Tenemos
por delante tiempos de máxima confusión y oscurantismo. No hay otra
conclusión posible cuando a la certeza del colapso ecológico, al que
nos conduce la ideología desarrollista que domina el mundo en que
vivimos, se le añade la sumisión cómplice de las masas,
domesticadas por las estructuras económicas y políticas del poder
omnímodo, estatal-capitalista.
Podríamos esperar a que el colapso
suceda para empezar de nuevo y desde cero. Podríamos hacerlo incluso
sin dolor de conciencia, al fin y al cabo lo más probable es que no
vivamos para cuando el colapso alcance de pleno a los países del
primer mundo. Y en esa corta espera, al menos nos sentiríamos
liberados de tal responsabilidad. Pero no podemos esperar, no sabemos
muy bien porqué.
Hace
más de cuarenta años yo formaba parte de una columna militar que
hacía una travesía invernal de maniobras, entre Candanchú y
Formigal y, ya cerca de nuestro destino, cuando empezábamos a subir
el último collado, se desprendió una enorme cornisa de nieve
provocando un alud de grandes proporciones. Corrimos hacia abajo y en
diagonal, como nos habían enseñado los instructores, pero el alud
se aceleraba y ensanchaba más y más en su caída; además de una
pesada mochila, me lastraban los esquís, el fusil y una voluminosa
estación de radio a mis espaldas, iba el último, haciendo de
escoba, tropecé y volví a mirar hacia arriba, tenía la inmensa
pared de nieve del alud a tan sólo unos metros por encima, el
tiempo parecía deslizarse más lento que el alud, me levanté
abandonando todos los pertrechos que me paralizaban y en el momento
en que me alcanzaba el alud, sin saber porqué, hice un gesto de
resistencia enfrentando mi frágil cuerpo contra aquella poderosa e
inmensa masa de nieve...que se detuvo allí mismo, dejándome la
cabeza y los brazos al descubierto.
No fue una acción desesperada,
nunca pensé que el alud se detuviera por razón de aquel gesto mío,
totalmente inútil frente a la enormidad y potencia del alud,
simplemente pensé que, afortunadamente, había coincidido con unas
condiciones de la pendiente que favorecieron el frenazo del
alud en el mismo instante en que yo pretendía pararlo, pero ¿fue
aquél un gesto totalmente inútil?...sí frente al alud, pero no
para mí.
Ahora
experimento idéntico sentimiento, cuando percibo la inevitabilidad
del desastre ecológico y social que ya tenemos encima, cayendo sobre
nosotros en picado. Vuelvo a ver lo razonable que sería correr hacia
abajo y en diagonal, hacia los márgenes, para escapar de su
trayectoria, o mirar para otro lado, aceptando resignadamente lo que
parece inevitable. Pero sigo el dictado de un deber superior a toda
razón práctica y estadística, un mandato inexcusable de la
conciencia que me lleva a oponerme a este desastre generalizado con
una fuerza de voluntad a priori insignificante...Ahora sé que
tampoco es por desesperación, sino por algo más fuerte que la razón
y la esperanza juntas, que es por ese “deber de resistencia” que
ahora entiendo perfectamente, pero que tan difícil me resulta de
explicar.
Pero
este Desastre es otra cosa que un alud en las montañas, aunque tiene
una parte muy parecida, la ecológica, cuya amenaza es proporcional
al crecimiento económico compulsivo, que es propio del sistema
económico capitalista, imparable, a más desarrollo más
destrucción. Podría decirse “destrucción sostenible”, sería
más real, incluso más científico, una destrucción mantenida,
sostenible y soportable, la mejor predicción de las posibles.
Como
todo alud, el desastre ecológico al que apunta inexorablemente el
desarrollismo, se ensancha, engruesa y acelera en su caída. Y a
pesar de su pésimo diagnóstico, la destrucción de los recursos
naturales de la Tierra no es la parte peor de este desastre, el
planeta ha sobrevivido a otros anteriores, si bien no del tamaño de
éste, y nunca tan estúpidamente originado, precisamente por la
especie, en teoría, más inteligente y “desarrollada”. Y siendo
así, hay una parte del desastre de aún mayor envergadura, porque
afecta al origen mismo del desastre, es la sistemática aniquilación
de lo humano, de las cualidades que nos hacen humanos, seres
inseparablemente libres (autónomos) y sociales (iguales), lo dijo
Bakunin: “la libertad sin igualdad es privilegio y explotación; la
igualdad sin libertad es tiranía y opresión”.
Faltaba
actualizarlo: aún peor que la explotación capitalista, que
convierte a los seres humanos en seres débiles y dependientes,
carentes de autonomía (libertad) -eso que hasta hace poco llamábamos
esclavitud- es el “vaciamiento del ser” que logra ese Leviatán
al que llamamos Estado, un artefacto perfectamente compenetrado desde
hace dos siglos con el capitalismo, para llevar a cabo su proyecto
conjunto, aniquilar toda resistencia.
Que
contesten los amantes del Capitalismo y del Estado: ¿quién gobierna
los países, los continentes, los océanos, los desiertos y los
campos, todos los paisajes y poblaciones?, ¿quién enseña a
nuestros niños y niñas, hombres, mujeres, asalariados y
asalariadas, a respetar banderas y jerarquías, la propiedad privada
y todas las leyes fundamentales del orden establecido?, ¿quién
disolvió la pacífica comunidad y la sustituyó por una masa
peligrosa de individuos solitarios y serviles?, ¿quién llamó
democracia al parlamentarismo y erotismo a la pornografía, quién se
cargó el valor convivencial de la alegría, quién cambió los
calendarios festivos, quién reemplazó la celebración comunitaria
por el espectáculo pasivo, para enseñanza y consumo de las masas,
para el divertimento onanista de contribuyentes sumisos, ciudadanos?,
¿quién extendió por el mundo la religión del imperio monoteista,
del dinero?, ¿quién declara las guerras sino el Estado?, ¿y quién
muere en las guerras sino el Pueblo, y cada día en las (j)aulas, en
las fábricas, campos, oficinas, mercados...?
Se
me dirá que no hay nada que hacer cuando el alud ya lo tenemos
encima. Pero, por lo dicho, comprenderéis que yo no esté de
acuerdo, que como otros disidentes, resisto por una obligación que me supera: por
ese “deber” que tanto nos cuesta explicar.
1 comentario:
El campo de batalla esta en la conciencia de cada humano, y la resistencia cala en las conciencias, animo!!
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