miércoles, 11 de marzo de 2015

PASAR A MEJOR VIDA




Es lo que se dice del protagonista en los entierros: “pasó a mejor vida”. Si reflexionamos un poco sobre esta frase hecha nos daremos cuenta de, al menos, dos sentencias sobreentendidas. Una es que “existe otra vida”. No siendo creyente y estando acostumbrado a escucharlo, no puedo evitar la misma reflexión cada vez que me sucede: para cuando le llega la muerte, el finado ya no está, sólo su cuerpo sin vida; a él le habrá dolido la enfermedad -si es que la tuvo-, pero nunca la muerte. La muerte sólo nos duele a nosotros, a los vivos, su dolor habita sólo en la memoria de quienes le acompañamos en vida...y nos duele sólo mientras su vida perdura en nuestra memoria. Es dolor de ausencia, para el que la vida nos va preparando, es el que practicamos cuando alguien amado se aleja de nosotros, por distancia o desamor, cuando nos falta su compañía. Por eso que, en todo caso, “la otra vida” no puede ser sino una metáfora referida a la memoria. Esta es toda la trascendencia que podemos esperar, esta es “la otra vida”, la que consiste en la huella que dejan nuestros actos.


La otra sentencia sobreentendida es aún más curiosa, porque supone que esa “otra vida” siempre será mejor que ésta, la que vivimos en el presente, considerada implícitamente como una mala vida, comparada con la que nos espera en el más allá, en el futuro. Pues yo pienso que de existir otra vida mejor que ésta, sólo puede suceder en la realidad, es decir, durante la única vida que conocemos, la que tiene lugar y tiempo, la que se produce en el limitado y mínimo espacio que transcurre entre el nacimiento y la muerte. Por lo que, si queremos cambiar a una vida mejor, deberíamos darnos prisa, tendríamos que hacerlo cuanto antes, porque nuestra “otra vida” no es vida sino sólo un reflejo de la misma, una memoria.

Digo ésto porque en el tiempo en que vivimos no paramos de hablar del “cambio” de vida. El cambio está de moda, forma parte del marketing al que estamos acostumbrados, el que nos educa y gobierna nuestras vidas. Todo ha de cambiar continuamente, la vida es un mercado, una innovación permanente; cambiamos de trabajo, de teléfono, de partido, de amigos, de sindicato y de calzado, de pareja, de opinión y de marca de tabaco...¡la vida que se nos oferta es un cambio contínuo y siempre a mejor! ...Es muy curioso este pensamiento fijo sobre el cambio, esta moda que ya dura unos siglos. Todo cambia menos el marketing que rige nuestra vida real, todo excepto nuestra religiosa fe en esta creencia, en esta moda... Si bien, siempre nos quedará la sospecha de que “otra vida” mejor es posible. 

Empeñado en estas reflexiones, he llegado a la certeza de que pensamos tanto en otra vida porque no comprendemos ésta, porque no tenemos conciencia del acontecimiento que es la vida en sí misma y porque olvidamos que la vida no se reduce a la individualidad, sino que es ”una asociación de pluralidades, una dinámica de paradojas”, en palabras de Raúl Alcoreza. Porque si sólo fuera individualidad, su principio necesario sería el antagonismo y con este principio nunca la vida hubiera sido posible. Su principio real sólo puede consistir en la complementariedad que fundamenta toda asociación, toda forma de vida, desde las mínimas partículas de la célula más pequeña hasta las más complejas formas de la vida. Sin la asociación y complementariedad de las diversidades no es posible la vida, o la vida se extingue. 

Hemos llegado a instaurar el principio de antagonismo -competencia e individualidad- en un camino suicida, directamente abocado al agotamiento de la naturaleza de la que surge la vida. Creo que lo sospechamos, al igual que sospechamos la posibilidad de otra vida mejor, más favorable a sí misma y a su propia calidad y continuidad. Se me dirá que, de ser así, nosotros no seríamos responsables, en todo caso seríamos las víctimas del sistema y su marketing. Pero no lo creo, ya no lo creo. Creo que pensamos en ”el sistema” como una realidad objetiva y externa, separada de nosotros, responsable de todos nuestros males. Y creo que no es así, que sólo es una abstracción disculpatoria, un fantasma que hemos construido a la medida de nuestra insatisfacción vital, creo que lo hacemos porque eso nos hace sentirnos exculpados y tranquilizados. El sistema no es otra cosa que nosotros mismos. Lo sospechamos, pero no queremos cambiar el sistema porque no soportamos la verdad.

