martes, 10 de septiembre de 2024

CONSTRUIR BIENES COMUNES...¿DE PROPIEDAD PRIVADA 0 COMUNAL?


Lo del título no es imposible: un colectivo puede organizarse en modo comunitario con independencia de cuáles sean sus medios o sus fines. Por ejemplo, cualquier banda criminal podría organizarse al modo mafioso en regimen de comunidad cooperativa, compartiendo los frutos de  su común "economía" delictiva. Otro ejemplo: cualquier empresa capitalista puede adoptar una forma cooperativa e incluso ser  igualitaria en el reparto de acciones y por eso no deja de ser capitalista, ni privada su propiedad colectiva. 
 
La imagen que pongo arriba es un cartel de la Fundación Emprius, que es una asociación de  comunidades rurales actuantes en diversas comarcas rurales de Cataluña. "Emprius" es una norma jurídica del derecho consuetudinario catalán, que en términos generales hace referencia a la "tierra del común"  y determina el derecho de uso comunal, por  los vecinos de una población, a los bienes rústicos del municipio -ya sean pastos, bosques y aguas-, como a cualquier otro bien que fuera objeto del mencionado derecho "de costumbre" o "consuetudinario".  
 
La Fundacíó Emprius surgió, según su propia definición, "con el objetivo  de impulsar una cultura comunal-rural que garantice el sostenimiento y dignificación de la Vida presente y futura. En un contexto de crisis civilizatoria, queremos ser un agente por un cambio de paradigma necesario, en el que la Vida sea el centro y la interdependencia y la ecodependencia sean la base. Fomentamos formas de acceso a los recursos, producción y relaciones basadas en la cooperación por el bien común, para romper con las dinámicas individualistas hegemónicas. Ponemos el énfasis en las necesidades, capacidades y potencialidades del mundo rural y su entorno natural, frente a la cultura urbanocéntrica dominante. Entendemos que promover el comunalismo y el ruralismo está intrinsecamente ligado a la práctica de valores como la agroecología, soberanía alimentaria, resiliencia y regeneración del territorio, democracia radical, feminismo, apoyo mutuo y solidaridad".
 
Si hoy traigo aquí este caso, es porque esta fundación a fecha de hoy tiene abierta la convocatoria de un premio destinado a "buscar propuestas  de generación de conocimiento o divulgación sobre comunalismo". Pues bien, esta convocatoria excita mi pensamiento crítico en torno a la idea de "lo comunal" como posible fundamento de un proyecto "revolucionario", que eso es lo que parece deducirse de la definición que esta fundación hace de sí misma. 
 
Conste que esta crítica me resulta incómoda, porque reconozco el mérito, la generosidad y el compromiso  de la mayoría de personas que se involucran en este tipo de proyectos comunitarios, a muchas de las cuales conozco y aprecio, de cuyas buenas intenciones no tengo ninguna duda. Lo que sucede es que no son un tipo de asociación cualquiera, como un club deportivo o una asociación cultural o de vecinos; no, porque públicamente estas organizaciones expresan una finalidad política con pretensión revolucionaria y concretamente "comunalista" en este caso. 
Más bien, mi contrariedad tiene que ver con lo que considero un mal diseño, que necesariamente hace imposible cualquier aproximación a su propia finalidad revolucionaria. Y ésto entiendo que es así  porque el diseño de este tipo de iniciativas falla no solo en su carencia de pensamiento estratégico, sino también en una grave confusión de principios básicos (por ejemplo en los anteriormente referidos principios de "propiedad" y "comunidad", junto a otros no menos principales, como el de democracia real,  racionalidad ecológica-simbioética o el del procomún universal (integrado por la Tierra junto al Conocimiento y el Trabajo humano). Y así, lo que se logra es anticipar una segura derrota, una más que añadir al ya repleto historial de fracasos de las "izquierdas", con más frustración personal y colectiva que contribuye eficazmente a desactivar toda movilización social que se proponga un horizonte realmente "alternativo", de sistema y no solo de gobierno. 
 
Por otra parte, esta fundación se refiere a unos "comunales rurales del siglo XXI" que, con sus propias palabras,  incluirían  "tanto los propios recursos de custodia colectiva como a las dinámicas, relaciones, formas de organización y gobernanza que se establecen en la comunidad que los gestiona". Por "recursos" entienden los campos de cultivo, los bosques, las montañas, y también las  herramientas, viviendas e infraestructuras como balsas, corrales, obradores, etc.   Seguidamente, reconocen que "el comunal está directamente vinculado a la comunidad que lo gestiona que,  dependiendo de la naturaleza y características del comunal, la comunidad puede ser diferente: el vecindario de un pueblo, los habitantes de una pedanía, una cooperativa, un colectivo o una asociación". Así, sin ninguna concreción, la definición no puede ser más vaga ni más confusa. Y, además, ¿a qué viene reducir  el ámbito de la transformación social (revolución) solo a los espacios rurales, obviando que la mayoría de la humanidad habita en grandes urbes, superpobladas por millones de habitantes?

A primera vista, transmiten un concepto solo convivencial o prepolítico de sus propias comunidades, que contradice su manifiesta aspiración de trascendencia social, haciéndola pretenciosamente revolucionaria, lo que es un canto al sol. Así, su experiencia es testimonial y limitada al objetivo personal de un cambio en el "estilo de vida"  y a la satisfacción de las expectativas particulares de una pequeña comunidad de románticos copropietarios rurales de una masía, un caserío o cualquier otra forma de finca rústica, ecoaldea o urbanización rural,   en medio de una idílica naturaleza de ser ésto posible.
 
Sin duda, están en la misma onda de la mayoría de intelectuales y políticos, de todas las corrientes de la izquierda posmoderna, que a día de hoy siguen  considerando "comunalista" y hasta "revolucionario" al sistema concejil-campesino del Medievo Feudal, a pesar de estar suficientemente acreditado que aquel poder concejil estaba perfectamente inscrito y regulado dentro del orden feudal general, subordinado al contexto de unos dominios, feudos o "señoríos" territoriales, gobernados en comandita por monarcas y élites de la nobleza civil, comercial, militar o eclesiástica, que juntos o en competencia detentaban el poder social, económico y político real. Es igualmente obvio que la gestión colectiva de algunos bienes comunes nunca pudo ser otra cosa que un "derecho", permitido o directamente concedido por "gracia" de reyes y dómines (señores), siempre al interior de sus respectivos dominios feudales. Que no otra cosa eran las "cartas puebla" y los "fueros", por muy románticos y comuneros que se pongan algunos historiadores medievales. Con igual imaginación, bien pudiéramos imaginar (por imaginar que no quede) una  moderna "moda comunal", con proliferación de comunidades de igual tipo que aquellos rurales concejos feudales, pero ahora plenamente capitalistas -incluso con aspecto liberal-hippy-cooperativo de lo más feminista-ecologista, perfectamente integrados y amparados bajo la protección del  Estado.
 
