Instalación colectiva en Aguilar de Campoo. Foto Marisi |
Se ha preparado un gran revuelo con la propuesta del partido Ciudadanos acerca de la Ley de Violencia de Género que, aunque no propone su derrogación, sí plantea la eliminación de la discriminación positiva en la aplicación de las penas. En primer lugar, resulta absolutamente incoherente y absurda esta proposición por parte de un partido tan procapitalista y estatalista como Ciudadanos, queriendo desmarcarse en esta cuestión de la unanimidad compartida con el resto de organizaciones de su misma onda ideológica, cometiendo un error táctico -no estratégico-, que le hará perder algunos votos, aunque sin riesgo para su asegurada parte del pastel, dada la inquebrantable fidelidad de este partido a los principios fundamentales del sistema de dominación.
No se puede entender la naturaleza totalitaria de la ley de Violencia de Género fuera del contexto de la biopolítica y de la estrategia de ingeniería social que la justifica. En su forma actual, el poder dominante, siendo más totalitario que nunca, ha aprendido que ya no puede desplegarse en la forma fascistoide del pasado, ha aprendido a dulcificar sus maneras en modo liberal-socialdemócrata. A poco que reflexionemos, podemos verlo meridianamente claro en dos cuestiones de máxima actualidad, como son la inmigración y la violencia de género.
En todo cuanto toca, el neofascismo -estatalista y capitalista por naturaleza- siempre tiene una finalidad de negocio, ese es su fin primordial y no podía ser diferente en materia de racismo o género. Su plan de negocio racista consiste hoy en mostrarse más o menos receptivo con la inmigración, da igual que los emigrantes sean refugiados económicos que políticos, da igual el origen de sus penalidades y sufrimientos, para el sistema de dominación no importa la condición humana de esas personas, lo relevante es su utilidad como mano de obra barata, reguladora del mercado laboral a la baja, para mantener la precariedad salarial lograda con la crisis económica. Con ese inteligente cálculo, quieren mejorar decisivamente la competitividad de las empresas, manteniendo así la tasa de acumulación y el beneficio capitalista.
El descerebrado fascismo tradicional resulta muy útil en estas circunstancias, porque ayuda a establecer una “diferencia” con el neofascismo en el poder, lo que permite a éste crear una imagen “amable” de sí mismo. Y si fallaran los cálculos, si se alcanzase un grado de desorden social no manejable, éste siempre servirá de justificación para la vuelta a los modos autoritarios anteriores.
Emplean una avanzada técnica de mercado: una vez que controlas todo el mercado, toda la producción y toda la distribución, lo organizas en segmentos y creas marcas (partidos) adecuadas a cada una de las partes en que has organizado a la clientela, para que compitan entre sí (democracia burguesa); inmersa en sus necesidades individuales y en la propia atracción de la oferta, la masa clientelar sólo atenderá a “las ventajas de la competencia”, entre los productos que le ofrece cada marca, fundamentalmente ventajas de crédito y precio, siempre dirigidas a estimular el consumo y el desarrollismo. En esta ocupación-distracción lo más probable es que a la clientela le pase desapercibida la cuestión de fondo, el plan de negocio capitalista del que, por costumbre y “sin querer”, ya forman parte.
Con la cuestión de género no podía suceder cosa diferente. El “escándalo” de Ciudadanos en esta materia forma parte del espectáculo mercantil-electoral, orientado a incrementar las ventas (la participación electoral), es un falso enfrentamiento entre competidores circunstanciales que son socios en lo sustancial, en el control del mercado (sociedad) mediante el aparato económico (capitalismo) y el aparato legal-parlamentario-militar (estado).
