jueves, 10 de enero de 2019

COMO OVEJAS EN TORNO AL MASTIN CUANDO BARRUNTAN LA PRESENCIA DEL LOBO

Foto de www.cronicasdefauna.blogspot.com


 
Hay una minoría de marxistas que ni han falsificado ni han perdido la memoria histórica, y que todavía aplican las ideas de Marx al análisis del capitalismo, que sin duda es la faceta más acertada y valiosa del pensamiento marxista. En eso son todavía insuperables. Leo con frecuencia e interés los artículos que publican en un blog titulado “Nuevo Curso”, no tengo reparo alguno en reconocerlo ni en decir que coincido con muchos de sus análisis, sin que por ello experimente contradicción alguna con mis propias convicciones, tan alejadas de su ideología de clase (que en esencia yo creo que no es menos identitarista que los nacionalismos o el feminismo que ellos mismos combaten). Todo ello, sin menoscabo de su tradición revolucionaria...pero no se olvide que estos mismos marxistas le reconocen a la pequeña burguesía igual tradición revolucionaria desde la Comuna de París, por lo que podría afirmarse que el “revolucionarismo” por sí no tiene un único sentido, ni positivo ni “progresista”, como creen a pies juntillas las organizaciones del izquierdismo mayoritario. El fascismo fue revolucionario como lo fueran el estalinismo o el maoísmo, como ha sido y es revolucionario el liberalismo, ¿o. es que ya no vivimos en sociedades ordenadas a partir de los principios y valores triunfantes de una revolución, la liberal, ahora en su versión neoliberal y pronto en su versión neofascista? ...y sin embargo, nótese que nunca triunfó ninguna revolución anarquista, que no fuera de forma efímera y, en todo caso,carente de aparato estatal (sirva este dato para una básica reflexión acerca del significado histórico del concepto “revolución”).



Aclaro que mi uso del adjetivo “burgués” no es despreciativo sino descriptivo, nadie en este mundo de hoy puede decir que no esté -como poco- contaminado por el pensamiento liberal y burgués después de tres siglos de sistemático adoctrinamiento a cargo de los aparatos estatales surgidos de la revolución liberal. De esa realidad partimos, querámoslo o no, revolucionarios y no revolucionarios. La ideología liberal, antiestatal en origen, cuando tomó cuerpo se hizo capitalista y estatalista, al igual que le sucediera a la ideología comunista (en origen “emancipadora”) a lo largo de su deriva totalitaria. Estado y capitalismo apenas son distinguibles, su imbricación es tal que dejan al descubierto idénticos fines o, como poco, complementarios. Igual que cada vez cuesta más distinguir en la práctica el capitalismo “comunista” de China del capitalismo “liberal” de cualquier otro estado y de cualquier otro continente. Ninguno de los individuos que pueblan este mundo de hoy puede hablar del estado y el capitalismo como realidades extrañas, porque ambas nos constituyen, en ambas hemos sido educados y amaestrados.




Confieso que alguna vez he utilizado los argumentos de la izquierda comunista española para desconcertar a mis amigos "de izquierdas" acostumbrados en la inercia sectaria que consiste en atribuir el calificativo de "facha" a todo aquel que no piensa como ellos. Yo defiendo la reflexión desde el librepensamiento, liberada de sectarismos y apriorismos ideológicos, incluso liberada de la tradición del anarquismo, que por muy legítimo heredero del pensamiento libre que sea, no le da derecho de monopolio. Defiendo la reflexión desde el conocimiento histórico-científico, pero inseparable de la propia experiencia vital, una reflexión liberada de todo apriorismo teoricista, pero bien consciente de que el conflicto en el que me siento inmerso no es sólo contra los principios y estructuras de la sociedad estatal-capitalista dominante, sino que también me implica individualmente en una lucha interna frente a mis propias contradicciones personales, que debo ir resolviendo a la par. Y juro que no es tarea fácil, cuando aún estoy iniciando ese camino.



Por otra parte, ¿alguien se ha dado cuenta de que desde la irrupción de Trump apenas se habla de "la globalización"?...todo el espectro mediático, a partir del giro protecionista del gobierno USA, ha virado hacia "lo nacional", preparando la nueva fase del capitalismo, replegado en los estados como las ovejas en torno al mastín cuando barruntan la presencia cercana del lobo. Vamos hacia un modelo global de capitalismo de estado, que solo puede apuntar al fascismo cuando no se dan las condiciones para un revival del socialismo liberal, la socialdemocracia. Pero adviértase que las finanzas siguen en modo globalización, como argamasa vital del capitalismo en esta fase en la que su sistema productivo es incapaz de generar empleo y beneficio al mismo tiempo, abocado a una economía abstracta y de casino, basada en la especulación mercantil de un producto ficticio, el dinero, y en el azar del juego especulativo.



