Hubo
una revolución cognitiva que hoy -erróneamente, creo yo- nos parece
muy distante. Grupos de homínidos de distintas especies (habilis,
ergaster, erectus, neandertal...y sapiens ) que habían desarrollado
un cerebro más grande de lo normal entre los simios, adquirieron
consciencia de sí mismos y de la realidad circundante. Hasta
entonces, el orden de sus vidas estaba regido por instintos
primarios, su objetivo se reducía a sobrevivir, alimentándose y
reproduciéndose. Ante esa nueva realidad pensaron órdenes
imaginarios, desarrollaron nuevos instintos que les servían para
explicar lo inexplicable, para dar respuesta a las preguntas
emergentes y, en definitiva, para atender a su nueva necesidad: dar
sentido a sus propias vidas.
El
cerebro de los neandertales era más grande que el de todos los
demás homínidos y mayor que el de cualquiera de nosotros, los
sapiens, la única especie homo que logró sobrevivir. Los habilis,
ergaster, erectus y neandertales se extinguieron (¿o fueron
extinguidos?), a pesar de su inteligencia, superior a la de todas las
especies de animales con los que competían por sobrevivir. No
debemos estar tan lejos de aquella revolución cognitiva cuando el
cerebro de cualquiera de nosotros sigue siendo menor que el de los
neandertales, poco más desarrollado que el de los habilis y más o
menos similar al de los ergaster, erectus y sapiens que nos
precedieron.
Aunque
de forma exigua, ya tenemos cierto conocimiento de sus creencias
religiosas y de sus modos de vida, fundamentados en relaciones
sociales parentales y en su vínculo vital con la naturaleza, de la
que formaban parte y de la que dependía totalmente su existencia
diaria. Esos nuevos instintos constituyeron lo que hoy denominamos
“culturas”.
Dada
la expansión y dispersión de los grupos de sapiens por todos los
continentes, durante miles de años se desarrollaron culturas propias
y aisladas unas de otras, de tal modo que hubo poblaciones que a sí
mismas se consideraban “los humanos”, los únicos humanos, porque
desconocían la existencia de otras poblaciones de sapiens. Y a pesar
de esa desconexión, todos esos pueblos arcaicos fundamentaron su
organización social en similares órdenes imaginarios, basados en
parecidas ficciones, mitos y creencias, religiones.
Si
algo caracteriza a la evolución humana es un estado de contradicción
permanente, a partir de aquella revolución cognitiva que cambió
radicalmente el curso de la evolución, conduciéndola hacia lo que
hoy somos, al mundo que hoy tenemos. Toda la organización social,
todas las culturas y sus respectivas y propias visiones del mundo
estuvieron determinadas durante millones de años por la creencia en
mitos, en ficciones orientadas a explicar lo que no comprendían. Y
aún sigue siendo así.
Hace
poco más de diez milenios, con el desarrollo de la agricultura y el
asentamiento de las poblaciones humanas en ciudades, la organización
social tomó un giro radical, al surgir la idea de propiedad, de
apropiación del territorio habitado. Y con esta idea, surgió la
necesidad de defender el territorio y ampliarlo mediante conquista.
Con la agricultura y la ciudad estaba naciendo la idea de “estado”,
asociada al dominio sobre la naturaleza y, por extensión, sobre
otros territorios y sobre “otros” seres humanos...desde sus
inicios, el estado apuntaba maneras de imperio.
Individuo
y comunidad fueron siempre realidades en contradicción (y aún lo
siguen siendo), que en las sociedades arcaicas se resolvían siempre
a favor de la comunidad. El canibalismo era así una práctica social
normalizada, la vida de un individuo podía ser sacrificada si ello
beneficiaba a la comunidad, a su supervivencia y estabilidad; estaba
justificado ese sacrificio humano cuando los recursos escaseaban y
cuando la vejez o la enfermedad taraban el avance de los grupos
nómadas de cazadores-recolectores. Esto también conviene que lo
pìensen quienes tienen hoy una idea de comunidad sobrevalorada y
romántica; la institución del Estado moderno no es sino una
sublimación ficticia de la idea sedentaria-ciudadana de comunidad
que aspira a convertirse en imperio. Supone, por ejemplo, que un
individuo de La Coruña y otro de Córdoba forman parte de una misma
comunidad; incluso que un habitante de las islas Canarias (Africa)
forma parte de una comunidad (española, europea y occidental), al
igual que un habitante del Ampurdán, de Dinamarca o de las Antillas
Holandesas.
