La imagen que encabeza este artículo es un autoretrato exacto de la propuesta de Renta Básica: la adoración del Estado como bestia sagrada y protectora, la que amamanta a una ciudadanía perfecta, perfectamente sumisa.
Lejos
de cuestionar los fundamentos del poder en el sistema estatal-capitalista, las
organizaciones que forman parte del
amplio espectro de grupos y partidos que conocemos como “izquierda”, han
incorporado la propuesta de renta básica (RB) de modo generalizado y entusiasta. Siendo una propuesta típicamente socialdemócrata, incluso grupos
autodenominados anticapitalistas vienen sumándose a la reivindicación por la
RB, a la que consideran como el no va más del
programa político “ciudadanista” y máxima expresión del Estado de Derecho.
Veamos qué es la RB para esta
izquierda, según la definición que
hace Baladre, coordinadora de colectivos ibéricos y sudamericanos, que en la
constelación progresista representa una posición presuntamente “más crítica y anticapitalista”
y que, en sus propias palabras, usan la RB “como herramienta que unifica la diversidad
de reivindicaciones de los colectivos y grupos que luchamos por la
transformación social (vivienda digna, transporte gratis, reparto de
todos los trabajos, no a la represión y la cárcel,...)” :
“En su definición
general, la Renta Básica (RB) es el derecho que tiene cada ciudadano a recibir
unos ingresos periódicos, que aseguren la cobertura de sus necesidades
materiales independientemente de cual sea su situación dentro de la esfera
productiva. Se justifica por el mero hecho de nacer el que cada una de las
personas tenga reconocido el derecho ciudadano a la RB. Antes de pasar por el
mercado de trabajo en busca de empleo asalariado, el ciudadano habría de
disponer de una renta de existencia que le permita decidir sobre su vida, por que caminos y conque medios ha
de buscar unos ingresos por su actividad, el salario correspondiente a la venta
de la fuerza de trabajo. Esta es la cuestión de fondo. Que las personas que
deseen ejercitar el derecho al trabajo asalariado puedan practicarlo, pero,
para ello, se ha de eliminar todo elemento que introduzca exigencia,
obligatoriedad, es decir, que suponga una imposición. Y la condición para
conseguir esta situación de poder decidir como persona consiste en el
reconocimiento del derecho ciudadano a la
renta básica, hecho por el cual se reduce tal dependencia, tal obligación, tal
imposición de la patronal. Además se impide que la cobertura de dos
contingencias tan seguras, como son el quedarse sin trabajo (subsidio de paro)
y el llegar a viejo (pensiones), no dependan del paso por el mercado
asalariado, no dependan del poder del empresario. Hay que conseguir una
situación en la que el ciudadano alcance y disponga de una nueva dimensión de
la responsabilidad individual, entendida desde la libertad y no desde la cruda
necesidad, condicionada por los intereses de la dictadura de la burguesía”.
En
primer lugar, la propuesta de RB supone la aceptación implícita: a) del
sistema productivo capitalista, que tiene por fundamento la apropiación
privada del procomún y el trabajo esclavo o asalariado y b) de la tutela del
Estado, reconocido como máximo poder, protector y garante de la igualdad de
derechos en una sociedad básicamente desigual. La contradicción no puede ser mayor. Para
cualquier ejercicio de pensamiento libre supone la evidencia perversa de una
propuesta que representa, como ninguna otra, el tipo de falsas utopías liberadoras que ayudan a
mantener a las masas en permanente estado de ilusión opositora, que sirven
perfectamentamente a la consolidación y perpetuación del sistema dominante,
taponando la alternativa revolucionaria y retrasando, una vez más, la larga
marcha de la humanidad hacia la emancipación.
La
RB es una propuesta que perfectamente podría ser asumida desde el poder global
que las élites mundiales están construyendo a partir de la actual crisis. Es
más, estoy persuadido de que la RB figura en su programa de futuro, sólo que en
tercer lugar, sólo en el caso de que fallasen las dos herramientas tradicionalmente
empleadas con éxito en las anteriores crisis capitalistas: la emigración y la
guerra. Las élites que han venido gobernando
el mundo desde los estados nacionales, preparan su próxima revolución, que apunta
a una federación mundial de Estados, hacia un Estado global que tiene como
vanguardia al modelo chino de estado “comunista”, el fascismo perfecto, el
Estado y el Capital en su máxima expresión y apoteosis.
La
revolución capitalista actual es biopolítica, viene determinada por la
necesidad del sistema de convertir en mercancía los bienes inmateriales, una
industria de la vida misma, una revolución productiva superadora del
industrialismo, ahora agotado por el uso excesivo de recursos naturales y tecnología, que resultan incompatibles con la oferta de empleo masivo. El mantenimiento del poder por las élites necesita, como nunca, de ese instrumento de control de la población que es el Estado, junto con los mecanismos que permitan la continuidad del proceso de acumulación capitalista y
la tasa de beneficio asociada. Una vez más conviene insistir: sin Estado, el sistema capitalista queda desarmado, nunca mejor dicho. Sin Estado, ¿que quedaría de los instrumentos de control (las leyes, parlamentos y ministerios que gestionan el orden impuesto, con la garantía última de la violencia en manos del ejército y la policía?
La
inédita situación actual, de crisis globalizada, abre la posibilidad de “soluciones
capitalistas” innovadoras, entre las que no es descartable la RB. Pero es muy probable que antes de llegar a
ello, el poder recurra al manejo del factor “población” por los métodos
tradicionales ya indicados, orientados a la eliminación de "población sobrante”. Frente
a ésto, la izquierda deambula confusa, predicando su utopía reformista, el esperpento de su gastada y fracasada ideología desarrollista-estatalista, que ahonda el foso de su propia tumba, a mejor gloria de la próxima revolución
capitalista.
Sólo un cambio radical de conciencia puede llevarnos a un
diagnóstico apropiado sobre la nueva realidad histórica y, por tanto, a un pensamiento
estratégico realmente emancipador y revolucionario. Yo mismo provengo de esa izquierda, por eso sé que es posible, por eso mantengo la esperanza contra toda tendencia y contra toda evidencia estadística.
La revolución integral
depende de ese cambio de conciencia; seguirá siendo tan necesaria
como imposible mientras no seamos capaces de repensar la esencialidad -individual y social- del ser humano. Las religiones políticas lo están
impidiendo con su persistente resistencia a la revolución, con su habitual adoctrinamiento de las masas populares mediante
catecismos fundados en erróneos mandamientos, como el de la Renta Básica.
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