Ilustración de Pawel Kuczynski
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No
hablaré más que por mí mismo, ya que a nadie represento ni a nadie
quiero representar. Mi premura esencial es la de intentar averiguar
cuáles son los problemas decisivos del tiempo que me ha tocado
vivir, precisar hasta donde pueda cuáles son los asuntos que
organizan esta época, cuál es la razón subjetiva que mueve
a las multitudes de las que formo parte, descubrir el perfil de quien
gobierna hoy este averiado mundo, quién es ese individuo medio de
las democracias massmedia, que se cree gobernante del
mundo o que presta su pasivo sustento, su
incondicional sumisión.
Cuanto
más viejo me hago más amo la vida y, en consecuencia, más repudio
todo lo que veo sucederse y que va contra ella, el espectáculo de un
mundo que se me ofrece como una representación, como un burdo
sucedáneo que desde hace mucho tiempo ya no siento como propio,
pero del que no quiero apearme del todo, en plan mafalda, porque sé
que es el único mundo existente, el único en el que, a pesar de
todo, sigue sucediendo la vida.
Con
la altura de los años, creo haber llegado a conocer bien los
estrechos límites de mi inteligencia, por eso que guarde un gran
rencor contra todos mis congéneres superdotados, contra todas las
personas sabias que a diario desperdician sus capacidades a cambio
de un salario fijo, mercantil o estatal, enfrascados de por vida en
diseñar más y más cacharrería para el consumo ideológico y
tecnológico de las masas, con la que justificar la vergonzosa
relación de vasallaje que les ata al pagador de su nómina.
Y
guardo no menos rencor contra las vanguardias obreras, que
desperdiciaron los tiempos propicios a la revolución en
cosechar para el Patrón, que vendieron su alma proletaria a
precio de saldo, sólo por la garbancera ilusión de sucederle en el
gobierno de las naciones o en los consejos de administración de las
corporaciones financieras, atravesando puertas giratorias.
Y no es eso lo peor que hicieron, lo peor es que inocularon el veneno del desarrollismo en el alma y estómago de su entregada clientela política y sindical, y a esa pócima la renombraron "democracia" y "progreso". Además de neutralizar la potencialidad revolucionaria de la clase obrera, metiéndola en el carril institucional de los parlamentos burgueses, sustituyeron su original misión emancipatoria, la de restaurar la dignidad humana, por un asiento a cubierto de la intemperie, lo más cercano al poder y al dinero, que viene a ser para ellos lo mismo, puertas giratorias.
Para ello tuvieron que hacer filigranas oratorias, adulterar su prédica sin abandono de su tradicional discurso, reivindicativo y pancartero, sobre la dignidad humana, quedando así reducida ésta a mínimos: “mantener la capacidad adquisitiva”. Subvirtieron los significados hasta hacerlos gratos al oído de las burguesías titulares del poder, le dijeron a la audiencia que para llegar al socialismo primero había que crecer, crear riqueza...y crecieron y se enriquecieron, ya lo creo, hasta llegar al gobierno codeándose con el mismísimo Patrón, del que copiaron su mágica receta y hasta su semántica, aún con el tímido puño en alto y a partir de un sólo verbo: crecer, sustantivo “crecimiento”, conjugado en modo presentable, diríamos que más democrático e incluso más ecológico, “crecimiento sostenible” lo llamaron.
Y no es eso lo peor que hicieron, lo peor es que inocularon el veneno del desarrollismo en el alma y estómago de su entregada clientela política y sindical, y a esa pócima la renombraron "democracia" y "progreso". Además de neutralizar la potencialidad revolucionaria de la clase obrera, metiéndola en el carril institucional de los parlamentos burgueses, sustituyeron su original misión emancipatoria, la de restaurar la dignidad humana, por un asiento a cubierto de la intemperie, lo más cercano al poder y al dinero, que viene a ser para ellos lo mismo, puertas giratorias.
