miércoles, 5 de junio de 2013

POR UNA CONSTITUCIÓN DE TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA

166 años de constituciones fallidas

Antes de la modernidad liberal, los fueros eran los documentos que expresaban el pacto entre el pueblo y el estado feudal, por el que éste reconocía a aquél unos derechos, que otorgaban una cierta autonomía en el gobierno de los bienes comunales y en, general, sobre el autogobierno de cada comunidad a través de las asambleas de concejo. A cambio, el pueblo respetaba la propiedad señorial y eclesiástica y sostenía con sus impuestos los gastos de la corona, que incluían el mantenimiento de los ejércitos, si bien, durante mucho tiempo las propias milicias concejiles fueron mucho más eficientes que los ejércitos reales, como quedó demostrado en ocasiones tan fundamentales como la de la sublevación popular contra la invasión francesa en la guerra de la independencia.
Tras la revolución liberal, los Estados se dotaron de constituciones que sustituyeron a los fueros anteriores, pero que mantenían intacta la esencia del antíguo pacto: el pueblo cedía su soberanía a cambio de algunos derechos, considerados “ideales”, porque nunca fueron cumplidos por las élites gobernantes, como el derecho al trabajo o a la vivienda, como el de  igualdad ante las leyes o el ilusorio derecho a la igualdad de oportunidades.

lunes, 3 de junio de 2013

PÁNICO A LA DEMOCRACIA REAL

Intervención de Felix Rodrigo Mora en el Ateneo de Madrid

La mayoría de las personas que conozco no pueden imaginar una sociedad sin Estado. Lo comprendo muy bien, porque hasta hace bien poco yo tampoco era capaz. He necesitado que sucediera la crisis actual, he necesitado pasar por la experiencia apasionante del 15M y, sobre todo, he necesitado ponerme a reflexionar en profundidad sobre todo lo que está pasando y en los antecedentes de la historia que hasta aquí nos han traído; he tenido que leer y contrastar más ideas y libros de lo que nunca había hecho en mi vida, he tenido que reflexionar sobre mi propia experiencia vital, a fondo y sin concesiones, para llegar a las conclusiones que hoy animan mi pensamiento y mi voluntad, lo que incluye una constante tensión por la verdad, que me obliga a una permanente indagación y al cuestionamiento de mis propias conclusiones. Aún así, me siento liberado de anteojeras ideológicas, ahora sé que mi pensamiento es deudor de otros pensamientos tanto como fruto de mi propio esfuerzo por comprender el mundo y el tiempo en el que me ha tocado vivir.

lunes, 27 de mayo de 2013

POR EL BARRANCO DE SANTA EULALIA

Antes de que Mayo se estropeara, hace un par de semanas, hicimos una excursión que teníamos pendiente por algunas de las cumbres de la Sierra del Brezo, en nuestra comarca, en la Montaña Palentina. Ya conocíamos este barranco, que habíamos utilizado hace un par de años para subir a Peña Redonda (1.996 mts), la cumbre que preside esta zona de la Sierra, el primer cordal calizo de la Cordillera Cantábrica cuando uno se aproxima desde las llanadas del sur, tras pasar Saldaña y atravesar los hermosos piedemontes de Ojeda y Valdavia.


Traspeña de la Peña apenas tiene hoy  veinte habitantes. Justo a la entrada de la población, antes de tomar la pista de tierra que en dirección norte nos acerca a la sierra, está su hermosa Cruz de Término, sobre un pedestal con siete escalones; es una filigrana gótica, tallada en el siglo XV por alguien llamado Portillo. Al regreso de la excursión es aconsejable entrar al caserío, por echar un trago en su fuente y por admirar su interesante iglesia de la Transfiguración, cuya fábrica es también del  mismo siglo.

viernes, 24 de mayo de 2013

LA REVOLUCIÓN COMO DECONSTRUCCIÓN DEL PROYECTO DEMOCRÁTICO



1. Hasta aquí hemos llegado, ésto era el progreso.

Observo a diario cómo la mayoría de las personas se sitúan en la resignación ante la complejidad del mundo en el que vivimos, cuyo desentrañamiento se nos presenta como tarea inabordable y sus problemas nos parecen irresolubles.
Tras la resignación viene la inhibición, que deja un horizonte estrecho, reducido a la única esperanza del mal menor y la salvación individual, confiados a un remoto golpe de suerte, en una apuesta ciega que transforma la experiencia de vivir en un trágico juego de lotería.
Y, si acaso alcanzamos a tener conocimiento y conciencia de esa complejidad del mundo, si uno se enfrenta a la verdad  desnuda resultante, tras quitar las capas de cascarilla que lo envuelven, el paisaje es aún más trágico: un inmenso abismo de tiempo vacío, de siglos por delante hasta reconstruir la ruina de civilización que ahora somos, el inacabado e imperfecto proyecto de ser social, humano, que la modernidad  capitalista ha abortado.

lunes, 20 de mayo de 2013

PASAR AL ATAQUE



Reconozco que en mi propia reflexión acerca de la crisis y de la naturaleza revolucionaria del proceso emancipador, había dado por obvia la destrucción del sujeto. Probablemente, eso me estaba sucediendo porque hasta ahora me consideraba más activista que teórico. He ido incorporando las reflexiones de Felix Rodrigo y de Prado Esteban al respecto y creo tener ahora una mejor identificación de cuál es el objetivo último de la revolución integral y, por tanto, de cuál es el núcleo central de la estrategia a largo plazo, la doble reconstrucción, individual y comunitaria, del  sujeto. Coincido con ellos en que la virtud, el sentido de servicio desinteresado a la comunidad y la renuncia al interés particular, constituyen el camino correcto para la reconstrucción del sujeto y, por tanto, para avanzar en la revolución integral. Más allá de su obvia e histórica necesidad, ahora entiendo la revolución como un deber.

sábado, 18 de mayo de 2013

ZEN Y PADRE

Paisaje zen


Estoy terminando una semana de retiro forzado por la enfermedad. Abatido por la fiebre, una vez más he comprobado cómo mi cabeza era incapaz de avanzar en ninguno de los pensamientos que continuamente me asaltaban, cómo se mostraba reacia a razonar en profundidad, atascándose en cada preámbulo, como negándose a ello, dejándome sólo frente al abismo vacío -y sorprendentemente liberador- de la mente en blanco. Una vez más, he podido comprobar cómo funciona mi forma de meditación zen: a lo asturiano, meditando sin ningún objeto por delante, concentrando la atención en el simple acto de respirar, sin detenerme en los pensamientos que me abordan, dejando que la mente vague por las soledades interiores, sin dejar de ver todo cuanto me rodea.

Un amigo mío, monje budista, se reía de mí hace unos años cuando yo le decía que la meditación zen  era para mí algo muy familiar, porque la venía practicando desde hacía muchos años y que la había aprendido de mi padre, emigrante asturiano en tierras de Valladolid, viendo cómo se quedaba mirando al vacío, en completo silencio, cuando regresaba de la fábrica a las diez de la noche, tras una larga jornada iniciada a las seis de la mañana; o cuando tenía uno de sus frecuentes periodos de dolor de muelas o cuando, tras una discusión acalorada, se sentía incómodo consigo mismo y se apoyaba en la ventana, aparentemente mirando los cables de la luz que cerraban el paisaje de nuestra calle. Era su forma de meditación, de mirar hacia dentro y reflexionar sin palabras. Así restablecía él su equilibrio y volvía a encontrar su sitio en el mundo.