"El
hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona, y
cuando el entusiasmo desaparece, ahí se queda, como un hijo pródigo
a quien el padre echó de casa."
(Friederich
Hölderlin, del
discurso de Hiperión, en esta obra en
la que el autor
mantiene su propio
concepto de la
filosofía, de la poesía, del arte y, en términos generales, del
mundo y de la vida, en
contraposición al pensamiento de Hegel, el filósofo que
en otro tiempo fuera
su amigo y su referente
intelectual).
El
Común
No es cualquiera, ni tampoco es la totalidad de los
individuos. El Común no es “el Pueblo”, ni tampoco es “la
Nación”. No son todos los que pueblan un lugar o un país
(paisaje), no son todos los que han nacido en una misma
geografía o los que hablan una misma lengua. El Común no es un sujeto
construido, por circunstancias o por determinaciones ajenas a él
mismo, sean éstas involuntarias o casuales. El Común es un sujeto
autoconstruido, que por sí mismo es capaz de adquirir conciencia
propia y vitalmente vinculada a la del medio natural/social en el que
tiene tiempo y lugar su existencia “en común”.
Es
un sujeto autónomo y comunitario. La comunidad, lo común, es su
circunstancia y condición deseada, lo que libremente quiere
compartir con todos los seres vivos y entre éstos, especialmente con
los de su propia especie, y más aún todavía con aquellos que le
son más próximos. Así, autonomía personal y convivencia en
comunidad constituyen su código ético, que se hace moral cuando es
compartido con los individuos concretos con los que realmente convive,
que son una parte muy pequeña y representativa de la totalidad, sólo
aquellos con los que se relaciona más directamente, en el medio
concreto, físico y relacional (material e inmaterial), en el que
transcurre la mayor parte de su vida. Su voluntad de ser por sí
mismo es consustancial con su sentido práctico de la vida, como
con-vivencia en comunidad, que tiende a la máxima plenitud cuando esa voluntad es compartida.
De
no ser así, si a nuestro alrededor faltara esa voluntad de compartir
y de existencia plena, si no encontraramos compañía en ese camino o
si ésta nos abandonara por la nostalgia del calor del rebaño,
pensemos que siempre nos queda la belleza de caminar en soledad en
medio de la noche.
Y la ética
A todo ésto se refería hace unos días Heleno Saña en la
presentación del libro “Etica y revolución integral”, junto a Félix Rodrigo Mora:
“...la
vida tiene su pleno y más profundo sentido cuando la vinculamos a un
ideal que trascienda al ámbito escueto de nuestro yo. Los antíguos
griegos calificaban de “idiotes” a las almas vulgares y prosaicas
que sólo se ocupaban de sus asuntos privados y se inhibían de la
problemática común y pública, pues bien, este idiotismo ha pasado
a ser uno de los rasgos principales de la sociedad contemporánea.
Quien
no vive entregado al bien no vive, sino que simplemente vegeta. Este
es el destino que aguarda al individuo medio de nuestro tiempo. El
sentido de la vida consiste en vivir no sólo para sí mismo sino
también para los demás, especialmente para quienes padecen hambre y
sed de justicia. No necesito subrayar que los escollos que hay que
afrontar para todo propósito de elevación moral son tan
innumerables como difíciles. El primero de ellos es dejarse envolver
en las lianas de la parte innoble y vulgar que todo humano lleva
dentro de sí mismo como un cáncer oculto, especialmente la vanidad,
el egoísmo y la ambición de ser más que los otros. Ser fiel a un
modo elevado de conducta incluye el riesgo de quedarse sólo.
Quien carece de la fuerza interior necesaria para vivir desterrado
de la sociedad a la que formalmente pertenece, no estará nunca en
condiciones de ser fiel a sus ideales. El apego al calor del rebaño
es la causa principal de alejarse de la propia conciencia y sucumbir
a la ley del mayor número, que es de ordinario la ley de la mentira,
la hipocresía y los falsos valores. Si el tipo solipsista de
conducta que hoy prevalece conduce a un empobrecimiento de los lazos
interpersonales y sociales, empobrece al mismo tiempo el nivel
axiológico del propio individuo y ello porque le priva de conocer
la hermosa experiencia inherente a la generosidad y solidaridad con
los otros, que le condena a tener que contentarse con la satisfacción
de sus mezquinos instintos ególatras.
No
os dejéis engatusar por lo que difunden la moda, las agencias de
publicidad y las tribunas mediáticas, ni mucho menos por lo que dice
la casta política. Mirar hacia adelante es hoy rememorar lo que la
historia y el pensamiento han dado de digno de ser recuperado, que
siempre es lo no perecedero y lo que no caduca, lo que no
depende de fechas ni de otros factores transitorios, como ocurre con
los valores que se cotizan en los mercados. No temáis que os tilden
de anacrónicos y enemigos del progreso, no temáis tampoco a
quedaros solos, obrad como recomienda Friederich Hölderlin en su
Hiperion, “lo mejor consiste en luchar unidos fraternalmente a los
otros, pero cuando faltan los compañeros de lucha es también
hermoso caminar a solas a través de la noche”.
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