Para ello tuvieron que hacer filigranas oratorias, adulterar su prédica sin abandono de su tradicional discurso, reivindicativo y pancartero, sobre la dignidad humana, quedando así reducida ésta a mínimos: “mantener la capacidad adquisitiva”. Subvirtieron los significados hasta hacerlos gratos al oído de las burguesías titulares del poder, le dijeron a la audiencia que para llegar al socialismo primero había que crecer, crear riqueza...y crecieron y se enriquecieron, ya lo creo, hasta llegar al gobierno codeándose con el mismísimo Patrón, del que copiaron su mágica receta y hasta su semántica, aún con el tímido puño en alto y a partir de un sólo verbo: crecer, sustantivo “crecimiento”, conjugado en modo presentable, diríamos que más democrático e incluso más ecológico, “crecimiento sostenible” lo llamaron.
Con
la democracia, dijeron, se acabó el desarrollismo salvaje, al viejo modo
tecnócrata del último franquismo, lo que tocaba era “otro”
desarrollismo, a lo grande, europeo, democrático y moderno,
hasta que a España no la reconozca ni la madre que la parió, como
anunciara en su día el más aguerrido de los próceres socialistas.
Su mensaje se hizo amable y navideño, aparcaron los eslóganes que pudieran importunar al Capital y al Estado, que ahora les parecían antipáticos y preñados de ira, que provocaban sospechas e incertidumbres revolucionarias en la patronal y en los comités de empresa. Ofrecieron certidumbres asequibles a todas las mentes y bolsillos, mejoras en las condiciones laborales, incrementos progresivos del salario mínimo, vamos, una remuneración sostenible de la esclavitud, satisfechos de hacer ésta irreconocible o cuando menos soportable.
Y a esa irreparable traición la titularon “estado de bienestar”...y ahí está su exitoso producto, ese patético individuo medio de las clases medias resultantes, ahora etiquetadas como ciudadanías y multitudes, según quien sea el intelectual -neomarxista, neoliberal conservador o neoliberal progresista- que las nombre, indistinguibles masas proletarias, perfectamente hibridadas con la clase media burguesa y genuina, compartiendo su cívica imbecilidad, su misma enfermedad del consumo estúpido y compulsivo, tomando el relevo histórico de su mórbida obesidad, superando su ansia de consumir hasta morir, definitivamente enganchados al pastillero que les ayuda a superar su crónica depresión vital, el mono que les acosa en cuanto ven disminuir su habitual dosis de consumo, ese mono al que temen tanto como a la revolución o a la muerte.
Su mensaje se hizo amable y navideño, aparcaron los eslóganes que pudieran importunar al Capital y al Estado, que ahora les parecían antipáticos y preñados de ira, que provocaban sospechas e incertidumbres revolucionarias en la patronal y en los comités de empresa. Ofrecieron certidumbres asequibles a todas las mentes y bolsillos, mejoras en las condiciones laborales, incrementos progresivos del salario mínimo, vamos, una remuneración sostenible de la esclavitud, satisfechos de hacer ésta irreconocible o cuando menos soportable.
Y a esa irreparable traición la titularon “estado de bienestar”...y ahí está su exitoso producto, ese patético individuo medio de las clases medias resultantes, ahora etiquetadas como ciudadanías y multitudes, según quien sea el intelectual -neomarxista, neoliberal conservador o neoliberal progresista- que las nombre, indistinguibles masas proletarias, perfectamente hibridadas con la clase media burguesa y genuina, compartiendo su cívica imbecilidad, su misma enfermedad del consumo estúpido y compulsivo, tomando el relevo histórico de su mórbida obesidad, superando su ansia de consumir hasta morir, definitivamente enganchados al pastillero que les ayuda a superar su crónica depresión vital, el mono que les acosa en cuanto ven disminuir su habitual dosis de consumo, ese mono al que temen tanto como a la revolución o a la muerte.