La revolución ahora necesaria ya está en marcha, es irreversible y bien distinta a las conocidas, limitadas a cambios de gobierno más o menos bruscos, más o menos violentos, que hasta ahora sirvieron para consolidar una deriva global del orden mundial hacia los principios e intereses de las élites dominantes, aferradas a la propiedad de la Tierra y al poder cohercitivo de los Estados. Esas élites, ora liberales, ora marxistas, ora fascistas... pero siempre estatalistas e imperialistas en su medida, siempre desarrollistas sin limite, depredadoras y totalitarias. Ningún revolucionario podrá ya decir ni siquiera "la tierra para quien la trabaja", porque hemos llegado al punto en que la Tierra ya no puede ser considerada como objeto extraño a la especie humana sin tratarnos a nosotros mismos como objetos. O la consideramos bien comunal universal o sin tardar la Tierra será el paisaje que quede tras la extinción de la especie sapiens. Hemos llegado a ese punto de no retorno. La evolución ha tomado ese nuevo camino desde que dimos el paso a la dimensión ética de la existencia, en paralelo a la dimensión ecológica, por mucho que eso altere la religiosa creencia del darwinismo exclusivamente zoológico.



Amigos marxistas: la solidaridad internacional ya no puede ser identitaria de clase, sino de especie e integral, materialista y ética, individual y social al tiempo, moral y universal, porque en esa urgencia utópica estamos a esta altura de la convulsa historia humana, ser o no ser, entre dramático y esperanzador. Ya sólo podemos pensarnos como comunidad humana global reintegrada a la Tierra, ¿pero acaso no es esa la finalidad última, tras la lucha de clases, que proclamaba vuestro proyecto revolucionario? ...pues bien, la lucha de clases podemos darla por concluida no sólo por sus carencias éticas, sobre todo por la evidencia de sus malos resultados. Esa fase ha concluido y lo ha hecho malamente, por eso que debamos abandonar ese carril que se ha vuelto un bucle eterno, que se reproduce a sí mismo, al gusto de los aspirantes a funcionarios de la lucha de clases que vosotros mismos denunciáis.



Ahora toca evolucionar de verdad, una revolución permanente, una comunidad que no anule al individuo y un individuo que no destruya a la comunidad. No se trata de hacer "justicia social", no, no va de conciliar los intereses de clase al modo fascista o al modo populista, va de evolución en serio, radical, va de superar las leyes "evolucionistas" que se inventó la modernidad burguesa para favorecer el dominio sobre la naturaleza y sobre la humanidad de las clases elitistas e ilustradas. Ahora toca una nueva forma de lucha: sanar nuestra individualidad enferma y reconstruirnos en comunidades convivenciales, radicalmente democráticas y solidarias, enfrentadas al orden dominante en la práctica de la vida, no sólo en los panfletos políticos ni en los textos académicos, no sólo en el terreno de la palabra ni sólo en el terreno electoral o callejero, que siempre le será favorable al orden dominante que juega en ese terreno con las cartas marcadas. Toca derrotar a las estructuras de la dominación en el territorio real, el de la vida, no en el de los mapas que la representan sino en el territorio práctico de la vida cotidiana, experimentando, poniendo en práctica la sociedad convivencial que quisiéramos dejar en herencia a las próximas generaciones.



Es local y es global...y es imparable, ya está sucediendo en muchas partes del mundo a pequeña escala; aunque tarde tiempo en hacerse más visible hay que armarse de paciencia y resistencia revolucionaria, que esto va para largo. Muchas comunidades pequeñas están iniciando la revolución integral que ahora toca, tienen los principios pero les falta la estrategia que les permita ser visibles y, por tanto, propagarse, servir de ejemplo y constituirse en verdadero enemigo del orden dominante, que siempre -conviene recordar- no son las personas, sino las estructuras de poder que éstas construyen cuando solo atienden a su zoológico instinto primario.



Pues en ese paso incipiente estamos, en diezmar la tropa del enemigo empezando por nuestra personal deserción.


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