¿Pero
qué es lo que alimenta esa ficción de comunidad, cuando la vida
cotidiana de cada uno de esos individuos se desenvuelve en realidad
en un ámbito de proximidad, respecto de la naturaleza y respecto de
sus relaciones sociales?...creo que fue y sigue siendo el mercado, la
necesidad universal de intercambiar excedentes, del dinero como
consiguiente necesidad instrumental que permite disponer de un
sistema de intercambio universal y común. El mercadeo es una
práctica humana prepolítica, practicada tanto por comunidades
nómadas como sedentarias; y cometen un error de bulto quienes
piensan que el mercado es una invención capitalista. Cierto que
forma parte sustancial del capitalismo, pero como lo formaría si
viviéramos en cualquier otro orden político.
Las
religiones monoteístas se hicieron predominantes porque pensaron
una feligresía universal, un mundo único. Y a punto estuvieron de
conseguirlo algunos imperios por su fuerza militar, pero ni
religiosos ni militares alcanzaron a conseguir lo que sí lograron
los mercaderes: hacer del mundo un espacio único de comercio, la
Globalización. Que también es un error imputarla al capitalismo,
porque es muy anterior, ya que hay que remontarse a la invención de
la moneda, del dinero como instrumento de intercambio, hace unos
cuantos miles de años.
¿Qué
es el capitalismo, pues, cuando la mayor parte de la humanidad lo
identifica con el mercado, con la acumulación de propiedades y
dinero como fuente del poder económico, social y político, que
permite a unas minorías dominar el mundo? Yo he llegado a la
conclusión de que, en esencia, no es sino un error evolutivo... y
alguna pista me dió el derrumbe soviético junto con la emergencia
de China como primera potencia capitalista (la China gobernada por
comunistas). La contradicción nos sigue pareciendo inherente a la
condición humana y creo que siempre lo fue y lo será siempre a
partir de aquella revolución cognitiva que nos llevó a pensar más
allá de aquellos instintos primarios que reducían nuestras vidas a
una respuesta adaptativa, para afrontar las dificultades surgidas en
el curso de la supervivencia-reproducción. Nos pensamos como
individuos diferentes y, por tanto, únicos, al tiempo que somos
igualmente sociales y gregarios en extremo, absolutamente incapaces
de sobrevivir si no es como seres sociales, como parte de una
comunidad... (¿capitalista?).
¿En
qué consiste, pues, ese error evolutivo que yo creo que es el
capitalismo, cuál es su contradicción que hoy nos parece
insalvable?... hay mucha gente que piensa que el error es
esencialmente ecológico, porque el capitalismo y el desarrollismo
que le es consustancial, nos han traído hasta el borde de la
extinción, porque provoca necesariamente la degradación del medio
natural, el agotamiento de los recursos naturales, la pérdida de
biodiversidad, el cambio climático... no lo niego, pero obsérvese
que ya hemos empezado a integrar esa nefasta realidad mediante una
¿nueva? creencia religiosa: en la Tecnología como esperanza de
salvación.
Pero
a mi me parece el error ecológico una consecuencia y no el origen,
no el error mismo, que a mi entender no consiste sólo en la
devastación de la naturaleza, sino en la previa devastación de la
individualidad, de la esencia humana que surgiera en aquella
primitiva revolución cognitiva. Para mí ese es el verdadero daño,
el error evolutivo que nos ha empujado hasta aquí, al borde del
precipicio, al capitalismo.
Hemos
llegado a creer que nunca como ahora el mundo había sido tan
individualista, precisamente ahora, cuando nunca la individualidad
había sido tan menospreciada, cuando el individuo ni siquiera es
valorado como mercancía, como lo fuera en los siglos de esclavismo o
durante la fase de proletarización industrial. En el capitalismo
posindustrial el individuo es un excedente más, es algo sobrante y
sin valor, ni de uso ni de cambio, ya no sirve como esclavo ni como
productor, sólo como cliente, elector y consumidor. Y para ésto
sobran plazas. No tiene otra salida el capitalismo que no sea una
extinción programada de los excedentes, como hace cualquier tendero,
cualquier supermercado, en la parte de atrás del edificio, en ese
callejón oculto donde se sitúan los contenedores de la basura.
Pandemia, miseria, genocidio….la guerra está servida, el imperio
del dinero ha decidido que somos excedentes.
El
capitalismo ha generado un monstruo tecnológico autodestructivo, que
arrasa todo vestigio de humanidad, que apunta a su propia
autodestrucción...pero, cuidado, ésto no es del todo cierto, porque
la maquinaria capitalista tiene un plan B, en el que las máquinas
nos sucederán ventajosamente, diseñadas para ser nuestra “natural”
descendencia posthumana, encargada de sustituirnos y dar continuidad
a ¿nuestra? especie,¿quizá en otros planetas?...otra vez la
religión como fe de última instancia, una y otra vez persistiendo
en el mismo error, como si tuviéramos prisa en extinguirnos y
estuviéramos condenados al suicidio voluntario, en vez de esperar a
que sean las leyes del Cosmos y no las del Capitalismo las que
acaben con nuestra especie.
