martes, 8 de septiembre de 2020

LA ALARGADA SOMBRA DE DARWIN

 

                   Parejas distanciadas por el coronavirus podrán verse si demuestran su relación                                  presentando cartas de amor (Agencia Reuters, Copenhague / 27.05.2020)


El hecho de que una teoría tan vaga (el darwinismo), tan insuficientemente demostrable, tan ajena a los criterios que suelen aplicarse en las ciencias empíricas, se haya convertido en un dogma, no es explicable si no es con argumentos sociológicos.  Ludwing Von Bertalanffy 1901-1972)

La vida no conquistó el planeta mediante combates, sino gracias a la cooperación. Las formas de vida se multiplicaron y se hicieron más complejas asociándose a otras, no matándolas. Lynn Margulis, 2002, Una revolución en la evolución.

 

Esta pandemia no es una más, se da en un contexto único y excepcional en la historia humana, en una sociedad-mundo estructurada como nunca antes en torno a un único sistema de pensamiento dominante, basado en la premisa de la competencia generalizada -entre individuos, clases, sexos, empresas, estados, bloques, culturas y civilizaciones- que según este pensamiento actuaría como motor de la evolución, de la vida toda, incluida la humana, de tal modo que la selección natural vendría a justificar “naturalmente” el predominio y supervivencia de los individuos más competitivos. En definitiva, un dogma “científico” incuestionable.


Dado el contradictorio mundo en que vivimos y la fase autodestructiva de la que somos testigos, parece pertinente y hasta obligado hacerse  preguntas tan elementales y coherentes como por ejemplo: ¿en este mundo en descomposición, podemos seguir pensando que la clave de la existencia está en la competencia, en nuestro gen egoísta?,  ¿realmente, somos egoístas por naturaleza y, por tanto, este mundo no tiene arreglo, porque lo manda la naturaleza y, por tanto, cualquier otra posibilidad queda descartada a priori y es pura quimera?

¿Es sólo una quimera lo que afirma un biólogo como Máximo Sandin, disidente de la biología académica, cuando dice que ésta “se encuentra en una situación que resulta contradictoria, no sólo con las reglas más básicas de la práctica científica, sino con el más elemental sentido común. Los progresos en el conocimiento de la naturaleza, el control y la regulación de la información genética han puesto de manifiesto unos fenómenos de una enorme complejidad. Unas redes de interacciones radicalmente diferentes de las antiguas concepciones elaboradas a partir de inferencias indirectas y suposiciones derivadas del desconocimiento de los procesos subyacentes a la construcción y variabilidad de los organismos. Sin embargo, en las revistas científicas y en el ámbito académico se continúan empleando los términos, conceptos e interpretaciones de los fenómenos biológicos basados directamente en las antiguas simplificaciones, que se han mostrado definitivamente erróneas, como si fueran “descripciones objetivas de la realidad”?, ¿o es algo a tener en cuenta?

La “nueva Genética”, basada en observaciones reales sobre los procesos de control y regulación de la expresión génica se ha mostrado radicalmente diferente de la “Genética de la Caja Negra” que conectaba directa y unívocamente rasgos fenotípicos complejos con genes discretos y sigue tratando los rasgos poligénicos de una manera estadística, como si fueran el resultado de efectos aditivos de un gran número de genes esencialmente equivalentes (Carroll, 2000). 

Frente a la vieja concepción de los genes como “unidades de información genética”, rígidamente determinadas en el ADN, cambiantes “al azar” y aisladas del ambiente, la información genética ha resultado ser el producto de complejas redes de procesamiento y comunicación, con unos patrones básicos extremadamente conservados en las que están relacionados multitud de componentes y cuyo resultado final está condicionado por el estado del ambiente celular y es dependiente, por tanto, del ambiente externo.
A la luz de toda esta nueva información, no es necesaria una argumentación muy elaborada para llegar a la conclusión de que los conceptos, los términos y las hipótesis teóricas de la genética de poblaciones pueden ser descartados como método de estudio de la evolución. No estamos hablando de un problema menor, porque se trata de la única base empírica existente de la teoría evolutiva admitida actualmente por la inmensa mayoría de la comunidad científica. (1)

La microbióloga Lynn Margulis propone una respuesta general para la vida, basada ésta en la cooperación y en la asociación. Esto no es nuevo, ya Kropotkin  anticipó que en la naturaleza, además de la lucha mutua, “se observa al mismo tiempo, en las mismas proporciones, o tal vez mayores, el apoyo mutuo, la ayuda mutua, la protección mutua entre animales pertenecientes a la misma especie o, por lo menos, a la misma sociedad (...) de manera que se puede reconocer la sociabilidad como el factor principal de la evolución progresiva”. En la actualidad, el psicobiólogo Michael Tomasello se expresa con igual contundencia: “Los Homo sapiens están adaptados para actuar y pensar cooperativamente en grupos culturales hasta un grado desconocido en otras especies”. ¿Cómo se compagina ésto con la ideología dominante en la ciencia evolutiva, adherida a la “supervivencia del más fuerte”?,¿Y cómo se compadece con un sistema social dominante hoy a escala global, en el que rige la competitividad y la máxima ganancia como única guía de toda su actividad?
Ésta es una de las más grandes contradicciones de nuestro tiempo: dos ciencias contrapuestas, dos interpretaciones de una misma realidad que resultan incompatibles. Nada que ver con la efímera, instrumental y superficial contradicción entre izquierdas y derechas, surgida en la modernidad burguesa, ambas posiciones competitivas dentro de un mismo orden político (estatal-capitalista), al igual que sucede, por ejemplo, entre empresas enfrentadas por ganar poder o cuota de mercado y de las que nadie duda acerca de su igual naturaleza mercantil.

En “Simbiosis y evolución” Lynn Margulis demuestra, con  resultados y pruebas, el origen de la célula eucariótica y de varios orgánulos celulares (mitocondrios, cloroplastos y undulipodios) por asociación simbiogenética de procariotas (células sin núcleo diferenciado). Con estos hechos, las asociaciones simbióticas, la unión de unos organismos para formar nuevos colectivos con propiedades emergentes, se convierten en el principal mecanismo evolutivo, como un factor esencial en la evolución de la biosfera. Los líquenes son el ejemplo más evidente y próximo de este proceso: los simbiontes por separado, el hongo y el alga, muestran y conservan sus características individuales, pero juntos se convierten en un talo con características propias y con capacidades metabólicas y ecológicas inaccesibles desde sus respectivas individualidades. Gaia es la polémica hipótesis que considera la biosfera como un sistema interactivo y dinámico en el que los numerosos y diversificados microorganismos anónimos son responsables del mantenimiento de la temperatura planetaria, de la composición química de la atmósfera, de la salinidad de los océanos, los procesos biogeoquímicos globales: la Tierra como un planeta vivo. En sus “Reflexiones, especulaciones y miradas más lejos”, L.Margulis  integra los argumentos expuestos, analiza las objeciones recibidas y defiende las pruebas acumuladas, todo alrededor de las mencionadas aportaciones científicas, con nuevas perspectivas, con razonamientos contrastados; pero, además, la posición, la sabiduría y la valentía de Lynn Margulis le permiten razonar, muchas veces con una clara intención crítica, sobre la situación actual de la investigación o la pasividad de los investigadores, la política científica y cultural de los gobiernos o la orientación restringida de la financiación oficial, al margen de su profundidad científica. Podrá ser muy heterogénea la opinión sobre las teorías, hipótesis y discusiones que plantea L.Margulis, pero éstas no pueden ser obviadas sin más, sólo porque no representan  la posición mayoritaria, la de la “ciencia oficial”.  Dogma y método científico compaginan mal, no compaginan. 


Pues bien, en esta pandemia estamos asistiendo, dramáticamente, a la imposición de esa visión dogmática, mayoritaria y oficial de la ciencia, una ciencia averiada, en descomposición pareja a la de la sociedad que la profesa acríticamente, dócilmente.
El impulso reproductivo de la vida tiende a hacerse de forma  geométrica o exponencial, por lo que en un mundo finito, el potencial biótico de todos los seres vivos es mayor que los que pueden sobrevivir. Por ejemplo, una sola bacteria de división rápida puede hacerlo cada veinte minutos; si no encontrara límites, en cuatro días de crecimiento alcanzaría la cifra de 2 elevado a 288,   un número mayor que el de protones existentes en el universo.

En consecuencia, la vida es expansión y extinción al mismo tiempo. Darwin dio a este proceso de supervivencia diferencial el nombre de “selección natural”, mientras que Lynn Margulis lo explica así:  “la vida es una extensión del ser hacia la próxima generación, la próxima especie. Es el ingenio para sacar el máximo partido de la contingencia”. Desde este punto de vista, el  impulso de muerte freudiano sólo tiene explicación en referencia al homo sapiens. Las conclusiones del psicoanalista Erich Fromm son bien concluyentes, no se trata de una antagonismo entre dos fuerzas biológicas innatas, sino de un conflicto entre la tendencia en la que reside la esencia de la vida y el fracaso del individuo en tal empeño, por lo que  “la pulsión de muerte tiene que ver con la psicopatología y no, como suponía Freud, con los fenómenos biológicos normales”, o como adelantó Spinoza: “cada cosa, en tanto lo tenga, se esfuerza en preservar en su ser”.

