Acto de homenaje vecinal a Jesús Olea, en el Barrio de España (Valladolid) |
El pasado domingo estuve
en Valladolid para no perderme el homenaje que la asociación de
vecinos del Barrio de España rendía a Jesús
Olea en el día del maestro. Emocionado, pude darle un fugaz abrazo
entre la multitud que quería hacer lo mismo...y no pude evitar una
contradictoria mezcla de agradecimiento y amargura, mientras actualizaba mi
memoria de entonces y mi conciencia de ahora.
***
Memoria 1. Corría el primer año de
la llamada Transición, 1979, el último ayuntamiento franquista de
Valladolid había construido un bloque de viviendas sociales en el
Barrio España (antíguo Barrio de la República). No estaban
terminadas cuando se paralizaron las obras, por falta de presupuesto
según la versión oficial. Con el paso de los meses, las casas
empezaron a deteriorarse y a producirse el expolio de puertas,
calentadores de gas, lavabos y cocinas... Las viviendas estaban ahí,
abandonadas, en medio de un barrio donde mucha gente vivíamos
hacinados en pequeñas casas molineras. Una mañana, mi compañera y
yo cargamos un colchón, cogimos a nuestros dos hijos en brazos y
asaltamos una de esas viviendas. Pasamos unos días con un coche de
la policía en la puerta, no podíamos dejar la casa ni un momento,
porque sabíamos que la perderíamos; el ayuntamiento envió a un par
de monjas para interceder y convencernos de que teníamos que
abandonar la casa “por las buenas”, que estaban buscando una
solución.
La solución llegó esa
misma tarde: decenas de familias del barrio, que estaban en nuestra
misma situación, expontáneamente cogieron sus colchones y, como
nosotros, asaltaron las viviendas abandonadas, brincando por las
tapias de los pequeños patios traseros. El ayuntamiento tuvo que
aceptar los hechos consumados, en aquel momento no podían permitirse
la mala imagen de una intervencion policial violenta; cada cual fue
terminando su casa como pudo, hasta firmar un contrato por el
que unas cien familias del barrio nos hacíamos titulares legales de
las viviendas ocupadas. Ningún partido político tuvo oportunidad
de apropiarse de aquel éxito colectivo. Y yo tardé muchos años en
darme cuenta del poder de un sólo individuo.
Memoria 2. Unos años más tarde,
trabajando en el Hospital Clínico, de celador en el turno de noche,
aproveché para presentarme a la primera convocatoria del acceso
directo a la universidad para mayores de 25 años. Aprobé y me
matriculé en la escuela universitaria del profesorado de EGB, estaba
decidido a ser maestro de escuela (por entonces yo creía que aquella era mi verdadera vocación), para escapar así del trabajo nocturno
en el hospital. En el segundo y tercer año de magisterio se hacían
prácticas que duraban tres meses y yo pedí hacerlas en el colegio
público del barrio, en el colegio Conde Ansúrez. Allí tuve una
experiencia apasionante, coincidí con un excepcional equipo de
maestros, liderados por Jesús Olea, que era el nuevo director del
colegio (por entonces Valladolid estrenaba también su primer alcalde
socialista, Tomás Rodríguez Bolaños).
“Don Manuel” era uno
de los maestros del equipo, fue mi tutor en un periodo de prácticas
que debía durar sólo tres meses, pero que duró dos años. Aquellas
prácticas sí que eran interesantes, comparadas con las insulsas
clases que me tocaba soportar en la escuela de magisterio, a cargo de
profesores aburridos, con una formación académica bastante pobre y
escasamente motivados, carentes de la mínima pasión.
Mis prácticas en el Conde Ansúrez eran, pues, alegales, como lo
eran las clases clandestinas de formación profesional que había por
las tardes, como lo eran las muchas tardes que don Manuel dedicaba a
recorrer bares y casas del barrio (yo le acompañé algunas de esas
tardes) para hablar con los padres; como alegal fue su apadrinamiento
de uno de los alumnos, condenado por el tribunal de menores
por delincuencia habitual. A aquel equipo de maestros, capitaneados
por Jesús Olea, el currículum escolar les importaba menos que las reales y conflictivas vidas de las niñas y niños del barrio.
Pero el
colegio, poco a poco, iba siendo abandonado por las familias obreras
que no querían que sus hijos se mezclasen con los hijos de
los inmigrantes que llegaban al barrio, casi todos feriantes y gitanos.