Como
resultado de la revolución cognitiva a la que me vengo refiriendo,
el pensamiento es una facultad exclusiva del individuo, las
sociedades no piensan, no existe un cerebro colectivo, por sugerente
que nos parezca la metáfora, sólo el individuo puede pensarse a sí
mismo y pensar la vida en comunidad como una vida “mejor”, en
modo de evolución perfectible, una vida integrada en la naturaleza y
respetuosa de la individualidad, de su esencia y dignidad
constitutiva. La inteligencia de la comunidad, si existe, consiste en
la suma de las inteligencias individuales, en asumir ese respeto por
la naturaleza y por el individuo, esa es la inteligencia de la
supervivencia, la que apunta en dirección contraria al suicidio
colectivo, la inteligencia que podría superar este capitalismo
suicida, este canibalismo cainita que lastra la evolución humana,
que nos devuelve al punto en que apenas empezábamos a caminar
erguidos.
Por
eso que sea erróneo el imaginario orden capitalista, no sólo porque
es una ficción basada en el mito del dinero, en su religiosa
creencia, no. Esa y todas las culturas y cualquier orden social
imaginable, siempre serán eso, imaginarios. No es por eso, es por
la fatalidad de sus consecuencias, es por la destrucción del
sustento material de la vida y por la devastación del ser, es por su
modelo de vida humana carente de dignidad y de sentido, por eso es
por lo que son erróneas las ideas del capitalismo, su idea de la
naturaleza como lugar para la actividad extractiva de materias primas
solo útiles para la producción y el consumo, sin límites, sin
distinción entre objetos inertes y animados, todo convertible en
mercancía, todo, minerales y vidas. Su idea de la individualidad y
la comunidad como elaborados de ingeniería social, funcionales al
orden dominante. Su idea sobre la propiedad, como derecho natural,
que así es denominada la apropiación más o menos violenta, privada
o pública, de la Tierra y del Conocimiento humano...su idea del bien
común como sucedáneo abstracto del Procomun universal y concreto,
de la Tierra y el Conocimiento expropiados. ...y su idea sobre la
Democracia, como mecanismo usurpador de la soberanía
individual-comunitaria, en base al desprecio de las élites por el
individuo común, considerado éste un ignorante carente del
discernimiento necesario para el autogobierno (democracia
real)...contradicciones y más contradicciones, que las élites
dominantes saldan siempre a su favor, porque piensan que su lado es
el del Bien y que, por tanto, el otro lado, el de “los otros”
humanos, es el lado del Mal, ese sitio en el que vive la gente común.
Individualidad
y Comunidad. La
comunidad no existe por sí, ni por decreto, sólo
puede ser construida por los
individuos que la forman, mediante su
mutuo y libre acuerdo, no
existe otro sujeto político real
que no sea el resultante de
esa construcción, de ese
acuerdo. Cada
individuo depende de su comunidad en
la misma medida que ésta depende de
cada
individuo. Es falso el
dilema que contradice libertad e igualdad, porque son inseparables,
no hay libertad sin igualdad, ni
individualidad sin
comunidad, y
viceversa.
Partimos
de un solar en ruinas, en el que no quedan sino despojos de
individualidad y comunidad, porque ambas han sido sistemáticamente
devastadas o falsificadas, anuladas en definitiva, suplantadas por
individuos y comunidades artificiales, estados,
producto
de un largo y sistemático
proceso de acostumbramiento,
en escuelas y
universidades, en fábricas
e instituciones estatales, amaestrados
por
múltiples
medios de adoctrinamiento, de
persuasión, de
coherción, de
seducción...de
control de los individuos y
las masas, manejadas
por las élites dominantes
hasta lograr su
consentimiento, más o menos
forzado. Sólo
un respeto sagrado a la dignidad humana, por
todos y cada uno de los individuos, puede
hacernos libres e iguales,
sólo de ahí puede nacer un poder superior al del
dinero y al de todos los
imperios habidos.
