Jair Messias Bolsonaro y Hélio
Negão, ambos diputados electos del PSL (Partido Social Liberal)
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Jair Messias Bolsonaro asumió
la presidencia de Brasil el 1 de enero de 2019. Anteriormente cumplía
su séptimo mandato en la Cámara de Diputados, elegido por el
Partido Progresista. En enero de 2018 se afilió al Partido Social
Liberal, el noveno partido de su carrera política, desde que fuera
elegido concejal en 1989.
SALVAD
AL CAPITALISMO NACIONAL: NEOFASCISMO GLOBAL
Hay
gente muy empeñada en darle una importancia que no tiene al partido
de extrema derecha emergente en las elecciones andaluzas, como si lo
que ese partido pudiera aportar de negativo al juego podrido de la
democracia española no estuviera ya presente, como si no existieran
ya unas derechas cuyos proyectos incluyen todo lo que dice ese
partido, como si eso fuera una novedad. Esa actitud es corta de vista
o muy interesada, es ignorancia o cinismo. El caso es que estamos
entrando en una situación de alarma que por mucho que se quiera
focalizar en lo pasado en Andalucía, tiene una dimensión y
profundidad de mayor calado, que va mucho más allá y es mucho más
grave que la irrupción de ese grupo en el parlamento andaluz y, muy
probablemente, en las Cortes de Madrid. Con ese criterio no me
extraña que se tergiversaran mis palabras en un comentario reciente,
en el que decía que ese partido de extrema derecha era igual “en
lo esencial” a los demás partidos que compiten en el lodazal de la
democracia española. Lo esencial es aquello en lo que todos ellos
coinciden: su mismo concepto económico del ser humano, su misma
adoración al dinero y al Estado, su mismo respeto por el
capitalismo, por la economía de mercado y por el sistema de
explotación y esclavitud que es el trabajo asalariado, su misma
práctica de las elecciones y la democracia como juego de
propagandas en el que nada tiene que ver lo que se dice con lo que se
hace,...pero ésto no debe parecerles esencial sino accesorio.
Claro
que hay causas locales, propiamente españolas, para ese auge del
neofascismo, como es la deriva independentista de la pequeña
burguesía catalana (tan adoradora del Estado que quieren uno
propio), que ha logrado despertar a las bestias de la manada
patriótica heredada del franquismo. Pero lo verdaderamente
importante es el contexto mundial de ese auge neofascista, cuyas
consecuencias afectarán -ya están afectando- a todo el mundo y que,
por estar como estamos, en una economía capitalista globalizada, no
podremos zafarnos de sus efectos, que ya vemos venir como un tsunami
imparable, aunque haya quien se tapa los ojos y prefiera una explicación
sencilla, más de andar por casa. No se puede comprender este auge
neofascista sin ponerlo en el contexto histórico general, sin
comprender lo que es el capitalismo y los estados surgidos de la
Modernidad (que yo prefiero adjetivar como “colonial” además de
industrial), porque expresa mejor su intrínseca naturaleza
depredadora, conquistadora e imperial. El Estado es eso, porque esa
es su condición de origen, su naturaleza histórica esencial. El
fascismo que ahora vemos venir (neofascismo) siempre estuvo ahí, más
o menos agazapado en la reserva, dispuesto a cumplir con idéntico
papel que el fascismo histórico: en auxilio del totalitario orden
estatal-capitalista, “de mercado”, en sus horas bajas.
La
salvaguardia del orden impuesto por el estado y los mercados es su
verdadera razón de fondo cuando la democracia burguesa y su economía hacen agua. Más aún
que en otras èpocas, porque ahora está en un trance terminal en el
que la competencia (las guerras comerciales) anticipan y justifican las
guerras militares. Agotado su caudal productivo-extractivo, el
capitalismo ya no puede producir más que títulos financieros -ni
siquiera billetes- porque ni el propio sistema financiero soportaría
otro periodo inflacionario, ni los Estados soportarían las revueltas
sociales que ello provocaría, estando todavía abierta la gran
herida provocada por su última crisis financiera. Prefieren el
fascismo a la revolución social, está claro, como ya hicieron
antes. No tienen otra opción, el capitalismo no puede sostenerse con
su tasa de beneficio estancada, necesita crecer para no morir...pero
no puede crecer en las actuales circunstancias, las cuentas no le
salen, necesita un mínimo de bienestar social para no verse
desbordado por las revueltas sociales...eso o el fascismo. Hoy no
tienen otra opción que la subyugación de las masas precarizadas y
asustadas, que se vuelven devotas de la seguridad y el orden que les
promete un Estado fuerte, fascista. Esas masas de mentalidad
consumista y pequeñoburguesa, amaestradas durante vidas enteras por
empresas, escuelas, universidades, sindicatos, partidos políticos y
medios de comunicación de ideología burguesa, estatal-capitalista,
verán su supervivencia amenazada por el emigrante, convertido éste
en “enemigo natural”, el que amenaza “su seguridad”. Esas
masas van a votar al neofascismo en América y en Europa, como
votaron en su día al fascismo en Italia, al nazismo en Alemania o al
nacional-catolicismo en España. Ya lo apoyan en otras partes, porque
neofascismo religioso y no otra cosa es el DAES, el Estado Islámico.
