jueves, 10 de octubre de 2013

CAMINOS RURALES, PATRIMONIO COMUNAL

NO MÁS PUERTAS AL CAMPO

Todo camino debería ser considerado bien comunal. Todo camino es un espacio comunitario que permite ir de un sitio a otro, que posibilita el tránsito de personas y mercancías, que hace posible la comunicación y el intercambio, que favorece la convivencia, si bien, es verdad que también la guerra cuando aquella falla.

Todo camino, por corto y sencillo que sea, es un patrimonio cultural de la comunidad que habita el territorio en el que se sitúa y, por extensión, de toda la humanidad. Es una obra comunitaria, una fraestructura de ingeniería popular, que contiene una sabiduría, un conocimiento del territorio para su trazado y una capacidad para su construcción, que implica tecnología y trabajo colectivo y, siempre, una intención convivencial, de relación social, positiva o negativa, pero siempre comunitaria.

La modernidad industrial ha generado nuevos y cada vez más sofisticados caminos -terrestres, marítimos y aéreos-, caminos que sirven a las necesidades de movilización y transporte, que caracterizan el modo de vivir en esta modernidad, caminos que necesitan ser cada vez más amplios y más rápidos. Estos nuevos caminos unen ciudades y megápolis entre sí, grandes centros urbanos en los que se concentra la población y la producción industrial, en una lógica de concentración espacial que sirve a la economía de consumo propia del sistema capitalista moderno. Son caminos que, para llegar de un sitio urbano a otro, atraviesan grandes espacios naturales y agrarios, cada vez más despoblados, espacios que cuentan con su propia y antigua red de caminos, más o menos abandonados, pero que son parte fundamental de la historia de las comunidades que habitaron y aún siguen habitando esos territorios. Una historia imposible de conocer, valorar y transmitir  sin la memoria de esos caminos. Esos caminos están desapareciendo, unas veces por invasión de las modernas vías de transporte, otras por el desuso de las poblaciones locales, al haber mutado su modo de producción local hacia la agricultura industrial, necesitada también de grandes infraestructuras de comunicación. La comunicación y el intercambio son las razones utilitarias de los caminos a lo largo de la historia humana y, sin embargo, ahora que tenemos más y mejores caminos que nunca, sufrimos como nunca la incomunicación y el anonimato del individuo aislado en medio de las multitudes urbanas. Creo que es muy importante conservar la memoria de los caminos tradicionales, los caminos que explican nuestra historia pasada y una forma de vivir en comunidad que hemos perdido.

En el presente siglo y los venideros, veremos cómo se desmoronan las grandes metrópolis postmodernas, cómo se multiplican y repueblan los núcleos rurales junto con  las pequeñas y medianas ciudades, cómo la fase repobladora del medio rural que ya ha empezado, se intensifica en los próximos decenios, en una lenta pero constante transición hacia un modo de vida realmente humano y comunitario. Algo parecido ya sucedió en épocas pasadas: la caída del imperio romano lo atestigua. Nuestro horizonte civilizador no tiene otra dirección posible, porque el caos y la destrucción de lo humano a la que apunta nuestro modo de vida actual, no es admisible como horizonte.

Y para ese tránsito necesitaremos hitos sólidos de los tiempos pasados, no para repetir éstos, sino para reinventar la nueva sociedad desde la referencia de los perdidos valores humanos, los esencialmente convivenciales y comunitarios, los que, entre otras cosas, nos cuentan y son los caminos.

Imbuido de este ánimo, saludo y celebro la iniciativa de la Plataforma Ibérica por los Caminos Públicos (PICP), que ha convocado este año sus “VII Jornadas en defensa de los caminos públicos”, que tendrán lugar los próximos días 1, 2 y 3 de noviembre en la Sierra Norte de Sevilla, con la participación de colectivos de toda la península ibérica.

Mi modesta contribución a este esfuerzo por conservar los caminos la llevo haciendo desde hace años, en que empecé a patear y divulgar los caminos rurales en la Sierra de Gredos y en la Montaña Palentina. Algunos son conocidos caminos históricos, otros son pequeños caminos rurales que unen aldeas o nos acercan a lugares sin mucha historia, pero sorprendentes e insólitos por su singularidad, ocultos en cada pliegue de nuestro paisaje rural.    

Para darle continuidad a esa tarea y mejorar su utilidad comunitaria, con la idea de que el uso es la mejor defensa de los caminos, he pensado en ir reuniendo  las narraciones de esas caminatas, que voy recuperando del olvido y que he pateado a lo largo de los últimos años, con la idea de producir una edición digital de libre descarga, para quien quiera hacer uso o memoria de esos caminos. Inicio así mi personal Cuaderno de Caminería, recuperando caminatas pasadas y descubriendo otras nuevas, ahora por tierras de Carrión y Pisuerga arriba, debajo del paraleo 43.

3 comentarios:

José Mª Peiró dijo...

Buenas iniciativas, la tuya con ese Cuaderno de Caminería, y la de esa plataforma por los caminos públicos.
Me viene una frase que encabeza el principio del libro "Meravelles de Diània. Camins, paratges i paisatges de les comarques centrals valencianes" (1995) del gran maestro y doctor etnonbotánico Joan Pellicer i Bataller que a falta de autoría firmante es patrimonio común: "Vostres les rendes, nostres les sendes".

Saludos camineros

nanin dijo...

Gracias, Jose María por tu comentario.

Camino a Gaia dijo...

Conforme los caminos se privatizan, es decir, se priva a la sociedad en general, de su uso y disfrute, mas se aumenta la sensación de vivir en una cárcel.