“La selección natural, es decir la capacidad de sobrevivir de un organismo y de producir descendencia, opera a través de las condiciones físicas del entorno y de la interacción con los otros moradores con los cuales ha de coexistir. La selección natural es la que incesantemente elimina a los seres cuya forma, cuya fisiología, cuyo comportamiento y cuya química no resultan adecuados para un medio dado en un tiempo y lugar determinados” (2). Pero las interacciones entre los organismos de la misma especie o de otra, con los que ha de coexistir, y entre especies, pueden ser de muchas maneras, no solo de competencia, como entiende la economía vulgar.



Figura: Interacciones entre organismos (3)


Vayamos a  los virus, entre los que se encuentra el coronavirus covid19, que encaja en la categoría de interacción que llamamos parasitismo, por vivir dentro  de un hospedante que tanto le proporciona una fuente de energía como un hábitat, en ésto se diferencian de los depredadores que viven libremente y a los que la presa les proporciona alimento pero no hábitat. El principio general que se puede establecer es que cuando los parásitos han estado asociados a sus hospedantes largo tiempo, la interacción es moderada y es neutra o beneficiosa a largo plazo. Por esto se explica que un gran número de enfermedades debidas a parásitos y plagas de insectos como los causantes de la mayoría de las pérdidas en agricultura se deben a especies recientemente introducidas o a hospedantes vulnerables (¿nos va sonando?). Así, la selección natural no favorece a los virus “virulentos” o perjudiciales, porque de hacerlo,  tanto el parásito como el hospedante terminarían por extinguirse.

Si en las interrelaciones entre seres vivos en las que alguien pierde (lo que es inevitable en esa tensión entre proliferación y límites naturales), y si  tanto la cooperación como la coexistencia tienen algo o mucho de beneficio mutuo, podemos concluir que la vida es un proceso de expansión, extinción, pero sobre todo de simbiosis (4) teniendo en cuenta las muchas relaciones de mutualismo existentes.

Los fósiles más antiguos de bacterias (células procariotas, sin núcleo) datan de hace 3.500 millones años, en cambio los fósiles más antiguos de eucariotas (células con núcleo, las de hongos, animales y plantas) solo tienen 800 millones de años. A pesar de su enorme antigüedad, las bacterias han sido completamente desconocidas la mayor parte de la historia humana. Pero lo más llamativo es que además de ser las unidades básicas estructurales de la vida, también se encuentran en todos los demás seres que existen en la Tierra, para los que son indispensables. Sin ellas, no tendríamos aire para respirar, nuestro alimento carecería de nitrógeno y no habría suelos dónde cultivar nuestras cosechas. Por debajo de nuestras diferencias superficiales todos somos andantes comunidades de bacterias, tal es su importancia que el sesenta por ciento de la historia de la vida corresponde a las bacterias en solitario y que a ellas les debamos casi todo: la fermentación, la fotosíntesis, la utilización de oxígeno en la respiración, la fijación del nitrógeno atmosférico y la transferencia horizontal de genes, con el resultado de “un planeta que ha llegado a ser fértil y habitable para formas de vida de mayor tamaño, como la humana, gracias a una supraorganización de bacterias que han actuado comunicándose y cooperando a escala global” (5).

Los virus aparecen en la Tierra simultáneamente con las bacterias. Su número estimado es de cinco a veinticinco veces más que el de bacterias.  La actividad de los virus en los ecosistemas marinos y terrestres es fundamental, al igual que la actividad de las bacterias. En los suelos, actúan como elementos de comunicación entre las bacterias mediante la transferencia genética horizontal; en las aguas superficiales del mar hay un valor medio de 10.000 millones de diferentes tipos de virus por litro, su papel ecológico consiste en el mantenimiento del equilibrio entre las diferentes especies que componen el plancton marino (y como consecuencia del resto de la cadena trófica) y entre los diferentes tipos de bacterias, destruyéndolas cuando las hay en exceso” (6)

De momento, podemos advertir la distancia entre la comprensión realmente científica y la negativa propaganda oficial acerca de virus y bacterias, revestida de apariencia “científica”, que ha contribuido eficazmente a fijar en las masas una burda y fantasiosa idea acerca de éstas células como “bichos” malignos y asesinos.
La propuesta más atrevida de la microbióloga Lynn Margulis (EEUU,1938-2011) es, sin duda, la relativa a la aparición de nuevas especies. Mientras que la corriente principal del neodarwinismo las adjudica a las mutaciones al azar junto la selección natural consecuente, la científica estadounidense afirma que los cambios mutacionales son siempre muy pequeños, porque la mayoría genera formas de vida deficientes y sin futuro, y que la fuente principal de variación hereditaria y de especiación -no la única- procede de la adquisición de genomas. Este proceso se lleva a cabo a través de la simbiosis de organismos distintos entre sí. A este proceso L.M. le llama simbiogénesis. Contra la hipótesis del “gen egoísta” sostiene que “los microbios tienen genomas completos de capacidad única. Son ellos y no los genes egoístas, ni los mamíferos combativos, los verdaderos motores del cambio evolutivo” y estaríamos en condiciones de afirmar que la simbiosis ha resultado ser la más importante fuerza de cambio sobre la Tierra.

El creciente control de la investigación biológica por grandes empresas farmacéuticas y “biotecnológicas”, la creciente manipulación con fines comerciales (en el mejor de los casos), de procesos biológicos cuyas complejísimas interacciones orgánicas y ecológicas han puesto claramente de manifiesto que no se pueden controlar (se pueden manipular, alterar, pero no prever las consecuencias de estas perturbaciones del orden natural), están conduciendo a la aparición de graves peligros para el ecosistema global y, muy especialmente, para los seres humanos. Lo peor puede estar todavía por llegar.
Como advierte Máximo Sandin, “ante la acumulación de evidencias, de conocimientos totalmente contradictorios con las premisas darwinistas, cualquier teoría científica habría sido abandonada hace mucho tiempo. Si se mantiene es porque no se trata de una teoría científica, sino de una creencia. Porque si se valora siguiendo los criterios básicos de las ciencias empíricas, el darwinismo es, desde su origen, totalmente acientífico. Su persistencia en contra de las evidencias y el afán en defenderlo desde determinados estamentos con argumentos retóricos y falsedades históricas hace pensar que su permanencia no tiene nada que ver con su validez científica”.
La biología y la antropología han experimentado en los últimos cincuenta años una gran transformación. La biología ha ido incorporando avances en distintos campos, como la genética, la biología molecular, la biotecnología… generando un cuerpo de descubrimientos novedosos que, por inercia, han seguido incluyéndose dentro de los modelos teóricos existentes. La antropología ha sufrido un incremento espectacular de hallazgos y fósiles, que hacen difícil sostener las teorías que nacieron a finales del siglo XIX sobre el origen del hombre, englobadas posteriormente dentro del neodarwinismo. Es obvio: el exceso de especialización  provoca una grave carencia de capacidad para asimilar los avances e integrarlos en una visión global.
A lo largo de más de cincuenta años, muchas voces críticas y científicos con sus aportaciones han venido cuestionando o desmontando este modelo único del neodarwinismo, pero lo han hecho limitadamente, en aspectos aislados. Stephen Gould, ya en los años 70, estableció la teoría del equilibrio puntuado para diferenciar entre los cambios bruscos que han dado origen a las especies, que él englobó bajo el término de macroevolución, y los cambios graduales que solo explicarían la microevolución; pero, como dice Máximo Sandín, si considerásemos, por ejemplo, la evolución desde una pata hasta un ala por medio de transformaciones sucesivas, graduales y minúsculas, de las que habla la selección natural, se habrían dado como resultado miles de especímenes con muñones que no podrían haber representado ninguna ventaja evolutiva y que habrían desaparecido. Algunos de los cambios evolutivos tienen, por fuerza, que haber sido bruscos, como intuyeron inicialmente y sin pruebas concluyentes por la época en que vivieron, naturalistas de la talla de George Cuvier.

La confusión ante la crisis actual es general y su generalización se produce a partir de una determinada percepción popular de la crisis, provocada por una avalancha informativa de proporciones desconocidas, incluso en los momentos más totalitarios de nuestro pasado histórico -como los del comunismo soviético, el fascismo italiano o el nazismo alemán-, que sólo es comparable a los totalitarismos que caracterizan a las hoy repúblicas populares de China y  Corea del Norte. A poco que uno indague en la estrategia seguida en el tratamiento informativo de esta crisis, es obvio que su estrategia pasa por un  “interesado” cruzamiento  del campo científico y político. Es obvio que la política está utilizando la ciencia  para justificar y convencer de la necesidad de sus medidas. Baste hacer un mero repaso de los meses, horas y minutos de masiva información mediática empleados desde marzo de este año 2020 ...y lo que nos queda por ver, muchísimo tiempo y recursos empleados en convencer a las cautivas audiencias sobre las razones científicas de las medidas tomadas por los gobiernos ante esta pandemia del covid19. Sin olvidar la censura, absoluta y totalitaria en extremo, que bloquea toda disidencia, toda libertad de expresión, en flagrante contradicción con sus propios fundamentos “liberal-progresistas y democráticos”. En España, todo disidente de la versión gubernamental es etiquetado de fascista y en EEUU la etiqueta adjudicada es la de comunista. Y todo disidente, siendo necesariamente fascista o comunista, según cada caso,  será etiquetado de conspiranoico, aquí como en USA. Así todo se aclara, la verdad es científica y la política obedece a la ciencia, que resplandece como dogma universal e incuestionable, restando la importancia de que ello pudiera contradecir tanto su propio “método científico” como su propio “método político” 

Adelantaré mi propia percepción: mientras que la ciencia es necesariamente experimental y, por tanto, se desarrolla a partir de varias y distintas hipótesis, la política que financia la ciencia es unívoca, no tiene otra hipótesis que el mantenimiento y reproducción de su poder sobre la sociedad. Y para ello, está obligada a lograr que la ciencia, al menos la que depende de la política, que es casi toda, no desentone. Sus fundamentos y explicaciones necesariamente han de cuadrar con los propios de la política.  Darwin es el mejor ejemplo, el más paradigmático: no hay hipótesis que mejor avale al capitalismo y a su aparato estatal que la teoría de la selección natural de las especies. La memoria oficial oculta lo que el propio Darwin no ocultaba de sí mismo, su visión racista del mundo y su incondicional adhesión al libre mercado capitalista, aún no desarrollado como ahora lo conocemos junto a todas sus consecuencias.

