martes, 25 de noviembre de 2014

MI PROGRAMA, PROGRAMA, PROGRAMA


Es preciso cortar la mecha que arde antes que la chispa acabe con la dinamita. La revolución necesaria no se desprende de una mera contradicción entre las masas consumidoras y la financiación del consumismo, sino de la reacción decidida contra un progreso que conduce irremediablemente a la catástrofe”.

 
Extraído deMedia noche en el siglo. Apuntes contra el progreso”, charla de Miquel Amorós del 8 de noviembre de 2012 en el Círculo de la Amistad-Numancia, de Soria. Texto editado en la revista Raíces nº5. Crítica, análisis y debate en torno a la destrucción del territorio. Primavera-verano 2013 / Extremadura.
 Enlace al texto íntegro AQUÍ

Julio Anguita, excoordinador de IU, es referente de la izquierda
española y actualmente lidera el Frente Cívico
 



Hemos llegado a un punto de máxima confusión, a un punto crítico en el que hay que elegir una dirección a seguir. Creo que estamos en una época prerevolucionaria a escala personal y social, local y global, veo muchos indicios de ello por todas partes, todas las alertas están sonando, es imposible no oírlas, excepto si se ha optado por la sordera como modo alternativo de vida individual y política. Nunca las contradicciones sobre lo humano habían sido tan sustanciales, nunca antes pudimos imaginar que íbamos a llegar a tal punto. 

Que perdiéramos la memoria histórica con tal rapidez. Que el futuro desapareciera para siempre de nuestro horizonte vital, convertido en pesadilla de presente contínuo. Que la única rendija de futuro perceptible consistiera en una endeble esperanza de emigración a otro planeta, similar a la esperanza del más allá del que venimos y que abandonamos cuando nos convertimos a la nueva religión del dinero y el progreso. Que la política -el arte de organizar lo que nos es común- llegara a determinar totalitariamente nuestras vidas, precisamente en el momento de nuestra historia en que más desprecio sentimos por este pervertido arte que, contra su finalidad ontológica original, ha ido destruyendo en los dos últimos siglos nuestro primitivo sueño universal de individuos libres y comunidades fraternales.


Lo que vemos es competencia fratricida a diario y en todos los órdenes de la vida, competencia de unos contra otros en la intimidad de las casas como en la multitud de las plazas públicas, todo convertido en mercado y campo de batalla. Competencia para producir y consumir, para ganar la guerra a la escasez provocada por la avaricia, competencia por la apropiación de los recursos naturales, por el dominio de individuos y comunidades -o para eliminarlos si llegara el caso-, eso es el Progreso, el territorio prometido de la felicidad liberal, un eterno presente del que ha sido borrada la memoria del pasado como el sueño del futuro, esa es la ratonera progresista en la que estamos atrapados, fatalmente atraídos por el perfume de su queso.

En tiempos pasados llegamos a pensar que el sujeto racional de la emancipación humana estaba constituido por el conjunto de los desposeídos de la tierra, los que estaban subyugados por propietarios y gobernantes, creíamos que el sujeto inequívoco de la revolución era ese conjunto de individuos que identificábamos como clase obrera. Y así parecía serlo en aquellos tiempos pretéritos e industriales, pero han sucedido demasiadas cosas y demasiadas guerras desde entonces, hemos visto justificar todo tipo de atrocidades contra la humanidad, incluyendo la propia devastación sistemática de la Tierra. Todo ello en nombre de un Progreso declarado universalmente benéfico, igualmente de bueno para los amos como para los esclavos, para los saciados como para los famélicos, para los que matan como para los muertos. Y han sucedido demasiadas revoluciones insustanciales, que sólo sirvieron para el recambio institucional de amos, saciados y asesinos, que no han resuelto el problema de fondo ni la confusión consecuente, que han fracasado en su finalidad como en su estrategia, al esquivar su ineludible objetivo emanicipador, al aplazarlo sine diem, renunciando al mismo para siempre o confiando en que ese objetivo vendría por sí sólo, de la mano del Progreso y por mera evolución, sólo porque así lo habían determinado las liberales y marxistas leyes naturales de la evolución histórica y económica. Tan así fue que el sujeto racional de la revolución por la emancipación humana fue aniquilado en ese tiempo, ya no existe. Y nos vemos obligados, por tanto, a reconstruirlo de nuevo a partir de los residuos de esa continuada derrota, a partir de fragmentos de nosotros mismos, de los despojos de aquella clase obrera.

