miércoles, 26 de noviembre de 2025
jueves, 13 de noviembre de 2025
REFORESTAR LA IMAGINACIÓN
jueves, 6 de noviembre de 2025
UNA INTELIGENCIA ARTIFICIAL PARA SIMIOS IDIOTAS Y AUTÓMATAS
“No corresponde que ciertos ingenieros desconectados de la
realidad tengan la
llave del destino de la humanidad y que, encima, entren caminando por
una alfombra roja” . (Eric Sadin, sobre la IA, en la Feria del Libro de Buenos Aires,
2023).
¡Qué menos que una mínima ilustración radical, a modo de humanismo general básico...y qué menos que una mínima democracia! (Antón Dké, 2025)
Primero fue sustituido el pensamiento reflexivo por el periodismo de twits o titulares, que sirviera de precedente inspirador de las redes sociales, las que a su vez trajeron el metaverso y la IA. Nos
dimos cuenta de las cosas cuando ya era tarde, por eso que ahora estemos forzados a intentar
captar y entender el engendro de la IA que se nos viene encima.
Acabo de preguntarle a la IA de quien es esta frase (yo sé que es de Eric Sadin) (1): “En el momento en el que las tecnologías dotadas de capacidad de habla se consolidaron y todos nos acostumbramos a que nos hable un o una asistente con una voz humana y agradable, resultó un sistema de consulta y conversación del que esperamos la verdad". Y la IA me responde ésto: "El autor de esa frase es Pedro García Cuartango. La cita proviene de un artículo de opinión titulado "Dios no ha muerto" publicado en el diario ABC". Busco y leo ese artículo y compruebo que ni la frase es de ese periodista, como que su artículo nada tiene que ver con mi pregunta ni sobre la IA. Deduzco por eso que esa respuesta artificial es menos inteligente que un diálogo entre besugos, algo así como cuando mi abuela Rosa me decía: "anda, manguán (2), no me mezcles la velocidad con el tocino".
Entre quienes
investigan las relaciones entre tecnología y sociedad, me interesa Eric Sadin, el filósofo francés que ha trazado en sus libros un diagnóstico -que yo comparto- a partir del impacto que los artefactos tecnológicos
producen en las actuales masas de homo sapiens, mi especie, que es la mayoritaria (con cerca de 8.500 millones de individuos en la actualidad) entre los simios pertenecientes a la familia "hominidae", que incluye a orangutanes, gorilas, chimpancés y bonobos.
Ya en 2011, un joven filósofo francés, Eric Sadin, con solo 38 años de edad publicaba "La sociedad de la anticipación. La Web Precognitiva o la ruptura antropológica", mientras por estos lares mucha gente, y yo mismo, andábamos enzarzados en las asambleas del 15M. Era, ciertamente una anticipación de toda su obra posterior dedicada a la cuestión tecnológica y la IA. En ese libro reflexionaba sobre la dimensión antropologica y supuestamente fundamental y consustancial, que hace de la vida humana algo indeterminado, impredecible y azaroso, "que se está desvaneciendo gradualmente en favor de modos de existencia discretamente administrados y gobernados por robots dotados de inteligencia
adivinatoria". A comienzos del siglo XXI, ya nos dominaba un deseo prometeico de querer
anticipar el curso de las cosas con la mayor precisión posible. La Sociedad de la Anticipación analizaba el
surgimiento de una socialidad dotada de poderes técnicos que producen vértigo, buscando asegurar y optimizar el dominio, "ahora
posible", sobre el futuro, modificando gradualmente nuestras relaciones
históricas con el resto de humanos (los otros), además de con el tiempo y el espacio.
A ello dedica Eric Sadin todo su pensamiento y todas sus publicaciones: "Supervisión global. Encuesta sobre las nuevas formas de control
(2009), La sociedad de la anticipación (2011), La humanidad aumentada
(2013), La vida algorítmica (2015), La silicolonización del mundo
(2016), La inteligencia artificial o el desafío del siglo (2018) y La era del individuo tirano (2022).
