Le oigo decir a mucha gente “¿a
mí qué me importa la politica? …¡yo lo que quiero es trabajo!” Y es normal que
así piensen, porque el trabajo es el único recurso para sobrevivir que tenemos
la mayoría de la gente, y cuando nos falta vemos desesperados cómo toda nuestra
vida se tambalea.
El caso es que podríamos
aprovechar la situación para reflexionar un poco sobre el propio trabajo y
darnos cuenta (ésto ya es política, amigos) de, al menos, cinco obviedades:
1º) Que cuando decimos “trabajo”,
generalmente nos referimos al “trabajo asalariado”, al que hacemos por pura
necesidad y no por gusto.
2º) Que existe otro tipo de
gente, no trabajadora, que nunca han tenido la necesidad de un trabajo y no por
ello su calidad de vida se ha visto afectada, sino todo lo contrario, lo pasan
muy bien; entonces, ¿cuál es la diferencia entre ellos y nosotros?...pues resulta
que ese algo se llama “el capital”(1), que debe ser algo mucho más importante
que el trabajo, ya que el sistema económico en que vivimos no se llama
“trabajismo”, sino “capitalismo”; luego, debe haber algún error en todo
ésto al ser igualmente obvio que sin nuestro trabajo no existiría su capital.
3º) Que si la sociedad no puede
renunciar a los avances tecnológicos porque éstos facilitan la producción de
las cosas que necesitamos para vivir, y teniendo en cuenta que la tecnología
hace que cada vez sea más innecesario el trabajo, parece lógico que éste se
convierta en algo cada vez más escaso; es de cajón, porque si a más tecnología
le corresponde menos trabajo, a más población con más tecnología, le
corresponderá mucho menos trabajo todavía.
4º) Que siendo el trabajo tan menguante y cada vez más
especializado, resulta que los trabajadores más cualificados, los más
profesionalizados, resultan ser los más ignorantes, dependientes y débiles a la
larga, porque sus conocimientos y habilidades abarcan una franja ínfima de
la producción y porque fuera de esa
franja, sus posibilidades de trabajar son prácticamente nulas.
5º) Que, aún suponiendo que todo
lo anterior tuviera arreglo, que no lo creo, sucede que a mayores vivimos en un
planeta esférico, con dimensiones y
recursos naturales concretos y limitados, menguantes como el propio trabajo.
Tras esta retahila de obviedades
no puede uno concluir sino afirmando una sexta, que se deduce de las cinco
anteriores: lo que sobra es el trabajo
(asalariado). Primero porque no nos gusta a casi nadie y si ésto ocurre es
que no se trata de algo bueno; compárese el lustre de los que trabajaron toda
su vida y de los que nunca la hincaron.
Veamos, por fin, qué sucedería en
la ecuación planteada si desapareciera
(o nos cargáramos) el factor trabajo (asalariado): pues que con él
desaparecería también el capital(ismo), que podríamos mantener -e incluso acrecentar,
el conocimiento y la tecnología-, que podríamos
asegurar la producción de bienes y
servicios haciendo un uso igualitario y responsable
de los recursos de la Tierra…O sea, que la crisis no es sino la crisis del trabajo
(asalariado) y que o sobra el trabajo (asalariado) o sobra el capital (ismo),
que me da lo mismo...así que no me hables de trabajo (asalariado), que yo lo que quiero es política (democracia).
(1) Recuérdese que el capital no es malo en sí mismo (la tierra y los medios
de producción, no dejan de ser objetos y, por tanto, no les corresponde atributo
moral alguno); que lo realmente malo es lo
que indica el sufijo “ismo” que lo acompaña, la apropiación y acumulación del capital en manos de unos pocos, aquello que causa
el sometimiento y la exclusión de la inmensa mayoría de la humanidad en el
disfrute de ese capital común que es la Tierra.
1 comentario:
Hola Nanin, felicidades por tu blog, es muy certero entre tanta confusión y desorientación, pero sobre el tercer punto de este artículo no acabo de estar de acuerdo, la tecnología no hace que cada vez sea más innecesario el trabajo, esto es lo que podría entenderse al ver que algunos países más tecnológicos son los que más desempleo tienen, pero la externalización de la producción a países de mano de obra barata menos tecnologizados nos indica que la plusvalía sigue siendo el motor del capitalismo. La tecnología cumple otras funciones muy bien explicadas en libros de autores como Simone Weil, Iván Illych, Félix Rodrigo Mora, o John L Tone. Por ejemplo la tecnología es una barrera a que las clases populares emprendan para la autosuficiencia por los costes que hay que asumir. En el libro "La guerrilla española y la derrota de Napoleón" de John L. Tone se explica que a principios del siglo XIX los campesinos de Navarra que usaban todavía la asequible laya neolitica tenían rendimientos superiores al resto de Europa y permitían la tendencia igualitaria de la sociedad y que el acceso a los costosos arados y animales de tiro fue un factor que favoreció la estratificación de la sociedad y el trabajo asalariado. Por otro lado la tecnología es un factor de control social y es determinante para afianzar el poder de los ejércitos y fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. También es uno de los factores para destruir la convivencia y para dividirnos, algunos de nuestros abuelos que vivieron la introducción de la maquinaria agrícola durante el franquismo cuentan como el tractor contribuyó al individualismo y debilitamiento a todos los niveles de las clases populares haciendo desaparecer tareas que antes se hacían en grupo y que requerían de una sociedad convivencial y de una alta calidad de las personas.
Esto es lo que voy descubriendo poco a poco con personas como tú. Me alegra mucho haberte encontrado, Nanin. Seguiré tu blog con mucho interés, cada vez somos más que vivimos con voluntad de verdad.
Un abrazo,
David
Publicar un comentario