Trump
es su modelo y tiene toda la lógica: la del imperio que se siente
amenazado por otros ¿nuevos? imperios capitalistas emergentes
-China, Rusia,Europa-, que le disputan el mercado, compitiendo
igualmente desesperados por mantener su propia tasa de ganancia en
los mercados nacionales, que ven amenazados por el mercado global
creado por ellos mismos. No tienen otra finalidad las burguesías
nacionales propietarias-titulares de los Estados. En situación de
dificultad extrema como la actual, ya podemos ver a las claras que
donde tiene su mayor fuerza el aparato totalitario estatal es en la
mayoritaria sumisión social de las masas electorales
-mayoritariamente de “clase media trabajadora”- cautivas de una
relación de dependencia clientelar que viene de largo...que
atrapadas por el miedo a la inseguridad económica, volverán a
sostener con su voto, ahora neofascista, al aparato estatal y
capitalista...nada nuevo. De ahí que resulte esperpéntica la
interpretación de las facciones “progresistas” de la pequeña
burguesía de izquierdas, colaboradoras necesarias, cuando no
directamente responsables, del estado de sumisión de las clases
trabajadoras, de cuyos impuestos viven. Por eso, su “antifascismo”
no es creíble, es una sobreactuación propagandística, para tapar
su responsabilidad en el auge del neofascismo en esta crítica etapa
del capitalismo.
El
capitalismo global en su repliegue nacionalista está desarrollando
el marketing “win-win” (ganar-ganar), de ahí que antes de pasar
a la fase de agresión a las pensiones y a los derechos laborales
(que le es imprescindible para mantener la tasa de beneficio y la
acumulación capitalista), estén ofreciendo la subida de los
salarios mínimos, como sucede en Grecia, Francia, Italia, España y
Brasil. Esta subida irá aparejada con un descenso generalizado de los salarios medios, concentrados en los tramos próximos al salario mínimo. Se trata de una técnica muy hábil de engaño en una
negociación, consistente en crear la sensación de que todos salen
beneficiados, de forma tangible o, al menos, emocionalmente.
Sin
comprender la fase actual en la que se encuentra el capitalismo es
imposible hacer un diagnóstico siquiera aproximado a la realidad, al
neofascismo que viene. Bolsonaro en Brasil está siendo
meridianamente explícito, sus objetivos no son otros que salvar el
superávit comercial de sus ventas a China, acabar con Mercosur,
“reinstaurar” la democracia en Cuba, Venezuela y Nicaragua con la
ayuda de Trump, acelerar la carrera armamentística (favoreciendo la
alianza tecnológica-militar con Israel y el establecimiento de bases
USA). Todo ésto en medio de un panorama de estancamiento global,
porque el recurso tìpico a la reactivación del consumo mediante el
crédito ya no funciona.
En
su obligado repliegue nacionalista, las burguesías estatales tienen
hoy dos únicas opciones: precarizar aún más a las clases
trabajadoras y/o emprender una guerra generalizada (que no será sólo
comercial) por salvaguardar sus mercados nacionales y sus inversiones
en los mercados internacionales.
Volverá
a ser un error combatir el auge del neofascismo sólo en su dimensión
exclusivamente formal, político-electoral, ignorando su esencia
estatal-capitalista, puramente coyuntural, instrumental y funcional
al momento de crisis sistémica que atraviesa el orden dominante. La
revolución integral -ética, ecológica, social, económica y
política- que se está abriendo camino por todo el mundo es aún muy
débil y el triunfo del neofascismo puede retrasar su progreso al
menos durante una década más, por eso que, con todas las
prevenciones, ahora resulte estratégica la resistencia antifascista,
mejor aún si es a condición de destapar a la izquierda burguesa y
estatalista que recurre al antifascismo sólo como atrezo de su
folclórico anticapitalismo.
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