domingo, 27 de febrero de 2011

CONTRA LA IDEOLOGÍA DEL EMPLEO


                
“…tan pronto deja de existir alguna coacción física o de cualquier otro tipo, se huye del trabajo como de la peste” (Karl Marx, Manuscritos económico-filosóficos, 1844)
“Es difícil hacer que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda" (Upton Sinclair, 1878-1968)   
“Cualquier trabajo es mejor que ninguno” (Bill Clinton, 1998).    

Como consecuencia de la revolución tecnológica, la producción de bienes y servicios precisa cada día de menos mano de obra, de menos trabajo. Quien no es capaz de vender su fuerza de trabajo es considerado como excedente y, como tal, es enviado al vertedero social. El que no trabaje no come, se dice cínicamente, precisamente cuando el trabajo parece más innecesario. El capitalismo ha convertido el trabajo en una paranoia. Está empeñado en prolongar artificialmente la vida de un enfermo terminal que ya huele a muerto. Cuando falta el trabajo, la culpa es de la crisis de turno –de tal sector, de tal país- pero, en todo caso, siempre se traduce en un problema subjetivo de quien padece su falta, de los excluidos. Hay que producir para crear empleo, porque con éste vendrá el consumo, que es necesario para poder seguir produciendo…aunque sean cosas absurdas, innecesarias y hasta dañinas para la vida humana… hay que producir, el capitalismo no puede dejar de producir absurdamente,  en la misma medida que no puede renunciar a la tecnología  que le aporta competitividad y rentabilidad, pero que destruye el empleo (no digamos empleo razonable: para producir cosas razonables a cambio de salarios razonables). Y todo ello –con toda la miseria y  el sufrimiento humano que conlleva-, para mantener el  tinglado del poder de una minoría de humanos, basado en la apropiación de los recursos, en su exclusivo y privado beneficio. 
Es así como funciona el mundo capitalista, el único mundo que existe de momento, gobernado por economistas psicópatas, empleados a sueldo por sumisos y/o corruptos políticos, a su vez  asalariados por los propietarios de la Tierra y sus grandes y estrafalarias corporaciones financieras. A pesar de la manifiesta irracionalidad de todo el sistema, se ha impuesto una lógica natural, evolutiva, darwiniana, que encuentra explicación en la selección de los elegidos, de los que se salvan, en su capacidad para adaptarse a las leyes del mercado. Ser emprendedores es la nueva consigna: debemos crear nuestro propio empleo, pondré un buen ejemplo, como el de los niños que venden paquetes de pañuelos en los semáforos de las grandes urbes del mundo; debemos ser emprendedores como ellos, resistir a la competencia, triunfar sobre el marketing y la globalización. Y mientras, los recursos del planeta son usurpados, explotados en tanto son útiles y productivos, hasta ser arrasados y bandonados, sin cuidado, sin importar las secuelas de hambre y miseria que propicia tal despilfarro, que ya vienen detrás los basureros sociales, las mafias, la policía, la enfermedad, las cárceles, el crimen, la depresión, la soledad, quizá el suicidio,... que ya vienen recogiendo los desperdicios humanos. 


Hay una izquierda nostálgica, a la que le gustaría volver al tiempo del empleo de masas, y que aún siendo anticapitalista, comparte con el enemigo la misma ideología sobre el trabajo. Y los unos con los otros, unidos por la misma perversión religiosa que les lleva a adorar a la momia del Empleo, reservan al Estado la tarea de mantener viva la llama del trabajo cuando éste falta, mediante “la orientación, la formación y el subsidio”.
“Antes los hombres trabajaban para ganar dinero. Hoy en día el Estado no repara en gastos para que miles de personas simulen el trabajo desaparecido en peregrinos talleres de entrenamiento y empresas ocupacionales, a fin de mantenerse en forma para puestos de trabajo normales, que no van a conseguir nunca. Cada vez se inventan medidas nuevas y más estúpidas, solamente para hacer ver que la calandria social, que gira vacía, puede seguir funcionando eternamente. Cuanto menos sentido tiene la obligación de trabajar, tanto más brutalmente se machaca a la gente con la idea de que tiene que ganarse el pan con el sudor de su frente” (del “MANIFIESTO contra el trabajo”, del grupo Krisis). 

Hablábamos ayer de revueltas populares  que claman en demanda de trabajo y democracia, está bien, está bien, ...por algo se empieza, es la primera idea que se nos viene a la cabeza, pero acabaremos dándonos cuenta de que el trabajo, tal y como lo conocemos actualmente, al modo capitalista, es una idea sin ningún futuro, que renace muerta en cada manifestación, en cada nueva revuelta. Estamos obligados a organizar nuestra economía colectiva de otro modo, pensando en nuestras vidas y en nuestra dignidad, buscando las razones profundas por las que nuestro conocimiento y capacidad  para producir cosas, eso a la que llamamos  trabajo, se ha convertido en salario-mercancía, un bien cada vez más escaso y en claro proceso de extinción. ¿Qué es lo que nos ha ocurrido de repente para que se pare el mundo, es que las personas ya no sabemos construir casas, producir alimentos, escribir novelas, diseñar muebles, cortar el pelo, criar niños…? ¿Qué trastorno es éste que nos merma la inteligencia, que nos endurece el corazón y paraliza nuestros cuerpos? 

1 comentario:

carlos casado dijo...

Es muy cierto que está ocurriendo lo que tu bien describes.. pero creo hacen falta unas generaciones para que la gente se adapte a sobrevivir un trabajo asegurado.. como hasta ahora.. que los trabajos existen..y sabemos cuantos y cuales son.. y teníamos la posibilidad de optar a ello preparándonos específicamente para ellos. y que se sea capaz de buscarse la vida según sus circunstancias..habilidades y necesidades del mercado.
mientras sigan saliendo de los centros de estudios mas preparada para algo que no se necesita.. y cada vez haya mas gente sin ninguna preparación.. (escolar.que es peor todavía)nada se va a conseguir.