Como sabe quien alguna vez ha visitado este blog, lo que aquí defiendo es un proyecto de comunidad y comunalidad que tiene su principal referencia en el pensamiento ecosocial y comunalista de Murray Bookchin, así como en el confederalismo democrático del kurdo Abdullah Öcalan. Tal inspiración es bien compatible con mi propuesta de una organización política que ya desde sus inicios sea autoconstituida en modo Asamblea o Ajuntamiento Comunal, anticipando experimentalmente, en el tiempo presente, la organización comunal de las sociedades futuras. Se trata, pues, de operar con estrategia diseñada para actuar como verdadero contrapoder popular, simultáneamente constituyente y destituyente. Porque no hay otra opción de emancipación social que no pase por ganarle la hegemonia al regimen clasista y autodestructivo  bajo el que vivimos. Preparar la revolución y anticipar el futuro: organizando la resistencia de nuestras comunidades reales, las convivenciales, de ámbito urbano (vecindades) y bioterritorial (paisanías) y practicando la democracia real en su inédita forma directa e integral. 
 
Este es el momento, la oportunidad que nunca antes pudo darse durante la larga historia de la evolución humana, porque nunca como ahora tuvimos un sentimiento de comunidad a escala global y de especie...sí, todavía muy incipiente, pero todo se andará. En realidad ya está sucediendo aunque se  deba al generalizado presentimiento de un colapso en ciernes del sistema-mundo-capitalista en que vivimos. 

Pero de producirse, todo ese proceso de radical transformación social,  será necesariamente muy largo, por eso que corra prisa iniciarlo cuanto antes. Será impensable siquiera, de no acometer la confrontación con  pensamiento estratégico que tenga en cuenta  la dimensión corporativa y global del monstruo estatal (el Leviatán al que nos enfrentamos). Y, además, teniendo muy en cuenta el modo en que éste nos habita individualmente, mediante malas  costumbres  inducidas, unas  heredadas y otras adquiridas por amaestramiento a lo largo de nuestras vidas; malos hábitos junto a condiciones  de existencia que nos vienen dadas de nacimiento, marcándonos de por vida.Todo ello hace que  nos sea obligada  la necesidad añadida de una simultánea y reparadora "revolución interior".

Nadie, con  actualizado conocimiento del mundo en que vivimos y estando en su sano juicio puede hoy esperar una solución, ni "justa" ni  "ecológica", a las graves amenazas del tiempo presente, en tanto que la Tierra, el Conocimiento y el Trabajo humano sigan siendo bienes-objeto de dominio o propiedad particular, sometidos al vaivén especulador de los mercados, igual que cualquier mercancía de las que allí se compran, venden o alquilan. Como tampoco es posible ninguna solución realmente igualitaria o democrática, mientras perdure en nuestras culturas y en nuestros sistemas políticos el predominio de nuestros más primarios instintos animales, de propiedad territorial y sexual/reproductiva. La milenaria institución de la familia patriarcal, con su correspondiente derecho de herencia, desde hace no menos de seis mil años sirve a la continuidad y reproducción del mismo orden jerárquico que, en esencia, es similar al que siguen otras muchas especies animales. Ahí está el gran atasco de la evolución "natural" de nuestra especie, no achacable a Darwin, sino más bien al imperante darwinismo social. 

Díganme si no es hora de pensar diferente.

jueves, 5 de septiembre de 2024

DONDE YO ESTOY



De una leyenda guiaraní: hubo un enorme incendio en la selva y  todos los animales huían despavoridos, excepto un colibrí. El colibrí no paraba de transportar gotas de agua que recogía en un lago cercano y derramaba sobre el bosque en llamas. Un jaguar que lo observaba le preguntó, no sin cierta sorna: ¿pero qué haces, colibrí, no pretenderás apagar tú solo el incendio?, a lo que el pequeño colibrí respondió: ...bueno, yo hago mi parte.

El título del texto que sigue es afirmativo; si estuviera escrito con signos de interrogación -¿dónde estoy yo?- coincidiría con el título de un libro de Alfonso Sastre (1926-2021) publicado en 1994, en el que este autor, destacado representante de la generación de los 50, se interrogaba sobre su posición existencial, de manera que más bien la pregunta que flota en el libro es ¿quién soy yo?; pero también trataba de responder a dudas ajenas respecto de su  posicionamiento político en torno a cuestiones de máxima actualidad en ese momento histórico, tales como el terrorismo de ETA y el entonces reciente derrumbe del “socialismo real” en la URSS (1990-1991), dejando ver como trasfondo la intención de justificar su nueva militancia en la izquierda nacionalista vasca ante sus viejos camaradas del PCE, donde había militado durante los años cincuenta, sesenta, y hasta finales de 1974 

".../...Ahora veo que todo el mundo está en alguna parte. Cuando yo estaba en alguna parte –es decir, en el Partido Comunista de España-, yo no veía a la mayor parte de estos demócratas y socialistas en ninguna parte..., cuando no es que los veía ocupando cargos públicos y disfrutando –quizá con un malestar interior- del sistema.

Seguramente estaban ahí, luchando contra el fascismo –no lo dudo-, pero yo no los veía en ese campo de batalla. En cuanto a mi posición política actual, me da la impresión de que estoy un tanto o mucho a la izquierda del que fue mi partido. Con lo cual quiero decir que…

 -<¿A la izquierda del PC? ¡O sea, en ninguna parte!>, oigo que alguien me dice, tratando de explicarme con ello que la opción actual para un revolucionario se plantea en estos términos: <O posibilismo o utopismo>... No es ésa mi opinión. Yo opino, si ello se me permite, de muy distinta forma, y veo que esa <ninguna parte> es un espacio realmente habitado y hasta superpoblado, y que en él están mis camaradas verdaderos y que en él reside un proyecto que no cesa a pesar de todo: el de la revolución".

