miércoles, 30 de noviembre de 2016

EN EL HOMENAJE A UN MAESTRO






Acto de homenaje vecinal a Jesús Olea, en el Barrio de España (Valladolid)

El pasado domingo estuve en Valladolid para no perderme el homenaje que la asociación de vecinos del Barrio de España rendía a Jesús Olea en el día del maestro. Emocionado, pude darle un fugaz abrazo entre la multitud que quería hacer lo mismo...y no pude evitar una contradictoria mezcla de agradecimiento y amargura, mientras actualizaba mi memoria de entonces y mi conciencia de ahora. 


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Memoria 1. Corría el primer año de la llamada Transición, 1979, el último ayuntamiento franquista de Valladolid había construido un bloque de viviendas sociales en el Barrio España (antíguo Barrio de la República). No estaban terminadas cuando se paralizaron las obras, por falta de presupuesto según la versión oficial. Con el paso de los meses, las casas empezaron a deteriorarse y a producirse el expolio de puertas, calentadores de gas, lavabos y cocinas... Las viviendas estaban ahí, abandonadas, en medio de un barrio donde mucha gente vivíamos hacinados en pequeñas casas molineras. Una mañana, mi compañera y yo cargamos un colchón, cogimos a nuestros dos hijos en brazos y asaltamos una de esas viviendas. Pasamos unos días con un coche de la policía en la puerta, no podíamos dejar la casa ni un momento, porque sabíamos que la perderíamos; el ayuntamiento envió a un par de monjas para interceder y convencernos de que teníamos que abandonar la casa “por las buenas”, que estaban buscando una solución. 

La solución llegó esa misma tarde: decenas de familias del barrio, que estaban en nuestra misma situación, expontáneamente cogieron sus colchones y, como nosotros, asaltaron las viviendas abandonadas, brincando por las tapias de los pequeños patios traseros. El ayuntamiento tuvo que aceptar los hechos consumados, en aquel momento no podían permitirse la mala imagen de una intervencion policial violenta; cada cual fue terminando su casa como pudo, hasta firmar un contrato por el que unas cien familias del barrio nos hacíamos titulares legales de las viviendas ocupadas. Ningún partido político tuvo oportunidad de apropiarse de aquel éxito colectivo. Y yo tardé muchos años en darme cuenta del poder de un sólo individuo.

 
Memoria 2. Unos años más tarde, trabajando en el Hospital Clínico, de celador en el turno de noche, aproveché para presentarme a la primera convocatoria del acceso directo a la universidad para mayores de 25 años. Aprobé y me matriculé en la escuela universitaria del profesorado de EGB, estaba decidido a ser maestro de escuela (por entonces yo creía que aquella era mi verdadera vocación), para escapar así del trabajo nocturno en el hospital. En el segundo y tercer año de magisterio se hacían prácticas que duraban tres meses y yo pedí hacerlas en el colegio público del barrio, en el colegio Conde Ansúrez. Allí tuve una experiencia apasionante, coincidí con un excepcional equipo de maestros, liderados por Jesús Olea, que era el nuevo director del colegio (por entonces Valladolid estrenaba también su primer alcalde socialista, Tomás Rodríguez Bolaños). 

 
“Don Manuel” era uno de los maestros del equipo, fue mi tutor en un periodo de prácticas que debía durar sólo tres meses, pero que duró dos años. Aquellas prácticas sí que eran interesantes, comparadas con las insulsas clases que me tocaba soportar en la escuela de magisterio, a cargo de profesores aburridos, con una formación académica bastante pobre y escasamente motivados, carentes de la mínima pasión. Mis prácticas en el Conde Ansúrez eran, pues, alegales, como lo eran las clases clandestinas de formación profesional que había por las tardes, como lo eran las muchas tardes que don Manuel dedicaba a recorrer bares y casas del barrio (yo le acompañé algunas de esas tardes) para hablar con los padres; como alegal fue su apadrinamiento de uno de los alumnos, condenado por el tribunal de menores por delincuencia habitual. A aquel equipo de maestros, capitaneados por Jesús Olea, el currículum escolar les importaba menos que las reales y conflictivas vidas de las niñas y niños del barrio. 
Pero el colegio, poco a poco, iba siendo abandonado por las familias obreras que no querían que sus hijos se mezclasen con los hijos de los inmigrantes que llegaban al barrio, casi todos feriantes y gitanos. Los llevaban a otro colegio próximo, pero más “normal”, según decían. La administración educativa no hizo nada por evitar la progresiva segregación y la inevitable decadencia del colegio, sumido en la precariedad presupuestaria, hasta su cierre total, unos cuantos años después de que yo dejara de ser vecino de ese barrio.

