lunes, 25 de febrero de 2019

EL COMÚN Y LA ÉTICA



"El hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona, y cuando el entusiasmo desaparece, ahí se queda, como un hijo pródigo a quien el padre echó de casa."  
(Friederich Hölderlin, del discurso de Hiperión, en esta obra en la que el autor mantiene su propio concepto de la filosofía, de la poesía, del arte y, en términos generales, del mundo y de la vida, en contraposición al pensamiento de Hegel, el filósofo que en otro tiempo fuera su amigo y su referente intelectual).


El Común 
No es cualquiera, ni tampoco es la totalidad de los individuos. El Común no es “el Pueblo”, ni tampoco es “la Nación”. No son todos los que pueblan un lugar o un país (paisaje), no son todos los que han nacido en una misma geografía o los que hablan una misma lengua. El Común no es un sujeto construido, por circunstancias o por determinaciones ajenas a él mismo, sean éstas involuntarias o casuales. El Común es un sujeto autoconstruido, que por sí mismo es capaz de adquirir conciencia propia y vitalmente vinculada a la del medio natural/social en el que tiene tiempo y lugar su existencia “en común”.
Es un sujeto autónomo y comunitario. La comunidad, lo común, es su circunstancia y condición deseada, lo que libremente quiere compartir con todos los seres vivos y entre éstos, especialmente con los de su propia especie, y más aún todavía con aquellos que le son más próximos. Así, autonomía personal y convivencia en comunidad constituyen su código ético, que se hace moral cuando es compartido con los individuos concretos con los que realmente convive, que son una parte muy pequeña y representativa de la totalidad, sólo aquellos con los que se relaciona más directamente, en el medio concreto, físico y relacional (material e inmaterial), en el que transcurre la mayor parte de su vida. Su voluntad de ser por sí mismo es consustancial con su sentido práctico de la vida, como con-vivencia en comunidad, que tiende a la máxima plenitud cuando esa voluntad es compartida.
De no ser así, si a nuestro alrededor faltara esa voluntad de compartir y de existencia plena, si no encontraramos compañía en ese camino o si ésta nos abandonara por la nostalgia del calor del rebaño, pensemos que siempre nos queda la belleza de caminar en soledad en medio de la noche.

 

Y la ética

A todo ésto se refería hace unos días Heleno Saña en la presentación del libro “Etica y revolución integral”, junto a Félix Rodrigo Mora:

...la vida tiene su pleno y más profundo sentido cuando la vinculamos a un ideal que trascienda al ámbito escueto de nuestro yo. Los antíguos griegos calificaban de “idiotes” a las almas vulgares y prosaicas que sólo se ocupaban de sus asuntos privados y se inhibían de la problemática común y pública, pues bien, este idiotismo ha pasado a ser uno de los rasgos principales de la sociedad contemporánea.

Quien no vive entregado al bien no vive, sino que simplemente vegeta. Este es el destino que aguarda al individuo medio de nuestro tiempo. El sentido de la vida consiste en vivir no sólo para sí mismo sino también para los demás, especialmente para quienes padecen hambre y sed de justicia. No necesito subrayar que los escollos que hay que afrontar para todo propósito de elevación moral son tan innumerables como difíciles. El primero de ellos es dejarse envolver en las lianas de la parte innoble y vulgar que todo humano lleva dentro de sí mismo como un cáncer oculto, especialmente la vanidad, el egoísmo y la ambición de ser más que los otros. Ser fiel a un modo elevado de conducta incluye el riesgo de quedarse sólo. Quien carece de la fuerza interior necesaria para vivir desterrado de la sociedad a la que formalmente pertenece, no estará nunca en condiciones de ser fiel a sus ideales. El apego al calor del rebaño es la causa principal de alejarse de la propia conciencia y sucumbir a la ley del mayor número, que es de ordinario la ley de la mentira, la hipocresía y los falsos valores. Si el tipo solipsista de conducta que hoy prevalece conduce a un empobrecimiento de los lazos interpersonales y sociales, empobrece al mismo tiempo el nivel axiológico del propio individuo y ello porque le priva de conocer la hermosa experiencia inherente a la generosidad y solidaridad con los otros, que le condena a tener que contentarse con la satisfacción de sus mezquinos instintos ególatras.

No os dejéis engatusar por lo que difunden la moda, las agencias de publicidad y las tribunas mediáticas, ni mucho menos por lo que dice la casta política. Mirar hacia adelante es hoy rememorar lo que la historia y el pensamiento han dado de digno de ser recuperado, que siempre es lo no perecedero y lo que no caduca, lo que no depende de fechas ni de otros factores transitorios, como ocurre con los valores que se cotizan en los mercados. No temáis que os tilden de anacrónicos y enemigos del progreso, no temáis tampoco a quedaros solos, obrad como recomienda Friederich Hölderlin en su Hiperion, “lo mejor consiste en luchar unidos fraternalmente a los otros, pero cuando faltan los compañeros de lucha es también hermoso caminar a solas a través de la noche”.

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