Dicen
los apocalípticos y conspiranoicos que Todo está organizado, que la enfermedad inoculada se llama alienación y es letal, que
de no encontrar pronto remedio acabará con la Tierra y con la Humanidad -así, con mayúsculas- y que lo hará en poco tiempo. Pero yo ni les
creo ni pienso esperar para verlo.
El sistema no se reduce a la lista de Forbes, tiene su propia dinámica y autonomía, es mucho más fuerte de lo que los conspiranoicos suelen pensar, se ha curtido en abundantes guerras, revoluciones y crisis propias. Es un gigantesco imbécil sistémico, sí, pero masivo y muy poderoso, muy inteligente a su modo estratégico, militar, académico, mediático y financiero. Y aunque a veces lo veamos flaquear en su pata capitalista, es un cojo sumamente peligroso, que ha fortalecido su otra pata, "la buena", la de su inteligencia estatal y militar, hasta límites nunca antes alcanzados por imperio alguno. Domina la ingeniería social y sabe muy bien cómo gestionar el Negocio, como una granja:
El sistema no se reduce a la lista de Forbes, tiene su propia dinámica y autonomía, es mucho más fuerte de lo que los conspiranoicos suelen pensar, se ha curtido en abundantes guerras, revoluciones y crisis propias. Es un gigantesco imbécil sistémico, sí, pero masivo y muy poderoso, muy inteligente a su modo estratégico, militar, académico, mediático y financiero. Y aunque a veces lo veamos flaquear en su pata capitalista, es un cojo sumamente peligroso, que ha fortalecido su otra pata, "la buena", la de su inteligencia estatal y militar, hasta límites nunca antes alcanzados por imperio alguno. Domina la ingeniería social y sabe muy bien cómo gestionar el Negocio, como una granja:
“Durante
los primeros tiempos de la Revolución Industrial, los animales eran
utilizados a modo de máquinas. Al igual que lo eran los niños.
Posteriormente, en las llamadas sociedades postindustriales, son
tratados como materias primas. Los animales necesarios para la
alimentación son procesados como cualquier otro producto
manufacturado. (Gilles Aillaud)
Otra
planta gigante, actuamente en desarrollo en Carolina del Norte,
abarcará un total de 150.000 hectáreas, pero tan sólo necesitará
mil personas, una por cada quince hectáreas. Las máquinas, entre
las que se incluyen también avionetas, se encargarán de la siembra,
el riego y la recolección del grano. Con éste se alimentarán
50.000 vacas y cerdos...unos animales que nunca llegarán a pisar los
campos. Serán paridos, amamantados y alimentados
hasta su edad adulta en unos establos especialmente diseñados”
(Susan George)
No
puedo evitar ver en la granja una metáfora de nuestro tiempo, el
mismo proceso que ya vimos suceder en ajenos cuerpos de
animales domésticos y que ahora experimentamos en
cuerpo propio, en todas las ciudades-granja, confinados en unidades
aisladas de producción y consumo.
Tras la última crisis capitalista, productora de muchas decepciones y no menos daños colaterales, la vieja enfermedad del desarraigo existencial ha regresado como una epidemia transversal, multicultural y multitudinaria, en forma eruptiva pero superficial y paradójica, ciudadanista y populista, conservadora y progresista, que se manifiesta como un enrojecimiento de la piel seguido de muchos granos, que no son enfermedades en sí mismos, sólo síntomas, indicadores de una enfermedad más profunda, como una reacción del sistema inmunológico humano, que permanece agazapado, no sabemos en qué víscera, adormilado pero latente. Son granos de nacionalismo, ecologismo, xenofobia, tecnologismo, machismo, feminismo, identitarios a ultranza...tan superficiales como funcionales al sistema oficial de salud, que los organiza y divide en facciones, según el tipo de grano que padece cada individuo, lo que les hace a éstos clasificables y manejables a partir de una completa base de datos y un poderoso algoritmo, que todo lo integra. Es una botica que no quiere curar algo tan conveniente al Negocio, pero que calma el escozor a base de calmantes tópicos, grandes o pequeñas recompensas, reparto de dividendos, rentas y pensiones básicas, pomadas que normalizan el picor hasta hacerlo familiar y soportable.