"El abandono de nosotros mismos" es su último libro, recién publicado con el subtítulo de "El punto de inflexión intelectual y creativo de la inteligencia artificial", editado por l'Echappée, que lo presenta como "un análisis meticuloso y crítico de las características de la IA generativa, así como de la ruptura antropológica que supone".
Según Eric Sadin, las consecuencias sociales, culturales y civilizatorias que ésto acarreará son fundamentalmente estas tres:
-"Primero, las tecnologías que generan un pseudolenguaje —matematizado, estadístico y estandarizado— están al alcance de todos, destinadas a convertirse en hegemónicas.
-Segundo, ya no conoceremos la naturaleza ni el origen de una imagen. Surge una era de indistinción generalizada, plagada de numerosos peligros a medida que crecen el resentimiento y la desconfianza.
-Tercero, los dispositivos realizarán un número cada vez mayor de tareas cognitivamente exigentes, con mayor rapidez y, supuestamente, con mayor eficiencia que nosotros. Como resultado, un cambio radical azotará los sectores de servicios y cultura".
Yo también tengo muy claro que vivimos un momento de extrema gravedad, mientras estamos siendo pasivos espectadores de cómo nuestro mundo y modos de vida son automatizados a toda prisa (téngase en cuenta que el chat GPT fue presentado hace solo 3 años (2022). Por supuesto que nada tiene que ver la IA con proyectos mínimamente democráticos y sociales, sino que más bien es el resultado de una concreta visión ideológica (transhumanista) de unos cuantos ingenieros, junto a la ambición capitalista de las multinacionales que integran el actual imperio tecnológico.
Este libro de Eric Sadin me parece a mí que es toda una defensa cuasiagónica de las facultades propiamente humanas, además de una advertencia cargada de razones ante el riesgo cierto que corremos, de pertenecer -en apenas una década- a una humanidad que el autor califica como "ausente de sí misma".
A la espera de poder leerlo pronto en lengua castellana, he repasado algunas de las muchas reseñas en francés que están apareciendo estos días en los que se suceden las presentaciones del libro. Por ejemplo, Elea Cauvin, en Le Fígaro del 30 de octubre de 2025 dice: "La AI nos esclavizará, el manifiesto profético de Eric Sadin: ante el fundamentalismo de la IA, el autor nos invita a levantarnos para salvar los
escombros del alma que sobrevive en nosotros".
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| Imagen que ilustra el artículo de referencia (revista digital Mare Nostrum) |
Y en especial, me ha parecido interesante esta reseña de Mare Nostrum (3): "Inteligencia artificial: hacia la desaparición programada de los humanos: ¿Y si la revolución tecnológica enmascarara una disolución silenciosa, una desertificación lenta e inexorable de nuestro ser interior?
Del libro de Eric Sadin se dice en esa reseña que "es un acto político, más que un ensayo: una disección de la humanidad en proceso de desintegración. Oscilando entre una alegoría inaugural, una crítica radical de las nuevas estructuras de poder y un diagnóstico antropológico de nuestra desvitalización, la obra teje un hilo narrativo implacable, el de la deliberada eliminación del lenguaje humano".
A mí lo que más me interesa del libro es su relevancia política, la de un pensamiento crítico en el que Éric Sadin ofrece un mapa
preciso de nuestra propia desposesión, en el sentido que yo acostumbro a decir: a escala individual y de especie.
En esa misma reseña, se dice también que el autor "revela los mecanismos ocultos del fundamentalismo digital. En lugar de lamentar los síntomas, Éric Sadin examina la estructura misma del problema. Su libro comienza con la parábola del ruiseñor, ese virtuoso del canto que, seducido por autómatas que producen melodías sin esfuerzo, elige la comodidad en lugar del arte. Este prólogo al drama revela la matriz de nuestra servidumbre voluntaria, esa preferencia por la pasividad que impregna toda la crítica del filósofo".
En ese texto se añade que el núcleo del discurso fundamentalista de la IA, es desmantelado por Eric Sadin mediante un formidable análisis, en el que éste identifica los cinco pilares que sustentan esta nueva religión secular:
"-Primero, líderes políticos fascinados, que actúan como fervientes promotores de un poder que los supera y al que financian con miles de millones de dólares.