En el capítulo de ese mismo libro titulado "Vista a la Izquierda", entre otras interesantes reflexiones, decía Alfonso Sastre:

 ".../...Pero es cierto también que el proceso que se abrió con la revolución del 17 nos ha recordado aspectos oscuros de la condición humana, subrayados por quienes creen ver en ellos la prueba de que la naturaleza humana es resistente a asumir los valores propios de la solidaridad, de tal manera que el capitalismo sería un sistema a la medida del ser humano y el socialismo (y el comunismo) un sueño de la razón que engendra monstruos. (2) Ahí ha crecido esa mala ralea de los burócratas de los partidos comunistas en el poder durante tantos años, quinta columna de los encarnizados enemigos exteriores de ese proceso hasta que han dado con él en el suelo entre los unos (los de afuera) y los otros (los de dentro). Pero yo prefiero recordar ahora a las bases de camaradas oscuros que entregaron sus vidas bajo las banderas rojas y a los compases de la Internacional: en pie, famélica legión. Ha terminado, pues, el primer acto de la revolución socialista y ha terminado muy mal. Si se acabara así la historia estaríamos ante el desenlace de una tragedia de mala muerte. ¿Todo habría terminado así? ¿Todo habría sido para ésto? ¿Tantos esfuerzos de la especie humana para, al fin, quedar instalada en esta atrocidad de una sociedad de consumo coexistente con el escándalo planetario del hambre y de la miseria? ¿Tendríamos pues que reposar en este horror de cocacola y mierda picada?"

Y eso que Alfonso Sastre se refería a esas "atrocidades" sin saber de las nuevas y añadidas que ahora pesan sobre nosotros condicionando nuestro futuro, tales como la amenaza de guerra nuclear global que hoy es más evidente aún que durante la Guerra Fría, o como los trágicos efectos del cambio climático, el agotamiento de bienes naturales y la pérdida irreparable de biodiversidad... todas esas “novedades” contemporáneas que por primera vez en la historia humana están propiciando un incipiente sentido de responsabilidad  ecosocial a escala global o de especie, que potencialmente y a medio plazo, me parece a mí que será una carga de profundidad, subversiva y destituyente del pensamiento  arcaico, estatal-capitalista, que gobierna el mundo tras una cáscara  de "guerra geopolítica", que en esencia es mercantil antes que ideológica, pero que igualmente es "a muerte", solo que ahora es entre bloques de estados/imperio armados con la misma ideología capitalista y la misma tecnología atómica, para el mismo fin: el control del Mercado Global. Es una guerra comercial y financiera similar a la que sucede cada día en nuestras calles, entre  tiendas, bancos y corporaciones, todas capitalistas, igual en el eje Norte/Sur que en el Este/Oeste...sólo que ésta de ahora es una Guerra Capitalista Global muy peligrosa, porque las partes contendientes cuentan con arsenal de bombas atómicas más que suficiente para precipitar el final, si no de la Tierra, sí de nuestra especie junto a muchas otras. 

Aún así, no me resisto a la esperanza en esa emergente  "conciencia  global y de especie" que dije antes, holística e integral, ecosocial y simbioética que, aunque tarde, acabe prendiendo en un movimiento emancipatorio a escala mundial, capaz de corregir la mala "evolución natural” seguida por nuestra especie, sometida a la misma ley  natural de la selva que rige la existencia de la mayoría de las especies animales, guiada por los mismos instintos primarios  de dominio territorial  y reproductivo. Porque esa es la traza "natural" y primitiva de las tres  instituciones  que a día de hoy siguen sosteniendo al  salvaje "orden natural" bajo el que vive todavía nuestra especie, desde hace no menos de seis milenios.

Defiendo que la resistencia y rebelión contra esa salvaje "ley natural" (patriarcal, estatal y capitalista en el caso de nuestra especie) es la única posibilidad que tenemos para  alejar el momento de extinción de nuestra especie, que sabemos tan inexorable como el del resto, incluso de toda  la Materia que compone el Universo, que sabemos  sometida al irreversible proceso "de la flecha del tiempo" y la disolución entrópica...Esto es así, pero también es cierto que entre todas las especies animales, la humana se distingue por disponer de un cerebro privilegiado, con  conocimiento, experiencia e inteligencia suficientes, si no para detener, al menos sí para retrasar el final de nuestra especie durante miles o quizá millones de años, a condición de superar el Estado Salvaje en que todavía vivimos, imposible de camuflar tras su espectacular cáscara tecnológica,  ni de justificar con los modernos mitos  del Crecimiento infinito-sostenible y la Complejidad tecnológica. Entiendo que esa necesidad existencial  nos remite directamente a la urgencia de un nuevo Pacto Social, ahora voluntario y del Común, radicalmente contrario al actual Pacto Social que fuera urdido en los entresijos de la ilustrada Modernidad burguesa, al exclusivo objeto de legitimar el  salvaje orden social del Leviatán (Estado) moderno.

 

Si he recurrido a la cita de Alfonso Sastre es porque me resulta oportuna en un momento en que hay quienes me vuelven a preguntar acerca de mi posición política, la de un “sin partido” (que por otra parte, es la de la inmensa mayoría de la gente). Son preguntas recurrentes que me hacen algunas personas que dicen leer mi blog de vez en cuando, y que si dudan de mi posición política, me dicen que básicamente es porque critico a los partidos de izquierdas...y eso, según sus propias palabras, “favorece a las derechas”...¡ya ves tú lo que puede perjudicar -¿y a quién?- lo que yo diga en un modesto blog que leen cuatro gatos!

Supongo que se refieren a un perjuicio meramente electoral...pero ni eso. El caso es que me sorprende, porque mi posición política no puede ser más nítida, ni más profusamente explicada por sí misma en cientos de artículos escritos en el blog (el blog de Nanín) desde hace catorce años, poco antes del 15M. Quien tenga dudas es porque no me conoce, me ha leído muy por encima, o bien porque tenemos conceptos muy diferentes de lo que son las posiciones -no los partidos- de izquierda y derecha. Por otra parte, es algo que no me extraña,  dada la confusión reinante en este momento de máxima incertidumbre y generalizada desconfianza de todo, en el que nadie se fía de nadie, ni nada es lo que parece en medio de un infecto batiburrillo mediático, de una gran intoxicación informativa, mejor digamos "infoxicación", planificada y tecnificada en extremo, que es ideológica en esencia y que va mucho más allá de la “niebla mental” que refiere la psicología posmoderna, descrita como estado patológico de confusión, debida a la pérdida de algunas capacidades cognitivas, como la memoria, la concentración, el lenguaje o la capacidad de razonar...que todo pudiera ser.

A mí no me pueden decir que “no tomo partido”, en el sentido de no tener bien clara una posición política (que no partidista). Claro, que “tomar partido” sirve, no pocas veces, para evitar la obligación de pensar por uno mismo. He podido comprobarlo durante muchos años, sin que yo mismo me excluya de esa culpa durante largo tiempo. Desde los acontecimientos frustrantes del 15M, sentí la acuciante necesidad de un cambio radical de paradigma y comencé a construir una posición propia, lo que me ha supuesto un largo camino de estudio y reflexión, mayormente en solitario, para dejar de eludir la responsabilidad que comporta el pensar con plena autonomía y, en lo posible, al margen de todo condicionamiento intelectual o mediático. Decía Simone Weill, en un escrito de 1940, titulado “Nota sobre la supresión general de los partidos políticos”, que “en casi todas partes —aún a menudo en relación con cuestiones puramente técnicas— la operación de tomar partido, de tomar una posición a favor o en contra, ha sustituido a la obligación de pensar”.

