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Hay
una minoría de marxistas que ni han falsificado ni han perdido la
memoria histórica, y que todavía aplican las ideas de Marx al
análisis del capitalismo, que sin duda es la faceta más acertada y
valiosa del pensamiento marxista. En eso son todavía insuperables.
Leo con frecuencia e interés los artículos que publican en un blog
titulado “Nuevo Curso”, no tengo reparo alguno en reconocerlo ni
en decir que coincido con muchos de sus análisis, sin que por ello
experimente contradicción alguna con mis propias convicciones, tan
alejadas de su ideología de clase (que en esencia yo creo que no es
menos identitarista que los nacionalismos o el feminismo que ellos
mismos combaten). Todo ello, sin menoscabo de su tradición
revolucionaria...pero no se olvide que estos mismos marxistas le
reconocen a la pequeña burguesía igual tradición revolucionaria
desde la Comuna de París, por lo que podría afirmarse que el
“revolucionarismo” por sí no tiene un único sentido, ni
positivo ni “progresista”, como creen a pies juntillas las
organizaciones del izquierdismo mayoritario. El fascismo fue
revolucionario como lo fueran el estalinismo o el maoísmo, como ha
sido y es revolucionario el liberalismo, ¿o. es que ya no vivimos en
sociedades ordenadas a partir de los principios y valores triunfantes
de una revolución, la liberal, ahora en su versión neoliberal y
pronto en su versión neofascista? ...y sin embargo, nótese que
nunca triunfó ninguna revolución anarquista, que no fuera de forma
efímera y, en todo caso,carente de aparato estatal (sirva este dato
para una básica reflexión acerca del significado histórico del
concepto “revolución”).
Aclaro
que mi uso del adjetivo “burgués” no es despreciativo sino
descriptivo, nadie en este mundo de hoy puede decir que no esté
-como poco- contaminado por el pensamiento liberal y burgués después
de tres siglos de sistemático adoctrinamiento a cargo de los
aparatos estatales surgidos de la revolución liberal. De esa
realidad partimos, querámoslo o no, revolucionarios y no
revolucionarios. La ideología liberal, antiestatal en origen, cuando
tomó cuerpo se hizo capitalista y estatalista, al igual que le
sucediera a la ideología comunista (en origen “emancipadora”) a
lo largo de su deriva totalitaria. Estado y capitalismo apenas son
distinguibles, su imbricación es tal que dejan al descubierto
idénticos fines o, como poco, complementarios. Igual que cada vez
cuesta más distinguir en la práctica el capitalismo “comunista”
de China del capitalismo “liberal” de cualquier otro estado y de
cualquier otro continente. Ninguno de los individuos
que pueblan este mundo de hoy puede hablar del estado y el
capitalismo como realidades extrañas,
porque ambas nos constituyen, en ambas hemos sido educados y
amaestrados.
Confieso
que alguna vez he
utilizado los argumentos de la izquierda
comunista española
para desconcertar a mis amigos "de izquierdas"
acostumbrados en la
inercia sectaria que consiste en
atribuir el calificativo de "facha" a todo aquel que no
piensa como ellos. Yo
defiendo la reflexión
desde el librepensamiento, liberada de sectarismos y apriorismos
ideológicos, incluso liberada de la
tradición del
anarquismo, que por
muy legítimo heredero del pensamiento libre
que sea, no
le da
derecho de monopolio. Defiendo
la reflexión desde el conocimiento
histórico-científico, pero
inseparable de
la propia experiencia
vital, una reflexión liberada
de todo apriorismo teoricista,
pero bien consciente
de que el conflicto en el que me
siento inmerso no es
sólo contra los principios y estructuras
de la sociedad estatal-capitalista dominante,
sino que también me
implica individualmente en una lucha interna frente a mis
propias contradicciones personales, que debo
ir resolviendo a la
par. Y juro que no es tarea fácil, cuando
aún estoy iniciando
ese camino.
Por
otra parte, ¿alguien
se ha dado cuenta de que desde la irrupción de Trump apenas se habla
de "la globalización"?...todo
el espectro mediático, a partir del giro protecionista del gobierno
USA, ha virado hacia "lo nacional", preparando la nueva
fase del capitalismo, replegado en los
estados como las ovejas en torno al mastín
cuando barruntan la presencia cercana del lobo. Vamos
hacia un modelo global de capitalismo de
estado, que solo puede apuntar al fascismo
cuando no se dan las condiciones para un revival del socialismo
liberal, la socialdemocracia. Pero
adviértase que las finanzas siguen en modo
globalización, como argamasa vital
del capitalismo en
esta fase en la que su sistema productivo es incapaz de generar
empleo y beneficio al
mismo tiempo, abocado a una economía abstracta
y de casino, basada en la
especulación mercantil de un producto
ficticio, el dinero, y en el azar del juego especulativo.
