Andrea tejiendo en una pradera |
Andrea Milde es amiga y vecina de estas
tierras de la Montaña Palentina. También es artista. Y yo creo que su arte es
tan personal como comunitario, tan aldeano como global, tan ancestral como atemporal.
Su impulso creativo es vital y comprometido, desborda los límites del
telar en el que teje sus espléndidos tapices pictóricos. Ella ha creado un
refugio traslúcido, el espacio creativo del “kuku-projekt” (Andrea es una alemana
que domina muy bien el castellano). El kuku es su proyecto personal y
colectivo, con las puertas abiertas a la comunidad local; lo ha ubicado en un
piso antíguo que asoma sus desvencijadas y acristaladas galerías a la plaza
mayor de Aguilar de Campoo; Andrea ha recuperado este espacio a su modo
creativo, haciendo que los viejos desconchones de las paredes sean tan visibles
y naturales que parecen nuevos, diseñados por ella, parte
de su obra.
El "kuku" |
El pasado sábado Andrea extendió su hilo de Ariadna en una pradera
de Foldada, la pequeña aldea en la
que ahora vive con su familia, para construir un laberinto e invitar a los
amigos y vecinos a recorrerlo. Ha
dedicado a ello los últimos 410 días. Me la imagino tejiendo en múltiples sitios,
horas y compañías; y a buen seguro que muchos metros también habrán surgido en
soledad reflexiva, hasta crecer esa enorme bola de hilo, matriz de su
laberinto.
El hilo de Ariadna |
Al
comenzar su proyecto “410 días”, decía Andrea que
la idea consistía en “tejer durante los próximos meses 120 metros de este hilo
de Ariadna, lo que hace una media de 30 centímetros al
día, y utilizar este argumento para crear un imaginario de escenarios, sonidos
y companías…410 días para recomponer
mi ilusión … 410 días en los que me quiero conceder el tiempo para reflexionar
sobre mi andar por el laberinto de la vida…Un experimento. Ni idea qué va a
salir de ello…”
Poco antes de cumplirse el plazo,
anunciaba: “muchos meses de soledad y
companía, de interior y exterior, tristes y alegres, quedan “atrapados” en esta
bola. En julio se extenderá para formar un pequeño laberinto transitable
de 12 x 12 m
como invitación a reflexionar conjuntamente sobre todo aquello que ha influído
en su creación: el cíclo anual de la naturaleza, el ciclo vital de una mujer al
borde de la menopausia, la vida cotidiana en un territorio rural en el norte de
España…. y el contexto cultural y espiritual de este símbolo existencial…”
En la pequeña exposición que acompañaba a la instalación del
laberinto, pude leer este texto: “el laberinto es un símbolo de fuerte carga
ancestral que desde hace más de 5000 años sirve a mujeres y hombres para crear
espacios comunes para la celebración de ceremonias, para la meditación, la
curación la iniciación, para el juego…Laberintos se han utilizado en todas las
épocas de nuestra historia y en tan distintos lugares de nuestro planeta como
Islandia, Perú, Creta, Egipto, Arizona, India, la Península Ibérica o Sumatra.
En cada emplazamiento geográfico o momento histórico, los laberintos tienen
numerosas interpretaciones diferentes, pero en el fondo todos son lo mismo:
simboliza la totalidad del universo, la unión del círculo con el cuadrado,
representa la armonía entre Tierra y Cielo, Muerte y Renacimiento,…es un
símbolo sencillo, para reflejar la compleja dualidad de la vida.
Estas son las tres fases del recorrido
laberíntico: 1. Entrando en el laberinto: permite dejar ir, calma la
mente.Estamos invitados a entregarnos y abrirnos. Es el momento de estar
atentos a lo que pueda llegarnos. 2. Centro: se recomienda permanecer un tiempo
en el centro. Podemos pararnos, sentarnos…es el lugar para intentar conectar y
descubrir nuestro sagrado espacio interior. Estar abierto a recibir lo que ahí hay para nosotros: paz, claridad,
despertar, una visión u orientación. 3. Saliendo del laberinto: unión. Es este
un tiempo para la comunión y reunión con uno mismo. Llévate de vuelta al mundo la
experiencia que este paseo te haya aportado, cualquiera que sea.
El laberinto es, a fin de cuentas,
con todos sus pasadizos y vueltas, el resumen de las preguntas más
fundamentales que el ser humano siempre
se ha hecho:
¿Cuál es el sentido de la vida?
¿Cómo puede el ser humano traspasar
la muerte?
Y es, también, la manifestación
material de una búsqueda espiritual, aquella que trata de formar una unidad con
uno mismo y el universo”.
El evento se conviertió para mí en una oportunidad de entrañables encuentros con algunos amigos y amigas a quienes veo con poca
frecuencia. La mayoría de las personas asistentes recorrieron el laberinto,
algunas de ellas con una actitud cuasi mística y de respeto reverencial. Después visitamos una pequeña instalación en el lavadero del pueblo, hecha en
memoria de las mujeres muertas este año por violencia machista; y, en honor a
su memoria, escuchamos en silencio dos piezas de música para flauta travesera…otro
rato contradictorio para mí, que siendo plenamente solidario con el respeto a
las víctimas y el rechazo al machismo, tengo algunas ideas muy asentadas acerca
de la manipulación ejercida desde el poder en la cuestión del feminismo y, en
particular, sobre la cuestión de la violencia de género, convertida en
sospechosa política de Estado.
Yo no recorrí el laberinto...reconozco mis posibles prejuicios
al respecto, pero el caso es que todos estos símbolos rituales me producen
cierto repelús, como todo lo esotérico y religioso, tan manipulado y
confusamente mezclado con la espiritualidad inherente al ser humano. Me produce sentimientos contradictorios, entre
el respeto por las personas que lo practican y el rechazo más radical hacia ese
tipo de pensamientos y doctrinas; el mismo sentimiento que experimento cuando veo en las
iglesias a la buena gente que habla con las estatuas.
Para el laberinto de Andrea tengo una interpretación propia, y más que el propio laberinto me atrae el proceso espiritual de su obra, el
camino de reflexión seguido, que yo intuyo como camino alegre y doloroso al
tiempo, un camino de virtud.
El laberinto es un juego y un ritual antíguo, místico y contradictorio, que -puestos a interpretar- significa
la complejidad en la que es atrapada la víctima del Minotauro, la bestia
híbrida que la espera en el centro, cuando más desorientada se encuentra, en el
apogeo de su confusión. El laberinto pudiera ser un recorrido simbólico por esa
complejidad del mundo, en el que el ser humano tiene una posibilidad de escapatoria, una
solución liberadora a condición de no extraviarse por las calles sin salida del
laberinto, a condición de seguir el camino que señala el hilo de Ariadna. Concluyendo:
que me quedo con el camino seguido por Andrea mientras tejía su
laberinto; me quedo con su búsqueda incansable de la belleza, con su hilo de
virtud.
Andrea en una exposición, mostrando su obra "Siete mujeres" |
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