Los llevaban a otro colegio próximo, pero más “normal”, según
decían. La administración educativa no hizo nada por evitar la
progresiva segregación y la inevitable decadencia del colegio,
sumido en la precariedad presupuestaria, hasta su cierre total, unos cuantos años después de que yo dejara de ser vecino de ese barrio.
Memoria 3. Guardo de entonces un
entrañable recuerdo y algunas enseñanzas que me han sido muy útiles
en la vida. Con el paso del tiempo, he pensado que aquella intensa
experiencia tuvo mucho que ver con mi posterior decisión de
abandonar los estudios de magisterio. Y, es curioso...pero este mismo sentimiento contradictorio me ha pasado con otra mucha gente, con magníficas personas, amigos,
vecinos y compañeros de trabajo, gente de izquierdas con las que he
compartido casi toda mi vida. Mi propia reflexión sobre esas
experiencias, puestas en el contexto real de la vida, han reforzado mi afecto personal por esas personas, al tiempo que me alejaban de sus ensoñaciones izquierdistas, las que ellas me contagiaron, aquellas buenas, magníficas
personas, que para mí fueron todo un ejemplo.
Ahora, con la experiencia y la reflexión acumuladas, veo las contradicciones, las que yo he
compartido durante gran parte de mi vida:
La mitificación idealista
de la educación pública, cuando la realidad es que la educación,
privada o pública, siempre es estatal, siempre es el instrumento de
adoctrinamiento que utiliza el aparato estatal-capitalista para
el adiestramiento de los individuos niños, así convertidos en
masa asalariada. La mitificación idealista del sindicalismo, cuando éste es el
instrumento de asimilación que utiliza el sistema para que el
proletariado, atrapado en la dinámica reivindicativa, acabe aceptando el sistema productivo del capitalismo,
fundamentado en la propiedad privada y en el trabajo asalariado. La
mitificación idealista del parlamentarismo político como posible
herramienta de transformación social, cuando la historia de los
últimos siglos ha demostrado que esta vía ha fracasado totalmente y que lo ha
hecho a mayor gloria del orden dominante, inoculando en
las mentes de los trabajadores el virus del bienestar mediante dinero
y consumo, con la complicidad de partidos y sindicatos que centran sus
objetivos políticos en la reivindicación del mismo fin, el del dinero,
desvirtuando el sentido ético y estratégico de la revolución
necesaria.
Y pudo ser así mientras
el crecimiento suicida de la economía capitalista se lo permitió, mientras
el estado soviético subvencionaba la revolución cubana, mientras
manaba a raudales y a buen precio el petróleo venezolano...pero esa
fase del capitalismo, privado y estatal, se acabó para siempre.
Por eso, el camino está hoy
preparado para el triunfo de la extrema derecha, que viene a
sustituir a la izquierda en sus mismos barrios obreros, ofreciendo
sustancialmente lo mismo, dinero para la clase media-obrera hoy venida a menos. Dinero que ahora toca robar a los más pobres, a emigrantes y trabajadores del tercer mundo como de los barrios lumpen del occidente "educado". Sólo dinero, sí, pero dinero
al cabo, que es todo lo que desean hoy las masas asalariadas y a tal
fin educadas. Y así seguimos hoy,
celebrando afectos personales, al tiempo que, amargamente, las nostalgias revolucionarias de un pasado
que ni fue ni podrá nunca ser. Ni en Cuba ni en el Barrio de España. No al modo de la izquierda
reformista superviviente, tozudamente encelada en ofrecer estado y bienestar, sólo crecimiento económico, sólo dinero, a barrios obreros que mañana, por eso mismo, votarán a la extrema derecha.
***
Aún así, hoy debes estar contento, querido Jesús Olea, porque en el solar del colegio público Conde Ansúrez y a partir de tu ejemplo, ha brotado una combativa asociación vecinal, un huerto comunitario, una cooperativa autogestionada y una biblioteca libre. Y lo están haciendo posible algunas mujeres y hombres que fueron tus niños de entonces. Afortunadamente, frágil y delicada, permanece viva la semilla de comunidad que tú soñaste para el Barrio de España.
1 comentario:
Muy interesante tus memorias. En especial la 1 y 2, que desconocía. Creo que eres consciente del papel que el desarrollo del pasado desempeña en la forma de actuar que tienes en el presente. Completamente de acuerdo con el punto 3. Un abrazo.
Publicar un comentario