Memoria 3. Guardo de entonces un entrañable recuerdo y algunas enseñanzas que me han sido muy útiles en la vida. Con el paso del tiempo, he pensado que aquella intensa experiencia tuvo mucho que ver con mi posterior decisión de abandonar los estudios de magisterio. Y, es curioso...pero este mismo sentimiento contradictorio me ha pasado con otra mucha gente, con magníficas personas, amigos, vecinos y compañeros de trabajo, gente de izquierdas con las que he compartido casi toda mi vida. Mi propia reflexión sobre esas experiencias, puestas en el contexto real de la vida, han reforzado mi afecto personal por esas personas, al tiempo que me alejaban de sus ensoñaciones izquierdistas,  las que  ellas me contagiaron,  aquellas  buenas, magníficas personas, que para mí  fueron todo un ejemplo.

Ahora, con la experiencia y la reflexión acumuladas, veo las contradicciones, las que yo he compartido durante gran parte de mi vida:
La mitificación idealista de la educación pública, cuando la realidad es que la educación, privada o pública, siempre es estatal, siempre es el instrumento de adoctrinamiento que utiliza el aparato estatal-capitalista para el adiestramiento de los individuos niños, así convertidos en masa asalariada. La mitificación idealista del sindicalismo, cuando éste es el instrumento de asimilación que utiliza el sistema para que el proletariado, atrapado en la dinámica reivindicativa, acabe aceptando el sistema productivo del capitalismo, fundamentado en la propiedad privada y en el trabajo asalariado. La mitificación idealista del parlamentarismo político como posible herramienta de transformación social, cuando la historia de los últimos siglos ha demostrado que esta vía ha fracasado totalmente y que lo ha hecho a mayor gloria del orden dominante, inoculando en las mentes de los trabajadores el virus del bienestar mediante dinero y consumo, con la complicidad de partidos y sindicatos que centran sus objetivos políticos en la reivindicación del mismo fin, el del dinero, desvirtuando el sentido ético y estratégico de la revolución necesaria. 

Y pudo ser así mientras el crecimiento suicida de la economía capitalista se lo permitió, mientras el estado soviético subvencionaba la revolución cubana, mientras manaba a raudales y a buen precio el petróleo venezolano...pero esa fase del capitalismo, privado y estatal, se acabó para siempre. 
Por eso, el camino está hoy preparado para el triunfo de la extrema derecha, que viene a sustituir a la izquierda en sus mismos barrios obreros, ofreciendo sustancialmente lo mismo, dinero para la clase media-obrera hoy venida a menos. Dinero que ahora toca robar a los más pobres, a emigrantes y trabajadores del tercer mundo como de los barrios lumpen del occidente "educado". Sólo dinero, sí, pero dinero al cabo, que es todo lo que desean hoy las masas asalariadas y a tal fin educadas. Y así seguimos hoy, celebrando afectos personales, al tiempo que, amargamente, las nostalgias revolucionarias de un pasado que ni fue ni podrá nunca ser. Ni en Cuba ni en el Barrio de España. No al modo de la izquierda reformista superviviente, tozudamente encelada en ofrecer estado y bienestar, sólo crecimiento económico, sólo dinero, a barrios obreros que mañana, por eso mismo, votarán a la extrema derecha. 

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Aún así, hoy debes estar contento, querido Jesús Olea, porque en el  solar del colegio público Conde Ansúrez y a partir de tu ejemplo,  ha brotado una combativa asociación vecinal, un huerto comunitario, una cooperativa autogestionada y una biblioteca libre. Y lo están haciendo posible algunas mujeres y hombres que fueron tus niños de entonces. Afortunadamente, frágil y delicada, permanece viva la semilla de comunidad que tú soñaste para el Barrio de España. 























1 comentario:

Rosmerta dijo...

Muy interesante tus memorias. En especial la 1 y 2, que desconocía. Creo que eres consciente del papel que el desarrollo del pasado desempeña en la forma de actuar que tienes en el presente. Completamente de acuerdo con el punto 3. Un abrazo.