lunes, 7 de enero de 2019

SALVAD AL CAPITALISMO NACIONAL: NEOFASCISMO GLOBAL

Jair Messias Bolsonaro y Hélio Negão, ambos diputados electos del PSL (Partido Social Liberal)
Jair Messias Bolsonaro asumió la presidencia de Brasil el 1 de enero de 2019. Anteriormente cumplía su séptimo mandato en la Cámara de Diputados, elegido por el Partido Progresista. En enero de 2018 se afilió al Partido Social Liberal, el noveno partido de su carrera política, desde que fuera elegido concejal en 1989.

 

SALVAD AL CAPITALISMO NACIONAL: NEOFASCISMO GLOBAL

Hay gente muy empeñada en darle una importancia que no tiene al partido de extrema derecha emergente en las elecciones andaluzas, como si lo que ese partido pudiera aportar de negativo al juego podrido de la democracia española no estuviera ya presente, como si no existieran ya unas derechas cuyos proyectos incluyen todo lo que dice ese partido, como si eso fuera una novedad. Esa actitud es corta de vista o muy interesada, es ignorancia o cinismo. El caso es que estamos entrando en una situación de alarma que por mucho que se quiera focalizar en lo pasado en Andalucía, tiene una dimensión y profundidad de mayor calado, que va mucho más allá y es mucho más grave que la irrupción de ese grupo en el parlamento andaluz y, muy probablemente, en las Cortes de Madrid. Con ese criterio no me extraña que se tergiversaran mis palabras en un comentario reciente, en el que decía que ese partido de extrema derecha era igual “en lo esencial” a los demás partidos que compiten en el lodazal de la democracia española. Lo esencial es aquello en lo que todos ellos coinciden: su mismo concepto económico del ser humano, su misma adoración al dinero y al Estado, su mismo respeto por el capitalismo, por la economía de mercado y por el sistema de explotación y esclavitud que es el trabajo asalariado, su misma práctica de las elecciones y la democracia como juego de propagandas en el que nada tiene que ver lo que se dice con lo que se hace,...pero ésto no debe parecerles esencial sino accesorio.


Claro que hay causas locales, propiamente españolas, para ese auge del neofascismo, como es la deriva independentista de la pequeña burguesía catalana (tan adoradora del Estado que quieren uno propio), que ha logrado despertar a las bestias de la manada patriótica heredada del franquismo. Pero lo verdaderamente importante es el contexto mundial de ese auge neofascista, cuyas consecuencias afectarán -ya están afectando- a todo el mundo y que, por estar como estamos, en una economía capitalista globalizada, no podremos zafarnos de sus efectos, que ya vemos venir como un tsunami imparable, aunque haya quien se tapa los ojos y prefiera una explicación sencilla, más de andar por casa. No se puede comprender este auge neofascista sin ponerlo en el contexto histórico general, sin comprender lo que es el capitalismo y los estados surgidos de la Modernidad (que yo prefiero adjetivar como “colonial” además de industrial), porque expresa mejor su intrínseca naturaleza depredadora, conquistadora e imperial. El Estado es eso, porque esa es su condición de origen, su naturaleza histórica esencial. El fascismo que ahora vemos venir (neofascismo) siempre estuvo ahí, más o menos agazapado en la reserva, dispuesto a cumplir con idéntico papel que el fascismo histórico: en auxilio del totalitario orden estatal-capitalista, “de mercado”, en sus horas bajas.

La salvaguardia del orden impuesto por el estado y los mercados es su verdadera razón de fondo cuando la democracia burguesa y su economía hacen agua. Más aún que en otras èpocas, porque ahora está en un trance terminal en el que la competencia (las guerras comerciales) anticipan y  justifican las guerras militares. Agotado su caudal productivo-extractivo, el capitalismo ya no puede producir más que títulos financieros -ni siquiera billetes- porque ni el propio sistema financiero soportaría otro periodo inflacionario, ni los Estados soportarían las revueltas sociales que ello provocaría, estando todavía abierta la gran herida provocada por su última crisis financiera. Prefieren el fascismo a la revolución social, está claro, como ya hicieron antes. No tienen otra opción, el capitalismo no puede sostenerse con su tasa de beneficio estancada, necesita crecer para no morir...pero no puede crecer en las actuales circunstancias, las cuentas no le salen, necesita un mínimo de bienestar social para no verse desbordado por las revueltas sociales...eso o el fascismo. Hoy no tienen otra opción que la subyugación de las masas precarizadas y asustadas, que se vuelven devotas de la seguridad y el orden que les promete un Estado fuerte, fascista. Esas masas de mentalidad consumista y pequeñoburguesa, amaestradas durante vidas enteras por empresas, escuelas, universidades, sindicatos, partidos políticos y medios de comunicación de ideología burguesa, estatal-capitalista, verán su supervivencia amenazada por el emigrante, convertido éste en “enemigo natural”, el que amenaza “su seguridad”. Esas masas van a votar al neofascismo en América y en Europa, como votaron en su día al fascismo en Italia, al nazismo en Alemania o al nacional-catolicismo en España. Ya lo apoyan en otras partes, porque neofascismo religioso y no otra cosa es el DAES, el Estado Islámico.

