Aeropuerto y páramo de Villanubla (Valladolid) |
"La cárcel más lujosa del mundo quizás tenga un defecto: aumenta el delito". (Foto: cárcel austriaca, del suplemento de Viajes de El País) |
Sus
amigos y buena parte de su familia comentaron que, posiblemente, era la mejor
solución para él…incluso, algunos llegaron a justificar su conducta sin la más mínima
duda. Decían que era un gran chico, que en la fábrica trabajaba muy bien y era
muy habilidoso en varios oficios, pero que las circunstancias le habían
obligado a robar y que se había dejado coger, que había buscado la cárcel
deliberadamente, decían que eso era lo menos malo en su actual situación. Desde
la muerte de su padre yo le había perdido la pista, pero, al parecer, llevaba
una existencia bastante lamentable, con alternancias de largos meses en la pura
indigencia y cortos fines de semana con sobredosis de consumo. Y eso debió
situarle en el punto de mira de la Guardia Civil.
Todo
empezó a poco de fallecer su padre y quedarse sólo en esta ciudad en la que ya no
tiene familiar alguno. La fábrica de galletas en la que había trabajado los
últimos años, a contratos semestrales, cerró definitivamente después de dos azarosos
años de recortes salariales y despidos, de permanente crisis y decadencia, al
fallar los mercados internacionales que en otro tiempo la convirtieron en la
segunda productora europea de galletas. Tras el despido, sólo había disfrutado
de seis meses de subsidio mínimo, trescientos euros con los que apenas
alcanzaba a comprar algunos alimentos y pagar el alquiler del pequeño
apartamento que compartía con otro colega. Cuando la Guardia Civil le trasladó
desde los juzgados a Villa Nubla debió pensar que iba a vivir gratis durante
seis meses y que cuando saliera tendría derecho al subsidio de paro por otros
dieciocho más…en total, dos años “con la vida resuelta”.
Villa
Nubla está en medio de un inmenso páramo, siempre fue un lugar de paso en la
carretera de la Meseta hacia Asturias, no hace ni medio siglo que sus escasos
habitantes vivían del cultivo de cereal y de la cría de ovejas. Era una pequeña
localidad desconocida hasta que le construyeron al lado un aeropuerto y una
cárcel. En la actualidad ha sufrido una transformación radical, habiéndose
convertido en un importante centro comercial y de transportes a partir del
tráfico aéreo alcanzado en los últimos años, desde que su modesto aeropuerto, militar en origen (1.938), pasara a ser internacional (1.973), con la denominación de “Madrid-Norte”, eso
a pesar de estar situado a más de doscientos kilómetros de la capital de España
y a tan sólo diez de la plaza mayor de la capital de la región. Además de por
el aeropuerto, Villa Nubla también es conocida por su moderno centro penitenciario (año 1.985),
que los automovilistas sólo pueden ver desde lejos, un inmenso y enigmático
edificio, vecino del aeropuerto, levantado también en medio de la inacabable y
asolada planicie.
Su
ingreso en la cárcel coincidió con el tiempo en que las obras de ampliación
estaban en su última fase. La cárcel iba a ser reconvertida en un gigantesco
complejo, cuya nueva denominación, como anunciaban grandes carteles en todos
los accesos, sería la de “Centro Estatal de Prevención y Seguridad Social”. Era
el proyecto estrella del Gobierno, un diseño experimental, destinado a la integración
social de las personas que quedan excluidas del mercado de trabajo y que, por
tanto, se encuentran en riesgo de caer en el círculo vicioso de la pobreza o la
delincuencia, o de ambas a la vez. Esa forma de vida, que por entonces afectaba
a grandes capas de la población, suponía para el Estado grandes costes,
económicos y políticos, al tiempo que “cuantiosos peligros para la estabilidad
y seguridad de la sociedad en su conjunto”, como el propio Gobierno declaraba. Estos
fueron algunos de los argumentos que se pudieron leer en los periódicos y
escuchar machaconamente en todas las tertulias y en todos los medios de
comunicación.
Villa
Nubla fue elegida para este proyecto-piloto por su situación estratégica, muy
cerca de una ciudad relativamente grande y bien comunicada, en medio de un
espacio ilimitado -el páramo-, donde cualquier ampliación futura siempre sería
posible con un mínimo de inversión y con un máximo de condiciones de seguridad.