El “shock” del coronavirus está dando paso a la cadena de eventos que Naomi Klein describió hace más de una década en La doctrina del shock: la historia está formada por una sucesión de “shocks” (los shocks de las guerras, los desastres naturales y las crisis económicas) y sus secuelas. El resultado viene dado por el “capitalismo del desastre”, es decir, “soluciones” calculadas de libre mercado como respuesta a las crisis que explotan y exacerban las desigualdades ya existentes...no lo hacen porque crean que es la forma más eficaz de aliviar el sufrimiento durante una pandemia.Ya tenían estas ideas en mente y ahora han visto la oportunidad de llevarlas a cabo”. La “doctrina del shock” es la estrategia política que utiliza las crisis a gran escala para impulsar políticas que de forma sistemática agravan la desigualdad, enriquecen a las élites y empobrecen a todos los demás...y no sólo en el plano de lo económico. En momentos de crisis las personas solemos centrarnos en las emergencias diarias de sobrevivir a dicha crisis, sea cual sea, y solemos confiar demasiado en quienes ostentan el poder. El capitalismo del desastre es la forma en que las grandes corporaciones financieras y estatales dan un paso al frente para beneficiarse directamente de las crisis a gran escala. La especulación en torno a los desastres y las guerras no es un concepto nuevo,  aumentó significativamente bajo la administración Bush tras el 11S, cuando el Gobierno USA declaró aquella crisis de seguridad interminable y, simultáneamente la privatizó y externalizó, mientras que simultáneamente invadía Irak y Afganistan y privatizaba su ocupación.
 

Las élites políticas y económicas conciben los momentos de crisis como una oportunidad de impulsar su lista de deseos de políticas antipopulares. En realidad el shock es el virus en sí mismo y se está gestionando de manera que la confusión sea máxima. No creo que sea una conspiración de las élites, simplemente es la única manera en que los gobiernos pueden  manejar esta su crisis: haciéndola “nuestra”. Este shock mayúsculo  será explotado para rescatar a las industrias políticas, financieras y productivas, que se encuentran en la más profunda y global de las crisis hasta ahora enfrentadas, ante las que el individuo consciente ha desaparecido aislado en la masa (y con él toda posibilidad de comunidad y autonomía), mutado en producto o mercancía, sujeto de  libertad, sí, pero en el literal significado de sujeto: “atado”.

La diferencia de fuerzas es abismal y todo lo que está sucediendo señala al triunfo inevitable de la hipótesis dominante; si bien, nada está escrito y descartada por acientífica la teoría de Darwin, cabe la posibilidad de un salto en nuestra evolución histórica, una mutación o revolución integral, algo  radicalmente nuevo y distinto al viejo sentido competitivo de las revoluciones precedentes (afuera tú, que ahora me toca a mí). La naturaleza autodestructiva del sistema neoliberal imperante es un dato, no menor, para esta esperanza, como también lo es la potencia simbiótica y cooperativa, constituyente de la vida en todas sus formas, a pesar de su agotamiento e invisibilidad en el caso de la especie humana.
Resulta fundamental para esta esperanza el cambio de paradigma que ya vemos emerger, aunque muy incipientemente. Lejos de ser negacionista de la ciencia, reivindico una ciencia holística, alejada del especialismo simplista que rehuye la complejidad de la existencia, una ciencia ni parcialista ni dependiente,  autónoma de la política y realmente científica.

“El financiamiento gubernamental es necesario porque los productos para la pandemia son inversiones de altísimo riesgo; el financiamiento público minimizaría los riesgos para las compañías farmacéuticas y haría que se metieran con todo”. Estas declaraciones de Bill Gates en la prestigiosa revista médica New England Journal of Medicine, se completan con la indicación de que los gobiernos deben otorgar facilidades para la producción de las vacunas y comprarlas para distribuirlas en la población que las necesita. Como vemos, todo un programa para garantizar las ganancias de la industria farmacéutica multinacional en relación con la producción de una vacuna para enfrentar la pandemia.
Si bien se calcula que hay entre cincuenta y sesenta laboratorios en el mundo dedicados a la investigación de la vacuna para el Covid-19, solo son trece los que están en un estadio más avanzado. Una competencia feroz entre las multinacionales, y aún entre los gobiernos, se ha desatado. Quien logre elaborar una vacuna eficaz y obtenga la patente se asegura el monopolio de la producción y ganancias por varias décadas.
Debido a la disputa por el monopolio de la vacuna se produce una superposición de esfuerzos y despilfarro de recursos que han sido criticados aún por personalidades tan conservadoras como el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, que acusa al capitalismo de frenar el desarrollo de la vacuna (en contra de su propia propaganda sobre la necesidad salvífica de la vacuna). Como él, otros neoliberales se preguntan ¿hasta qué tenebrosa cantidad tendremos que esperar para disponer de una vacuna? Y hasta llegan a plantearse “la necesidad de abolir las patentes de los medicamentos en el camino de lograr la estatización de la industria farmacéutica bajo control de los trabajadores. No cabe más ignorancia e ingenuidad: ¡la estatización de la industria farmacéutica bajo el control de los trabajadores!, sólo equiparable a la ignorancia e ingenuidad del residual progresismo izquierdista. Como si fuera posible que un Estado cualquiera pudiera dejar en manos de los trabajadores, no ya la industria farmacéutica, sino cualquier cosa, por mínima que fuera. No cabe mayor ignorancia de la historia, ni mayor aberración intelectual. Desde mi modesta reflexión personal, hace unos años que yo describía  esta misma e irresoluble contradicción de las izquierdas residuales
como colaboracionismo, lo hacía mediante la metáfora del tapón, que representa su lamentable función en esta etapa de la historia: el tapón que impide la eclosión de la libertad individual y la autonomía de los pueblos, que retrasa la revolución necesaria, integral  e incompatible con la existencia del capitalismo y de cualquier forma de estado. A estas alturas de la historia, seguir imaginando una posible autonomía de los estados respecto del  capitalismo, eso sí que es un oximorón, una aberración intelectual, más que una ingenua utopía. 

Pedro García Olivo ha reflexionado y explicado esa deriva como teoría del demofascismo (7) (que yo equipararía a neodarwinismo o demodarwinismo). Él la describe como neofascismo global y sociedad posdemocrática, fraguada en Occidente. Dice que “la docilidad de la ciudadanía y la disolución de la Diferencia en inofensiva Diversidad constituyen los dos rasgos capitales de Occidente, conviene añadir enseguida que esos dos preocupantes caracteres se hallan hoy en proceso de globalización, ya que nuestra Cultura avanza decididamente hacia su hegemonía planetaria -Occidente se va a “universalizar”, esta es la verdad y el contenido principal del término globalización. “Globalización” es “occidentalización” (mundialización del Capitalismo liberal), o no es nada...”  Y esta pandemia, añado yo, es el primer y más efectivo de los pasos hacia esa hegemonía global.  P.G.O. sigue diciendo: “La literatura de la globalización está sirviendo para un rearme ideológico del Capitalismo; está proporcionando una nueva ‘legitimidad’ al orden económico-político dominante. Trabaja, pues, para la conservación de lo dado y para la obstrucción de los afanes de la crítica. Desde un enfoque antiguo, se diría que es una temática regresiva, reaccionaria... Expresiones como “Retos de la Globalización”, “Desafíos de la Globalización”, “Tareas de la Globalización”, etc., (títulos de ensayos, de ‘reflexiones’, que invaden las revistas, los Congresos, las portadas de los libros, las charlas televisivas, las conferencias universitarias,...) connotan, una vez más, la perspectiva reformista -cuando no inmovilista- de que, estando ya bajo el umbral de Lo Inevitable, Lo Intocable, Lo Incuestionable (la sociedad ‘globalizada’; es decir, la implantación universal del modelo burgués de sociedad), solo cabe, en lo sucesivo, aspirar a corregir excesos, afrontar desafíos, superar retos, emprender tareas reparadoras, enmendar errores concretos, subsanar pequeñas anomalías, matizar los perfiles de unos procesos de todas formas irreversibles, etc.” Y yo añado que el manejo  “científico” de esta pandemia por los gobiernos está contribuyendo en modo colosal al rearme ideológico de la globalización capitalista. La desprestigiada política encuentra salvación y continuidad en el “prestigio” del que aún goza la ciencia. 