Quede claro, pues, que mi discrepancia con la izquierda convencional proviene de su acrítica aceptación del modelo burgués de democracia, indirecta o ”representativa”, partitocrática y estatalista en modo parlamentario, monárquico o republicano. Y no es solo una diferencia teórica, sino que también es una radical diferencia metodológica lo que me distancia de unas izquierdas que, a mi entender, por el común origen burgués que comparten con las derechas,  han ido perdiendo toda capacidad de pensamiento estratégico, rendidas ante el histórico éxito cultural y político del sistema burgués estatal/capitalista y tras la desastrosa experiencia de más de dos siglos de continuas derrotas proletaristas (socialistas, comunistas o anarquistas), que nunca lograron soltar el lastre del moderno pensamiento burgués (insisto: propiedad/patriarcado/estado), que comparten con las derechas, incluso con las más actuales, neoliberales y neofascistas.

Es un básico ejercicio de pensamiento estratégico lo que me lleva a entender el conflicto sociopolítico precedido de una  previa batalla interior, personal, ética, prepolítica y permanente, contra la "animalidad primaria" que nos constituye desde el origen de nuestra especie, esa parte "derecha" más bestia que forma parte de nuestra condición “natural” de animales-humanos. Por eso que las derechas no necesiten de pensamiento ni de estrategia,  les basta con seguir los instintos más primarios. Por eso que su "toma de partido" sea,  en todo caso, reaccionaria y orgánica en esencia, no necesitada de libertad, ni de pensamiento, cuanto menos de estrategia. 

Para dejarlo bien claro: yo estoy del lado opuesto a toda forma de orden jerárquico (Estado)  y a toda forma de apropiación privada:  de la Tierra, del Trabajo y del Conocimiento humano (que son nuestros comunes bienes universales)...Ah, y más que nunca, hoy soy radicalmente partidario de una urgente declaración universal de desarme unilateral. Soy de esa izquierda social que tiene aversión a los partidos políticos y a toda forma de organización polítiquera "participativa" pero no democrática ni soberana; partidario de la izquierda comunitaria y no facciosa que está por construir, que no trague con la partición de las comunidades en modo alguno -sea partidista, identitario o clasista-, ni de partir el Conocimiento humano en "científicos" compartimentos estancos, accesibles solo para expertos. Soy de esa izquierda en ciernes que no soporta la falsa ecología, meramente ambientalista, la del capitalismo verde insostenible por naturaleza, que se cree compatible con la  partición de los ecosistemas en parcelas de propiedad privada y absurdos polígonos de producción industrial sin limites. Me siento de una izquierda radicalmente contraria al paripé de las democracias ficticias o representativas...   

De todos modos, en los próximos meses espero contar con fuerza y tiempo suficiente para reunir y explicar en un Manifiesto mi propuesta teórico-estratégica, con la única pretensión de contribuir a la elaboración "sinfónica" de un nuevo paradigma de orden social realmente alternativo al   salvaje orden de las derechas (incluidas todas las que se visten con la seda de un pensamiento-único-correcto).


Notas:

(1) Este reloj simbólico, creado en 1947 por el Boletín de Científicos Atómicos, representa la proximidad de la humanidad a posibles amenazas existenciales. Las guerras en Gaza y Ucrania, junto a otras más de cien guerras activas y no-mediáticas, la crisis energética del sistema productivo capitalista, básicamente petrolífero, junto a los peligros derivados del cambio climático y la devastación de la biodiversidad,  además de los fundados temores ante el auge de la inteligencia artificial y la biotecnología sin control, en 2024 contribuyen a situar esa hora simbólica del reloj a 90 segundos de la extinción humana, lo que es el peor registro de su historia.

(2) El subrayado de ese párrafo es mío. "El sueño de la razón que engendra monstruos" yo entiendo que es una expresión no solo aplicable al fracaso de la revolución soviética, también refiere al fracaso -sistémico a mi entender-  de todas las revoluciones "burguesas o modernas". Si en la última postmodernidad ya intuíamos claras señales de una continua y acelerada decadencia de todas esas ideologías de la modernidad (liberales, socialistas, comunistas, anarquistas y fascistas), ahora nos vemos  inmersos en un extraño proceso de descomposición sistémica de un orden neoliberal y presuntamente postmoderno, que logró hacerse global y hegemónico en el  relevo de entresiglos,  de capitalismo corporativo y financiero que vemos derrumbarse de burbuja en burbuja, por efecto exclusivo de sus propias e irresolubles contradicciones, que hacen perfectamente imposible cualquier futuro humano mínimamente democrático y ecológico.

jueves, 13 de junio de 2024

RETROCEDER HACIA ADELANTE, PERDER AÚN GANANDO

1.Que la izquierda pierda siempre, incluso cuando gana las elecciones y alcanza a gobernar, ya no encierra ningún misterio, al menos no para mí.

2.Es así -y solo puede ser así- porque Aquí, como  en todo el mundo, las poblaciones humanas se rigen por un supuesto pacto o contrato social  entre los miembros de la sociedad, que aún siendo ficticio y no escrito, sirvió y sigue sirviendo a día de hoy para justificar la necesidad de sumisión al aparato de dominación y domesticación que es todo Estado. Supongo que sabréis que es así por nuestro bien, se entiende que para poner orden y evitar que nos matemos entre nosotros.

3.Se trata de un Estado de sumisión generalizada bajo un mismo sistema o aparato "político" de hechos consumados, que bajo diferentes apariencias y estructuras más o menos jerárquicas, desde hace más de cinco mil años (la edad de los primeros Estados), viene condicionando y determinando los modos de vivir del conjunto de individuos y generaciones de nuestra especie.

4.Esto es Así. Y que así siga siendo, incluso para siempre,  en nada depende de lo que digan o hagan las derechas que juegan al lado izquierdo del sistema. Así seguirá siendo mientras el modo humano de vivir (¿quién se acuerda de la teoría de "la tiranía de los modos de vida", de Mark Hunday?) siga siendo resultado de una domesticación bien calculada...modos de vidas  doblegadas a un mismo orden social cuya ley general básica no difiere de la primitiva Ley que rige en toda la Naturaleza (no solo en la selva), determinando las condiciones que rigen las vidas de todos los individuos y de todas las especies, de bacterias y de virus, de animales y vegetales, de todas sin excepción, al modo de una "lucha natural”, de todos contra todos, entre clases de individuos y de especies...y todo por el dominio territorial y la reproducción de los genes propios.