Villa Nubla era, sin duda, el lugar perfecto para ubicar el gran experimento del
Gobierno en aquellos años difíciles, tras varias décadas de crisis económica
que, según su portavoz, ya tocaba fondo y permitía vislumbrar algunos signos -brotes
verdes-, que anunciaban la Definitiva Recuperación.
Su
llegada a la cárcel coincidió con el periodo en el que el grueso de las obras
de ampliación ya habían finalizado. Todos los trabajos del consorcio
adjudicatario estaban centrados en su última fase, en los muelles y
aparcamientos exteriores, también en el
equipamiento integral de aquellas novísimas e inmensas instalaciones. Los
internos tenían información del progreso de las obras por los comentarios de
los funcionarios y de las visitas que llegaban a la prisión. Durante tres años
supieron de su importancia por el ruido continuado que les llegaba desde la
distancia, por encima de los patios y zonas de recreo. Una vorágine de
remolques y palas excavadoras sucedía
sin descanso, día y noche, ahora con apremio, por la fecha de inauguración
filtrada a los medios, cuyo anuncio ya era público. El próximo primero de mayo
era la fecha señalada para su inauguración por el Gobierno del Frente Progresista,
coalición triunfadora en las últimas elecciones generales, con el apoyo
mayoritario de los Sindicatos.
El
Gobierno desplegó una importante campaña informativa desde varias semanas antes
de la inauguración. El ministro del Interior, responsable directo del Proyecto,
se apresuró a aclarar las posibles dudas de la opinión pública acerca del mismo,
poniendo especial énfasis en “que (resumo la parrafada) no se trata de una mera
extensión de la política penitenciaria del Gobierno, sino de una trascendental experiencia
de política social, profundamente innovadora y progresista, que ha concitado el
interés internacional por su avanzada concepción, dirigida a lograr la
integración social de las personas que no logran adaptarse a las condiciones de
competencia, innovación y excelencia al que nos obliga la Crisis contemporánea y
su globalización…se trata de un proyecto que beneficiará a grandes capas de la población
hoy en riesgo de exclusión social, que reducirá
significativamente nuestros índices de
delincuencia y que, por tanto, nos permitirá dar un paso de gigante, en materia
de justicia social y seguridad ciudadana”.
Esos
primeros días participó en numerosas reuniones y talleres informativos con los
que los monitores del centro penitenciario intentaban convencerles de las
bondades del proyecto y las nuevas oportunidades que se les presentaban. El centro
penitenciario mantendría su funcionamiento normal, pero quedaba integrado en el
conjunto urbanístico y administrativo del macrocentro que estaba surgiendo en
su entorno. Les anticiparon los grandes cambios y mejoras que todo ello
significaba en el régimen de vida de los internos. Podrían acogerse al
beneficio de una Renta Básica temporal que, incluso, podía llegar a ser
vitalicia, si aceptaban pasar al módulo principal del Centro Estatal de
Prevención y Seguridad Social. Allí tendrían la posibilidad de aprender un
oficio, de no tener ninguno; de ser útiles a la sociedad y a sí mismos, colaborando
en tareas productivas que les reportarían estabilidad y seguridad de por vida. El
Centro pondría a su servicio grandes superficies comerciales y de ocio, de
tanta calidad como los que pueden encontrarse en el Exterior. Podrían moverse
libremente por sus plazas y jardines, dotadas con un medio ambiente de máxima
calidad ecológica, con una profusa red de carriles bici, piscinas, gimnasios,
discotecas y salas de conciertos.
Había
estudiado empresariales, no sabía para qué, y en una de esas sesiones
informativas se le ocurrió preguntar cómo pensaba el Gobierno financiar el Proyecto,
cómo podría mantener esas gigantescas instalaciones, destinadas a albergar a
más de cien mil personas, de dónde saldrían los fondos para pagar a los
internos el subsidio de la Renta Básica. La monitora que atendía el taller ese
día, tenía buen conocimiento del tema y enseguida le sacó de dudas: “el
Gobierno lo tiene bien estudiado y previsto, ha decretado una revolucionaria
Ley de Mecenazgo y ha convocado un concurso entre grandes empresas que operan
en los mercados nacionales e internacionales, empresas de todos los sectores de
nuestra economía, que quieran participar en este gran Proyecto; estas grandes
empresas instalarán en el Centro grandes factorías para la producción y
ensamblaje de todo tipo de productos y servicios, en los que la población reclusa
que haya decidido pasar al régimen de Renta Básica, tenga máximas oportunidades
de formación y empleo…la producción atenderá, en primer lugar, a la satisfacción
de todas las necesidades de consumo en el Interior -las de toda su población
residente- y, además, complementará el sistema productivo de esas empresas en
el Exterior; los ingresos resultantes están asegurados por el propio sistema
circulatorio de los mercados cautivos, tanto del Interior como del Exterior…serán
suficientes para atender los costes de la Renta Básica como los gastos sociales
añadidos, además del lógico beneficio que corresponde a las empresas participantes
en el Proyecto, por su generoso mecenazgo”.