Tras la última crisis capitalista, productora de muchas decepciones y no menos daños colaterales, la vieja enfermedad del desarraigo existencial ha regresado como una epidemia transversal, multicultural y multitudinaria, en forma eruptiva pero superficial y paradójica, ciudadanista y populista, conservadora y progresista, que se manifiesta como un enrojecimiento de la piel seguido de muchos granos, que no son enfermedades en sí mismos, sólo síntomas, indicadores de una enfermedad más profunda, como una reacción del sistema inmunológico humano, que permanece agazapado, no sabemos en qué víscera, adormilado pero latente. Son granos de nacionalismo, ecologismo, xenofobia, tecnologismo, machismo, feminismo, identitarios a ultranza...tan superficiales como funcionales al sistema oficial de salud, que los organiza y divide en facciones, según el tipo de grano que padece cada individuo, lo que les hace a éstos clasificables y manejables a partir de una completa base de datos y un poderoso algoritmo, que todo lo integra. Es una botica que no quiere curar algo tan conveniente al Negocio, pero que calma el escozor a base de calmantes tópicos, grandes o pequeñas recompensas, reparto de dividendos, rentas y pensiones básicas, pomadas que normalizan el picor hasta hacerlo familiar y soportable.
El
desarraigo existencial fue en origen una enfermedad exclusivamente
urbana, padecida sólo por campesinos, aquellos que por entonces
empezaron a poblar los barrios obreros de los nuevos centros
fabriles. Echó sus primeras raíces por todo Occidente, cuando a
finales del siglo XVIII, confluyeron todas las “modernidades”:
ideológicas, políticas y tecnológicas (ilustración, revolución
francesa y revolución industrial). Fueron amortiguados sus efectos
recién finalizada la segunda guerra mundial, con la promesa religiosa y felicista de un eterno Bienestar Estabulado. El desarraigo se quedó entonces reducido a regustillo
nostálgico por la naturaleza ausente en las ciudades. Y puso de moda un ecologismo
romántico y naturalista, medioambientalista a lo boy scout y
apocalíptico al modo de Pablo Neruda:
Venecia
desapareció
debajo
de la gasolina,
Moscú
creció de tal manera
que
murieron los abedules
desde
el Kremlin a los Urales
y
Chicago llegó tan alto
que
se desplomó de improviso
como
un cubilete de dados.
Vi
volar el último pájaro
cerca
de Mendoza, en los Andes.
Y
recordándolo derramo
lágrimas
de penicilina
(Neruda,
del libro Fin de mundo (1969)
El Bienestar Estabulado vino a aliviar el desarraigo, ese sentimiento de
pérdida, y lo hizo con creces: la naturaleza fue reciclada en
objeto de consumo emocional y estético, turístico y asequible. Las
nuevas tecnologías llenaron aquel vacío y las incertidumbres de casi tres siglos: nada había que temer,
todo era posible, sino en la Modernidad, sí en la Postmodernidad; aunque se agoten todos los recursos de la tierra y los océanos, los avances de la ciencia y la tecnología permiten soñar un mundo de abundancia, el Estado, más fuerte que nunca, está ahí para hacerse cargo, para
protegernos, él cuidará paternalmente de nosotros ...y, además, el
Super ya es global e infinito, nada ha de faltarnos.