Pero, ¿cómo situar la cuestión de género en el plan de negocio? Aquí, el objetivo común de todas las organizaciones del régimen oligárquico (incluido el partido Ciudadanos) es la defensa de la Ley de Violencia de Género por su máxima utilidad a dicho plan. El régimen necesita reducir la tasa de natalidad, prefiere inyectar en el sistema productivo mano de obra emigrante y más barata, que trabajará por un salario mucho más competitivo (bajo) que los hijos e hijas nacidas en los países industrializados. De paso, se logra otro objetivo no menor, como es mantener enfrentadas y divididas a las clases populares, a hombres y mujeres enfrentados entre sí por razón de género, mientras queda escamoteado y diferido el enfrentamiento sustancial con la oligarquía patriarcal que concentra todo el poder. El resultado perseguido es la generalización del sometimiento, que a simple vista pudiera parecer obvio, pero que no lo es cuando está tan bien planificado. El poder utiliza una ley de apariencia liberal y democrática, que dice perseguir el maltrato a las mujeres por hombres en el ámbito de sus relaciones sexuales, pero magnificando tal violencia, que siendo real, enmascara el resto de violencias, igualmente reales, que afectan a hombres y mujeres en todos los ámbitos de sus relaciones sociales, laborales, políticas y económicas, en las que tanto los hombres como las mujeres de las clases populares son, aquí sí, igualmente víctimas. Nada nuevo se descubre si afirmamos que, por ejemplo, en el ámbito de las relaciones laborales -tanto o más que en las de pareja- es donde se produce la mayor y más execrable violencia, incluida la machista.
El neopatriarcado adopta aquí su más lograda estrategia liberal-socialdemócrata: por detrás favorece las causas de la violencia y por delante ofrece protección a sus víctimas. Y éstas, con su adhesión y agradecimiento, agrandan su propia dependencia (sumisión) al estado y al capital. Esa es la finalidad estratégica de los hombres y mujeres que dirigen el plan de negocio. ¿O es que no son mayoritariamente mujeres las que realizan la ablación del clítoris?, ¿no son mujeres las madres y las funcionarias de la educación que enseñan y transmiten las negativos valores patriarcales y burgueses?, ¿no son mujeres algunos de los más poderosos estatistas y capitalistas que gobiernan el mundo?, ¿no existe el maltrato entre parejas de gays o de lesbianas?, ¿sólo existen mujeres buenas y feministas, todo hombre es potencialmente un maltratador, sospechoso de machista...?, ¿justifica eso una rebelión machista de los hombres contra todas las mujeres, por ser cómplices del patriarcado, una rebelión a modo de réplica, similar a ésta que ha puesto en marcha el neofascismo con fachada feminista?...
¿Hay alguien que realmente piense que cuando la mayoría de los jefes de Estado sean mujeres, estará más cerca el final de la violencia machista?, ¿hay alguien que sepa por qué la muerte de 50 o 60 mujeres (convertida en estadística anual) es “cuestión de Estado”, necesitada de una ley de excepción al estilo franquista, y no lo sea la muerte de muchos miles de mujeres por razón de exclusión social, por explotación económica y sexual en empresas y prostíbulos, por enfermedad o por pobreza?, ¿cómo ha logrado el sistema dominante hacer creer a la mayoría social que la institución del patriarcado y el machismo se reduce hoy a la simplona y bruta figura de un macho trastornado por los celos que mata a su hembra?...¿cómo ha sido posible este adoctrinamiento que ha metido en la cabeza de la gente que el Estado, con sus jueces y policías -garantes de la dominación y la desigualdad estructural- sean percibidos como principales protectores de la libertad e igualdad de las mujeres?...Pues lo han logrado, la mayoría social ha asumido acríticamente ese mensaje, eso está sucediendo aquí y ahora, en pleno éxito de su plan de negocio.
El desgarro de vestiduras que exhiben estos días el resto de partidos, socios de Ciudadanos, no pasa de ser una teatralización, forma parte del espectáculo electoral, es una mera táctica de mercadotecnia acorde con el plan de negocio. Dejarse llevar por esta estrategia es un nuevo y gravísimo error de las clases populares, que ahora, bajo una aplastante maquinaria propagandística y adoctrinadora, resulta imposible de combatir, ahora sólo podemos ir abriendo pequeñas brechas de lucidez e ir preparando las condiciones para el combate definitivo que, a buen seguro, no será una guerra entre sexos ni entre facciones políticas, que necesariamente será una larga batalla de emancipación integral, de mujeres y hombres contra el maltrato y la violencia sistémica, para desmantelar al patriarcado promovido por el Estado y el Capital, aunque se vista de mujer...y librarnos, de una vez por todas, de este trastorno planificado que convierte la vida toda en negocio.
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