-Segundo, un «mundo interno» —ingenieros, investigadores, emprendedores— que, fingiendo preocupación por los posibles riesgos mediante discursos sobre «ética», aceleran implacablemente el proceso.
-Tercero, los economistas, los nuevos teólogos del crecimiento, para quienes la automatización es un destino inevitable y deseable.
-Cuarto, los comités y organismos oficiales, los garantes morales del sistema, cuyos estrechos vínculos con los actores de la industria tecnológica constituyen un conflicto de intereses sistémico.
-Finalmente, los medios de comunicación, que, por fascinación o falta de distanciamiento crítico, transmiten incansablemente las declaraciones de quienes ostentan el poder. A estos cinco pilares, Éric Sadin añade un sexto, invisible y quizá el más poderoso de todos: "la gran ilusión de la regulación". La regulación, explica, se limita a avalar la lógica que pretende controlar, razonando dentro del marco utilitarista de la relación beneficio/riesgo, sin abordar jamás la cuestión fundamental de la ruptura antropológica y civilizatoria".
El habla humana fue reemplazada por cálculos de probabilidad estadística: En el centro de este proceso se encuentra un actor clave: el lenguaje. Éric Sadin acuñó el concepto de «tanatólogo» para designar este lenguaje muerto, este pseudoverbo de las inteligencias artificiales generativas. No se trata de una herramienta nueva, sino de un «antilenguaje» basado no en la intencionalidad, la ambigüedad o la singularidad del sujeto, sino en la correlación estadística y la probabilidad. Este lenguaje de conformidad, que tiende a reproducir lo ya dicho, empobrece nuestra comprensión y sofoca el pensamiento.
Creencia excesiva y estupidez generalizada: el caos político que se avecina. La consecuencia de esta doble desposesión —del poder político y del lenguaje— es una profunda transformación antropológica que Éric Sadin denomina «anhumanidad» . No se trata del fin de la humanidad en el sentido poshumanista, sino del advenimiento de una humanidad vacía de sustancia, desvitalizada. Es el retrato de seres retraídos, espectadores de su propia existencia, satisfechos con su pasividad asistida.
Esta atrofia de la acción individual tiene consecuencias políticas devastadoras. Éric Sadin muestra cómo la destrucción de los puntos de referencia compartidos y la atomización de los individuos en sus burbujas de certeza crean un terreno fértil para un nuevo tipo de violencia. Lejos de la guerra convencional, se trata de una «guerra de estupideces colectivas», una guerra de dogmas y creencias excesivas, donde la imposibilidad de diálogo conduce a la negación del otro. La crítica a la violencia política que emerge es sutil y poderosa, y nos recuerda que la erosión de los controles y equilibrios (la prensa, el poder judicial, el conocimiento crítico), amenazados por esta ola, deja el campo abierto a todas las formas de autoritarismo. El estilo de Éric Sadin, a menudo polémico y profético, es en sí mismo un arma. Frente a la prosa neutral y desvinculada de la tecnocracia, opone un estilo visceral y comprometido, donde cada frase es una declaración de opinión. No solo describe, sino que recalca su punto de vista con vehemencia. Su retórica del colapso es una estrategia para despertar conciencias anestesiadas.
Quienes afirman -como se dice de otras muchas tecnologías- que el problema no reside en la herramienta en sí, sino en cómo la utilizamos los humanos, incurren en una grave y pésima interpretación. No ven que no es una herramienta neutral, sino un sistema diseñado, financiado y desplegado por un complejo tecnocapitalista con su propia agenda, que consiste en automatizar oficios y profesiones, capturando toda la atención para moldear el comportamiento y, en última instancia, desmantelar toda posibilidad de reflexión y deliberación.
A estas alturas, preguntarse si la máquina «piensa» es una posición
superficial que desvía la atención de las preguntas esenciales: ¿quién se beneficia de éste sistema y qué tipo de mundo produce?. No hacerlo demuestra que no hemos comprendido ni la
naturaleza sistémica, ni las implicaciones políticas del fenómeno.
Así se concluye en esa reseña del libro que "a diferencia de una filosofía que prefiere ofrecer diagnósticos elegantes del paciente sin llegar a operarlo, la obra de Éric Sadin es un acto quirúrgico. No adormece el dolor, lo revela; no comenta la gangrena, la disecciona. Un manual de supervivencia para una sociedad en peligro".
