martes, 6 de marzo de 2012

¿EXISTE UNA ARQUITECTURA Y UN URBANISMO ALTERNATIVOS?

Sao Paulo



Arquitectura y urbanismo son oficios dedicados a diseñar el hábitat humano, individual y colectivo, que por su carácter altamente técnico parecen escapar a los criterios políticos e ideológicos. Sin embargo, cada vez más, a medida que vamos descubriendo los resortes en los que se sostiene el sistema capitalista, vemos que estas disciplinas no tienen hoy nada de neutrales, por muy técnicas que sean. Vamos viendo  que las casas y las ciudades están siendo diseñadas con intención claramente ideológica, política, para determinar los modos de vida que se corresponden con el modo mercantil y productivo capitalista, contribuyendo decisivamente a la reproducción del propio sistema.

A no ser que decidamos tirarnos por el abismo de la autodestrucción, el modo de vida al que nos dirigimos se aleja necesariamente del modelo capitalista y, por tanto, tenemos la necesidad de imaginar urbanismos y arquitecturas alternativas, enfocadas en la reinvención de los espacios habitables, fundamentados sobre principios radicalmente opuestos al modo capitalista de habitar el mundo.


Un urbanismo alternativo está obligado a pensar en un mundo con ciudades más pequeñas y pueblos más grandes. Contando con que se imponga la racionalidad demográfica y podamos frenar el crecimiento de la población mundial, es urgente reducir el tamaño de las inhumanas macromegápolis que hemos desarrollado en las últimas décadas, como primera y más urgente medida  hacia su sostenibilidad futura. Por otra parte, tenemos que considerar que hemos heredado un medio rural que no es sino el resto arqueológico de una sociedad agraria aniquilada por el modo de producción capitalista, por lo que estamos obligados a reinventar el urbanismo apropiado para este tiempo nuevo, para ese inmenso medio rural,  que habrá de recuperar la funcionalidad  productiva agraria que le es propia, pero que debe prepararse para un repoblamiento progresivo, proveniente de las grandes urbes “a deshabitar”, así como para la ampliación y diversificación de su economía productiva. Imaginamos un  paisaje futuro habitado y autogestionado por comunidades locales integradas por ciudades medias y pequeñas y por sus entornos rurales. El resultado no puede ser otro que el de comunidades equilibradas y autosuficientes al máximo, un sistema de poblamiento basado en redes de comunidades locales,  autónomas y federalmente interrelacionadas.

Sabemos también que el modo de producir futuro será incompatible con el sistema de propiedad actual, basado en la apropiación privada y delictiva de los recursos comunitarios. De ahí que el urbanismo y la vivienda del futuro deben pensarse como espacios sociales e igualitarios, es decir, de dominio público. Siendo lógicamente abolida la propiedad privada de la vivienda, ésta será sustituida por un derecho de uso mucho más justo y seguro, transmisible como en el sistema hereditario de la propiedad actual, pero accesible en modo igualitario y definitivamente liberada de  toda posibilidad especulativa.

Siendo imparable el progreso tecnológico, en consecuencia con la evolución del conocimiento  científico, sabemos también que estamos obligados a reconducir el desarrollo de la tecnología con criterios de racionalidad ecológica y social, para hacerla democrática, para producir lo socialmente necesario para todos y lo ecológicamente conveniente para la sostenibilidad de la vida humana. De ahí que también debamos prepararnos para integrar tecnologías eficientes, ecológicas y democráticas en nuestros futuros modos de habitar el mundo.

En las plazas del mundo se está  incubando hoy una ideología  democrática,  radical y antiautoritaria, que nos lleva a rechazar de plano a los intermediarios en todos los niveles de nuestras vidas y, por tanto, estando abocados a prescindir de éstos tanto en la vida social, como económica y política, hay que pensar en comunidades autogobernadas, sin políticos ni funcionarios, sin ejércitos ni empresarios, sin estados y, por tanto, sin necesidad de los grandes edificios  habitados hoy por los intermediarios de toda calaña, que habrán de ser derruidos o sustituidos por bibliotecas, teatros, escuelas, paseos, plazas y jardines.

Para las ciudades del mañana podríamos ensayar un nuevo modo de hacer arquitectura, donde la unidad de construcción será la manzana, donde las casas serán modulares, polivalentes y autodiseñables, tanto individuales como colectivas, flexibles, del tamaño y funcionalidad que deseen y necesiten sus habitantes. Todas tendrán soportales para la sombra y la lluvia, todas tendrán un invernadero bajo cubierta que restituya el suelo rústico que ocupa su planta, donde producir cosechas de alimentos todo el año, que sumados a los producidos en el huerto-jardín comunitario, acercarán a la autosuficiencia alimentaria de sus moradores. Sus tejados captarán el agua de lluvia, sostendrán eficientes aerogeneradores eólicos y tejas fotovoltaicas, similares a las cerámicas que cubrirán las  fachadas y las cubiertas de soportales y cobertizos, que producirán la energía eléctrica necesaria para la vivienda y para la movilidad motorizada de los vecinos. Casas que tendrán espacio personal  de uso múltiple, para taller, oficina o comercio; serán casas habitables y productivas, útiles y confortables, donde disfrutar de la convivencia, del ocio y del trabajo personal, autónomo y comunitario. La manzana dispondrá de espacios colectivos para el encuentro cultural y festivo, para el trabajo cooperativo y para la ayuda mutua en el cuidado de niños, ancianos y enfermos.  Las manzanas formarán plazas y en las plazas sólo circularán peatones y ciclistas.

Nunca más nuestras casas serán el último refugio para el trocito de vida que nos queda después del trabajo asalariado (la esclavitud en su forma actualizada) que, por fin, habrá desaparecido. Alégrense, pues, los urbanistas y arquitectos con conciencia, que ya no se verán obligados por el mercado a diseñar  urbanizaciones aisladas, con grandes casas aisladas, estúpidamente lujosas, a la par que ecológicas, para clientes aislados y tan exclusivos como estúpidos. Se librarán, por fin, de negocios tan inmorales como el de diseñar barrios verticales y “viviendas sociales” destinadas a endeudar de por vida a las clases pobres, medias y pringadas.

El estallido de la burbuja inmobiliaria junto con la crisis financiera actual ha provocado un inmenso paro que ha colocado en la cruda intemperie a estos oficios de la arquitectura y el urbanismo. Y, sin embargo, este tiempo muerto es una gran oportunidad para desarrollar su conocimiento técnico y su imaginación creativa, porque podrían utilizarlo  en imaginar cómo serán las ciudades democráticas, en anticipar  el diseño del mundo postcapitalista que surgirá de las ruinas de Wall Street…podrían dedicarse, por ejemplo, a diseñar manzanas.

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