Cierto que para muchos historiadores el “fascismo” constituye la antítesis perfecta de La Democracia y que ésta, habiendo aprendido la lección, deberá permanecer siempre alerta, vigilante, para no verse de nuevo amenazada por organizaciones totalitarias que, aprovechando las coyunturas de crisis y de descontento social, difundirán sus abominables ideas y procurarán fortalecerse sectariamente...y cierto es que esta tesis resulta grata a los políticos, pues legitima la Democracia ‘por contraste’ (el monstruo habita fuera de ella; es su contrario absoluto) y tranquiliza de paso a las poblaciones -Auschwitz no se repetirá, hemos enterrado en sal su semilla. Todo tan cierto como que “una vez asentadas en el aparato del Estado, las formaciones fascistas minaron desde dentro el régimen liberal, su robustecimiento electoral y su ascenso político se produjeron en el respeto y en la observancia de las reglas del juego democráticas. Con variantes, esta interpretación liberal del fenómeno fascista ha terminado formando parte de la ideología oficial del Sistema; y es la que, durante mucho tiempo, se ha enseñado casi sin contestación en nuestras escuelas, la que se difundía privilegiadamente por los medios, etc. Solía verse aderezada con una sobrevaloración del papel de los líderes (Hitler, Mussolini, demonizados a conciencia) y un énfasis exagerado en la incidencia de las ideologías; y, habitualmente, des-responsabilizaba al conjunto de la población, a los ‘hombres corrientes’ que votaron y aplaudieron hasta el fin a esos partidos fascistas...”

Analiza P.G.Olivo otras concepciones actuales del par democracia-fascismo, como ésta: “la democracia representativa y el fascismo deben conceptuarse como dos cartas (valga la metáfora) que la burguesía dominante, las oligarquías nacionales, los valedores sociales y económicos del capitalismo, pueden poner encima de la mesa, una u otra, guardándose la sobrante debajo de la manga, en el momento en que les interese. En tiempos de bonanza económica y  paz social, mejor la carta democrática, pero en tiempos de  conflictividad social, bajo la amenaza (real o imaginaria) de  un proceso revolucionario anticapitalista, tiempos de crisis económica, de desórdenes, de descontento generalizado, de efervescencia de las ideologías contestatarias, etc., las burguesías hegemónicas, las clases dominantes que controlan e instrumentalizan el aparato del Estado, recurrirán, para salvaguardar sus posiciones de privilegio, a  la terrible carta fascista que esconden bajo la manga, para restaurar el Orden e impedir que el sistema capitalista se lesione”.
Eso ya está pasando en muchos sitios de Europa y aquí  se barrunta tras el empujón electoral regalado a Vox, que sólo tiene que esperar a que llegue su ocasión. Según esta interpretación, sin duda menos tranquilizadora, el fascismo no constituye la antítesis de la democracia, sino que aparece más bien como su hermano de sangre, su recambio ocasional.
Sigo con su reflexión, según la cual, otra interpretación es la menos complaciente y la más inquietante. Es la que sostiene que el fascismo, bajo “nueva planta”, es el destino de la Democracia, su verdad y su futuro, aquello hacia lo que apunta, el lugar al que nos lleva, su esencia desplazada y pospuesta. La democracia representativa conduce a un fascismo de nuevo cuño y al globalizarse  como fórmula de organización política en nuestros días, se mundializa también dicho “neofascismo” en tanto desenlace de la Humanidad. A pesar de sus discrepancias y diferentes trayectorias intelectuales, estas dos corrientes han coincidido en la constatación de una circunstancia cuyo reconocimiento aún molesta al saber oficial: que los regímenes democráticos liberales de Occidente se amparan en la misma forma de racionalidad y recurren a los mismos procedimientos que los fascismos históricos y el estalinismo. Esta identidad de los aprioris conceptuales, de las categorías rectoras, de la matriz filosófica de los fascismos, el estalinismo y la democracia -tres modulaciones de una misma forma de racionalidad, tres excrecencias de la racionalidad política burguesa-, deriva del hecho de que nuestra Cultura se ha cerrado sobre su punto de anclaje en la Ilustración y ha desarrollado sus conceptos políticos en la obediencia a los dictados logocéntricos de la Ratio, en el sometimiento riguroso al Proyecto Moderno.   Cabría hablar, así, de un neofascismo superpuesto, en mayor o en menor grado, al aparato político de la democracia (elecciones, parlamento, partidos, etc.); un neofascismo de y en las democracias -fascismo democrático o demofascismo- no sé si venidero o instalado ya en nuestras sociedades”...Yo diría que ya presente y en periodo de ensayo e instalación a partir de esta pandemia del covid19.

A mi entender, P.G.O. completa bien su reflexión añadiendo las singularidades que diferencian al neofascismo de su original histórico: en primer lugar, una clamorosa falta de entusiasmo hacia el régimen liberal, antítesis del ‘calor de masas’ que acompañó a los fascismos antiguos. Esta falta de entusiasmo deviene como una consecuencia de la despolitización de la sociedad a que ha abocado la práctica insulsa del liberalismo político (votar y esperar a ver qué pasa, luego esperar a votar de nuevo, porque no ha pasado nada). En segundo lugar, el demofascismo se caracteriza por la invisibilización u ocultamiento de todas las tecnologías de dominio, de todos los mecanismos coactivos, de todas las posiciones de poder y de autoridad; tiende a reducir al máximo el aparato de represión física, y a confiar casi por completo en las estrategias psíquicas o simbólicas de dominación; la vieja dialéctica de la Fuerza cede ante una dialéctica de la Simpatía..sin duda que la represión posdemocrática resulta  mucho más efectiva como represión.

Nuestra Civilización, nuestra Cultura, en su fase de decadencia (y, por tanto, de escepticismo/conformismo), ha proporcionado a la posdemocracia hombres moldeados durante siglos: “aquello que no sabrás nunca es el transcurso de tiempo que ha necesitado el hombre para elaborar al hombre”, advertía Gide, hombres avezados en la nauseabunda técnica de vigilarse, de censurarse, de castigarse, de corregirse, según las expectativas de la Norma Social...el Policía de Sí Mismo posdemocrático es ya una realidad, ha tomado cuerpo, se ha encarnado, se le distingue porque va con mascarilla a todas partes, incluso conduciendo sólo o en la soledad del campo,  guardando la distancia social incluso más allá de lo que mandan los científicos y las autoridades del Estado. Ve virus asesinos y al acecho por todas partes, pululando por el aire, en la respiración y en el tacto de todo desconocido, como de todos sus parientes, amigos y vecinos.

Pero si alguien está profundizando en esta reflexión es  Byung-Chul Han, un filósofo oriental educado en Europa, que dirige su mirada crítica hacia las nuevas técnicas de poder del capitalismo neoliberal, las que dan acceso a la esfera de la psique, convirtiéndola en su mayor fuerza de producción. La psicopolítica (7) es, según Han, el sistema de dominación que en lugar de emplear el poder opresor, utiliza un poder seductor e inteligente (smart), que consigue que los individuos se sometan por sí mismos al entramado de dominación, actuando como policías y panópticos (8) de sí mismos. 

Si Marx pensaba que la revolución acabaría con las contradicciones entre fuerzas productivas y relaciones de producción, el capitalismo se ha revelado insuperable, ha dejado atrás la fase industrial para volverse, con el capitalismo financiero, un sistema con modos de producción inmateriales. El neoliberalismo ha eliminado al proletariado al convertir al trabajador en empresario, con lo cual deviene amo y esclavo al mismo tiempo.

La red digital parecía un instrumento de libertad, pero, finalmente, el nuevo panóptico se revela más eficaz que el disciplinario propuesto por Bentham, al lograr que el sujeto se desnude voluntariamente, se desinteriorice en su comunicación permanente. El ciudadano es reemplazado por la pasividad del consumidor, un espectador que se escandaliza y se queja cuando la mercancía no cumple sus expectativas, pero que ni participa ni se interesa por los procesos políticos de decisión.

Este sujeto del rendimiento, que se pretende libre, es en realidad un esclavo absoluto, en la medida en que, creyendo que no tiene amo, se explota a sí mismo de forma voluntaria. Absolutiza la mera vida y trabaja. La mera vida y el trabajo son las caras de una misma moneda y la salud representa el ideal de la mera vida. Al esclavo neoliberal  le es extraña la soberanía, incluso la libertad del amo -que según la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel- es ese alguien que no trabaja, que únicamente goza.

En este sistema, el sujeto sometido no es consciente de su sometimiento. La eficacia del psicopoder radica en que el individuo se cree libre cuando en realidad es el sistema el que está explotando su libertad. La psicopolítica se sirve del Big Data, que como un Big Brother (9) digital, se apodera de los datos que los individuos le entregan de forma efusiva y voluntaria. Esta herramienta permite hacer pronósticos sobre el comportamiento de las personas y condicionarlas a un nivel prerreflexivo. La expresión libre y la hipercomunicación que se difunden por la red se convierten en control y vigilancia totales, conduciendo a una auténtica crisis de la libertad.

Según Byung-Chul Han, este poder inteligente podría detectar incluso patrones de comportamiento del inconsciente colectivo que otorgarían a la psicopolítica un control ilimitado. Nuestro futuro dependerá de que seamos capaces de servirnos de lo inservible, de la singularidad no cuantificable y de la idiotez -dice incluso- de quien no participa ni comparte.

La inteligencia de datos, Big Data, es el nuevo instrumento psicopolítico que permite condicionar al sujeto ya a nivel prerreflexivo. El futuro se vuelve predecible y controlable con la cooperación del sujeto. El “me gusta” es el amén digital, remarca el autor. Cuanto mayor es el poder, más silencioso e invisible deviene. El poder inteligente no prohíbe, se ajusta a nuestros deseos y, en lugar de limitar nuestras opiniones, nos estimula a comunicarlas. Este poder nos seduce, es capaz de leer nuestros pensamientos conscientes e inconscientes y prestarse a satisfacerlos. El antiguo régimen disciplinario se comportaba como un cuerpo, mientras que el poder  neoliberal se organiza como alma. De ahí el concepto de psicopolítica: el neoliberalismo quiere tener acceso al pensamiento y a las necesidades internas, por lo que la motivación y la competencia son sus preferentes armas de gobierno.