Epílogo
A la espera de una próxima lectura en castellano de este ultimo libro de Eric Sadin, presiento que, aún estando muy de acuerdo en el análisis, echaré de menos, otra vez más, un pensamiento estratégico que plantee y arriesgue una propuesta política, además de filosófica y moral, un llamamiento a la acción que sirva para evitar el estado de melancolía que nos queda después de la crítica, para que el deseo de rebelión pueda prender, como proyecto político integral, antes de que el proceso histórico sea definitivamente irreversible.
Insistiré una vez más que esa reversión será imposible sin antes entender que el núcleo del Sistema que criticamos no está solo enfrente, en la clase dominante, sino que nos habita como especie. No es posible mientras no abordemos la revolución necesaria como un proceso permanente de "evolución perfectiva", que ahora permanece atascado -desde el Neolítico-, cuando comenzamos a instituir nuestras sociedades a partir de nuestros instintos animales más primarios, empleando como "principios políticos" los instintos de jerarquía y propiedad: social, sexual y territorial.
Siempre seremos simios, no cabe duda, porque esa es la naturaleza original de nuestra especie "homo", pero digo yo que cabe esperar una mayor inteligencia "natural", antes que esa artificial (IA) preparada para perpetuar nuestra animalidad más primaria, enfocada en "perfeccionar" el mismo sistema de dominio sobre la especie y el planeta, todo un sofisticado y radical "cambio" que no cambia, sino que perpetúa el mismo Sistema institucional de origen neolítico: el de la Propiedad (territorial y reproductiva), culminante en un Estado crónico de división identitaria, según sexo, raza y clase...y eso, desde hace no menos de diez milenios.
Lo que la IA viene a perfeccionar es el Sistema de dominación, haciendo del simio común un perfecto "idiota", en el sentido griego de este calificativo, un individuo perfectamente apolítico, desinteresado por lo público y comunitario, alguien perfectamente anónimo y sumiso, como un autómata de cuerda, del siglo XVIII, o como un autómata ciborg (4) del siglo 21.
En lo que no voy a estar de acuerdo con Eric Sadin, seguro, es en su afirmación de que "la IA modificará la naturaleza del ser humano" (5). No, porque yo pienso que la tecnología de la IA no es "mala e irreversible por sí", como tecnología, sino por su carga ideológica, continuista del sistema propìetario y jerárquico de dominación que ha marcado la historia humana y frenado su evolución en los últimos siglos. Podríamos desarrollar una tecnología similar con principios radicalmente opuestos.
Lo que yo pienso es que, de no cambiar los "principios" constituyentes de nuestra relación con la sociedad y la naturaleza, ésta seguirá siendo la propia de un simio escasamente evolucionado, detenido en el Neolítico. Lo que hará la IA del Sistema estatal/capitalista, si antes no lo impedimos, es desactivar toda posibilidad de "inteligencia-social-integral", ecológica y política, toda posibilidad de pensamiento propio y de futuro, de vidas autónomas y de organización comunal de nuestras sociedades en modo de autogobierno en asambleas convivenciales de iguales, o sea: el viejo proyecto humano de "dignidad y democracia real".
Solo el olvido de ese proyecto es lo que devendrá en un abandono de nosotros mismos y en la definitiva domesticación de nuestra especie.
Notas:
(1) Eric Sadin: https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%89ric_Sadin
Su web: http://ericsadin.org/
(2) Manguán, en el Diccionario General de la Lengua Asturiana: torpe, desmañado, holgazán, negligente, descuidado, desocupado, poco útil para el trabajo, que no pone atención en lo que hace, sin oficio, que no trabaja, pelitrique, con poco juicio, sin responsabilidad, sinvergüenza, mangante, golfo, pendenciero, pusilánime, apocado. Ejemplos: 1. El mui manguán nun fixo nada en tol día. 2.Labraor gordu o ta malu o ye un manguán.
(3) Mare Nostrum, revista digital que publicó el artículo "Inteligencia artificial: hacia la desaparición programada de los humanos".
