George Orwell y Aldos Huxley |
Distopía
es una palabra que no viene en el diccionario de la lengua castellana. Es un
préstamo de la lengua inglesa que podemos entender como utopía negativa, en la
que la realidad sucede en términos contrarios a los
de una sociedad ideal. Tanto Aldos Huxley como George Orwell imaginaron en su tiempo la distopía en la que
actualmente vivimos, caracterizada por una doble esclavitud ante la violencia
corporativa y la sociedad del espectáculo tecnológico. Sin duda que ambas
versiones -descritas en sus respectivas obras “1984” y “Un mundo feliz”-, debieron tener su fundamento en algo más que
una ocurrencia literaria; sin duda que ambos autores vislumbraron en su propio
tiempo algunos indicios acerca de la sociedad futura, ésta en la que hoy
vivimos.
A nosotros nos sobran evidencias sobre la distopía
anunciada por ambos autores, al tiempo que podemos percibir los indicios de la
utopía democrática que habrá de suceder en el próximo futuro; “que habrá de
suceder” necesariamente, porque de otro modo tampoco el futuro hallaría lugar.
Esta hipótesis sólo podrá funcionar en el caso de que, como creo, no seamos la más estúpida de las especies condenadas a la extinción, la única que podría extinguirse voluntariamente, por razón de su propia y suicida estupidez.
Esta hipótesis sólo podrá funcionar en el caso de que, como creo, no seamos la más estúpida de las especies condenadas a la extinción, la única que podría extinguirse voluntariamente, por razón de su propia y suicida estupidez.
En
un artículo titulado “2011: distopía feliz” el periodista norteamericano Chris
Hedges, planteaba una oportuna reflexión al respecto, cuya lectura
recomiendo:
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