Las
proclamas sobre la dignidad y la emancipación humana envejecieron
rápidamente, había cambiado el destino de la clase obrera, su nuevo
destino consistía en fundirse con las clases medias pequeñoburguesas
en las colas de los nuevos supermercados, convertidos en plaza
pública de ciudadanías y multitudes, ese era el límite de la nueva idea de lo público, de la libertad, de la dignidad antaño prometida. La fe de las multitudes resistía bien a todas las crisis, aunque las previsiones del Estado fallaran y aún si llegáramos a quedarnos sin
trabajo, las nuevas mayorías "de progreso" impondrán una renta
básica y universal, seremos mantenidos, no seremos expulsados a los márgenes del mundo, nosotros no, nunca seremos emigrantes en nuestro propio mundo, hemos llegado primero y tenemos reservada la vez en la cola del Super.
Y
ese es, a mi entender, el problema y su meollo: el imbécil-medio de las
encuestas, el individuo-masa y compulsivo consumidor, ora
conservador, ora progresista, que gana en todas las elecciones, digan lo que digan las encuestas; ese
demócrata dominguero que conforma mayorías, que pone y
quita gobiernos a su exclusiva conveniencia, que no sabe para quién vendimia,
o se lo calla, no sabe, no contesta, pero que tampoco le importa, cualquier cosa antes de ver menguar
su carrito de la compra.
Por
eso me he conjurado para no votar, nunca jamás. No contéis conmigo,
no perdáis el tiempo, soy caso
definitivamente perdido e irrecuperable. Que ya no me conformo con libertades a cachos, con derechitos y dignidades contractuales. No, nada de ecologismos,
feminismos y pacifismos bilaterales, nada de eso, ahora lo quiero TODO y lo quiero unilateralmente, no pienso negociarlo.
No quiero la paz de los telediarios, quiero desarme total, no
dialogado, unilateral y universal. Quiero la dignidad en su totalidad
y no en porciones. Me he vuelto ecologista totalitario, quiero la
Tierra y la quiero toda, comunal y para todas y todos, quiero comunales
rústicos y urbanos, atmósferas, volcanes, ríos y océanos, todas las selvas y
desiertos y todos los fértiles valles; no reclamo nada para campesinos ni pescadores, tampoco quiero los tristes comunales
medievales que todavía entretienen a las cinco tristes juntas vecinales que todavía
subsisten, nada de pasto y leña para una triste vecindad deshabitada, ahora
quiero la Tierra toda y quiero declarar ilegales todas las
formas de patentes, todas las oficinas que privatizan la propiedad de las semillas
y del conocimiento humano, quiero acabar con el Negocio.
Quiero trabajo mínimo y obligatorio
-el necesario- y quiero holganza, fiesta y cultura a raudales,
en verdadera propiedad, individual, comunitaria y universal, sin
más listas de morosos, acreedores y deudores. Ni
listas para el paro ni para básicos pesebres. Quiero cargarme a
la clase mendicante, a la obrera y a todas las clases; las
políticas, sindicales, clericales, funcionariales, rentistas, bancarias y empresariales las
primeras, y puede que se me olvide alguna.
Quiero democracia total, social, económica, política, cultural, ecológica y de género, total e integral, nada de cachondadas parlamentarias, ni de aproximaciones maquilladas. Quiero acabar con las ciudades-dormitorio, las ciudades-granja y las ciudades-cementerio, con todas las urbanizaciones que tengan jardines vallados y habitados por enanitos regordetes; y con todos los carteles que avisan del peligro al entrar en propiedad privada, que previenen a los paseantes para que tengan cuidado con los perros.
Quiero democracia total, social, económica, política, cultural, ecológica y de género, total e integral, nada de cachondadas parlamentarias, ni de aproximaciones maquilladas. Quiero acabar con las ciudades-dormitorio, las ciudades-granja y las ciudades-cementerio, con todas las urbanizaciones que tengan jardines vallados y habitados por enanitos regordetes; y con todos los carteles que avisan del peligro al entrar en propiedad privada, que previenen a los paseantes para que tengan cuidado con los perros.