(4) El término "Cíborg", según la propia IA, "es acrónimo del inglés Cybernetic Organism y se puede referir a personas con implantes médicos, como un marcapasos, como a ficciones que fusionan la biología con la tecnología avanzada para crear superhumanos".
(5) Esta afirmación la hizo Éric Sadin durante la primera jornada del Evento Tendencias, organizado en 2024 por El País en el Teatro Real del Retiro (Madrid).
lunes, 27 de octubre de 2025
CIEN VISTAS DEL MONTE FUJI
“He publicado infinidad de dibujos; pero estoy descontento de todo lo que he producido antes de cumplir los setenta años. Fue a la edad de los setenta y tres cuando comprendí más o menos la forma y verdadera naturaleza de los pájaros, de los peces, de las plantas, etc. En consecuencia, a la edad de ochenta años habré hecho muchos progresos, llegaré al fondo de las cosas; a los cien, un punto o una línea, todo estará vivo. Pido a los que vivan tanto como yo que vean si mantengo la promesa”.
Katsushika Hokusai, postfacio a Cien vistas del monte Fuji, 1834
Tres de las 102 viñetas del libro “Cien vistas del monte Fuji”, de Katsushika Hokusai
Eso
mismo me está pasando, y a la misma edad que le sucediera a Hokusai.
Y pienso que también le pasa a mucha gente, que a medida que nos
hacemos viejos empezamos a tener algunas certezas sobre lo que
pudiera ser èsto del vivir y el habitar un mundo, al tiempo que un
lugar, y hasta cierto entendimiento de lo que sucede a nuestro
alrededor...a buenas horas mangas verdes, decimos por costumbre cuando presentimos que
nos queda poco tiempo y la vida reclama una prórroga. Y es que
antes de llegar a la vejez, aunque lo intuyamos, no acabamos de entender
que nuestra principal diferencia respecto del resto de especies
consiste en que los humanos somos los únicos animales que viven sabiendo que
van a morir. Lo que no es una diferencia pequeña.
Por mucho que lea, escuche o vea, lo que más puede en mí es una intuición poderosa que proviene, seguro, de una especie de fondo o sedimento vital, producto de la experiencia acumulada en ese montón de años que cargo con creciente pesadumbre, lo reconozco, sí, porque los huesos me duelen cada día un poco más y tienden a respetarme solo si me humillo y camino algo encorvado, un poco más cada día.
No tengo una clara conciencia del día que entré en la vejez, pero tuvo que ser después de entrarme esta obsesión que tengo con la idea de un mundo nuevo y comunal, “del común y lo común”, construido a partir de un pacto de especie...es una poderosa obsesión como la que le supongo a Hokusai con el monte Fuji: una idea fija que te absorbe el pensamiento y toda tu creatividad hasta en sueños, que te tiene como sumido y preso de una fiebre constante en el tramo final de tu vida, una pasión compulsiva que sin parar te dice date prisa, date prisa, dilo, dilo y déjalo por escrito, que mañana igual se hace tarde, o ya no recuerdas, o ya no llegas ni puedes.
Composición, a partir de la Gran Ola de Kanagawa y el monte Fuji, de Hokusai, y la Noche estrellada de Van Gogh.
Obsérvese que al fondo de la Gran Ola amenazante se vislumbra la pacífica silueta nevada del monte Fuji, siempre omnipresente, estableciendo obsesivamente un contraste radical entre movimiento y serenidad, lo mismo en el cuadro que en todas las 102 escenas de su obra “Cien vistas del monte Fuji”.
La composición del cuadro de Hokusai nos coloca en posición de observadores detrás de la ola gigante, capturando el preciso instante que precede al desplome de esa inmensa masa de agua que tiene la envergadura de una gran montaña. Ese instante me parece a mí muy similar al que vivimos hoy en día, mirando atónitos cómo nuestro mundo está a punto de ser arrasado ante nuestra paralizada e impotente mirada.