Propiedad
y Bien Común. Estamos obligados a terminar
con la vieja idea de propiedad referida a la apropiación de la
Tierra y del Conocimiento humano. Porque somos parte propia, todos y
cada uno de nosotros somos Tierra. Ya no podemos sostener la
ignorante ficción de considerarnos extraterrestres ajenos al
planeta, porque hoy ya sabemos con certeza que de la Tierra
provenimos y a ella vamos. La Tierra es el comunal universal de la
vida, como el Conocimiento humano es el comunal universal de la
especie humana. No nos pertenecen, Tierra y Conocimiento, como no nos
pertenece el aire que respiramos, que también es parte de la Tierra,
como nosotros. Ya no podemos seguir considerando, ni a la Tierra ni
al Conocimiento como un botín, ni individual ni comunitario. Tan
capitalista es la ideología liberal-propietarista como la consigna
anarquista de “la Tierra para quien la trabaja”, lo diré muy
claro: o comprendemos que sólo el Conocimiento es propiedad de toda
la humanidad y que la Tierra no es de nadie (tampoco de nuestra
especie) o estamos abocados a la autodestrucción. Sólo los frutos
de la Tierra y del Conocimiento, sólo lo que producimos con nuestro
esfuerzo individual y comunitario es apropiable, sólo los bienes
muebles, nada inmueble o inmaterial, nada que forme parte de la
Tierra o del Conocimiento humano puede ser apropiado sin robo y sin
violencia. El comunismo será una antigualla de la época capitalista
cuando desaparezca la apropiación de la Tierra y del Conocimiento,
cuando cada comunidad humana se haga responsable universal de la
gestión ecológica del trozo de Tierra que habita, sin apropiarse de
ninguna parcela, sólo de los frutos que la Tierra produce por sí
misma y de los frutos del trabajo individual y comunitario. La
Tierra y el Conocimiento son nuestro Procomún concreto (no esa
abstracción etérea denominada Bien Común). Son, respectivamente,
el comunal universal de la vida en su conjunto y el comunal propio de
la especie humana.
Democracia
y Oligocracia. Les fuera bien o no a
los griegos con la democracia que inventaron, lo que hoy denominamos
democracia es inservible para afrontar el futuro que tenemos por
delante. Hoy la democracia necesaria sólo puede ser pensada como
universal y directa. Porque es irreversible la dimensión global del
mundo que hemos heredado, resultado de sucesivos imperios, militares
y religiosos, todos fracasados en su intento de unificar y dominar el
mundo, excepto el vigente imperio del dinero. Y porque siendo toda la
Tierra territorio comunal universal, huelgan estados y ejércitos
para defender propiedades inexistentes. Con todo lo que la historia
nos ha enseñado y con todo el lastre que arrastramos, de miserias y
muertes gratuitas, NO, ya no podemos seguir llamando hipócritamente
democracias a las oligarquías, no podemos seguir sentenciando con un
voto nuestra propia muerte democrática, de sujetos libres y
soberanos. No, no son excedentes las vidas de los individuos que cuidan la tierra
ni ninguna de las otras formas de vida que en ella prosperan, no quienes cuidan a sus parientes y vecinos,
que producen alimentos, vestidos y culturas, que son solidarios con la
sociedad humana en su conjunto, no. Son excedentes sociales (no sus vidas) los gobernantes
que usurpan la soberanía de individuos y pueblos, todas
las instituciones estatales y toda su nómina de militares,
empresarios, burócratas, financieros, educadores, comunicadores y
demás amaestradores, junto a todos los que viven de las rentas y del
trabajo ajeno. A excepción de quienes por edad o enfermedad estuvieran
impedidos para el trabajo, intelectual o físico, solo deberíamos
respetar la excedencia voluntaria, la de aquellos individuos que libremente eligieran
vivir en soledad, que no quieran con-vivir y que, por tanto, estarían
obligados a valerse por sí mismos. Cuyas vidas contarían igualmente con nuestro respeto.
A
modo de epílogo: el mejor orden social que podamos pensar
siempre será imaginario, no puede ser de otra manera desde aquella
revolución cognitiva por la que dimos el salto del instinto primario
a la conciencia, de la religión a la ética, de la cultura de la
supervivencia a la supervivencia de la cultura. Sea cual sea nuestro
devenir evolutivo, nuestro futuro no está escrito, siempre será
producto de la interacción de la voluntad humana y sus
circunstancias, naturales y culturales, siempre producto de la
decisión humana, para bien y para mal. Por eso que el futuro siempre
será incierto y albergará contradicciones, siempre será una
constante elección conflictiva entre esas dos direcciones que llamamos Bien y
Mal. En el camino no deberíamos olvidar que nuestra única seguridad
es la de una extinción anunciada (como ya le sucediera a tantas
especies precedentes y, más aún, a tantos planetas y galaxias). Eso
es lo único que escapa a nuestra voluntad y responsabilidad, porque
depende solo de las fuerzas incontrolables del Cosmos...de ahí que
merezca la pena intentar que en este breve lapsus que es la vida
humana, ésta sea de la mejor calidad y que, como poco, tenga un
sentido de perfección.
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