5.Cierto que hay excepciones, de especies que fundamentan su éxito evolutivo en la cooperación y no en la competencia, pero son -hay que decirlo- la excepción que confirma la regla.  Esa primitiva  ley de la dominación/sumisión que resulta de nuestros más básicos instintos animales, de supervivencia, territorialidad y reproducción,  sigue lastrando la evolución  de nuestra especie, manteniéndola estancada  en una animalidad todavía muy primitiva, sin que el espectacular despliegue tecnológico al que asistimos consiga añadirle nada  que podamos reconocer como un avance realmente cualitativo. Es una engañosa ley de dinámica autogenerativa, expansiva y a la vez centrífuga, siempre mutable y siempre fluyendo en torno a un mismo vórtice, siempre el mismo repetido. 

6.El viejo sueño de la emancipación humana no es posible, pues, al interior de este orden natural o de derechas. Recuérdese que “ir a derecho o a derechas” siempre ha significado seguir recto, "sin salirse del camino previamente establecido”.

7.Tienen sobradas razones quienes tanto se lamentan, en todos los Parlamentos, porque las derechas se crean propietarias del Estado y más allá: de la Tierra y de la Vida toda. 

8.No solo es que se lo crean, es que  lo son de facto. Y es normal que así sea mientras la inmensa mayoría de humanos sigamos atados a esa misma Ley tan primitiva, tan natural y propiamente “de derechas”.

9.Pero, claro, ¡convence tú a los creyentes del Estado y del Mercado, esos que se creen de izquierdas! 

10. Por eso que estemos tan lejos de un cambio de dirección significativo, y que no sea, ni siquiera pensable, la posibilidad de superar en menos de un siglo este Atasco Evolutivo. Mucho menos con una mera revolución "política" al modo de las históricas conocidas, ni siquiera al modo de las que llegaron a triunfar, como es el caso de las últimas revoluciones proletarias...Huelga decir el mundo que estas revoluciones nos han dejado en herencia. 

11. No. De suceder, tengo por seguro que la próxima revolución será de un tipo radicalmente diferente a todas las anteriores. Yo creo que será necesariamente  integral y realmente ecológica, comunal y democrática, porque para entonces ya no habrá nadie que aguante ni un simulacro más: o revolución de verdad o mierda para todos. 

12. Por supuesto que el Mal seguirá existiendo, como es natural, pero  para entonces (cien años corren rápidamente) solo podrá hacerlo clandestinamente, al margen de la ley y a la intemperie del poder, sin nómina y sin despacho, lo que se dice en la puta calle. Pues ale, vamos a ello que ya vamos tarde, queda todo por hacer y hay que empezar a prepararla cuanto antes.

 




 





 

sábado, 8 de junio de 2024

LA TRANSPARENCIA RENOVABLE DEL MAL


 

Con la implacabilidad de una catástrofe natural,  para bien o para mal, reina la inseparabilidad del bien y del mal. Y, por consiguiente, la imposibilidad de promover al uno sin el otro.  

Ésto es exactamente el teorema de la parte maldita del sistema que seguimos, la tiranía de los modos de vida -que diría   Mark Hunday (1)-,     a la altura del proceso que hemos desencadenado por activa o por pasiva y que ahora se desarrolla sin nosotros. De ahí que hoy  se pueda destrozar, simultáneamente, la naturaleza y la sociedad, "ecológica y democráticamente".

Moraleja previa: todo lo que expurga su parte maldita firma su propia muerte, así reza “el teorema de la parte maldita” de Jean Baudrillard (2), al que me referiré aquí con oportunidad de un encuentro popular a celebrar hoy, a modo festivo de manifestación y protesta. Será en un pueblo (Matamorisca) de la comarca en la que vivo (Montaña Palentina) desde hace más de treinta años. Son un pueblo y un territorio hoy asediados por varios macroproyectos  de polígonos industriales, eólicos y fotovoltaicos, que muy bien encarnan el estado de estancamiento -o estasis (3)- que aqueja a nuestro pequeño moderno mundo, esta civilización del simulacro, instalada en una perpetua performance que no admite separación del bien y del mal, porque lo amontona todo en uno, o sea: lo que es un cacao maravillao-ecológico-neoliberal-feminista-pseudofascista-progresista, cuyas contradicciones son constituyentes, más que aparentes, con indisimulada estrategia hacia un bien público  que el Estado proveerá con la ayuda inestimable de las fuerzas armadas del Mercado: todo por "el bien común", ¿entiendes?, todo en uno, todo en uno. Y al cabo, te acabará diciendo que a ti qué más da, si lo más probable es que ya no estés en ese futuro y lo más seguro es que para entonces nadie habrá, ni a favor ni en contra, que pueda atestiguarlo.

Hago mía la reflexión de Baudrillard acerca de la parte maldita del sistema, en torno a la transparencia del mal, lo que bien pudiera valer para ayudarnos a entender lo que está pasando, el asunto éste de las ecologías industriales y los capitalismos progresistas, de las identidades renovables y a medida.  Y también, podría sernos útil a gran parte de quienes nos sentimos maltratados en la reciente Pandemia global, durante esos casi dos años de Estasis paracientífica,  tan bien avalada por la Guardia Civil y los biólogos del CSIC, en esa escénica pausa de la Historia que tan bien ha servido para nutrir a la bestia neofascista que hoy campa exultante por el mundo, a diestra y siniestra de sí misma, como ya dije: inseparablemente, bien y mal todo-en-uno. Pues bien, decía Baudrillard "que la producción ininterrumpida de positividad tiene una consecuencia terrorífica. Si la negatividad engendra la crisis y la crítica, la positividad hiperbólica engendra, a su vez, la catástrofe, por incapacidad de destilar la crisis y la crítica en dosis homeopáticas. Cualquier estructura que acose, que expulse y exorcize sus elementos negativos corre el peligro de una catástrofe por reversión total, de la misma manera que cualquier cuerpo biológico que acose y elimine sus gérmenes, sus bacilos, sus parásitos, sus enemigos biológicos, corre el peligro de la metástasis y el cáncer, es decir, de una positividad devoradora de sus propias células, o el peligro viral de ser devorado por sus propios anticuerpos, ahora sin empleo".

Con toda seguridad, lo que vaya a suceder en consecuencia de lo que ahora está pasando, necesariamente será por causa principal del agotamiento del petróleo. Y todo lo que no sea ésto, sucederá a mayores, incluidas las catástrofes derivadas del cambio climático. Sí, porque cambios del clima siempre hubo y la Tierra, como la mayor parte de las especies,  en eso ya tienen experiencia; pero lo que nunca existió fue una civilización, como la capitalista, absolutamente dependiente de una energía tan eficiente y barata como el petróleo, imposible de sustituir sin cambiar de sistema. 

