Cabecera del periódico anarquista de Valladolid |
Es cierto que el saqueo de los bienes comunes se había iniciado antes del capitalismo, tal y como hoy lo conocemos; y cierto es que en la época feudal la acumulación de la propiedad privada del suelo ya había sentado las bases para su actual “normalización” capitalista; como también es verdad que la tarea de garantizar su reproducción social pasó a manos del Estado, que se atribuyó la administración de los bienes comunales que habían logrado salvarse del saqueo privado-feudal, inventando “lo público” como sucedáneo de lo común. El saqueo continúa hoy sobre los escasos restos de aquellos bienes comunales primitivos y sobre los nuevos bienes comunes que la sociedad va generando en torno al conocimiento, la cultura, la información y la comunicación.
Sostengo
que la verdadera democracia es
incompatible con la dominación de unos seres humanos por otros y que, por eso
mismo, es radicalmente incompatible, tanto
con la apropiación privada de los recursos naturales y de la Tierra entera que
los contiene, como con el trabajo asalariado en su moderna versión como
sucedáneo de la esclavitud. Y no sólo la democracia es imposible mientras
perdure la barbarie, normalizada e institucionalizada, de ese sistema de dominio;
lo más grave es que también bloquea la posibilidad de supervivencia de la
especie humana, frontalmente amenazada por un acelerado y sistemático proceso
de agotamiento y destrucción de los bienes comunes, como consecuencia lógica de
un sistema económico fundamentado en la apropiación de lo común, en la
mercantilización del trabajo humano y en el crecimiento contínuo.
También sostengo
que la Democracia, como bien común, ha sido víctima de un proceso de
apropiación similar al de la propia Tierra y al del resto de los bienes que
integran el Procomún universal. En Democracia,
las comunidades humanas habrán
recuperado el dominio sobre los bienes comunes, junto con el igualitario y
justo acceso a los mismos para todos los individuos de la comunidad. Sin
Democracia, el futuro es moralmente insoportable, científicamente improbable y
racionalmente imposible. Y aunque perdure por siempre una duda razonable acerca
de la cordura de nuestra especie –así como sobre el límite de edad de nuestro
planeta-, sí sabemos con certeza que la Democracia es la condición necesaria,
aunque no suficiente, para hacer posible ese futuro.
En
su histórica adaptación y doblegamiento a la hegemonía capitalista, la
izquierda política ha ido borrando de sus programas la antígua reivindicación
de la Tierra común como primero de los bienes raíces y comunales. Actualizar
esa reivindicación de la izquierda es el paso obligado para lograr la hegemonía
de la razón sobre la barbarie moral, económica y ecológica del capitalismo.
Sólo a partir de ahí, podremos afrontar el inicio de la Democracia.
PD:
1º.
De un amigo catalán he recibido un enlace a un artículo escrito a principios
del siglo pasado y publicado en un periódico anarquista editado por
entonces en Valladolid, mi ciudad natal.
Produce admiración y sonrojo releer hoy
lo que, a propósito de la propiedad del suelo, pensaban aquellos cultos obreros
de hace más de un siglo, desde su inquebrantable pensamiento libre y
racionalista; por su oportunidad y brevedad, lo reproduzco a continuación:
“La
propiedad del suelo”
(Artículo publicado el 15 de febrero
de 1.911, en el nº1 del periódico EscuelaLibre, órgano del Ateneo Obrero Sindicalista de Valladolid)
“La posesión del suelo por uno o varios
individuos, con exclusión de la restante mayoría,
es la causa de la existencia de la miseria.
Esta
verdad, tantas veces anunciada, conviene que se repita sin cesar.
Nuestro globo
ha preexistido a la humanidad, la tierra, antes que la humanidad apareciera en
ella, no tenía dueño; lógico es admitir que las primeras generaciones humanas
la poseyeron en común.
¿Por qué
actualmente pertenece el suelo a una minoría? Indudablemente porque los fuertes
en un momento dado se lo apropiaron a expensas de los débiles, que no supieron
ni pudieron impedirlo.
La fuerza
física individual pudo servir a los primeros ocupantes; después la fuerza
organizada creó circunscripciones llamadas naciones, y en cada circunscripción
los poseedores de la tierra y monopolizadores del capital creado por el trabajo
servil se atribuyeron la parte del león, procurándose fragmentos de territorio
a cambio de dinero.
Y se
produjo éste caso: los proletarios, careciendo de participación en el suelo,
para trabajar y vivir, se vieron obligados a humillarse a los propietarios,
ofreciéndoles un trabajo a cambio de un salario, dando lugar al abuso que los
economistas excusan o justifican en nombre de la ley de oferta y demanda, en
que el capitalista propietario usurpa sistemáticamente el producto del trabajo.
De semejante anomalía resulta la esclavitud de los trabajadores, y la inexplicable incongruencia existente entre los derechos declarados por la “democracia” moderna y la brutalidad arcaica del hecho social, por la cual mientras se declara la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos, viven materialmente divididos según la antigua legislación romana en hombres-persona, con libre acceso a todas las ventajas sociales, y en hombres-cosa, supeditados a sus dominadores.
De semejante anomalía resulta la esclavitud de los trabajadores, y la inexplicable incongruencia existente entre los derechos declarados por la “democracia” moderna y la brutalidad arcaica del hecho social, por la cual mientras se declara la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos, viven materialmente divididos según la antigua legislación romana en hombres-persona, con libre acceso a todas las ventajas sociales, y en hombres-cosa, supeditados a sus dominadores.
El suelo es la fuerza productora material indispensable al trabajo; es, pues, de absoluta justicia que todo ser humano tenga en él libre participación, lo que equivale a decir que el suelo ha de ser poseído en común por la humanidad.
Para efectuar esa transformación de la propiedad, que se impone por necesidad y por justicia, la sociología adelanta nociones racionales, el privilegio opone cuantas dificultades tiene a mano y el progreso allana la ira, hasta el momento en que se produzca la explosión que, en los grandes días de la historia, señala infaliblemente el momento de la evolución cumplida”.
2º La Carta de los Comunes, es una propuesta
del Observatorio Metropolitano de Madrid, un espacio de investigación
militante.
2 comentarios:
Hola!
Ahora mismo no sé que comentar sobre el tema...
Pero, me gustaria traducir esto al francés. Ya se ha traducido?
Aun no sé cuando empezaria, o si algun dia acavaré, pero que te parece si te envio la traduccion cuando esté hecha?
Salut
Los pueblos originarios de América Latina piensan distinto de la tierra -Pachamama- o sistema tierra.
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