PD:  Nos queda por saber lo que proponen todas estas personas sabias, ¿qué mundo, con qué principios y estrategias? A riesgo de equivocarme, yo ya lo he hecho, es mi propuesta Por un Pacto Global del Común. Un pacto en el que caben todas las pluralidades que hoy buscan cambiar el mundo, un simple pacto a partir de una compleja y holística visión de la vida y del mundo, resumida en tres principios: 1. Reconocer al otro y su diferencia. 2. Hacer de la Tierra y el Conocimiento nuestros comunales universales y 3. Autoorganizar nuestra propia libertad/soberanía en autónomas comunidades convivenciales, al margen y contra las estructuras estatal-capitalistas que lo impiden. Un primer esbozo está en la ponencia que presenté en el IV Encuentro de Transformación Integral, recientemente celebrado en Amarauna-Ziordia (Nafarroa) (10) y que, en resumida cuenta, ni siquiera es pensable sin antes defenestrar la herencia política y acientífica de aquel siniestro personaje llamado Darwin, cuya alargada sombra, todavía pesa (¡y tanto!) sobre nuestras vidas.

Notas:

 (1)“La transformación de la evolución”, Máximo Sandín, Departamento de Biología de la Universidad Autónoma de Madrid. Boletín de la Real Sociedad Española de Historia Natural, 2005
(2) Margulis, L. y Sagan, D. (2003). Captando genomas. Una teoría sobre el origen de las especies, Kairos, p. 29
(3) Figura, tomada de E.P.Odum y F.O. Sarmiento, F. O. (1997), Ecología. El puente entre ciencia y sociedad, McGraw-Hill, p.188. Como se ve, estos autores describen hasta trece interacciones entre organismos y especies (encuadrándolas en un sistema de coordenadas en que el positivo es beneficioso, el negativo perjudicial y el cero neutro) de las cuales dos , el mutualismo y la cooperación son beneficiosas para ambos; otras dos, el comensalismo y el inquilinismo, son beneficiosas para uno y neutras para el otro; tres, parasitismo, depredación y herbivorismo benefician a unos y perjudican a los otros; y el resto, o son neutras o perjudican a algunos.
(4)Tomamos el término de “simbiosis” en su sentido de vida en común, con beneficio mutuo, similar al de mutualismo, no  como mera interacción.
(5) Margulis, L. y Sagan, D. (1995), o.cit. p.51
(6) Sandín, M. (2011), “La guerra contra bacterias y virus: una lucha autodestructiva”, Biodiversidad en América Latina y el Caribe, Nº 243, 7 de enero
(7) “Teoría del demofascismo”, Pedro García Olivo, en su blog ¿Eres la noche?: https://pedrogarciaolivo.wordpress.com/2020/08/29/teoria-del-demofascismo/
(8)Descarga aquí el libro “Psicopolítica”, de Han Byung Chul:
https://www.academia.edu/36961970/HAN_BYUNG_CHUL_Psicopol%C3%ADtica_?auto=download
(9) Un panóptico es un edificio cuyo diseño hace que se pueda observar la totalidad de su superficie interior desde un único punto invisible. La creación de este diseño es atribuida a Jeremy Bentham, un filósofo británico que imaginó una cárcel en la que todos los reclusos están bajo el campo de visión del vigilante, sin que los presos puedan saber en qué momento son observados. El panóptico original de Bentham contemplaba la instalación de una torre en el centro de la construcción carcelaria, dividida en celdas,  para que el vigilador pudiera observar todo lo que ocurría allí dentro, radicando la clave del panóptico  en que, como los reclusos no podían saber en qué momento estaban siendo observados por el vigilador, éste podía distraerse y tomarse todo el tiempo libre.
(10) Personaje del libro “1984”, de George Orwell y título de un “reality show” televisivo de orígen holandés, conocido como “Gran Hermano”.
(11)Enlace a mi ponencia “Por un Pacto Global del Común”:
https://www.revolucionintegral.org/index.php/item/386-ponencia-por-un-pacto-global-del-comun

martes, 18 de agosto de 2020

LA METÁFORA DE LA RANA HERVIDA LENTAMENTE

 

 
  
Una rana no salta del interior de una olla caliente si la temperatura aumenta gradualmente. La reacción instintiva de la rana al agua hirviendo puede compararse con el sentido innato que tenemos los humanos para detectar la gravedad de un peligro. 

La pasividad pública ante una situación de crisis tan grave y global como la actual viene a ser la normalización del peligro, la dócil aceptación de “la nueva normalidad” mediante el acostumbramiento progresivo. Ello sólo es posible si el cambio de temperatura es gradual, hasta dejar insensibilizado el sentido que permite percibir el cambio de temperatura y, por ende, los peligros derivados de esa nueva circunstancia. Pienso que éste es el mecanismo por el que nuestras sociedades, supuestamente democráticas, tienen desactivado este sentido de la percepción, mediante la calculada gestión estratégica de dicho sentido por parte del aparato estatal/capitalista, que le permite intervenir totaltariamente en toda la particularidad de nuestras vidas, mediante un despliegue institucional con poder realmente fáctico que ningún imperio del pasado pudo ni siquiera soñar. Piénsese, por poner sólo en un ejemplo, en el poder de la televisión y su inmensa eficacia en este mecanismo de pasiva adaptación progresiva a la crisis, al cambio de temperatura hasta llegar al grado de ebullición.

Mi personal visión de esa estrategia es que el derrumbamiento de la economía capitalista estaba cantado antes de esta pandemia y ésta ha venido oportunamente a salvar los muebles básicos e imprescindibles del sistema, ésto mejor que nada. Y ya nada será igual, todo el mundo se prepara para aceptar y adaptarse a las nuevas condiciones del Desastre, atribuyendo la responsabilidad del mismo a un virus expiatorio. Estado y Mercado saben de sobra que también padecerán los efectos de la crisis, que no pueden evitarlo y que a corto plazo verán muy mermada su ganancia. Pero su continuidad y reproducción queda garantizada con la perspectiva de una sumisa adaptación social a la crisis, que les permitirá contar con ciudadanías precarizadas y dóciles, con una enorme fuerza de trabajo de reserva y muy barata, que a la postre favorecerá el remonte de la crisis productiva y financiera global y, en definitiva, la supervivencia del sistema de dominación.

Por eso creo muy conveniente recapitular hoy sobre los antecedentes históricos previos a la pandemia. Y en este sentido me parece oportuna la reflexión que en 2015 hacía la japonesa Nozomi Hayase (*), poeta, escritora y profesora que aboga por el ejercicio de una conciencia civil global, en un artículo (**) sobre la época de Obama, considerada ésta como antecedente preparatorio de la actual época Trump. De ese artículo, titulado “La crisis de la representación y la autoliberación” extraje la metáfora de la rana que dócilmente acepta su propio sacrificio.


Notas:

(*) Actualmente vive en Berkeley, California, donde se dedica a ejercer una forma de psicología ética. Nozomi aborda cuestiones tales como la libertad de expresión, la transparencia o el papel fundamental de los informadores. Colabora a menudo con ROAR Magazine y Culture Unplugged, sigue las olas de los movimientos descentralizados y establece vínculos entre las luchas de la calle y el espacio digital globalizado a través de fenómenos como Anonymous, WikiLeaks y las criptomonedas. Nozomi también es bloguera y ciudadana del mundo en Journaling Between Worlds (Diario entre mundos). 

Si defender la justicia convierte a alguien en enemigo del Estado, traidor o terrorista, así sea, pero no voy a apoyar una sociedad que declara ilegal lo más inherentemente humano. Primero vinieron a por WikiLeaks y Anonymous les hizo frente porque WikiLeaks defendía la libertad de expresión. Después vinieron a por Bradley Manning y la gente se levantó en todo el mundo porque el denunciar las irregularidades es un acto heroico. Luego vinieron a por Julian Assange y yo les hice frente porque él lo hizo por todos nosotros. Ahora es el momento de que nos defendamos unos a otros. Cuando la gente se encuentra verdaderamente unida, no es necesario que nadie dé la cara por ella. Nosotros mismos somos todo lo que necesitamos”.

(**) Artículo traducido por Lara San Mamés y publicado en la web de Guerrilla Translation el 3 de junio de 2015. 

jueves, 13 de agosto de 2020

COMUNALIDAD Y GLOBALIDAD


Ilustración de Igor Morsky
 

Las tres ideologías originales de la modernidad -liberalismo, proletarismo y fascismo-, entre la convulsión global que supuso la segunda guerra mundial y las últimas crisis globales (la financiera internacional de 2008 y la pandemia de 2020), han venido evolucionando hasta concentrarse en dos únicas ideologías, progresismo y fascismo, tras la desvirtuación e integración del izquierdismo proletarista (socialdemócrata/marxista/anarquista). Y aún así, ambas facciones comparten una misma veneración por el fundamento estructural del sistema-mundo contemporáneo: su aparato estatal-capitalista. El progresismo liberal no comparte con el fascismo la preocupación por algunas de las principales amenazas existenciales, como son la guerra nuclear, el colapso ecológico y la disrrupción tecnológica, que sí comparte con la emergente corriente de libre pensamiento que promueve el nuevo paradigma de transformación integral, pero lo hace en modo confuso y esquivo, no tanto en la teoría como en la práctica (en su resultado histórico), ignorando una amenaza principal y previa que en gran medida es desencadenante de esas otras amenazas; me refiero a la reproducción del aparato estatal-capitalista que complace por igual a progresistas y fascistas, atando irremediablemente ambas facciones, como haz y envés de una misma ideología pseudodemocrática, jerárquica y totalitaria al cabo, dominante a escala global.

