La
subversión del lenguaje es utilizada como una de las estrategias más eficientes
del regimen. Alterando el significado de conceptos claves, logra vaciar éstos de sus significados originales. Por ejemplo, se dice “democracia”
en lugar de “oligocracia”, sustituyendo el concepto original de “gobierno del
pueblo” por el gobierno de profesionales de la representación, de representantes-intermediarios.
Se dice “socialismo” en lugar de socialdemocracia y a su vez, ésta última
palabra en lugar de “capitalismo social”, sustituyendo el concepto original de
“sociedad igualitaria y sin clases” por el referido a una reforma del sistema capitalista, orientada a una mejor
distribución de los recursos, pero en el marco de dicho sistema, sin cuestionar
sus principios. De ahí que cada vez más gente anticapitalista identifique como
estrategia cultural prioritaria la de
batallar en este campo de las palabras que representan ideas y conceptos. El regimen cuenta con todas las ventajas del poder, la
maquinaria cultural y mediática de los estados, controlando la educación, los
medios de comunicación, la producción y
difusión de la cultura…penetrando en todos los campos de la vida social.
Revertir el lenguaje del poder, devolverle sus significados originales, es una
tarea militante fundamental,
irrenunciable.
Ayer
mismo, entre gente mayoritariamente de izquierdas, proponía yo la denominación “del Común”
como apellido para una organización de carácter cultural –un Ateneo- que
está naciendo en nuestro territorio; mi propuesta fue mayoritariamente
rechazada con tres argumentos que resultaron mayoritarios: 1) que “el común” es
un término cuyo significado “es absolutamente desconocido para la gente”, 2)
que “carece de gancho, de marketing” y 3) que puede sonar a “comunista”. Resulta
apreciable que los tres argumentos tienen, en el fondo, la misma base de
pensamiento comercial, la fijación por el marketing. Y todo ello, a pesar de que
en el propio manifiesto constituyente del Ateneo se expresa con claridad que éste
es “una institución del Común”, o sea, que no pertenece a nadie porque es de
todos. Estas posiciones evidencian el éxito del regimen en la perversión del lenguaje, cuyo alcance tiene una poderosa dimensión ideológica.
El Común, en su sentido político original
era aplicado al gobierno local en
concejo (el concejo del común), como a los bienes del común –comunales-, que
tenían entidad jurídica y constituyente por sí misma, por voluntad soberana de
cada concejo.
Paralelamente,
la propia palabra “concejo” también ha sido progresivamente vaciada de su significado
original como “gobierno de la asamblea”, el conjunto de los vecinos de una
comunidad local, del “común” de los vecinos. El común y los bienes comunales son palabras-reliquia,
residuos etnográficos, débilmente conservados en la memoria de la gente más
anciana de nuestros pueblos, en los que durante siglos todo el mundo sabía muy
bien qué eran los bienes comunales: las eras, los pastos, los caminos, los
lavaderos, la leña del monte, las calles y plazas, las fuentes, todo el agua de
riego y de beber, la escuela, el teleclub, el propio concejo, las fiestas y
tradiciones del pueblo,…incluso la iglesia era considerada del común cuando era
construida por los vecinos del pueblo.
La
evolución del capitalismo, de mercantil a financiero, pasando por industrial,
es la historia de una sistemática depredación de los bienes del común,
privatizando en forma masiva toda propiedad pública, para extraer de ella todo
su valor económico y transformarlo en mercancía comercializable, susceptible
de producir beneficios para el capital.
Al tiempo que una inmensa pérdida para la economía social de las comunidades
locales.
Tengo
el convencimiento, sin embargo, de que el
debate sobre “el común y los bienes comunales” no tardará en situarse en el
primer plano de la lucha política. De echo, internet y la polémica sobre la SGAE y los derechos de propiedad intelectual, ya lo han logrado. Son sólo indicios que apuntan hacia una “economía
del procomún” como paradigma alternativo de economía social. Mientras, nos
queda resistir, defender los bienes del común, los pocos que aún perduran y los que vamos
construyendo, como el modesto ateneo recién nacido en Aguilar de Campoo.
1 comentario:
Pues en lo del márketing creo que se equivocan. "Común" y "procomún" son palabras que aparecen cada vez más y que sin tardar mucho llegarán a los medios de masas.
Su utilización es ya moneda corriente tanto en los nuevos conceptos de urbanismo como en las nuevas tendencias de la economía. Media-Lab Prado le ha dedicado varios encuentros y Juan Freire muchos textos. Creo que es perder un tren que viene salirse de esa denominación.
Además estoy totalmente de acuerdo en que en el futuro que nos viene "el común" será un elemento clave en la organización social y a mi personalmente me parece una bellísima palabra.
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