Reconozco
que en mi propia reflexión acerca de la crisis y de la naturaleza
revolucionaria del proceso emancipador, había dado por obvia la destrucción del
sujeto. Probablemente, eso me estaba sucediendo porque hasta ahora me
consideraba más activista que teórico. He ido incorporando las reflexiones de
Felix Rodrigo y de Prado Esteban al respecto y creo tener ahora una mejor
identificación de cuál es el objetivo último de la revolución integral y, por
tanto, de cuál es el núcleo central de la estrategia a largo plazo, la doble reconstrucción,
individual y comunitaria, del sujeto.
Coincido con ellos en que la virtud, el sentido de servicio desinteresado a la
comunidad y la renuncia al interés particular, constituyen el camino correcto
para la reconstrucción del sujeto y, por tanto, para avanzar en la revolución
integral. Más allá de su obvia e histórica necesidad, ahora entiendo la
revolución como un deber.
Entiendo
también que el proceso es liberador en sí mismo y que esa opción radical me compromete a no delegar en nadie
mis propias obligaciones, entre las que sitúo la de pensar la estrategia de la
revolución. Así, pues, asumir
personalmente el principio de “vencer por virtud” me genera conflicto, pero sólo conmigo mismo, por
superar mis cotidianas costumbres, por el tentador atractivo de la modernidad
hedonista. Como me lo genera la idea de esperar virtud de los demás, porque
siento que no me corresponde, que es una falsa esperanza carente de toda
justificación.
También
he aprendido que esta revolución se lleva mal con la prisa (“vamos despacio
porque vamos lejos”), porque se fundamenta en algo tan previsiblemente lento,
complejo y difícil como es la autoconstrucción de un sujeto demasiadas veces
derrotado, si no totalmente extinguido. Pero veo la situación a mi alrededor, veo
cómo la mayoría de mis amigos y convecinos se agarran a la absurda esperanza de
una vuelta atrás, hacia el moribundo Estado del Bienestar, buscando la solución
en su milagrosa resurrección, como si “el problema” consistiera en la merma salarial,
por razón del paro o de los recortes en derechos laborales y en servicios
estatales, mal llamados públicos.
Veo
cómo las mismas estructuras con las que se reproduce el sistema Estado-Mercado,
siguen operando con su acostumbrada eficacia, incluso mejorada a través de sus
poderosas institituciones, de los poderosos mecanismos de adoctrinamiento con los
que cuenta, desarrollados y perfeccionados durante más de dos siglos. Veo la
fatiga que produce la propia complejidad del sistema en una sociedad
acostumbrada a dar la espalda a su propio deber de autonomía, amaestrada para
la delegación de responsabilidades, veo cómo
ese cansancio conduce a simplificar y aislar las soluciones, soluciones
ecológicas, de género, decrecentistas, identitarias, republicanas, cambio de
gobierno, reforma electoral, de la constitución, otra educación, otra salud,
otra banca, otra justicia, otra política
de vivienda, otra clase política, otra democracia,…favoreciendo la división y
el aislamiento, la reproducción de la confusión, de la fatiga y, en definitiva,
abonando el terreno para la sumisión perfecta, totalitaria y fascista, perfectamente
planificada.
Sé
que el ataque integral es necesario, sé que el ataque frontal es imposible, que
el sujeto que habría de llevarlo a término no existe, que una desorientada masa
ciudadana sustituye hoy al pueblo, sé que el pueblo ha sido anulado gracias a
la burguesa colaboración de la izquierda estatista y mercantilista. Pero, ¿qué
hacer entonces, cómo esperar a que el sujeto se reconstruya a sí mismo, cómo
sobrevivir mientras tanto al espectáculo de esa contradicción de apariencia insalvable,
a la confusión generalizada; y cómo sobrevivir al horror del masivo genocidio
planificado y ya iniciado en Africa,
Oriente Medio y en el Sureste asiático?, ¿cómo hacer entender que ya estamos en
la cuarta guerra mundial, cuando la tercera nos pasó desapercibida entre las
noticias de los telediarios?
Todavía
no tengo respuesta. Pero tengo la certeza de que la sola resistencia no
funciona, que contribuye muy poquito al avance de la revolución y en nada a parar la barbarie. Pero ¿y si pasáramos
al ataque?... ¿cómo cuatro gatos podrían atacar al sistema?, ¿cómo articular pacíficamente
una estrategia de guerrilla? Hay que
pensarlo, el asunto no es para menos.
PD: Acabo de enterarme de los intentos violentos de boicot y agresión a
Felix Rodrigo Mora en sus dos últimas intervenciones en Zaragoza. Para él mi
solidaridad y apoyo personal. Ésta es su descripción de lo allí sucedido: VODEVIL ZARAGOZANO
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