lunes, 20 de mayo de 2013

PASAR AL ATAQUE



Reconozco que en mi propia reflexión acerca de la crisis y de la naturaleza revolucionaria del proceso emancipador, había dado por obvia la destrucción del sujeto. Probablemente, eso me estaba sucediendo porque hasta ahora me consideraba más activista que teórico. He ido incorporando las reflexiones de Felix Rodrigo y de Prado Esteban al respecto y creo tener ahora una mejor identificación de cuál es el objetivo último de la revolución integral y, por tanto, de cuál es el núcleo central de la estrategia a largo plazo, la doble reconstrucción, individual y comunitaria, del  sujeto. Coincido con ellos en que la virtud, el sentido de servicio desinteresado a la comunidad y la renuncia al interés particular, constituyen el camino correcto para la reconstrucción del sujeto y, por tanto, para avanzar en la revolución integral. Más allá de su obvia e histórica necesidad, ahora entiendo la revolución como un deber.


Entiendo también que el proceso es liberador en sí mismo y que esa opción  radical me compromete a no delegar en nadie mis propias obligaciones, entre las que sitúo la de pensar la estrategia de la revolución. Así, pues, asumir  personalmente el principio de “vencer por virtud” me genera  conflicto, pero sólo conmigo mismo, por superar mis cotidianas costumbres, por el tentador atractivo de la modernidad hedonista. Como me lo genera la idea de esperar virtud de los demás, porque siento que no me corresponde, que es una falsa esperanza carente de toda justificación.

También he aprendido que esta revolución se lleva mal con la prisa (“vamos despacio porque vamos lejos”), porque se fundamenta en algo tan previsiblemente lento, complejo y difícil como es la autoconstrucción de un sujeto demasiadas veces derrotado, si no totalmente extinguido. Pero veo la situación a mi alrededor, veo cómo la mayoría de mis amigos y convecinos se agarran a la absurda esperanza de una vuelta atrás, hacia el moribundo Estado del Bienestar, buscando la solución en su milagrosa resurrección, como si “el problema” consistiera en la merma salarial, por razón del paro o de los recortes en derechos laborales y en servicios estatales, mal llamados públicos.

Veo cómo las mismas estructuras con las que se reproduce el sistema Estado-Mercado, siguen operando con su acostumbrada eficacia, incluso mejorada a través de sus poderosas institituciones, de los poderosos mecanismos de adoctrinamiento con los que cuenta, desarrollados y perfeccionados durante más de dos siglos. Veo la fatiga que produce la propia complejidad del sistema en una sociedad acostumbrada a dar la espalda a su propio deber de autonomía, amaestrada para la delegación de responsabilidades,  veo cómo ese cansancio conduce a simplificar y aislar las soluciones, soluciones ecológicas, de género, decrecentistas, identitarias, republicanas, cambio de gobierno, reforma electoral, de la constitución, otra educación, otra salud, otra banca, otra justicia,  otra política de vivienda, otra clase política, otra democracia,…favoreciendo la división y el aislamiento, la reproducción de la confusión, de la fatiga y, en definitiva, abonando el terreno para la sumisión perfecta, totalitaria y fascista, perfectamente planificada.

Sé que el ataque integral es necesario, sé que el ataque frontal es imposible, que el sujeto que habría de llevarlo a término no existe, que una desorientada masa ciudadana sustituye hoy al pueblo, sé que el pueblo ha sido anulado gracias a la burguesa colaboración de la izquierda estatista y mercantilista. Pero, ¿qué hacer entonces, cómo esperar a que el sujeto se reconstruya a sí mismo, cómo sobrevivir mientras tanto al espectáculo de esa contradicción de apariencia insalvable, a la confusión generalizada; y cómo sobrevivir al horror del masivo genocidio planificado y ya iniciado  en Africa, Oriente Medio y en el Sureste asiático?, ¿cómo hacer entender que ya estamos en la cuarta guerra mundial, cuando la tercera nos pasó desapercibida entre las noticias de los telediarios?

Todavía no tengo respuesta. Pero tengo la certeza de que la sola resistencia no funciona, que contribuye muy poquito al avance de la revolución  y en nada a parar la barbarie. Pero ¿y si pasáramos al ataque?... ¿cómo cuatro gatos podrían atacar al sistema?, ¿cómo articular pacíficamente una estrategia de guerrilla?  Hay que pensarlo, el asunto no es para menos.

PD: Acabo de enterarme de los intentos violentos de boicot y agresión a Felix Rodrigo Mora en sus dos últimas intervenciones en Zaragoza. Para él mi solidaridad y apoyo personal. Ésta es su descripción de lo allí sucedido: VODEVIL ZARAGOZANO







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