En reconocimiento al raro de Baudrillard,  me parece oportuno publicar aquí al menos un capítulo dedicado al destino de la energía, extraído del libro de Jean Baudrillard “La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos”.

 

EL DESTINO DE LA ENERGÍA 

(capítulo 13 del libro "La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos", de Jean Baudrillard).

Todos los acontecimientos aquí descritos dependen de un doble diagnóstico: físico y metafísico. Físicamente, nos enfrentaríamos a una especie de transición de fase gigantesca en un sistema humano en desequilibrio. Esta transición de fase, al igual que los sistemas físicos, sigue resultándonos ampliamente misteriosa, pero de por sí, esta evolución catastrófica no es benéfica ni maléfica, es simplemente catastrófica, en el sentido literal de la palabra.

El prototipo de esta declinación teórica, de esta hipersensibilidad a los datos iniciales, es el destino de la energía.

Nuestra cultura ha visto desarrollarse un proceso irreversible de liberación de la energía. Todas las demás dependían de un pacto reversible con el mundo, de una ordenanza estable en la que también intervenían unos factores energéticos, pero jamás un principio de liberación de la energía. La energía es lo primero que se «libera», y este modelo será reproducido por todas las liberaciones posteriores. El propio hombre es liberado en tanto que fuente de energía, y se convierte así en el motor de una historia y de una aceleración de la historia.

La energía es un especie de proyección fantástica que alimenta todos los sueños industriales y técnicos de la modernidad, así como también modifica la concepción del hombre en el sentido de una dinámica de la voluntad. Sabemos, sin embargo, por el análisis de los fenómenos de turbulencia, de caos y de catástrofe en la física más reciente, que cualquier flujo, cualquier proceso lineal adopta, cuando se le acelera, una curva extraña: la de la catástrofe.

La catástrofe que nos acecha no es la de un agotamiento de los recursos. Cada vez habrá más energía, bajo todas sus formas, por lo menos en el marco de un plazo temporal más allá del cual ya no nos sentimos humanamente implicados. La energía nuclear es inagotable, la energía solar, la de las mareas, la de los grandes flujos naturales, e incluso la de las catástrofes naturales, de los seísmos o de los volcanes es inagotable (podemos confiar en la imaginación técnica). Por el contrario, Jo dramático es la dinámica del desequilibrio, la aceleración del propio sistema energético que puede producir un desarreglo homicida en un plazo muy breve. Ya poseemos algunos ejemplos espectaculares de las consecuencias de la liberación de la energía nuclear (Hiroshima y Chernobil), pero cualquier reacción en cadena, viral o radioactiva, es potencialmente catastrófica. Nada nos protege de una epidemia total, ni siquiera los glacis que rodean las centrales atómicas. Pudiera ocurrir que el sistema entero de transformación del mundo por la energía hubiera entrado en una fase viral y epidémica, correspondiendo a lo que es la energía en su esencia: un gasto, una caída, un diferencial, un desequilibrio, una catástrofe en miniatura que comienza por producir efectos positivos pero que, superada por su propio movimiento, adopta las dimensiones de catástrofe global.

Podemos considerar la energía como una causa que produce unos efectos, pero también como un efecto que se reproduce a sí mismo y deja, por tanto, de obedecer a cualquier casualidad. La paradoja de la energía consiste en que es a la vez una revolución de las causas y una revolución de los efectos, casi independientes entre sí, y que se convierte en el espacio no sólo de un encadenamiento de las causas sino también de un desencadenamiento de los efectos.

La energía entra en sobrefusión. El sistema entero de transformación del mundo entra en sobrefusión. De variable material y productiva, la energía pasa a ser un proceso vertiginoso que se alimenta de sí mismo (razón por la cual no corremos el riesgo de carecer de ella).

La ciudad de Nueva York, por ejemplo. Es un milagro que todo recomience cada mañana, con la cantidad de energía gastada la víspera. Es algo inexplicable, a no ser que consideremos que no existe un principio racional de pérdida de la energía, que el funcionamiento de una megalópolis como Nueva York contradice la segunda ley de la termodinámica, que se alimenta de su propio ruido, de sus propios desechos, de su propio gas carbónico, y la energía nace del gasto de la energía por una especie de milagro de sustitución. Los expertos que sólo calculan los datos cuantitativos de un sistema energético subestiman esta fuente original de energía que es su propio gasto. En Nueva York, este gasto está totalmente espectacularizado, sobrepasado por su propia imagen. Esta sobrefusión de la energía que Jarry describía en la actividad sexual (Le Surmále) también vale en el caso de la energía mental o de la energía mecánica: en la décuplette que recorre Siberia persiguiendo el Transiberiano, algunos velocipedistas mueren, pero no por ello dejan de pedalear.

La rigidez cadavérica se vuelve movilidad cadavérica, el muerto pedalea indefinidamente, acelera incluso, en función de la inercia. La energía está supermultiplicada por la inercia del muerto. Esto coincide con la fábula de las Abejas de Mandeville: la energía, la riqueza, el resplandor de una sociedad proceden de sus vicios, sus males, sus excesos y sus desfallecimientos. Contrasentido del postulado económico: si algo ha sido gastado, es preciso que haya sido producido. No es cierto. Cuando más se gasta más aumenta la energía y la riqueza. Esto es la energía propia de la catástrofe, que ningún cálculo económico sabría explicar. Una cierta forma de exaltación que se encuentra en los procesos mentales reaparece hoy en los procesos materiales. Todas estas cosas son ininteligibles en términos de equivalencia, pero no lo son en términos de reversibilidad y de inflación.

Así pues, la energía de los neoyorquinos procede de su aire viciado, de la aceleración, del pánico, de las condiciones irrespirables, de un entorno humanamente impensable. Es incluso verosímil que la droga y todas las actividades compulsivas que provoca entren en la tasa de vitalidad y de metabolismo bruto de la ciudad. Todo entra allí, tanto las actividades más nobles como las más innobles. La reacción en cadena es total. Ha desaparecido cualquier idea de funcionamiento normal. Todos los seres conspiran, como se habría dicho en el siglo XVIII, en el mismo desbordamiento, en la misma superexcitación dramática, que desborda en mucho la necesidad de vivir y se parece más a la obsesión irreal de sobrevivir, a la pasión fría de sobrevivir que se apodera de todos y se nutre de su propio furor.

Disuadir a la gente de esta prodigalidad, de este despilfarro, de este ritmo inhumano, sería un doble error, ya que de lo que agotaría a un ser normal obtienen los recursos de una energía anormal; y, por otra parte, se sentirían humillados si tuvieran que frenar y economizar energía: significaría una degradación de su standing colectivo, una desmedida y una movilidad urbana, única en el mundo, de la que son los actores conscientes o inconscientes.