Anticipándose
a otras preguntas sugeridas por su explicación, les dijo que “todo estaba
planificado para respetar escrupulosamente la libertad de los internos, para que
sus situaciones personales nunca fueran irreversibles, para que en todo momento
tuvieran libertad de elegir el régimen que quisieran. Su situación sólo podría empeorar
por causas imputables a su propio comportamiento y responsabilidad individual, por mala
adaptación o por conductas inadecuadas. Y si las circunstancias de la Crisis
mejoraban, si la economía volvía a crecer y con ella las oportunidades de empleo, siempre podían
optar por cambiar de régimen, pudiendo pasar del régimen de Renta Básica al de Renta Libre en el mercado laboral del
Exterior, claro está, siempre que tuvieran sus penas cumplidas o conmutadas.
Cuando
la monitora terminó su explicación, se fijó por primera vez en los detalles de
su cuerpo…todo estaba muy bien, pensó que estaba siendo afortunado, que estaba
asistiendo al fin de aquella tormentosa época que le había tocado vivir, llena
de inseguridad y precariedad, de cotidianas aventuras y peligros, siempre con
el aliento de la miseria rozándole el cogote. Miró por el ventanal enrejado y
vio un trozo de cielo sin nube alguna. Le llegaba el sonido familiar y
tranquilizador de los camiones y las palas excavadoras, dejó volar su
imaginación, sintiéndose ya libre con aquella
Renta prometida…y calentito, a resguardo del viento helado que a esas horas
estaría soplando ahí afuera, en el páramo del Exterior. Presintió también que,
de alguna manera, estaba siendo partícipe del gran Proyecto que cambiaría su
vida.
Aún
no podía saber que las palabras de la guapa monitora eran sólo un atisbo del verdadero
futuro de Villa Nubla, que llegaría a convertirse en icono global de la Nueva
Modernidad Progresista y en una de las principales metrópolis europeas. Tan
grande, que en la actualidad ya ha
superado los límites del páramo y en su próxima fase de ampliación está
prevista la integración de la gran urbe, capital de la Región, como de otras grandes conurbaciones próximas
en un radio de doscientos hilómetros.
Y
más allá (pienso yo), porque, dado el éxito del Proyecto, la expansión de Villa
Nubla no se detendrá hasta meter en la cárcel a todo el Exterior.
PD-1.:
Todo lo anterior es sólo un suponer, de momento.
PD-2.:
Esta mañana me enteré de que la semana
pasada ingresaron en prisión a Martín, hijo de un vecino mío que murió hace ya
cuatro o cinco años y con el que yo tenía una estrecha relación. Martín ha ido
a parar a la cárcel de Villanubla, cuyo edificio conozco bien desde lejos, desde la carretera que bordea el aeropuerto, cuando voy a Asturias o a León.
PD-3.: Antes de ponerme a escribir ésto y viniendo camino de
casa, escuché en la radio del coche una de esas noticias simpáticas o curiosas,
de las que se meten de relleno en los magazines: “coincidiendo con la ola de
frío que en estos días castiga a buena parte de las ciudades en USA, un preso
que se había escapado de la cárcel llamó
a la Policía para que le llevaran de nuevo a la cárcel, aduciendo que le
resultaba insoportable vivir en libertad a la
intemperie, con aquellas temperaturas, que prefería volver al calor de
su celda en la prisión”. No podía quitarme de la cabeza la imagen de aquel muchacho, Martín, preso en Villanubla.
PD-4.: No me ha tranquilizado nada ver en la web
del ministerio del Interior esta información sobre su modelo de
cárcel-tipo: “La
tipología de los Centros Tipo se formaliza sobre la base de una estructura
urbana modular en la que se integran edificios, calles y plazas. La ordenación
está basada en la definición de diversos anillos concéntricos de seguridad
alrededor de un recinto interior, identificado como Urbanización Interior.
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