Una
metonimia es una figura
retórica de pensamiento que consiste en designar una cosa con el
nombre de otra, con la que existe una relación de contigüidad
espacial, temporal o lógica por la que se designa el efecto con el
nombre de la causa (o viceversa), el signo con el nombre de la cosa
significada, el contenido con el nombre del continente, el
instrumento con el nombre del agente, el producto con el nombre de su
lugar de procedencia, el objeto con la materia de que está hecho o
lo específico con el nombre genérico. Es,
pues, un
fenómeno de cambio
semántico
por el que
se designa un concepto con el nombre de otro, sirviéndose de alguna
relación existente entre ambos, siendo
frecuente la sustitución e intercambio en relaciones de causa y
efecto. La
metonimia es un tipo de tropo muy habitual, junto la
metáfora,
la alegoría, la hipérbole, la sinécdoque, la antonomasia, el
énfasis o la ironía. En
general, un
tropo
es la sustitución de una expresión por otra cuyo sentido es
figurado, se
trata de un término propio de la retórica,
significa un cambio de dirección,
de
una expresión que
se
desvía
de su contenido original para adoptar otro.
En
su libro “Metahistoria”, Hayden
White advirtió
la
conexión entre
tropos y teorías histórico-sociológicas. Por
ejemplo,
la metonimia
sería la clave del método de Marx,
la sinécdoque
para Hegel
y
la metáfora
para Nietzsche.
La
lectura del último libro de J.M Naredo (“La crítica agotada”)
me ha permitido una reflexión más profunda acerca de la importancia
estratégica del uso del lenguaje en la batalla de ideas que se libra
en estos
tiempos de la Baja Modernidad.
Naredo reconoce en su libro
que sus propias reflexiones al respecto siguen la huella del filósofo
y filólogo Jose Luis
Ramírez González (1)
en su comunicación
“Ciencia social y
mitologías modernas. Acerca de las metonimias del pensar”,
presentada en el simposio
“Hacia una ideología del siglo XXI” (Madrid,
21-23 de septiembre de 1997) (2).
Resumo
a continuación lo
que a mi entender es la sustancia concluyente de dicha comunicación,
por el interés que pudiera
tener para quien quiera indagar en qué medida el pensamiento
Ilustrado es
positivista y
metafísico en contra de su propio
propósito “científico”
y, sobre todo,
cómo ha conseguido su
hegemonía a partir de tal
autoengaño.
Jose Luis Ramírez, filósofo y filólogo
1.
Vivimos un ambiente intelectual dominado por la rendición
de las ciencias sociales al pensamiento positivista de
la Modernidad, deslumbradas
por el
prestigio de la ciencia y de la técnica en una sociedad ya
posindustrial, haciendo
profesión de fe en el paradigma positivista, pretendidamente
antimetafísico, que preconizara Comte.
2.
La
Sociología representa la filosofía del sistema social moderno,
mientras que la Economía Política es algo así como su teología,
con una clase sacerdotal que son los economistas. La
Ciencia Política se ocupa de la liturgia y el protocolo que regulan
las formas de uso del poder. Ese
triunvirato disciplinario es
el
que otorga estructura y legitimidad a la sociedad democrática
moderna, definiendo su sistema de valores, sirviendo de base y
fundamento a su paradigma de conocimientos y a la praxis que rige
todo el conjunto de saberes útiles y los cauces por los que se ha de
mover la formación de sus súbditos.
3.
El posititivismo ha fracasado en su
pretendida superación de las etapas teológica y metafísica del
pensamiento moderno,
cuya ininterrumpida vigencia
encuentra nuevas formas en nuestras sociedades y en el lenguaje usual
de las ciencias sociales y de la política, dando
lugar a nuevas e inevitables mitologías, por lo que
tampoco nosotros, educados en la ciencia moderna, carecemos de
agentes divinos o abstracciones metafísicas que se presentan como
causas o explicaciones últimas de los acontecimientos humanos.
4.
Tanto en el lenguaje cotidiano
como en el discurso de la ciencia, cada vez que usamos un nombre
substantivo en forma determinada singular, nos hallamos en la inmensa
mayoría de los casos ante una personificación o
reificación de entidades abstractas.
5.
La mayor parte de las abstracciones que se presentan como explicación
de algo, no hacen sino urgir esa explicación. Las
declaraciones políticas y los comentarios económicos están llenos
de pseudoexplicaciones de
esa índole, pero
no nos damos cuenta de ello ni de nuestro autoengaño.