Quiero resucitar las huertas
que yacen bajo el asfalto, sustituir los tejados por invernaderos de flores, hortalizas y plantas de energía solar. Quiero aldeas y ajuntamientos con jota,
autónomos, poblados y autogobernados por individuos autónomos y responsables; quiero
aldeas grandes y ciudades pequeñas y solidariamente universales; quiero declarar
ilegales e ilegítimas a todas las fronteras y a todas las
repúblicas, monarquías, dictaduras y democracias de pacotilla,
quiero que se hagan costumbre y tradición cotidiana todas las asambleas y refrendos, asambleas que debaten, deciden y trabajan, comunitariamente, al modo y querencia de cada pueblo y ciudad...y
quiero mucho más que aquí no me cabe.
Esto
es lo que habéis hecho de mí, un radical intransigente y potencialmente peligroso, un enemigo de todo fanatismo. No habéis conseguido que deje de ser sociable y pacífico, sabed que no me arrepiento, que sigo diciendo lo mismo que dejara escrito Norberto Bobbio:
“Aprendí a respetar las ideas ajenas, a detenerme ante el secreto de las conciencias, a entender antes de discutir, a discutir antes de condenar. Y como estoy en vena de confesiones, hago una más, quizás superflua: detesto con toda mi alma a los fanáticos”.
Lo que pasa es que en estos años he visto lo que nos suele pasar (generalmente) a la gente de familia humilde, que por estar acostumbrados a poco acabamos conformándonos con nada...se acabó, como he dicho antes, ahora lo quiero todo: volver a mirar el mundo como si fuera la primera vez, ya no me conformo con menos.
Y éste es mi propósito de enmienda para el año nuevo: quisiera dejar de predicar en estériles desiertos y decir mi cantar caminando, sólo a quien ande por los caminos, quiero abandonar el facebook, veré si puedo.
“Aprendí a respetar las ideas ajenas, a detenerme ante el secreto de las conciencias, a entender antes de discutir, a discutir antes de condenar. Y como estoy en vena de confesiones, hago una más, quizás superflua: detesto con toda mi alma a los fanáticos”.
Lo que pasa es que en estos años he visto lo que nos suele pasar (generalmente) a la gente de familia humilde, que por estar acostumbrados a poco acabamos conformándonos con nada...se acabó, como he dicho antes, ahora lo quiero todo: volver a mirar el mundo como si fuera la primera vez, ya no me conformo con menos.
Y éste es mi propósito de enmienda para el año nuevo: quisiera dejar de predicar en estériles desiertos y decir mi cantar caminando, sólo a quien ande por los caminos, quiero abandonar el facebook, veré si puedo.
3 comentarios:
Cómo robar la vida a un ser humano - Silvano Agostini
Uno de los aspectos más alucinantes de la cultura actual es la de hacernos creer que es la única cultura. Pero es más bien la peor de las culturas. Los ejemplos se dan en el corazón de cada uno. Por ejemplo, el hecho de que las personas vayan a trabajar 6 días por semana, durante 8 horas cada día, es la cosa más miserable que uno puede imaginar. ¿Cómo se puede robar la vida de un ser humano a cambio de comida, de una cama o de un auto? Si justo hasta ayer yo pensaba que era bueno tener un trabajo, hoy pienso: Miren esos bastardos que están robándome la única vida que tengo. Porque, no tendré otra, sólo tengo esta vida. Y ellos me mandan a trabajar 5 o 6 veces por semana, dejándome sólo un miserable día, ¿para hacer qué? ¿Cómo en un sólo día puede uno construir la vida?
Por lo tanto, una primera cosa es que no se deben poner flores en la ventana de la caja en la cual está uno prisionero, porque si no un día la puerta se abrirá y uno no querrá salir. Se debe siempre pensar con una consciencia perfecta: ellos me están robando mi vida a cambio de 1200 euros, si toda va bien, siendo yo maestro de obra cuyo valor es incalculable. No comprendo cómo una pintura de Vang Gogh debe valer 38 millones de euros, y un ser humano 1200 euros, en el mejor de los casos. Además, si con las nuevas tecnologías los beneficios aumentaron 100 veces, entonces el trabajo debería haber disminuido por lo menos diez veces.