Oigo con frecuencia decir que los logros en bienestar y en derechos humanos son debidos a la lucha mantenida por la izquierda política, presunta representante de la clase obrera durante décadas de lucha y resistencia. Pero esos supuestos logros no han mejorado la autonomía de los individuos ni de la sociedad, sino que muy al contrario, han servido para afianzar las estructuras de dominación – del Estado y el Capital- hasta llegar a su perfeccionamiento en el Estado de Bienestar, concentrando el beneficio de estos “logros” en una minoría social dentro de una minoría de países “desarrollados”, al tiempo que expandiendo la miseria y la guerra por el resto del mundo, como bárbaro instrumento de resolución en las crisis económicas y geopolíticas del hoy global sistema estatal-capitalista, devenidas en crisis sociales y ecológicas de carácter cíclico y sistémico, un estado de crisis generalizada que involucra a todos los Estados, en permanente competencia por el control de poblaciones y mercados, mano a mano con las empresas y corporaciones capitalistas.

Miseria y muerte, junto con la devastación de la naturaleza, son su consecuencia fatalmente lógica, la consecuencia más visible y aparente del Progreso estatal-capitalista que la izquierda política se atribuye sin rubor y al que llama “Estado de Bienestar” sin vergüenza alguna, un Progreso destructivo del que la izquierda politica es cómplice fundamental y necesario, al menos tanto como la derecha. Y a estos “logros” del sistema hay que sumar una victoria inmaterial y estratégica de máxima trascendencia, han impuesto un sistema de pensamiento único y han integrado-disuelto entre sus filas a la clase obrera, al único sujeto que podría hacerle sombra, a su único enemigo potencial, a quien tenía un proyecto para acabar con el sistema de dominación estatal-capitalista. La izquierda política es sujeto principal en ese desastre de tamaño universal, es el sujeto responsable de la derrota y extinción de la clase obrera, del único sujeto posible para la revolución necesaria.

Se me dirá que la clase obrera no ha desaparecido, que todavía existe una mayoría de gente obligada a vivir de un salario, cuyas vidas son todavía dependientes de la propiedad y la voluntad ajenas, pero ¿de qué sirve la evidencia de la realidad si no se tiene conciencia de la misma, si donde hay una relación de esclavitud salarial la clase obrera ve “un derecho de los trabajadores”?, ¿cómo puede transformar la sociedad quien asume dócilmente su condición de esclavitud, quien contribuye a fortalecer los pilares herrumbrosos que sostienen a la sociedad del presente?, ¿cómo puede hacerlo quien ha degradado la política y la ética a la condición de cáscara publicitaria, a un ingrediente más del espectáculo electoral-consumista?, ¿cómo pueden contribuir a transformar la sociedad los millones de trabajadores en paro cuyo programa político se concreta en la esperanza de recibir una “ayuda” del Estado?, ¿cómo lo harán los millones de mujeres maltratadas en su trabajo asalariado y en sus relaciones personales, cómo transformarán la sociedad esas mujeres que fían sus vidas a la sumisión salarial, a la protección policial y a los servicios de la sección femenina del Estado?

Pues bien, cuando ya nada se espera personalmente exaltante y harto ya de estar harto, digo mi canción a quien conmigo va. No es que tenga derecho a hacerlo, es que es mi deber, es mi programa, programa, programa.


-La revolución es la necesaria y única opción para hacer frente al colapso y la barbarie predeterminadas. La revolución será tan personal como social, y tan local como universal;  será tan democrática como integral (ética, social, política, económica, cultural y ecológicamente íntegra) o no será. Organizará el combate contra las causas de la dominación sin desatender la resistencia frente a sus efectos, no esperará al enterramiento definitivo de las virtudes personales y cívicas, sino que anticipará su reconstrucción en el combate, no atenderá a estrategias de oportunismo político-electoral, sino que provocará por sí misma el cambio de dirección de la historia.

-Así, pues, nada de luchar por derechos que nos esclavizan, nada de hacerle el caldo gordo al Capital y al Estado, nada de partidos y elecciones, nada de constituciones, de instituciones y leyes amañadas, nada de reclamar derechos y protección al carcelero, que el Pueblo -de existir- se autogobierna y se libera por sí mismo...sólo el deber de ayuda mutua en la resistencia, sólo el deber de reconstruirnos como seres libres y autónomos, sólo el deber de autoconstruir la verdadera democracia, en medio de la gente que la necesita y al margen del sistema que la corrompe.

