Intervención de Felix Rodrigo Mora en el Ateneo de Madrid |
La mayoría de las personas que
conozco no pueden imaginar una sociedad sin Estado. Lo comprendo muy bien,
porque hasta hace bien poco yo tampoco era capaz. He necesitado que sucediera
la crisis actual, he necesitado pasar por la experiencia apasionante del 15M y,
sobre todo, he necesitado ponerme a reflexionar en profundidad sobre todo lo
que está pasando y en los antecedentes de la historia que hasta aquí nos han
traído; he tenido que leer y contrastar más ideas y libros de lo que nunca
había hecho en mi vida, he tenido que reflexionar sobre mi propia experiencia
vital, a fondo y sin concesiones, para llegar a las conclusiones que hoy animan
mi pensamiento y mi voluntad, lo que incluye una constante tensión por la
verdad, que me obliga a una permanente indagación y al cuestionamiento de mis
propias conclusiones. Aún así, me siento liberado de anteojeras ideológicas,
ahora sé que mi pensamiento es deudor de otros pensamientos tanto como fruto de
mi propio esfuerzo por comprender el mundo y el tiempo en el que me ha tocado
vivir.
Siempre había pensado que la idea
de una sociedad de iguales, de personas libres y autónomas que organizan su
vida en comunidad, sin la tutela y el dominio de poderes superiores, era una
idea hermosa, incluso necesaria, pero absolutamente utópica, imposible de
realizar en el mundo real. He oído muchas veces el argumento de que ello es
imposible, que ¿cómo cuarenta y siete millones de habitantes podríamos
organizarnos por nosotros mismos, sin mediar los representantes políticos a los
que estamos acostumbrados?.
Ayer estuve viendo un vídeo de
una tertulia celebrada en el Ateneo de Madrid el pasado 25 de mayo, en la que
intervenía gente muy heterogénea, mayoritariamente vinculada a organizaciones
de izquierda, al 15M y a las mareas ciudadanas. También intervenía Felix
Rodrigo Mora, que en los últimos días está siendo objeto de furibundos ataques
que, incluso, han rozado la agresión física. Su
intervención provocó una reacción inmediata entre los ponentes como entre
el público asistente, focalizando todo el interés de la tertulia en esa
intervención, calificada de provocadora por algunos de los intervinientes.
Es muy preocupante el grado de intolerancia de quienes perciben como ataque
personal aquello que es una reflexión argumentada sobre los errores de la
izquierda. Es muy preocupante que cuando eso sucede, las personas que se
sienten concernidas por esa crítica recurran al insulto en vez de afrontar el
debate en profundidad y con argumentación; y más preocupante es todavía que
recurran al uso ofensivo de calificativos como “reaccionario” o “fascista” que,
en todo caso, acaban siendo escupitajos lanzados al aire y que acaban por caer al mismo sitio de donde han salido.
Es cierto que el fascismo es una
amenaza constante en Europa, y que lo es ahora, en una época en que las masas
desorientadas son fácil presa de la demagogia xenófoba y autoritaria, pero
quien quiera desenmascarar fascistas tiene que buscar más cerca, tiene que
hacerlo entre quienes hacen apología del Estado, esencia del fascismo. De todos
modos, basta leer y escuchar esos ataques a Felix RM para que se descalifiquen
por sí mismos, sin más esfuerzo ni ayuda.
Creo que en los próximos tiempos esta
confrontación con la izquierda estatista alcanzará una virulencia creciente, será
una situación que habrá que afrontar con
calma y resuelta decisión. Es lo previsible, lo que podemos esperar dado el
nivel de confusión y desorientación de la izquierda, tanto en el plano ideológico
como estratégico, especialmente de las corrientes ideológicas que
históricamente se han nutrido del materialismo marxista. Tiene que ser muy duro
enfrentarse a la idea de haber contribuido al reforzamiento del capitalismo, de
reconocer que el Estado, en cualquiera de sus formas ensayadas, tanto desde la
derecha como desde la izquierda, es el instrumento unívoco del poder,
absolutamente incompatible con la democracia. Tiene que ser muy duro aceptar
las evidencias de la historia, por las que los conceptos de izquierda y derecha
se complementan convencionalmente para la reproducción del sistema de dominio
que llamamos capitalismo, a través del Estado y el Mercado. Tiene que ser muy
duro afrontar el inmenso error de haber colocado a la economía como motor de la
historia, abandonando la centralidad del pensamiento ético y humanista, libertario
y socialista.
Las asambleas del 15M
contribuyeron decisivamente a destapar este pánico de la izquierda ante sí misma. El grito que exigía “democracia real”
fue dicho con demasiada frivolidad reformista, sin reflexión acerca de su
verdadera dimensión, de su alcance
revolucionario, sin medir que la democracia real es radicalmente
incompatible con el Estado y el Mercado, que su alcance nos asoma a la
intemperie en la que brota la libertad, el igualitarismo y la autonomía, un
espacio inédito de horizontalidad que
niega la verticalidad de las élites, toda intermediación de la voluntad
popular, toda sumisión del individuo, que nos emplaza a pensar y actuar como sociedad emancipada.
Acomodados en el hábito de
analizar sólo los errores del enemigo acostumbrado, de la derecha, va a ser muy
duro para la gente de la izquierda enfrentarse a los propios fracasos, revisar y
aceptar los gruesos errores cometidos en el pasado. Pero hay que pasar por
ello, es un tránsito imprescindible, porque la subversión del pensamiento
acomodaticio de la izquierda es condición necesaria para la revolución
integral.
1 comentario:
Muy, pero que muy bueno. Que claridad de conceptos, y sobre todo, que clase. Felicidades por el comentario, esta batalla la ganará gente honrada y con argumentos como el autor. Salud, Karlos Luckas
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