En su “21 lecciones para el siglo XXI”, que completa una exitosa trilogía, junto a “Homo Sapiens” y “Homo Deus”, su autor -Yuval Noha Harari- reflexiona en torno a la identificación de las amenazas existenciales que acechan al inmediato futuro de nuestro mundo a estas alturas del siglo XXI; lo hace desde una perspectiva netamente liberal/progresista, en la que no descarta a futuro el rol del nacionalismo y menos aún, el del sistema productivo mercantil/capitalista, al que eufemística y obstinadamente sigue denominando “liberalismo”. Intencionadamente o no, su mensaje es ahistórico. En todo caso, soslaya que los grandes e innegables adelantos científicos que con gran ligereza atribuye exclusivamente al orden liberal/progresista (sustanciado como “estado de bienestar”), de ningún modo pueden justificar sus fatales antecedentes y realizaciones, su nefasto historial, su biografía colonial, violenta, depredadora y definitivamente necrófila, llevada al límite en esta modernidad hiperurbana e hipertecnológica que vivimos desde la constitución de los modernos estados y su economía desarrollista y financiera a escala global. Una modernidad presuntuosa de su ciego cientifismo, un sistema científico subordinado y seguidista de los intereses comerciales y geoestratégicos de las corporaciones financieras/estatales, hasta devenir en el más complejo, sofisticado y totalitario sistema de dominación que haya conocido la historia humana, configurado a partir de esa fusión histórica, la de los aparatos de poder estatales y financieros.

Además, el autor de esos libros de éxito global se muestra tajantemente negacionista de la individualidad, coincidiendo en ello con el objetivo estratégico de los mismos sistemas totalitarios a los que previamente denigra; unos estados que, precisamente, tienen como prioridad la anulación de la libertad de conciencia, de toda individualidad consciente, su desarraigo de toda forma de comunidad que no sea la ficticia “comunidad nacional” creada por el Estado mediante el gregario encuadramiento de los individuos en masas de productores, consumidores, contribuyentes, electores...impidiendo con ello toda forma de comunidad real, hasta lograr la máxima dependencia del individuo bajo las instituciones estatales/financieras, con resultado de un individuo “nada” (*), perfectamente intercambiable y prescindible.

Quienes participemos del  paradigma de transformación integral tenemos, entre otros muchos e inevitables retos, el de conjugar la organización práctica de la vida humana, en comunidades plenamente democráticas y convivenciales, con la realidad global marcada hoy por esas acuciantes y extremas amenazas existenciales de dimensión universal: 1.La aún latente amenaza de guerra nuclear (todavía más peligrosa con el auge actual de los nacionalismos). 2. El evidente colapso ecológico que se deriva del cambio climático, con la desaparición masiva de especies y en el compulsivo sistema productivista/consumista que agota nuestra reserva de bienes naturales, aniquilando el equilibrio ecológico que sirve al sostenimiento de la biodiversidad, de todas las formas de vida, incluida la humana. 3. La disrrupción tecnológica, que ya percibimos a partir de la acelerada combinación de los avances tecnológicos en los campos de la inteligencia artificial y la bioingeniería. 4. El auge global de fundamentalismos, de naturaleza ultranacionalista y asociados a servidumbres religiosas y a otros fanatismos de carácter identitarista y/o xenófobo, radicalmente estatalistas y capitalistas, aún más que sus precedentes.

Si por razón de prioridad tuviera que elegir la primera de estas amenazas, optaría por priorizar esta cuarta amenaza (la ignorada por Yuval Noha Harari), por su naturaleza estructural y estratégica. De igual modo que el estatalismo/capitalismo ha sido obvio desencadenante de las otras amenazas, hasta llegar a su máximo con la globalización, es altamente probable que de su disolución dependa la desaparición, o al menos la neutralización de las otras amenazas.

Sólo la sublime ingenuidad de cierto izquierdismo puede concebir que sea el aparato estatal quien pueda acabar con esas amenazas existenciales, cuando por su propia genética no puede sino nutrirlas, valga la evidencia experiencial de todos sus años de historia. Mientras gran parte de la sociedad humana albergue esa falsa esperanza, el abismo existencial será un horizonte cada vez más próximo y certero. Mientras no se comprenda la integración e identificación de la sociedad humana con el orden dominante, éste tiene su reproducción asegurada. Es la propia sociedad dominada la que nutre y sostiene al sistema dominante y, por tanto, sólo de su propia mutación radical, revolucionaria, depende la posibilidad de sortear el abismo que se nos abre por delante.

***

Un ayuntamiento comunal, local y global

Construir comunidades convivenciales, además de un ideal en sí mismo, es el mejor ataque a la hegemonía estructural de las instituciones estatal/capitalistas, precisamente allí donde éstas son más vulnerables, en el ámbito de las relaciones de proximidad, locales y territoriales, en las que la comunidad real tiene sus mejores oportunidades de existencia y defensa. Eso sí, a condición de evitar el aislacionismo localista, participando de una dimensión global que hoy es tan necesaria como imprescindible, dada la irreversibilidad del conocimiento global del que hoy disponemos y de las relaciones y compromisos contraídos con la totalidad de los pueblos que habitan el mundo. Vivir hoy al margen de la realidad global sería tan absurdo como imposible, eso pudo ser en tiempos pasados, pero ya no. Hoy necesitamos un relato de la realidad, no un relato de ficción, un relato que fundamente el proyecto revolucionario y su puesta en práctica integral, en todas sus dimensiones, como comunalidad convivencial y territorial, local y global.

Habrá quien me diga que ésto que propongo es un sueño utópico, en todo caso sólo realizable a muy largo plazo. Y puede que así sea. Pero es infinitamente más utópico el sueño que consiste en seguir a la deriva, en fiar nuestro futuro a fuerzas ajenas, a las fuerzas autodestructivas que nos han traído hasta el borde del abismo.

Cualquier forma de comunidad convivencial se fundamenta en aquello que es asumido en común como “bien o bienes compartidos”, lo que otorga significado y sentido a la comunidad. Mi propuesta al respecto no es nueva, pero sí novedosa: es el ideal que siempre estuvo ahí, latente, pienso que agazapado en la conciencia de los individuos humanos, ocupados en adaptarse y sobrevivir a las condiciones de violencia desencadenadas por el principio de “propiedad”, a partir de la revolución agraria del neolítico y de la aparición de los primeros Estados. Pienso que la idea de comunidad humana universal siempre se dió, que siempre nos tentó el pensamiento de que nuestro mundo no tiene arreglo si no lo compartimos en comunidades de individuos libres e iguales. Ningún humano antíguo que mirara al cielo, como ningún humano contemporáneo que hoy observe la imagen de la Tierra vista desde el cosmos, puede evitar la visión de nuestro planeta como ese lugar común, al que pertenecemos y que nos pertenece, como al conjunto de la vida; y otro tanto nos sucede con el conocimiento humano, producido y transmitido entre individuos, pueblos y generaciones: a nuestra conciencia y sentido común le llega a parecer inconcebible, y hasta absurdo, que la Tierra y el Conocimiento humano se hayan convertido en mercancía, algo a comprar y consumir, algo por lo que hay que competir, pelear -y hasta morir- para conseguir un trozo, una parcela de propiedad.

Se entenderá que mi propuesta (sin Mercado ni Estado) no sea liberal/progresista ni, aún menos, fascista. Como tampoco es socialista: no se trata de nacionalizar, ni siquiera de municipalizar la tierra o el conocimiento, para su “justa distribución" entre una comunidad de patriotas, aunque éstos fueran comuneros. Tampoco es anarquista: no se trata de un reparto de tierras y conocimientos entre quienes los trabajan, creando así una nueva clase de propietarios a partir de antíguos proletarios, reinventando un mundo ya ensayado y fracasado, como pez que se muerde la cola.

Y no siendo mi propuesta ni liberal ni fascista, ni socialista ni anarquista, ¿a qué viene cualquier necesidad y prisa por etiquetarla? No tiene etiqueta, ni la necesita. No es un “ismo” más, al gusto del encasillamiento académico, político o mediático. Es un llamado a la conciencia comunitaria y universal de cualquiera de los individuos humanos a los que yo me parezco, con los que yo tengo tanto en común. Esta propuesta no necesita etiqueta ideológica porque renuncia a competir en el mercado de las ideologías, su nombre no es para una organización, lo que nombra es un contenido y una estrategia para su consecución, es una propuesta para un acuerdo básico de principios universales, esbozo de un programa revolucionario a escala global y local. Es un proyecto inclusivo y abierto, compatible con otros proyectos diferentes, como los que ya vislumbramos a partir de las múltiples experiencias de Comunalidad que hoy se están ensayando en muchas partes del mundo. De ahí que su nombre no sea de partido, ni de organización alguna, sino el de un acuerdo: “Pacto del Común, global y local”. Y de ahí que para la comunicación entre los pueblos se proponga el uso principal de las lenguas maternas, junto con su traducción al esperanto, por ser ésta la lengua auxiliar e instrumental de uso más universal, neutral y anacional: “Pakto de la Komuno, tutmonda kaj landa”.