Así pues, la especie humana incurre menos en peligros por defecto (extinción de los recursos naturales, depredación del entorno, etc.) que en peligros por exceso: aceleración de la energía, reacción en cadena incontrolable, autonomización insensata. Esta distinción es capital, pues si bien podemos responder a los peligros por defecto mediante una Nueva Ecología Política, cuyo principio está hoy asumido (forma parte de los Derechos Internacionales de la Especie), no podemos contrarrestar de ninguna manera la otra lógica interna, la aceleración que juega a doble o nada con la naturaleza. Si por un lado existe un reequilibrio posible del nido, un balance posible de las energías, por el otro nos tropezamos con un movimiento definitivamente out of balance. Si, por un lado, podemos hacer jugar unos principios éticos, es decir, una finalidad trascendente al proceso material - aunque sea la de la simple supervivencia-, por el otro, el proceso no tiene más finalidad que una proliferación sin límites, absorbe cualquier trascendencia y devora a sus actores. Así es como en plena esquizofrenia planetaria, vemos desarrollarse todo tipo de medidas ecológicas —una estrategia de fácil uso y de interacción ideal con el mundo— y proliferar a la vez las empresas de devastación, de performance desenfrenada. Son, además, muchas veces los mismos quienes participan en las dos a un tiempo.

Por otra parte, si el destino del primer movimiento puede parecer relativamente claro (la conservación de la especie mediante la hospitalidad ecológica), ¿qué sabemos del destino secreto del otro? ¿No existirá al término de esta aceleración, de este movimiento excéntrico, un destino de la especie humana, otra relación simbólica con el mundo mucho más compleja y más ambigua que la del equilibrio y la interacción? Un destino vital también, pero que supondría un riesgo total.

Si así hubiera de ser nuestro destino, es evidente que las divinidades racionales de la ecología nada podrían contra esta precipitación de las técnicas y las energías hacia un final imprevisible, en una especie de Gran Juego cuyas reglas no conocemos. Ni siquiera estamos al amparo denlos efectos perversos que suponen las medidas de seguridad, control y prevención. Sabemos a qué peligrosos extremos puede conducir la profilaxis en todos los campos (social, sanitario, económico, político): en nombre de la más alta seguridad puede instalarse un terror endémico, una obsesión de control que iguala con mucha frecuencia los peligros epidémicos de la catástrofe. Hay algo seguro: la complejidad de los datos iniciales y la reversibilidad potencial de todos los efectos hacen que no podamos ilusionarnos con ninguna forma de intervención racional.

Ante un proceso que supera en mucho la voluntad individual y colectiva de los actores, no podemos más que admitir que , cualquier distinción entre el bien y el mal (y, por tanto, en este caso la posibilidad de opinar de la justa medida del desarrollo tecnológico) sólo vale estrictamente en el margen ínfimo de nuestro modelo racional —dentro de estos límites son posibles una reflexión ética y una determinación práctica—.

Más allá de este margen, a la altura del conjunto del proceso que hemos desencadenado y que ahora se desarrolla sin nosotros con la implacabilidad de una catástrofe natural, reina, para bien o para mal, la inseparabilidad del bien y el mal, y por consiguiente la imposibilidad de promover al uno sin el otro. Esto es exactamente el teorema de la parte maldita, y no hay otro motivo para preguntarse si debe ser así; es así, y no reconocerlo significa caer en la mayor ilusión. Esto no invalida lo que pueda hacerse en la esfera ética, ecológica y económica de nuestra vida, pero relativiza totalmente su alcance al nivel simbólico del destino.

 

Notas:

(1) En "La tiranía de los modos de vida. Sobre la paradoja moral de nuestro tiempo" Mark Hunyadi señala que el orden dominante es quien determina nuestros modos de vida, no nosotros. No confundamos los modos con los estilos de vida  que sí podemos escoger. Los modos de vida son las circunstancias y condiciones de existencia previas a nuestra voluntad, las que van emergiendo y acumulándose en nuestras vidas y  que se presentan como hechos consumados. Mark Hunyadi interpreta los modos de vida como la interfaz entre el sistema y la realidad de la vida. No se elige el modo de vida: se impone a cada uno de nosotros, piénsese en el reparto de la propiedad del mundo que nos encontramos como hecho consumado, o en ese aparato sobrepuesto a la sociedad, lo que sea el Estado, que gobierna nuestras vidas.  

(2) El filósofo y sociólogo francés Jean Baudrillard, feroz crítico de la sociedad de consumo y uno de los teóricos de la posmodernidad, murió el 6 de marzo en París a los 77 años. Su tesis más conocida es que en el mundo posmoderno no hay realidad, solo simulacro de la realidad, una suerte de realidad virtual creada por los medios de comunicación. En cierto modo, Baudrillard se adelantó a los creadores de Matrix. Así, dijo con contundencia que "La guerra del Golfo no ha existido", basándose en que esa guerra, para la gran mayoría del planeta solo había sido un espectáculo televisivo, no había sido real, y los EEUU, con sus bombardeos aéreos, había participado en ella tal como hacen los jugadores de videojuegos. La primacía de los símbolos sobre las cosas, característica de la sociedad de masas, no ha hecho más que acentuarse y la representación de la realidad se sobrepone a la realidad misma; lo real ya no es aquello que se puede reproducir, sino lo reproducido. De algún modo, seguimos en Matrix. También en cierto modo puede verse a Baudrillard como un filósofo que ha llevado la sospecha hasta sus últimos límites: no es que haya veladuras sobre la realidad como pensaron Marx, Nietzsche y Freud, es que no hay propiamente realidad. planteando que sólo la muerte puede irrumpir en este orden de simulacros. Su diagnóstico es terrible: no cabe resucitar antiguos valores, que son simulacros de por sí, ni oponer a éstos nuevos valores, condenados a ser nuevos simulacros. La única estrategia posible no es dialéctica, sino catastrófica; o mejor, patafísica. Porque el sistema es un Todo que no admite alternativas...sólo la propia tautología del sistema, su obscena obviedad, es el arma autodestructiva que puede acabar con él.

(3) Estasis, palabra llana (sin tilde por favor) a la que la RAE reconoce una doble acepción, biológica y médica, respectivamente: a)estabilidad en el proceso evolutivo de las especies y b)estancamiento de la sangre o de otro líquido en alguna parte del cuerpo. Y yo le añado un tercer sentido figurado, como "estado" de estancamiento de la civilización capitalista.


viernes, 7 de junio de 2024

¿DÓNDE ESTÁ LA IZQUIERDA HOY EN ESPAÑA?


