Hace muchos años, tomando un café en Fuencaliente y mirando al horizonte
alto de Las Loras, vimos una construcción in-sólita; dijimos: un día
tenemos que subir allí, parece una ermita, es un misterio...y ese día
fue ayer. Tomamos el camino desde el coqueto parque de Quintanas de
Valdelucio, donde hay un arbolario ilustrado, un estanque, un jardín
con paseos que miran a su monumental iglesia renacentista, un cementerio
moderno y unos bancos para reposar bajo
nidos de cigüeñas ausentes. Tomando altura, traspasamos la raya que
separa el sol de la sombra, una raya definitiva que te mete de repente
en la realidad del invierno, un frío de mil demonios, cuando a sólo unos
metros disfrutábamos el calorcito del sol en pleno diciembre. Subimos
sorteando brezos hasta alcanzar el pie de los cantiles y dar allí con
una trocha imposible, que trepa burlando el vacío, buscando la ermita
que resulta ser una nave agrícola abandonada, decorada por dentro con
grafitis surrealistas y una ventana que mira hacia los páramos de
Sargentes, erizados de molinos eólicos. Transitando por abajo del Valle
parece que aquello es lo más alto, pero no, llegando arriba descubres
que hay más altos, que la lora continúa por allí, prolongándose hacia
arriba, en altísimos campos de siembra, en valles escondidos encajonados
entre peñas. Bajamos por el inmenso valle colgado, poblado de encinas
en las laderas tumbadas a la solana, un larguísimo valle colgado y ciego
-paralelo al Valdelucio-, que se hunde poco a poco en caóticas peñas
cuando se acerca al pueblo de Ribas, peñas que vemos plegarse poco a
poco, hasta alcanzar la verticalidad absoluta, cuarteadas y rotas por el
paso del tiempo y por las heladas de muchos, muchísimos inviernos como
éste. Al paso, aparecen un buitre fisgón que nos mira desde los
cantiles y dos tractores laboriosos que rompen el silencio, adiós,
buenas tardes.
1 comentario:
¡Vaya rasca que debe hacer por esos lares! Hermosas fotos.
Salud
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