6.
El lenguaje de la Economía moderna, que ha venido a
dominar totalmente los canales de la información y el discurso
político, nos ha
acostumbrado a someternos a una serie de supuestas entidades que,
siendo meras creaciones de la mente y de la acción humana, se
presentan con los atributos de lo necesario e inevitable.
7.
Lo que el positivismo aporta de
razón no es histórico y lo que aporta de histórico no es racional.
8.
La tesis positivista establece una
relación invertida, entre naturaleza e
historia, de fatales
consecuencias cuando su
coordinación es
cada vez más urgente para nuestra amenazada supervivencia ecológica
y
sólo se puede llevar a cabo desde la perspectiva humana.
9.
La importancia atribuída a un
factor social, según
Wright Mills, depende de la facilidad de su tratamiento por métodos
estadísticos, por lo que el
empiricismo abstracto se fija en un detalle del proceso investigado y
lo deja dominar por completo, con lo que origina un
"fetichismo del concepto",
el mismo que
caracterizaba al pensamiento
teológico primitivo que el
positivismo, engañosamente, cree haber superado.
10.
La consideración estructuralista del lenguaje,
junto con la pretensión de que toda actividad humana puede
estudiarse como si tuviera estructura lingüística, ha originado una
nueva metodología extensible a todas las ciencias, excediendo el
ámbito de la propia lingüística.
11.
El ideal científico-social positivista ha logrado
imponerse plenamente en los sistemas educativos y profesionales de
los países occidentales a partir de la segunda guerra mundial.
Contrariamente a la creencia positivista de una trasformación
radical en la mentalidad occidental desde la antigüedad hasta la
modernidad,lo que se advierte es una asombrosa continuidad en los
presupuestos determinantes de esa mentalidad desde Platón hasta
nuestros días.
12.
Hay que vivir muy irreflexiva y despreocupadamente en estos
días (de tránsito al siglo XXI) para no experimentar un
sentimiento de encrucijada histórica, como si estuviéramos
llegando a un límite y “como si algo totalmente imprevisible se
nos estuviera echando encima”.
13.
La encrucijada en la que estamos apenas estrenado el nuevo siglo
consistirá en la necesidad de abordar un problema que la mentalidad
platónica ha venido proscribiendo o relegando a un plano secundario
durante 25 siglos: el problema de la asunción de la responsabilidad
humana; lo cual exige una auténtica ciencia de la acción humana,
una ética de índole diferente a la que venimos profesando: en
lugar de una reforma moral basada en la ciencia, lo que ahora se
impone es una reforma de la ciencia basada en la moral.
14.
La autoconciencia ilustrada, basada
en la razón, es una conciencia falsa. Entre el dicho y
el hecho se abre un abismo y las palabras de Kant siguen todavía
esperando su realización.
Lo que ha hecho el hombre occidental no ha sido sino sustituir la
norma divina por una regla racional tan externa como la teológica.
Ha trocado una divinidad por otra. En
la etapa ilustrada la
acción humana pasó a ser dirigida por la norma de una razón
transcendente al individuo humano, eso
es la ética deontológica
diseñada
por Kant. Su
constante alusión a la Ley y a la Obligación desenmascaran el
carácter jurídico de una ética que se arroga la defensa de la
libertad
humana.
15.
Las ideas regulativas del tipo Libertad, Igualdad y
Fraternidad poseen una estructura conceptual semejante a la de los
conceptos matemáticos, en
los que el concepto es su
propia realidad y no apunta a nada que
esté fuera de sí mismo.
16.
Las tres etapas éticas recorridas por la civilización
occidental son la teológica, deontológica y utilitarista;
son las predominantes, pero no de modo exclusivo. Son
etapas recorridas de hecho, no ciclos impuestos por ninguna ley
histórica (como lo era en
la filosofía positivista de Marx o de Comte).
Lo que sucede es que lo ya
pasado, al estudiarlo parece
lógico y necesario, puesto que ya no puede cambiarse, las razones
fácticas que lo hicieron surgir están patentes, en tanto que las
contrafácticas (lo
que pudiera haber sido),
quedan ocultas.
17.