Trump es su modelo y tiene toda la lógica: la del imperio que se siente amenazado por otros ¿nuevos? imperios capitalistas emergentes -China, Rusia,Europa-, que le disputan el mercado, compitiendo igualmente desesperados por mantener su propia tasa de ganancia en los mercados nacionales, que ven amenazados por el mercado global creado por ellos mismos. No tienen otra finalidad las burguesías nacionales propietarias-titulares de los Estados. En situación de dificultad extrema como la actual, ya podemos ver a las claras que donde tiene su mayor fuerza el aparato totalitario estatal es en la mayoritaria sumisión social de las masas electorales -mayoritariamente de “clase media trabajadora”- cautivas de una relación de dependencia clientelar que viene de largo...que atrapadas por el miedo a la inseguridad económica, volverán a sostener con su voto, ahora neofascista, al aparato estatal y capitalista...nada nuevo. De ahí que resulte esperpéntica la interpretación de las facciones “progresistas” de la pequeña burguesía de izquierdas, colaboradoras necesarias, cuando no directamente responsables, del estado de sumisión de las clases trabajadoras, de cuyos impuestos viven. Por eso, su “antifascismo” no es creíble, es una sobreactuación propagandística, para tapar su responsabilidad en el auge del neofascismo en esta crítica etapa del capitalismo.

El capitalismo global en su repliegue nacionalista está desarrollando el marketing “win-win” (ganar-ganar), de ahí que antes de pasar a la fase de agresión a las pensiones y a los derechos laborales (que le es imprescindible para mantener la tasa de beneficio y la acumulación capitalista), estén ofreciendo la subida de los salarios mínimos, como sucede en Grecia, Francia, Italia, España y Brasil. Esta subida irá aparejada con un descenso generalizado de los salarios medios, concentrados en los tramos próximos al salario mínimo. Se trata de una técnica muy hábil de engaño en una negociación, consistente en crear la sensación de que todos salen beneficiados, de forma tangible o, al menos, emocionalmente.

Sin comprender la fase actual en la que se encuentra el capitalismo es imposible hacer un diagnóstico siquiera aproximado a la realidad, al neofascismo que viene. Bolsonaro en Brasil está siendo meridianamente explícito, sus objetivos no son otros que salvar el superávit comercial de sus ventas a China, acabar con Mercosur, “reinstaurar” la democracia en Cuba, Venezuela y Nicaragua con la ayuda de Trump, acelerar la carrera armamentística (favoreciendo la alianza tecnológica-militar con Israel y el establecimiento de bases USA). Todo ésto en medio de un panorama de estancamiento global, porque el recurso tìpico a la reactivación del consumo mediante el crédito ya no funciona.

En su obligado repliegue nacionalista, las burguesías estatales tienen hoy dos únicas opciones: precarizar aún más a las clases trabajadoras y/o emprender una guerra generalizada (que no será sólo comercial) por salvaguardar sus mercados nacionales y sus inversiones en los mercados internacionales.

Volverá a ser un error combatir el auge del neofascismo sólo en su dimensión exclusivamente formal, político-electoral, ignorando su esencia estatal-capitalista, puramente coyuntural, instrumental y funcional al momento de crisis sistémica que atraviesa el orden dominante. La revolución integral -ética, ecológica, social, económica y política- que se está abriendo camino por todo el mundo es aún muy débil y el triunfo del neofascismo puede retrasar su progreso al menos durante una década más, por eso que, con todas las prevenciones, ahora resulte estratégica la resistencia antifascista, mejor aún si es a condición de destapar a la izquierda burguesa y estatalista que recurre al antifascismo sólo como atrezo de su folclórico anticapitalismo.


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