Lo
primero que hay que recordar es que esta huelga viene impulsándose desde
distintos movimientos sociales desde hace más de un año, mucho antes de que los
sindicatos mayoritarios abrieran la boca al respecto, porque la tenían muy cerrada debido a su
complicidad con las nefasta política neoliberal del gobierno anterior,
destinada a gestionar la crisis en modo agresivo contra la clase trabajadora,
deteriorando los derechos laborales y sociales conquistados en las últimas décadas.
La
reforma laboral del PP es continuidad de la política impulsada por
el PSOE, en la que daba prioridad a la
deuda financiera sobre la deuda social, pasando por encima de cualquier
consideración que no fuera la estricta sumisión al imperativo de los mercados
financieros. La reforma laboral del PP es contestada sólo parcialmente por CCOO
Y UGT; ha servido para que estos sindicatos, ¡por fin!, hayan convocado una
huelga general con el objetivo de negociar con el gobierno de Rajoy algunos
cambios en la ley de reforma laboral, pero evitando exigir su total derogación.
La posición de estos sindicatos es la de
conformarse con un mal menor, limitando
sus aspiraciones a defender básicamente los intereses de los trabajadores con
contrato indefinido, los que conforman la base principal de afiliados a estos sindicatos. Para
las burocracias sindicales pesa como una losa su papel institucional, financiado
por el Estado, que les paga para que hagan de intermediarios entre los
intereses del capital y el de sus bases, cada vez más reducidas.
Por
eso, la huelga del próximo 29 de marzo no es sólo un pulso de CCOO-UGT frente a un gobierno al que pretenden arañar
algunos cambios en la ley, sin entrar a cuestionar a fondo esta crisis del capitalismo.
Además de ese limitado objetivo, las direcciones de CCOO y UGT se han planteado
otro, que es el de neutralizar al
15M y a los movimientos sociales que
apoyan la huelga general -desde mucho antes que ellos mismos- en su propio
beneficio mediático. El 15M ha abierto una crisis de representación muy grave
en los aparatos burocráticos de los sindicatos reformistas y los dirigentes
tienen la necesidad de superar esta amenaza que apunta a su propia
supervivencia. Lo han reconocido en una nota informativa de la reunión de
secretarios generales celebrada el pasado 24 de febrero, en ella decían: “existe una persistente
e infantiloide campaña de deslegitimación desde quienes se arrogan (sic) la
marca del 15M…” A partir de ahí, establecen la conclusión de que “es necesario gobernar la estrategia de rechazo a
la reforma desde el sindicalismo confederal".
El hecho de que el sector social al que
pertenece la gente del 15M sea ampliamente mayoritario entre los trabajadores
españoles y europeos pone en grave peligro la legitimidad de los sindicatos.
Estos han convocado la huelga del 29M por la presión de sus bases, deseosas de
defender activamente sus derechos, pero también por la presión de las calles y
plazas. Resultaría sencillamente intolerable para las direcciones sindicales
que el movimiento de las plazas asumiera la iniciativa de una huelga general o
de una movilización equivalente. (1)
Los
sindicatos se han ido amarilleando en su trayectoria junto a la
socialdemocracia, alejándose cada vez más del sentido original de las huelgas
generales, que no era otro que el de
derribar al poder patronal y sustituirlo por otro más justo. Incluso las
propias conquistas socialdemócratas, las del llamado estado de bienestar, son
hoy olvidadas; esas conquistas suponían formas de un salario indirecto, a través
de la sanidad, la educación y otros servicios públicos, que hoy están siendo desmantelados
sistemáticamente con el argumento “oficial” (neoliberal-capitalista) de la
reducción del gasto para satisfacer el pago de la deuda. Pues bien, esta falsa legitimidad
de la deuda es asumida como “lógica y natural”,
tanto por los partidos políticos conservadores y reformistas como por los
sindicatos CCOO y UGT.
La
economía global del capitalismo neoliberal ha cambiado radicalmente los modos
de producción y, por tanto, los modos de explotación del trabajo. Las nuevas
formas de producción, propias del postfordismo, hacen del proletariado, más o
menos precarizado, pero siempre explotado, una clase muy amplia y plural, a la que corresponden modalidades
de lucha radicalmente distintas, no centradas en la fábrica ni en el espacio
productivo, sino en los espacios sociales, en la calle, en las plazas, ocupando
todo el espacio público; porque hoy todo el espacio público debe ser
considerado como socialmente productivo, no sólo de mercancías, también de
servicios, de cultura, de cohesión social, de comunicación y, por supuesto, de democracia.
Y, por tanto, con una dimensión política que desborda el marco económico,
sindical y corporativo.
Así
pues, es vital que el 15M no se deje “gobernar” por CCOO-UGT en esta huelga
general, como en ninguna otra de las que han de llegar. Al contrario, hay que conseguir que los
dirigentes de estos sindicatos se sientan desbordados por la marea ciudadana
del 15M y para ello hay que “contagiar” a las bases sindicales para que no se
dejen manipular por aquellos, para que se sumen, sin banderas corporativas, a una
huelga general realmente política, proletaria y ciudadana. Conjuntamente hemos
de lograr que los dirigentes sindicales se vean desbordados por la lógica democrática
que desde hace un año irrumpió en las plazas con el 15M. Y todo ello, sin
necesidad de darle bazas mediáticas al gobierno y sin olvidar que aunque los
dirigentes sindicales tengan buena culpa de la decadencia y debilidad del
movimiento obrero, ellos no son la causa de la situación actual, la de la
crisis capitalista, la que nos lleva a la huelga general.
(1)
Tomado del artículo de John Brown “El 29M ¿contra la reforma laboral
o contra el 15M”, publicado en la revista digital Rebelión.
1 comentario:
'Tenemos motivos para (ir más allá de) la huelga general'. Comunicado del GADI Catalunya
http://democracia-inclusiva.blogspot.com.es/2012/03/tenemos-motivos-para-ir-mas-alla-de-la.html
saludos ;)
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