La
revolución ahora necesaria ya está en marcha, es irreversible y
bien distinta a las conocidas, limitadas a cambios de gobierno más
o menos bruscos, más o menos violentos, que hasta ahora sirvieron
para consolidar una deriva global del orden mundial hacia los
principios e intereses de las élites
dominantes, aferradas a la propiedad de la Tierra y al poder
cohercitivo de los Estados. Esas élites, ora
liberales, ora marxistas, ora fascistas...
pero siempre estatalistas e
imperialistas en su medida,
siempre desarrollistas sin limite,
depredadoras y totalitarias. Ningún
revolucionario podrá ya decir ni siquiera
"la tierra para quien la trabaja", porque hemos llegado al
punto en que la Tierra ya no puede ser
considerada como objeto extraño a la especie humana sin tratarnos a
nosotros mismos como objetos. O la
consideramos bien comunal universal o sin tardar la
Tierra será el paisaje que quede tras la
extinción de la especie sapiens. Hemos llegado a ese punto de no
retorno. La evolución ha tomado ese nuevo
camino desde que dimos el paso a la dimensión ética de la
existencia, en paralelo a la dimensión
ecológica, por mucho que eso altere la
religiosa creencia del darwinismo exclusivamente zoológico.
Amigos
marxistas: la
solidaridad internacional ya no puede ser identitaria de clase, sino
de especie e integral, materialista y ética, individual
y social al tiempo, moral
y universal, porque en esa urgencia utópica estamos a esta altura de
la convulsa historia humana, ser o no ser, entre
dramático y esperanzador. Ya sólo podemos
pensarnos como comunidad humana global reintegrada a la Tierra, ¿pero
acaso no es esa la finalidad última, tras la lucha de clases, que
proclamaba vuestro proyecto revolucionario?
...pues bien, la lucha de clases podemos
darla por concluida no sólo por sus
carencias éticas, sobre todo por la
evidencia de sus malos resultados. Esa fase ha concluido
y lo ha hecho malamente, por eso que debamos
abandonar ese carril que se ha vuelto un
bucle eterno, que se reproduce a sí mismo, al
gusto de los aspirantes a funcionarios de la
lucha de clases que vosotros mismos
denunciáis.
Ahora
toca evolucionar de verdad, una revolución permanente, una
comunidad que no anule al individuo y un individuo que no destruya a
la comunidad. No se
trata de hacer "justicia social", no, no va de conciliar
los intereses de clase al modo fascista o al modo populista, va de
evolución en serio, radical, va de superar las leyes
"evolucionistas" que se inventó la modernidad burguesa
para favorecer el
dominio sobre la naturaleza y sobre
la humanidad de las
clases elitistas e
ilustradas. Ahora toca una nueva
forma de lucha: sanar nuestra individualidad
enferma y
reconstruirnos en comunidades convivenciales, radicalmente
democráticas y solidarias, enfrentadas al
orden dominante en la práctica de la vida, no sólo en los panfletos
políticos ni en los textos académicos, no sólo en el terreno de la
palabra ni sólo en el terreno electoral o
callejero,
que siempre le será favorable al orden dominante que
juega en ese terreno con las cartas marcadas. Toca
derrotar a las estructuras de la dominación en el territorio
real, el de la
vida, no en el de los
mapas que la
representan sino en
el territorio
práctico de la vida
cotidiana, experimentando, poniendo en
práctica la sociedad convivencial que
quisiéramos dejar en herencia a las próximas generaciones.
Es
local y es global...y es imparable, ya está sucediendo en muchas
partes del mundo a pequeña escala;
aunque tarde tiempo
en hacerse más visible hay que armarse de paciencia y resistencia
revolucionaria, que esto va para largo. Muchas comunidades pequeñas
están iniciando la revolución integral que
ahora toca, tienen
los principios pero les falta la estrategia que les permita ser
visibles y, por tanto,
propagarse, servir de
ejemplo y constituirse
en verdadero enemigo
del orden dominante,
que siempre -conviene recordar- no son las personas, sino las
estructuras de poder que éstas
construyen cuando solo atienden a su
zoológico instinto primario.
Pues
en ese paso incipiente
estamos, en diezmar
la tropa del enemigo empezando por nuestra personal
deserción.
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