Ante el cambio de época que es presentido
con un alto grado de incertidumbre e inseguridad,
nada parece indicar un cambio de mentalidad,
más bien una continuidad del mismo pensamiento mítico construido
desde la filosofía griega
sobre la intangible
objetividad del ser, que supone la necesidad de “un algo
invariable” que explique todos los cambios y variaciones. Las
ciencias sociales han tratado de buscar el origen de la situación
actual en las ideas de la Ilustración, sin tener en cuenta que la
sociedad ilustrada-moderna
es fruto de la semilla
griega. El concepto occidental del conocimiento refiere a un saber de
algo intemporal. Todo movimiento significa traslado o transformación,
un cambio de lugar, de forma o de esencia y como fenómeno objetivo
de la naturaleza se produce por propia iniciativa; pero a éste
movimiento o cambio hay que añadir el que se produce por iniciativa
de un ser provisto de voluntad propia. He ahí la diferencia entre el
movimiento o cambio natural
y la acción humana que
también es principio de movimiento o cambio. Cuando sucede esto
último, surgen dos tipos de explicación, una natural y otra
histórica, que exigen dos
diferentes formas y metodologías del saber.
Sin embargo, acostumbramos a
reducir las explicaciones a las del orden histórico, por razón de
que son más exactas, que los son porque dejamos a un lado lo que
esté sujeto a interpretación y se nos presente como ambíguo o
inseguro. Así, a esta explicacioón la llamamos “objetiva”, sin
plantear la cuestión de su elaboración conceptual y lingüística.
Una explicación natural puede ser verdadera o falsa, mientras que
una explicación histórica (científica)
podrá estár bien fundada,
ser convincente o verosímil, pero nunca verdadera en un sentido
absoluto: ¿quién nos asegura que la explicación científica es
correcta?, ¿no
está acaso una demostración científica también sometida a la
exigencia del buen fundamento?, ¿no
ha de ser convincente?, ¿no
está condicionada por la reserva del ceteris
paribus, que pone la
afirmación científica en entredicho?
18.
La elaboración científica es producto de la acción
humana y toda teoría que pretende ser verdadera tiene primero que
ser una buena teoría, una teoría bien hecha.
Por eso que
toda explicación natural tiene su fundamento en una explicación
humana e histórica. Lo bueno y lo verdadero no están al mismo
nivel, a los humanos nos importa más lo bueno que lo verdadero. Sin
embargo, para Platón lo bueno era algo tan objetivo como lo
verdadero.
19.
Para llegar a lo absolutamente cierto abstraemos de nuestros
conceptos y de nuestras teorías todo aquello que da concreción a la
realidad, todo aquello que la hace interesante para nuestra vida
cotidiana. Pero ¿no es acaso la vida una actuación que se mueve
entre reiteradas incertidumbres? Si solamente obráramos en el
terreno de lo seguro nos quedaríamos paralizados, no podríamos
vivir.
20.
La adquisición
de conocimiento supone un arte, la ciencia
es producto de ese
arte, el de razonar e investigar bien y de expresar lo investigado
correcta e inteligiblemente.
Como
decía Aristóteles en diatriba contra Platón, para
ser buen médico no
basta conocer lo que es la salud y la enfermedad, no
se trata de curar al Hombre,
hay que saber curar a los enfermos. Sin
embargo, la pauta del saber científico, como único y absoluto, en
Occidente la marcó Platón y no Sócrates.
21.
El
objetivismo platónico introduce una escisión en el concepto griego
de lógos a lo largo de la historia de nuestra concepción del saber,
separando el pensamiento del lenguaje y reduciendo la realidad a las
cosas. En lo sucesivo, el ser será cosa, todo lo que haya de ser
entendido ha de reducirse a la condición de cosa. Platón,
el gran precursor del idealismo, era un materialista empedernido que
buscaba en las cosas el modelo de las ideas, no al revés, como él
mismo creía.
Pero no las cosas singulares y concretas. La ontología
ilustrada-moderna, como la de Platón es una metafísica de la cosa
abstracta, cuyo modelo son las entidades matemáticas. Frente
a la
concepción estática de Platón,
la
de dinámica Aristóteles es
dinámica: ya
no cabe poner como ejemplo del ser una figura estática,
que
es puro aspecto o espectáculo, sino que "ser" va a
significar el esforzado sostenerse de algo en la existencia" (en
“Ideas para una historia de la filosofía”, ).
22.
En la ratio latina
el concepto apunta sólo al pensamiento y Cicerón se ve obligado a
hacer un juego de palabras en la expresión “ratio et oratio”,
para reparar el conceptual divorcio entre
pensamiento y palabra.
