Gadafi con Berlusconi, Sarkozy, Medvédev,
Obama y Ban Ki Moon
en julio del 2009, en la cumbre del G-8
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Me permito plagiar el título de un reciente y recomendable artículo de Raúl Zibechi, publicado por el periódico mejicano “La Jornada ” y reproducido por la revista digital REBELIÓN.
*Vicenç
Navarro precisa en SISTEMAS Digital,
que “una de las causas de las movilizaciones en el mundo árabe fue la
aplicación, por parte de las élites gobernantes, de políticas neoliberales que
afectaron negativamente a las clases populares”, además de alertar sobre la
manipulación informativa de los grandes medios dominantes, que están poniendo
especial énfasis en transmitirnos que todas estas movilizaciones no tienen nada
que ver con la crisis sistémica del
capitalismo y presentándonos como “nuevos agentes del cambio social” a jóvenes
estudiantes diestros en el manejo del Facebook, ignorando por completo que esos
jóvenes –griegos, árabes y norteamericanos- pertenecen a la clase trabajadora; como
el joven tunecino -Mohamed
Bouazizi- que se inmoló a lo bonzo, absolutamente desesperado por no encontrar
trabajo ni modo de supervivencia, y que fue la espoleta para avivar la llama
del levantamiento popular en Túnez. No se trata de una situación nueva, como
nos quieren hacer creer; lo que es nuevo, como dice Vicenç Navarro, es “el olvido de las categorías de análisis -como
clase social y lucha de clases-, categorías consideradas como superadas y anticuadas”,
cayendo con ello en una simplificación, dirigida a crear una imagen interesada
de las revueltas, haciéndonos creer que están promovidas por jóvenes
estudiantes, armados de móviles e internet.
Por
su parte, el presidente Obama ha concretado
la que será la posición de los EEUU respecto de los movimientos de insurrección
popular en el mundo árabe, que se resume en una estrategia dirigida a “blindar a las democracias emergentes”, lo que parece muy bien intencionado,
pero que traducido al castellano, viene a significar “meter en el carril de las
democracias capitalistas, lideradas y controladas desde Washington”.
*Sin
dejarme distraer por las noticias periféricas
y prevenido contra la manipulación mediática, mis propias y provisionales
conclusiones me llevan a pensar que las
cuestiones clave de la histórica revuelta árabe de 2011, a la que estamos
asistiendo, bien pudieran ser:
-Que se producen en un contexto histórico y geográfico
internacional de reacción popular contra la crisis global y sistémica del capitalismo.
-Que, sin olvidar las grandes diferencias locales existentes, los
levantamientos en el mundo árabe tienen en común que demandan “democracia y
trabajo junto a derechos sociales y económicos básicos”, que nada
tienen que ver con la religión, sino con el hartazgo de las jóvenes clases
trabajadoras de esos países, por la falta de democracia, por la corrupción de
sus gobiernos y, sobre todo, por las políticas liberales que están aplicando en
perjuicio de los más desfavorecidos.
-Que se trata de una revolución cívica y democrática,
que representa una apertura del nacionalismo islámico hacia la izquierda y una oportunidad
de alcance histórico para el emergente
socialismo panárabe.
-Que son movimientos solidarios,
nacionalistas y anticoloniales, depositarios de una larga tradición
antiimperialista, consolidada en torno a Palestina e Iraq.
-Que con las revueltas árabes, la crisis
capitalista y global entra en una fase imprevisible, protagonizada por un
factor nuevo, “el poder popular”, que la gente de todo el mundo ha podido ver
“que existe y que funciona” y que, de momento, no parece controlado por las
oligarquías nacionales ni por las corporaciones multinacionales.
-Que algo similar puede suceder en
cualquier parte del planeta y que es previsible que la crisis y descomposición progresiva del sistema
capitalista se lleve por delante a muchos gobiernos y a algunos estados, porque
entramos en una fase de descontrol y caos generalizado, que precede a un mundo nuevo.
Y que, en definitiva, “no es momento de
hacernos los distraídos”, porque la situación nos emplaza a hacer una profunda
opción ética que, sin duda, cambiará nuestras vidas. No hay otro camino que
estar con la gente más débil, con los desposeídos de la tierra, con los que más
necesitan ese mundo nuevo que, como nunca, se nos muestra hoy como una inquietante oportunidad al
alcance de la mano.
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