Pero no, el horario de laboral sigue siendo el mismo. ¡Hoy sé que me están robando el bien más precioso que he recibido de la naturaleza! Imagina la cosa más bella que la naturaleza propone, es decir, hacer el amor. Y ahora imagina vivir en un sistema político, económico y social donde las personas son obligadas, bajo vigilancia, a hacer el amor 8 horas al día... Eso sería una verdadera tortura. Entonces ¿por qué no es lo mismo para el trabajo, que es mucho menos agradable que hacer el amor? ¿No? Está claro que con una pistola apuntándome la sien tengo que trabajar, es decir, trabajar seis días por semana. Pero es algo así como plantearse: ¿Es mejor lamer el suelo o morir? Es mejor lamer el suelo. ¡Pero lo horrendo en esta cultura es que, incluso "lamer el suelo"... ¡se ha convertido en una aspiración! ¿Comprendes? Es monstruoso tener que ir a trabajar 8 horas diarias y encima debamos dar las gracias a quienes nos hacen lamer el suelo. ¿Comprendes?
-"¡Todo esto es, efectivamente, monstruoso! sí, pero es lo que hay, no se puede cambiar..."
-Si, efectivamente, tú haces un discurso en defensa de aquellos que te oprimen, es el típico discurso del esclavo ¿no? El esclavo, el verdadero esclavo defiende al patrón, nunca lo combate. Porque el esclavo no es tanto aquel que tiene cadenas en los pies, sino más bien aquel que no tiene la capacidad de imaginarse la libertad. Pero con respecto a lo que acabas de decirme... Cuando Galileo anunció que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol, seguramente hubo alguien que, como tú, dijo: "¡Eh!, hace 22 siglos que todo el mundo dice que el Sol gira alrededor de la Tierra, y a hora vienes tú con esta imbecilidad, ¿cómo puedes explicar eso a todo el mundo?" -"Eso no es asunto mío, señores..." -"Bueno, bien... de momento te encerramos en una mazmorra y te haremos decir que eso no es cierto, así todo vuelve a la normalidad".
Todo occidente vive en una zona de bienestar porque está robando el 80% de los bienes al resto del mundo. De modo que, no estamos en un régimen político capaz de darnos la televisión, el auto, etc... No, es el sistema político el que ha robado el 80% a las 3/4 partes del mundo y que da un poco de bienestar a 1/5 de la población, es decir, a nosotros. Por lo tanto, señoras y señores... o bien uno se despierta, o continúa durmiendo, pero sabiendo que estamos todos muertos.
Gracias Loam, por abrirme nuevas lecturas y caminos.
Está muy bien la cita, pero debemos discutir lo que supestamente descubrió Galileo, ya que efectivamente es el sol el que se mueve sobre la Tierra y no al revés. Muchos experimentos en la Historia incluso con participación de Noveles de física así lo avalan, como los del Michelson-Morley, Sagnac,Aury...El propio péndulo de Foucalt se para y relentiza cuando existe un eclipse total de sol, lo acredita que es el sol el que se mueve sobre la tierra afectando su electromagnetismo al péndulo y no una rotación de la Tierra que no existe, véase https://youtu.be/gpGHrtWuDNc
Aparte de robarnos lo ya dicho por Agostini, nos están robando la Espiritualidad Humana, ya que nuestro Mundo no se creó por accidente como tratan de hacernos creer y somos el centro de la creación de un Ser Sobrenatural, ésto es in tablero de ajedrez donde vienen nuestras almas a forjarse, por ello la Revolución Integral debe incluir también ésta esencial Cuestión.
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