Tan sólo uno de los principios de este pacto, el de compartir la Tierra y el Conocimiento en comunidad global de iguales, ya es por sí mismo un potencial y poderoso disolvente de las estructuras que condicionan nuestras individuales vidas como el curso de la humanidad al completo. Convertido en proyecto, este pensamiento es en sí una bomba nuclear retardada, de efecto letal contra el orden gobernante que se ha apropiado de nuestras vidas y de todo nuestro mundo.

Comunalidad  es el nombre que dan a la vida cotidiana de las mujeres, hombres y niños, en las comunidades de la Sierra Norte y de otras regiones de Oaxaca, México. A su “arte de enraizarse respetuosamente en una tierra y autoorganizarse para decidir entre todos lo justo y lo prohibido, de aprender haciendo en colectivo” (**). Ese es su nombre propio y universal, que compartimos.

Cada comunidad se justifica por sus propios comunales, por el conjunto de bienes igualitariamente compartidos por todos sus miembros. La comunidad humana global queda plenamente justificada a partir de este acuerdo de principios que denomino Pacto del Común, por el que libremente acordamos unos principios básicos y universales, de convivencia y autogobierno, en auténtica democracia: asamblea de iguales o ayuntamiento comunal.

                                                                              ***

Pacto del Común

A suscribir, libre e individualmente, por cualquier persona, de cualquier lugar y condición, que sea mayor de catorce años. A partir de su acuerdo y compromiso con estos principios básicos:

1. La plena libertad y consecuente responsabilidad de cada individuo humano, sin excepción.

2. La tierra y el conocimiento humano como bienes comunes universales, bienes de uso de cuya autogestión es responsable universal cada comunidad en su ámbito territorial.

3. La democracia directa (o autogobierno comunitario) en autónoma y soberana asamblea de iguales, como forma propia de organización convivencial, política y económica, de las poblaciones humanas, en redes de cooperación y ayuda mutua a desplegar en todas las escalas territoriales.

Notas:

(*) El individuo producido por la modernidad estatal/capitalista considerado ser “nada”, sujeto convertido en objeto, como bien acierta a definir Félix Rodrigo Mora a lo largo de su ingente obra.

(**) Artículo de Arturo Guerrero Osorio, en el libro "Decrecimiento: un vocabulario para una nueva era", editado en México.


viernes, 7 de agosto de 2020

MANIFIESTO DE LA COMUNA ANTINACIONALISTA ZAMORANA

 

El 31 de Agosto de 2001, tuve el placer de asistir a la conferencia que Agustín García Calvo pronunció en el foro de Amayuelas de Abajo, con el título: "El  pueblo contra el Régimen". Esta es la grabación que se conserva de aquella conferencia: 

https://www.editoriallucina.es/recursos/apps/mp3/ElpueblocontraelregimenConferenciaMayuelas2001.mp3
«Se declara fundada por el presente manifiesto la Comuna Antinacionalista Zamorana (CAZ), que proclama como su función esencial combatir de hecho y de palabra (y tanto mejor si los hechos y las palabras tienden a confundirse) por la desaparición del Estado Español y del Estado en general (entidades ambas suficientemente definidas en su realidad abstracta y administrativa) y por la liberación de la ciudad y comarca de Zamora…»
(Primer punto del Manifiesto de la C.A.Z.)

La Comuna Antinacionalista Zamorana no existe. Es conocida, principalmente, por la publicación de tres panfletos, editados por primera vez en París: el «Manifiesto de la comuna antinacionalista zamorana», en 1.970, «De los modos de integración del pronunciamiento estudiantil», hacia 1.973, y el «Comunicado urgente contra el despilfarro» (*), en 1.974. Hay un amplio consenso en que todos ellos fueron redactados por el pensador y literato zamorano Agustín García Calvo durante su exilio en París, aunque parecen estar basados en los debates que tuvieron lugar en las tertulias políticas organizadas por él, en esa misma época, en un café del Barrio Latino. En cualquier caso, en estos panfletos aparece recogido lo más esencial del  pensamiento político de Agustín García Calvo (**).

Fueron también publicados en España, a partir de la época de la transición, por las editoriales La Banda de Moebius y la Editorial Lucina (la primera edición española del «Manifiesto de la Comuna Antinacionalista Zamorana», publicada por La Banda de Moebius, fue secuestrada por un Juzgado de Orden Público, pero su difusión fue autorizada, posteriormente, cuando se supo que el autor o redactor de la obra era el catedrático recién retornado del exilio Agustín García Calvo. 

 

MANIFIESTO DE LA COMUNA ZAMORANA 

«Se declara fundada por el presente manifiesto la Comuna Antinacionalista Zamorana (CAZ), que proclama como su función esencial combatir de hecho y de palabra (y tanto mejor si los hechos y las palabras tienen a confundirse) por la desaparición del Estado Español y del Estado en general (entidades ambas suficientemente definidas en su realidad abstracta y administrativa) y por la liberación de la ciudad y comarca de Zamora…»


El primer punto de la CAZ se nos presenta así, y al leerlo, cualquier profano en la materia puede pensar que ello es cosa de locos o de utópicos o, lo más seguro, ver en ello algo divertido. Pero no. Ni es locura, ni utopía, ni cachondeo.


Baste para comprobarlo mirar la desconocida historia de Zamora para ver la lucha que éste mi pueblo ha mantenido siempre contra la realidad abstracta del Estado. Así como otros pueblos extranjeros de esta península (hoy y aún España y Portugal), buscan en su antigüedad sus raíces nacionalistas, sólo podemos ver en el pueblo zamorano la persistencia del genio antiestatal a lo largo de los siglos.


El primer ejemplo nos lo ofrece Viriato, el guerrillero lusitano. Cierto es que entonces no se podía hablar de estado o nación en el sentido moderno, pero sí de algo tan parecido (peor diría yo) como el Imperio. También algún reticente y sesudo intelectual podría objetar que no está comprobado que Zamora fuese la cuna de este héroe, sino la zona fronteriza de lo que se conviene en llamar Portugal. Pero este hecho carece de importancia por dos cuestiones: primera, la identificación total, familiar incluso, de las gentes que habitan de uno y otro lado de esa línea ficticia que el Estado quiere mantener, pero que no logra separarnos ―yo, por ser de de allí, puedo asegurar que todos formamos una gran familia por encima de la definición de españoles (?) o portugueses (?)—, y segunda, que el hecho importante es que «durante los casi tres últimos siglos por lo menos, Zamora ha considerado a Viriato como cosa suya, le ha hecho casi su héroe popular, y la única estatua de cuerpo entero que la ciudad tienen erigida es la suya» (esto era cierto en el momento de la redacción del Manifiesto). De Viriato, primera manifestación antiestatal, toma la CAZ la enseña que la tradición presenta: nueve tiras de tela, bermejas todas menos la primera, que era verde. Pero no son las nueve franjas, a modo de lo que conocemos como bandera, lo que se toma, sino su significado: Viriato formó su enseña con jirones de estandartes romanos de las legiones derrotadas. Todo un símbolo.


Pero ésto no es todo. También nuestra historia nos ofrece pronunciamientos antiestatales (y antinacionalistas) de carácter revolucionario. De entre todos ellos destaca uno en especial que se constituye en el punto de arranque. Fue en el año 1158. Era Zamora entonces ciudad grande y floreciente, con abundante población de menestrales y mercaderes y pujanza en sus industrias y gremios. El poder gubernamental era llevado por gentes de la nobleza, generalmente extranjera, de amplios privilegios, uno de los cuales era que de las mercaderías que cada día salieran a la plaza del mercado, tenían ellos la primera opción de compra, «y sólo de lo que ellos no hubieran adquirido podían abastecerse los plebeyos».


Así ocurrió que, habiendo pasado la hora de compra de los nobles, un maestro zapatero pretendía llevarse una trucha que ya tenía acordada, pero viéndola el criado del regidor, pretende adquirirla para la mesa de su dueño. Este abuso de poder desencadena una gran batalla en el mercado… tras la cual queda la trucha en manos del zapatero. Esa misma tarde, ante la afrenta y menoscabo de su poder, se reúnen los nobles en la iglesia de Santa María la Nueva para organizar la represión y castigo de los plebeyos. Mas éstos no esperan a que el concilio se levante y armados con sus útiles de trabajo, cercan a la nobleza dentro de la iglesia y le prenden fuego. Pereció achicharrada toda la nobleza, o casi, ya que cuenta la leyenda que el más alto de la clase (o sea, las hostias consagradas) escaparon volando del copón para irse a refugiar en otra iglesia, quizá más popular. Los rebeldes, para rematar su gran obra, prendieron fuego a la casa del regidor y, cómo no, abrieron las puertas de la cárcel (véase pues que la toma de la Bastilla no fue una novedad).


