La resistencia frente a la reforma laboral impuesta por el
gobierno, va a juntar en la calle a movimientos sociales tanto reformistas como
alternativos. La inercia cultural y mediática le va a otorgar a los sindicatos
el protagonismo de esa resistencia. Vale, es la cuota que hay que pagar por
lograr el objetivo inmediato, el de frenar al máximo la brutalidad de una
reforma que traerá mucho sufrimiento a millones de personas. Quienes afrontamos
esta resistencia desde posiciones alternativas sabemos que el objetivo a largo
plazo -la emancipación de las personas del yugo del trabajo asalariado- seguirá
pendiente y que ahora el máximo posible es reducir cuanto más mejor los efectos
que esta brutal reforma tendrá en la
calidad de vida de la gente trabajadora, condenada a vender su fuerza de trabajo
en condiciones de extrema precariedad, destapando sin disimulo la naturaleza
esclavista del sistema productivo capitalista.
Estar en la calle, junto a los
sindicatos, no debe crearnos problemas de conciencia a quienes conocemos cuál
es la naturaleza política de estos aparatos sindicales, perfectamente integrados
en el sistema; no hay más remedio, es inevitable. Pero este peaje, planteado como necesidad
coyuntural, no debe hacernos perder la
perspectiva política general. Los sindicatos mayoritarios que intentarán
encabezar la protesta en la calle –CCOO y UGT- sabemos que no estarán ahí cuando
el enfrentamiento se produzca –no sabemos cuándo- en la verdadera y esencial batalla, cuando lo que se cuestione no
sea una reforma laboral, sino la abolición del trabajo asalariado.
Por tanto,
cuando en la calle nos encontremos en los próximos días, conviene no olvidar esa
perspectiva general de la lucha política. Para refrescar la memoria histórica y
la conciencia sobre estos sindicatos, quizá convenga estar mejor informados
sobre cómo han sido atrapados e integrados en el sistema capitalista mediante
su dependencia de la financiación estatal:
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