Ya ha quedado dicho quién es ahora el nuevo sujeto de la revolución, el que ha de tomar el relevo de la clase obrera extinguida, sólo aquellos supervivientes que posean la convicción y determinación para autoconstruirse como individuos libres y autoconstituirse como pueblo soberano organizado en asambleas comunales. Ya no basta la mera condición de asalariados para formar parte de las asambleas del Pueblo, eso queda para los partidos y sindicatos afiliados al Progreso estatal-capitalista, el Pueblo -de existir- va en serio y de frente, ya no está para aguantar más bromas progresistas ni más derrotas populares, de lo que ahora se trata no es de popularizar el capitalismo sino de abolirlo, no de hacerse con el Estado sino de derribarlo.

El Pueblo del que hablo podría empezar a construirse así: tres personas que compartan el propósito de la revolución integral en lo sustancial y que sean habitantes de un mismo territorio rural o urbano, fundarán una asamblea comunal y soberana, luego serán dos asambleas las que fundarán una primera confederación territorial y después la Confederación Comunal Ibérica, tras la disolución de los estados español y portugués... y así hasta hasta llegar a fundar la confederación comunal europea y mundial ...¿que va para largo?,¿pues qué esperábais?...¡claro que hay tarea para varias generaciones! y seguro que para más de un siglo...pero, por eso mismo, hay que empezar cuanto antes, ¿o es que alguien piensa que Esto se va a solucionar en las próximas elecciones?



Nota: El famoso “programa, programa, programa” de Julio Anguita me sirve aquí de positiva referencia ética en lo personal, a pesar de su contenido programático bien contrario, que considero pura nostalgia constitucionalista, capitalismo de estado al cabo; el programa que él viene reclamando pertenece al pasado, a la época en que la clase obrera fue anulada como sujeto revolucionario por obra y gracia de la alianza entre Capital y Estado. El “programa, programa, programa” al que se refiere Julio Anguita ya pertenece, por mérito propio, al tiempo de las revoluciones fracasadas, lo que no impide mi absoluto respeto por quienes, como Julio Anguita, lo intentaron.


3 comentarios:

aleshandreu dijo...

(Se fuer preciso traduzco)Obrigado polo artigo pero é tan difícil ter conciencia de terrícola como de clase traballadora así que dubido que haia atallos para esa revolución integral. A acumulación orixinal segue acontecendo, por exemplo en Brasil, en Galiza... onde uns poucos acumulan e botan da terra os lexítimos labregos, militarmente ou con impostos. Que se fai? Buscar un terruño que os capitalistas descoñezan? Por canto tempo? Teño serias dúbidas sobre unha revolución integral que non fale de conquistar o poder, o poder actual, o que se nos impón ideolóxicamente e con policía, exércitos ou mercenarios que asasinan (Brasil). Por moi sostibeis e lexítimos que sexan os poboadores da Amazonia, como fan para evitar ser esquilmados, asasinados, deportados, asimilados? Levantando as mans? Asinando electrónicamente manifestos de protesta? Non quero ser cínico pero ainda que se deba facer unha releitura do progreso como autodestructivo, a conciencia ecolóxica segue supeditada á conciencia de clase para conquistar o poder e abolilo (aínda que unha vez alcanzado...)

nanin dijo...

La experiencia histórica no puede ser más evidente: tras la toma del poder, Estado y Capital no son abolidos, sino que se refuerzan al dar continuidad a la misma ideología del crecimiento económico y al suplantar la soberanía por la delegación de ésta en favor de la nueva clase burocrática. Pienso que la lucha debe proseguir en un doble campo: contra el sistema-en autodefensa de las condiciones de vida y al margen del sistema-construyendo una institucionalidad paralela que anticipe la democracia. Claro que este camino no es para dos días, pero no veo otro. Desgraciadamente, tras el 15M ha surgido un Podemos que va a tirar por la vía posibilista que tú dices, pero veremos, no tardando, que su triunfo electoral servirá para apuntalar el sistema, no para abolirlo. No porque yo lo desee, sino porque se dan todas las condiciones para ello, tanto en la teoría como en la práctica.

aleshandreu dijo...

Concuerdo. Pero la vía posibilista la encuadro en unas marchas millonarias por la dignidad y con marcado carácter de clase y no en un Podemos que difumina los significados y carga de ilusión y no de ideas a muchas personas que podrían quedar a merded de nazionalistas. Quizás por eso tanto bombo y platillo a los segundos e ignominia a los primeros, aunque no sean excluyentes los grupos.