Es curioso y muy sorprendente lo que sucede con el arte de Hokusai, el artista que habiendo roto con el convencionalismo de la tradición japonesa por influencia de la pintura paisajista europea -concretamente holandesa- rompió con esa tradición al integrar en su arte los paisajes y las actividades rurales, junto a una técnica de largas perspectivas y presencia constante de asuntos cotidianos, lo que en realidad era muy poco frecuente en el arte japonés practicado en su tiempo, a caballo de los siglos XVIII y XIX. Digo que es sorprendente, porque desde Europa se vió la “Gran Ola de Kanagawa”, la más conocida obra de Hokusai, como la quintaesencia del arte japonés y en un rizo de paradojas incluso hubo expertos en arte que llegaron a afirmar que Van Gogh se había inspirado en la Gran Ola de Hokusai al pintar en 1889 su obra "La noche estrellada", donde puso nubes que parecen grandes olas a punto de romper en un cielo oceánico montado sobre un mar de girasoles.
Este paradójico vaivén entre Occidente y Oriente me sirve de ejemplo que ilustra muy bien lo des-orientado que anda nuestro occidente europeo, que ve orientes y orientalismos por todas partes, como ausente y extranjero de sí mismo, una Europa que todavía se cree un continente contra lo que dicen sus propios mapas, que la sitúan en la pequeña parte atlántico-mediterránea del gran continente euroasiático, ignorante de su condición “oriental” respecto del actual imperio USA. Quizá, digo yo, sea por disimular sus viejas vergüenzas coloniales o su condición actual de provincia imperial.
Desde
que empecé a subir montañas a temprana edad, allá donde he vivido tuve siempre mi
propio monte Fuji como horizonte y referencia espacial y vital, sin que fuera algo premeditado. Fue el pico de Midi d`Ossau (2884m) mientras vivía en los Pirineos junto a la frontera del Somport, el pico Almanzor (2591m) durante
los muchos años que anduve habitando y escalando por las gargantas y circos de la Sierra de Gredos, y desde hace más de treinta años son los picos Espigüete (2450m) y Curavacas (2524m), por ahora y mientras viva aquí, en la Montaña Palentina.
Mi monte Fuji no es solo una montaña, es también una poderosa intuición que guía mi pensamiento en este tramo final. Por eso sé (sin saber cómo) que por primera vez en la historia de la humanidad, es ahora, en estos mismos días de máxima incertidumbre y confusión ideológica, cuando empezamos a vislumbrar una mínima conciencia universal y de especie, que nunca antes fue posible, ni lo será del todo mientras sigamos habitando la Tierra con mentalidad de consumidores o propietarios, repartidos y aislados en solares nacionales, cada cual vivíendo en su raza y nación particular, en sucedáneas comunidades estatales, burocráticas, comerciales y militares, indemocracias todas, naciones y personas abriéndose paso a codazos en este mundo-mercado, a la caza de Grandes Rebajas.
Y
ésta es la paradoja inversa de la globalización capitalista en que
vivimos, que aunque haya que esperar una década a que pase el tsunami
neofascista que hoy recorre el mundo, este Orden irracional no podrá evitar su propia
autodestrucción sistémica, que ya está sucediendo a
la sombra del falso progreso capitalista, que de tanto andarse por las ramas se ha quedado sin raíces ni sustancia.
Vivimos en un
instante congelado, un tiempo muerto que se parece mucho al fin de la Historia que vaticinara Francis Fukuyama, el filósofo liberal metido
a
vidente y profeta. Pero éste no es sino el momento previo al romper de la Gran Ola. Puedo intuir el
inmenso silencio del espacio vacío que le sigue a ese momento, al que hemos nombrado "colapso", a modo de profecía que espera ser autocumplida.
Si
se observa en sus detalles el cuadro de
la Gran Ola, se verá que aparece al fondo, diminuta,
la serena figura del Monte Fuji como alegoría de ese lugar o país al que en sueños siempre quisimos llegar y habitar. A día de hoy, la enseñanza que yo extraigo, en contra de la oscura lógica de los tiempos que corren, es
que a pesar de tanto ruido y oscuridad, nunca como ahora estuve tan cerca de compartir este sueño/proyecto que yo tengo, de una Tierra Común habitable y compartida que, como el Fuji de Hokusai, a mí me desvela y no me deja morir.








