del Mal, ese sitio en el que vive la gente común.




Individualidad y Comunidad. La comunidad no existe por sí, ni por decreto, sólo puede ser construida por los individuos que la forman, mediante su mutuo y libre acuerdo, no existe otro sujeto político real que no sea el resultante de esa construcción, de ese acuerdo. Cada individuo depende de su comunidad en la misma medida que ésta depende de cada individuo. Es falso el dilema que contradice libertad e igualdad, porque son inseparables, no hay libertad sin igualdad, ni individualidad sin comunidad, y viceversa.
Partimos de un solar en ruinas, en el que no quedan sino despojos de individualidad y comunidad, porque ambas han sido sistemáticamente devastadas o falsificadas, anuladas en definitiva, suplantadas por individuos y comunidades artificiales, estados, producto de un largo y sistemático proceso de acostumbramiento, en escuelas y universidades, en fábricas e instituciones estatales, amaestrados por múltiples medios de adoctrinamiento, de persuasión, de coherción, de seducción...de control de los individuos y las masas, manejadas por las élites dominantes hasta lograr su consentimiento, más o menos forzado. Sólo un respeto sagrado a la dignidad humana, por todos y cada uno de los individuos, puede hacernos libres e iguales, sólo de ahí puede nacer un poder superior al del dinero y al de todos los imperios habidos.

Propiedad y Bien Común. Estamos obligados a terminar con la vieja idea de propiedad referida a la apropiación de la Tierra y del Conocimiento humano. Porque somos parte propia, todos y cada uno de nosotros somos Tierra. Ya no podemos sostener la ignorante ficción de considerarnos extraterrestres ajenos al planeta, porque hoy ya sabemos con certeza que de la Tierra provenimos y a ella vamos. La Tierra es el comunal universal de la vida, como el Conocimiento humano es el comunal universal de la especie humana. No nos pertenecen, Tierra y Conocimiento, como no nos pertenece el aire que respiramos, que también es parte de la Tierra, como nosotros. Ya no podemos seguir considerando, ni a la Tierra ni al Conocimiento como un botín, ni individual ni comunitario. Tan capitalista es la ideología liberal-propietarista como la consigna anarquista de “la Tierra para quien la trabaja”, lo diré muy claro: o comprendemos que sólo el Conocimiento es propiedad de toda la humanidad y que la Tierra no es de nadie (tampoco de nuestra especie) o estamos abocados a la autodestrucción. Sólo los frutos de la Tierra y del Conocimiento, sólo lo que producimos con nuestro esfuerzo individual y comunitario es apropiable, sólo los bienes muebles, nada inmueble o inmaterial, nada que forme parte de la Tierra o del Conocimiento humano puede ser apropiado sin robo y sin violencia. El comunismo será una antigualla de la época capitalista cuando desaparezca la apropiación de la Tierra y del Conocimiento, cuando cada comunidad humana se haga responsable universal de la gestión ecológica del trozo de Tierra que habita, sin apropiarse de ninguna parcela, sólo de los frutos que la Tierra produce por sí misma y de los frutos del trabajo individual y comunitario. La Tierra y el Conocimiento son nuestro Procomún concreto (no esa abstracción etérea denominada Bien Común). Son, respectivamente, el comunal universal de la vida en su conjunto y el comunal propio de la especie humana.

Democracia y Oligocracia. Les fuera bien o no a los griegos con la democracia que inventaron, lo que hoy denominamos democracia es inservible para afrontar el futuro que tenemos por delante. Hoy la democracia necesaria sólo puede ser pensada como universal y directa. Porque es irreversible la dimensión global del mundo que hemos heredado, resultado de sucesivos imperios, militares y religiosos, todos fracasados en su intento de unificar y dominar el mundo, excepto el vigente imperio del dinero. Y porque siendo toda la Tierra territorio comunal universal, huelgan estados y ejércitos para defender propiedades inexistentes. Con todo lo que la historia nos ha enseñado y con todo el lastre que arrastramos, de miserias y muertes gratuitas, NO, ya no podemos seguir llamando hipócritamente democracias a las oligarquías, no podemos seguir sentenciando con un voto nuestra propia muerte democrática, de sujetos libres y soberanos. No, no son excedentes las vidas de los individuos que cuidan la tierra ni ninguna de las otras formas de vida que en ella prosperan, no quienes cuidan a sus parientes y vecinos, que producen alimentos, vestidos y culturas, que son solidarios con la sociedad humana en su conjunto, no. Son excedentes sociales (no sus vidas) los gobernantes que usurpan la soberanía de individuos y pueblos, todas las instituciones estatales y toda su nómina de militares, empresarios, burócratas, financieros, educadores, comunicadores y demás amaestradores, junto a todos los que viven de las rentas y del trabajo ajeno. A excepción de quienes por edad o enfermedad estuvieran impedidos para el trabajo, intelectual o físico, solo deberíamos respetar la excedencia voluntaria, la de aquellos individuos que libremente eligieran vivir en soledad, que no quieran con-vivir y que, por tanto, estarían obligados a valerse por sí mismos. Cuyas vidas contarían igualmente con nuestro respeto.


A modo de epílogo: el mejor orden social que podamos pensar siempre será imaginario, no puede ser de otra manera desde aquella revolución cognitiva por la que dimos el salto del instinto primario a la conciencia, de la religión a la ética, de la cultura de la supervivencia a la supervivencia de la cultura. Sea cual sea nuestro devenir evolutivo, nuestro futuro no está escrito, siempre será producto de la interacción de la voluntad humana y sus circunstancias, naturales y culturales, siempre producto de la decisión humana, para bien y para mal. Por eso que el futuro siempre será incierto y albergará contradicciones, siempre será una constante elección conflictiva entre esas dos direcciones que llamamos Bien y Mal. En el camino no deberíamos olvidar que nuestra única seguridad es la de una extinción anunciada (como ya le sucediera a tantas especies precedentes y, más aún, a tantos planetas y galaxias). Eso es lo único que escapa a nuestra voluntad y responsabilidad, porque depende solo de las fuerzas incontrolables del Cosmos...de ahí que merezca la pena intentar que en este breve lapsus que es la vida humana, ésta sea de la mejor calidad y que, como poco, tenga un sentido de perfección.

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