Pasada la resaca de la rebeldía y encarándose al día siguiente con la realidad, los zamoranos no esperaron la reacción del poder central, y formando una caravana de siete mil personas, tomaron las de Portugal. Acto seguido mandaron recado al rey exigiéndole la promesa de declarar perdonado y libre de toda culpa al pueblo de Zamora y, asimismo, de librarles de la opresión de los señores, ya que si no pasarían a establecerse en Portugal, dejando así al monarca sin unos impuestos sustanciosos («¿De qué le sirve al rey una Zamora sin zamoranos?», decía la carta). Los zamoranos preferían la libertad a la tierra, y ante tales argumentos el rey tuvo que ceder. Quizá el monarca se acordó de que, algunos años antes, Zamora fue la última en doblegarse a la unidad castellana y que fue allí también donde se le dio muerte al rey Sancho. En efecto, el rey Fernando I había unificado bajo su cetro los campos de León, Galicia Y Castilla, pero en un acto de arrepentimiento que le honra, decidió repartir su reino entre sus hijos. Su hijo Sancho, de quien dependía Castilla, arrebató pronto a sus hermanos los demás territorios, salvo Zamora a doña Urraca, que fortalecida por la decisión de los zamoranos, mantenía la independencia oponiéndose con todas sus armas a la unificación. Varios meses de cerco no doblegaron su decisión. Y un día, el caballero Bellido Dolfos se presentó en el campamento del rey, engañándole con la promesa de entregarle la plaza, le llevó a un lugar apartado donde, por la espalda y con el propio venablo del rey, le dio muerte. Nótese que el monarca estaba haciendo de vientre, como queriéndonos avisar, con un ejemplo práctico y contundente, que «la reducción de todas las ideologías sustentadoras del Estado a la fétida verdad de sus mentiras, es lo único que puede permitir al brazo rebelde asestarle el golpe mortal que lo haga desvanecerse». El traidor fue perseguido por el Cid, pero como decíamos por allá, Zamora le dio al Cid con la puerta en la nariz.


Como se ve, Zamora está llamada a ser revolucionaria por lo mismo que antinacional y viceversa, porque aparte de la historia grande que he antepuesto, existen otras recientes que no constan en los libros y que demuestran lo antiestatal de este pueblo.


Pero dejemos ya la historia y miremos lo que es ahora Zamora, incluida hoy en esa abstracción llamada España y reducida a la triste condición de provincia, esa institución odiosa de la administración centralizada que sigue conteniendo la alusión al vencimiento y sumisión, como en tiempos del Imperio. Porque esa reducción a la abstracción de provincia le mata la posibilidad de ser otra cosa de lo que es, asfixiando las posibilidades de vida del pueblo, alejado de sus realidades concretas por el Orden.


¿Qué debe Zamora al Estado? Nada. ¿Qué le tributa el pueblo zamorano a la nación? Todo, empezando por la muerte de las posibilidades de ser otra cosa de lo que es. Las gentes de la comarca han ido aprendiendo los aterradores vocablos de «servicio militar», «contribuciones», «Estado», y otros tantos, como únicos verdaderos nombres de la realidad, sin ver en ello ningún beneficio.


La mocedad de los pueblos ha tenido que buscar su pan en el extranjero, en los suburbios de Bilbao o Barcelona, o en tierras frías de lengua extraña, volviendo idiotizados por los conceptos de nivel de vida y de progreso que el Orden esparce por todos los ámbitos del mundo con idéntica estupidez., y habiendo sido muerta en ellos la delicadeza nativa que sólo posee un lugareño con conciencia de tal. Y hablando de lugareños, ha habido pueblos enteros «trasladados» a otras tierras por la creación de embalses hidroeléctricos, que benefician a tierras extranjeras del Norte. Los campesinos y las calles de Zamora se ven atravesados por una red de carreteras, extrañas a las gentes de las comarcas, por donde circulan los coches de los «buscajamones» (así se denomina en Zamora a los funcionarios que prostituyen sus prerrogativas, o sea, todos) o los camiones que van rápidos desde Galicia a Madrid. Miran esas gentes pasar aburridamente el tráfico, que no dice nada a los lugareños: simplemente cruza.


También en las calles de la ciudad veréis levantarse horrorosos edificios que ni son nuestros ni para nosotros: son del Estado (Bancos, Cuarteles, Cárcel, Diputación, Ayuntamiento…). Son esos edificios que el pueblo zamorano paga con su sangre (iguales en todas las ciudades), que para nada le sirven y que el Estado reparte por los ámbitos de su dominio para mejor mantener su verdadera y única tiranía. Y no hablemos de las Escuelas «estatales» o Institutos «nacionales», donde se impone la mayor lujuria nacionalista y se aparta al niño y al joven de la realidad local, llenando su cabeza de horrorosos vocablos. Fue en la escuela donde me enteré que aquella cosa que llamaban España no era tan sólo mi comarca y poco a poco me fueron haciendo tomar conciencia de español, desviando mi atención hacia ríos que no regaban mi tierra y personas que estaban lejos (Caudillo, Fraga, los rojos…). Cosas a las que había que añadir la rapidez con la que los medios de comunicación transmiten las últimas novedades estúpidas, cantables y bailables, junto a cuestiones políticas que nada interesan a nuestras gentes, pero que interrumpen su partida de cartas y los alejan de conversaciones más sustanciosas, como el aprovechamiento del agua del río, los abonos naturales…


«En virtud, pues, de tantos agravios y por el recobro de la libertad perdida, con mucha más razón que otras prósperas naciones que contra la Nación pretenden levantarse, nos levantamos nosotros contra el Estado y por lo tanto contra todos los Estados.»


Y para que conste y no haya dudas, he aquí nuestros rasgos distintivos y el ámbito (dudoso por cierto) de nuestro territorio:


La provincia que lleva el nombre de Zamora está constituida con pueblos y comarcas de diversas economías, costumbres y carácter, obligados a participar de centros administrativos comunes. No se puede establecer una etnia común viendo la gente alegre y gastadora del norte y comparándola con la adusta y cazurra del sur. Tampoco podemos establecer rasgos geológicos o paisajísticos comunes, pues esta tierra se ve pintada ya por los trigales, ya por la vid, siempre encima de suelos y rocas bien distintos. Así, los rasgos socioculturales y los límites geográficos son indefinibles, pero estamos seguros de no ser charros, ni castellanos, ni leoneses, ni gallegos ni portugueses (sépase que nada tiene de portuguesa la parte de la Nación vecina a la que asoman nuestros pueblos fronterizos). Si bien se cree que todas las comarcas que hoy componen la provincia y algunos territorios fronterizos entrarán a formar parte de la CAZ una vez constituida ésta, tal definición de la CAZ les permite verse libres de las garras y rejas de las ideas y conceptos constituidos.


En cuanto al lenguaje, si bien la larga sumisión a la abstracción de España ha permitido la implantación del español, la CAZ confía en poder resucitar y desarrollar un peculiar dialecto zamorano, algunas de cuyas formas lingüísticas guardan celosamente nuestros mayores.


Y para que el futuro no depare sorpresas (o. al menos, más de las que se puede permitir) ha preparado ya la CAZ todo lo referente a la economía y al gobierno de sus «comunidades».


La primera fuente de la riqueza de las comunidades zamoranas se encuentra en la tierra, altamente productiva una vez que, conseguida la independencia, no esté sometida a los caprichos del Orden, sino a sus propias necesidades. En cuanto a las industrias derivadas que florecieron antaño arruinadas por el poder central, la CAZ propone resucitarlas, sobre todo las textiles y la de derivados lácteos. Aparte de la antedicha renovación de las industrias tradicionales (iguales todas en la comunidad autosuficiente) la CAZ da por sentado la incautación de las empresas hidroeléctricas de Iberduero (que producirán altos ingresos por la venta de esa energía a las potencias extranjeras) y la demolición de la central nuclear que nos quieren meter. Puede alguien pensar que la independencia acarreará la desaparición de muchos puestos de trabajo dependientes del Estado, pero ello se verá compensado por la supresión de las cargas y tributos que ese mismo Estado nos impone. Además, la CAZ se propone la supresión de todo Trabajo en el sentido propio de la palabra.


Dado el signo comunitario de la revolución zamorana, está clara la desaparición de los elementos de explotación del individuo-consumidor sobre los que el Estado asienta su dominio y asimismo la desaparición de los teléfonos, televisores y radios particulares y por lo tanto del coche individual, cuya venta se dedicará a la mejora de los transportes públicos. Se facilitará la venta de los libros y periódicos provenientes del extranjero, sin otra restricción que el nivel de estupidez de los mismos, que les hará perder mercado entre los esclarecidos lectores de Zamora, en cuanto desaparezcan los estímulos externos, estatales y paraestatales, que suelen favorecer la difusión de lo más inepto y facilitan el mantenimiento del estado de cosas.


En cuanto al gobierno de la CAZ una vez conseguida la independencia, deberá tener las siguientes condiciones:


- Tener el menos poder posible, dificultado en todo.


- Estar compuesta por personas jóvenes e inexpertas y durar lo menos posible.


Desaparecido este primer gobierno provisional, todo se regirá por la asamblea de todos los miembros de las comunidades, evitándose los procedimientos democráticos o que se parezcan a la votación.


Simultáneamente se practicará la disolución de la familia y de la propiedad privada, pero abandonando fórmulas tan suspectas como el todo será de todos; se realizará que cualquiera cosa será para cualquiera en el sentido de que cualquiera tendrá derecho a participar en el disfrute de cualquiera de ellas, con la condición de que se trate de un disfrute y no de una posesión. Desaparecerá la obligatoriedad del trabajo, confiando que ello mismo lleve a los ciudadanos a realizar cosas que les agraden y aquéllas que sean fuente de placer. De este modo se dejarán de producir los objetos carentes de utilidad.


Se abolirá, claro está, el dinero.


Se establecerán cónsules-regateadores en los mercados extranjeros para comprar, mediante créditos, aquello que a los zamoranos les parezca necesario.


No habrá administración.


Agustín García Calvo y otros zamoranos. París, 1970

 

 

Notas: 


(*) «Comunicado urgente contra el despilfarro» :

http://bauldetrompetillas.es/wp-content/uploads/pdf/ComunicadoURGENTE.pdf

(**) Obra completa de Agustín García Calvo:

 https://www.editoriallucina.es