Estoy de acuerdo en calificar como “demofascismo” al sistema en que vivimos, del que somos responsables, subsidiarios, vale, pero responsables al cabo. Somos su sostén cuando vamos a votar a sabiendas de que la democracia no es un derecho sino un deber, que no consiste en traspasar nuestra responsabilidad a otros, sino en asumirla y afrontarla directamente. Regeneramos el sistema cuando trabajamos a sueldo y aceptamos la normalidad de esta moderna forma de esclavitud a la que, incluso, nos referimos como “un derecho”; lo perpetuamos cuando nos convertimos en adictos al consumo de cosas superfluas y en eso basamos nuestro concepto de felicidad, que nos reduce a la condición de “seres-nada” (como dice Felíx Rodrigo Mora), seres dependientes, necesitados y débiles en extremo....y, en fin, le otorgamos legitimidad cuando aceptamos ser educados, adoctrinados y amaestrados cada día en los principios y valores del sistema, lo hacemos cada vez que no nos rebelamos ante ello y cada vez que dócilmente acatamos leyes y pagamos impuestos...Nos hemos llegado a creer que “hacienda somos todos”, pero el sistema no -eso sí que no-, no somos nosotros, son ellos: los poderosos y los fascistas.

En resumen y volviendo al principio: que para “pasar a mejor vida” no es necesario esperar a la muerte; es más, esperarlo no funciona, la historia nos ha enseñado que es una patética y lamentable pérdida de tiempo, como la de esperarlo cada cuatro años, a cada cambio de gobierno. Ha de suceder aquí y ahora, en la realidad, mientras vivimos. Pero, eso sí, aunque llegáramos a creer en su posibilidad, creo que ésta será nula mientras carezcamos de conciencia sobre nosotros mismos y sobre nuestra cómplice relación con la realidad, con este “sistema”, con esta mala vida que llevamos. Será un intento nulo mientras no hagamos el esfuerzo de comprender lo primordial, el sentido asociativo y trascendente de la vida toda. Este es el inicio ineludible, la mecha que prenderá la revolución integral necesaria, sólo así creo posible “pasar a mejor vida”.







4 comentarios:

Loam dijo...

Completamente de acuerdo.

Salud! (y a ver si nos decidimos, de verdad, a "pasar a mejor vida")

Anónimo dijo...

Pasar a mejor vida, esta expresión muy enraizada por muchas generaciones no es gratuita ni jocosa. Ya se olvida que personas de una excelente calidad del primer cristianismo comunal como esenios y càtaros entre otros creían firmemente en un alma inmortal humana y en la reencarnación. Si estas personas eren de una calidad humana y social muy alta sin capitalismo sevidumbre y ansias de engañar y manipular cómo era posible dichas creencias?. Acaso no sería posible que algunas personas de aquella sociedad tubieran experiencias cercanas a la muerte, las contaran despues a sus familiares y amigos y éstos le corroboraran informaciones que los protahonistas de estos sucesos no conocian y le trasmitieron sus srtes queridos desde la otra vida y corroboran otros estando en vida?. Las investigaciones actuales con regresiones hipnóticas apuntan en tal sentido. Así pues, lejos de ser un ser nada, una persona que perciba una mejor vida es in ser que no se doblega antes injusticias, manipilaciones, corruptelas, etc, precisamente porque la calidad de su alma es mas relevante que todo lo indicado. Una persona así no tiene miedo obviamente. El sistema, sustentado por todos nosotros se encarga de quitarle esta trascendencia sl Humano, para que no se revolucione obviamente. Ninguna revolución integral puede prosperar si seres que crean en pasar a mejor vida, sin olvidar su tesponsabilidades en la actual vida

nanin dijo...

Amigo anónimo, lo que dices está fuera del contexto tratado en esta entrada. De todas formas, te agradezco la reflexión que haces, pero no seré yo quien ridiculice el pensamiento trascendente de caracter religioso, aunque no lo comparta. Me importa más la conducta que la creencia, como creo haber expresado en lo escrito. Saludos fraternales.

Anónimo dijo...

La vida humana es una cuestión integral, con libertad de conciencia como punta de lanza, así pues "pasar a mejor vida" incluye la parte espiritual del Humano, que en libertad de conciencia debe respetarse, sobre todo si es la conciencia de otro Humano. Un fuerte abrazo