Me apoyo en una conversación con Manuel Monereo (1), que publica El Viejo Topo en su último número, el de junio, con el título “Reconstruyendo la izquierda”. Y antes que nada me permito apuntar lo desacertado de ese título, que ya anuncia las graves contradicciones que siguen; porque entiendo que mucho más coherente hubiera sido el uso del infinitivo  “reconstruir”, planteado así como objetivo pendiente de una izquierda que, como en este caso, se reconoce a sí misma como inexistente. Y que yo sepa, ahora mismo no hay nadie reconstruyendo la izquierda. A quien pudiera tener interés en este debate, recomiendo la lectura de esa conversación:
https://www.elviejotopo.com/articulo/reconstruyendo-la-izquierda-entrevista-a-manolo-monereo/


En “Tiempos de confusión”, obra de Josep Burgaya, que es uno de los últimos libros editados por El Viejo Topo,  en mi opinión se resume muy bien las insuperables contradicciones de unas izquierdas desnortadas y confusas, incluido el sector representado por Monereo y el Viejo Topo,  tan atraídos por las ideas “rojipardas” del filósofo italiano Diego Fusaro. Esta es una izquierda que hace buenos diagnósticos,  junto a pésimas propuestas estratégicas, radicalmente contradictorias también en lo teórico. Es un sector minoritario que resume muy bien el viaje a la deriva que en España, como en todo el mundo, siguen hoy las izquierdas, camino de su extinción o, como poco, de su irrelevancia en los próximos años. Véase el resumen publicitario que hace El Viejo Topo del citado libro de Josep Burgaya (“Tiempos de confusión”), que viene a ser su diagnóstico acerca del estado de confusión de las izquierdas: “Desde la clase adscriptiva a la identidad electiva. ¿Desde cuándo la izquierda ha dejado de centrarse en la lucha de clases? ...En este libro, Josep Burgaya surca las turbias aguas de la actualidad política y social para arrojar un poco de luz sobre la confusión”.

Si a este diagnóstico le añadimos el de Monereo concerniente al “estado nacional”, el “problema” de las izquierdas  queda sintetizado, principalmente, en estas dos cuestiones: a)las políticas de identidad y b)el estado nacional.
a) Josep Burgaya: “Distraído por el canto de sirena de las políticas de identidad, el progresismo navega a la deriva”.
b) Manuel Monereo: “El estado nacional sigue siendo el centro de anudamiento de todas las contradicciones sociales, si no partimos de ese estado nacional, si no partimos de sus realidades, de reforzar y retomar ese estado, si no partimos de la soberanía popular, de la lucha por la independencia nacional, todo está perdido y no encontraremos respuesta a lo que está ocurriendo”.

En sus respectivos diagnósticos, ambos aciertan al identificar el catastrófico error que supone el abandono de la lucha de clases, para pasar al abrazo  de las políticas de identidad (nacionalismo y políticas de género), como de los estilos de vida propiamente  “burgueses” (feminismos y ecologismos superficiales y básicamente  liberales) que, como dice Monereo: no cuestionan los fundamentos del sistema que hoy es dominante a escala global. No se olvide que los dos principales fundamentos del sistema son el Estado y el Mercado, y que a poco que tengamos perspectiva histórica y estratégica, veremos que la actualidad está determinada por una “competencia interna” a la clase dominante, entre dos estrategias opuestas (nacional y global) de entender y practicar el  poder absoluto, concentrado en el control totalitario del aparato conjunto Estado/Mercado; en resumen: nacionalismo contra globalismo, una lucha entre derechas,  una extrema derecha nacionalista y nostálgica de las viejas costumbres autoritarias, religiosas y feudales, en competencia  con la moderna derecha neoliberal-progresista que a partir de los años setenta lidera el rumbo global del orden/sistema dominante (que básicamente es estatal y capitalista en cualquiera de sus versiones, todas estatales y capitalistas, es decir, “de derechas”...no se olvide).  

Y aquí es donde van apareciendo las insuperables contradicciones  que meten a las izquierdas residuales, las realmente existentes, en una patética doble competencia: a) por un “nacionalismo patriótico” (a disputar con los neofascismos  en auge, tipo Vox) y b) por liderar el relato  identitario en modo “progresista”, insustancial y superficialmente ecologista y feminista, a disputar con las derechas neoliberales y más o menos “modernas” o ”progresistas”.  Es una competencia que las izquierdas tienen perdida de antemano por jugar en terreno ajeno; más aún cuando se juega validando las condiciones y reglas que impone la clase propietaria y titular del campo de juego.

A estas alturas de nuestra experiencia histórica, incluso los más fieles patriotas de Podemos ya podían saber que el reino de la Política (estatal) y de la Economía (capitalista), es el propio de las derechas: un reino a destruir, pero no a conquistar.

Pues bien, el remedio que propone Monereo, para la reconstrucción de las izquierdas, consiste en su propuesta de convocar un debate en profundidad, lo que denomina unos “estados generales”, donde “lo que nos una sea,  por un lado un programa alternativo a lo existente y por otro lado el intento de construir desde abajo organización, vínculos sociales, insertarse en el conflicto social en cada territorio”. 

No resultará, lo veremos. Porque todas las izquierdas están hoy atrapadas en el mismo círculo vicioso, todas mareando la misma perdiz de hace cincuenta años (los petroleros años setenta, fundacionales del neoliberalismo). Porque si haces lo contrario de lo que dices, o si defiendes los mismos fundamentos que sostienen al omnímodo poder de las derechas, si justificas sus políticas propias, indemocráticas o de Estado, junto a las economías capitalistas de Mercado, acabas por no saber quién eres. Y entonces, lo más probable es que te vuelvas loco, o idiota como poco. 

Nota:

(1) Manuel Monereo cumple este año 74 años, es abogado, polítólogo y político que ejerciera de diputado por Podemos durante la XII legislatura, entre 2016 y 2019, año éste en que fueron disueltas las Cortes Generales y convocadas elecciones anticipadas por el presidente Pedro Sánchez (antes, en junio de 2018, al Gobierno del presidente Rajoy le fue retirada la confianza del Congreso mediante una moción de censura que concluyó en la investidura de Pedro Sánchez como nuevo presidente). Ha sido miembro del Partido Comunista de España (partido del que fue expulsado en 1978), del Partido Comunista de los Pueblos de España, de Izquierda Unida y de Podemos. Dentro de la izquierda española ha sido muy criticado por su defensa del filósofo italiano Diego Fusaro y sus teorías “rojipardas” (“valores conservadores e ideas de izquierda”). En el estado español, la editora de El Viejo Topo es la principal difusora de las ideas de Manuel Monereo y Diego Fusaro.