El lenguaje y la gramática determinan, sin embargo, los conceptos y
obligan a la realidad a adaptarse al paradigma del sustantivo. A
pesar de que "verbo" significa "palabra", la
categoría lingüística por antonomasia es el sustantivo, no el
verbo.
23.
Estamos
educados en un pensar lógico que nos lleva a objetivar la realidad.
Objetivar es tanto como reificación o cosificación.
El sustantivo es la categoría correspondiente a la cosa y cada
palabra escrita se nos hace visible como algo delimitado, una cosa. A
partir de la consolidación del poder de la lengua escrita y del
alfabeto vocálico, el proceso de reificación se hace total, las
palabras se construyen en lo sucesivo metafóricamente con referencia
al sentido de la vista, la
idea es una imagen visual y entender es como ver. Este cambio de
sentido es fundamental para entender la evolución de nuestra
civilización occidental con
el
paso de la cultura hablada a la escrita, del pensamiento narrado al
pensamiento escrito, condición necesaria para
el
desarrollo de la ciencia y de la técnica modernas, así
como para la democratización
del conocimiento, lo
que
a
su vez conlleva
la hegemonía de un pensamiento y un lenguaje dominados por la cosa y
el sustantivo.
24.
Todo aquello
que se refiere a un cambio o a una conducta es expresado mediante
sustantivos gramaticales, como si fueran objetos aprehensibles y no
actividades o cualidades.
Las abstracciones a las que reducimos cualidades y elementos de la
realidad proliferan en nuestro lenguaje, el discurso cotidiano se
llena así de dioses: nos quejamos de la "carestía de la vida",
del "despotismo", de la "demagogia" y de la
"política", admiramos la "poesía", el "arte"
y la "sabiduría", cultivamos la "amistad" y
anhelamos la "tranquilidad" y el "bienestar".
Mismamente,
este texto está lleno de iguales e impropias sustantivaciones, nos
es imposible hablar sin hipostasiar.
Se trata de un fenómeno que no es metafórico, sino metonímico,
como
veremos.
25.
Todo
conocimiento y todo saber es conocimiento y saber humano. El mundo es
un mundo humano, tal y como lo concibe el ser humano.
Hablamos
de un
conocimiento de lo objetivo, pero un "conocimiento objetivo"
es una contradictio
in terminis,
un
oxímoron o
figura literaria en retórica,
que
consiste en usar dos conceptos de significado opuesto en una sola
expresión, generando
un
un tercer concepto.
Lo
abstracto, el objeto, es una objetivación humana, una concepción
hecha por la mente humana en un acto concreto de pensar. Toda
realidad en sí es siempre concreta y cada pensamiento es un acto
mental concreto aunque en él tratemos de aprehender algo general y
abstracto que haga referencia en un solo acto a una pluralidad de
realidades concretas.
26.
La mediación gnoseológica del lenguaje está desatendida en
nuestra cultura. Las teorías del conocimiento modernas
(Descartes, los empiristas, Kant) igual que Platón se plantean el
problema de la relación entre el conocimiento humano y el mundo
conocido como si el lenguaje no contara, olvidando la directa
influencia que el lenguaje tiene en la estructura de nuestro
conocimiento del mundo. Lo que llamamos “mundo y realidad” son un
mundo y una realidad conceptualmente estructurados, en íntima
relación con las categorías gramaticales y con los hábitos
semánticos adquiridos con nuestra lengua materna.
27.
Si el pensamiento y el lenguaje no tuvieran influencia en la forma de
captar y expresar la realidad, todos la entenderíamos y
describiríamos exactamente de la misma manera y el error sería
imposible. Bastaría con abrir los ojos y decir lo que vemos;
propiamente ni siquiera tendríamos que decirlo, pues ni siquiera
habría lenguas diferentes. Pero al pensar y al hablar hacemos uso de
una forma de pensar y de hablar heredada culturalmente. Sin
lenguaje el pensamiento humano se habría anquilosado en su
evolución,
pero
es fácil, una vez adquirida y desarrollada la capacidad de pensar
con ayuda del lenguaje, olvidar
el camino que seguimos hasta llegar aquí,
cuando ya hemos aprendido de la sociedad lo que necesitábamos para
podernos bastar a nosotros mismos aislándonos de ella.
28.
Un atento examen fenomenológico, de cómo formamos y
cómo usamos nuestros propios conceptos, nos
ayuda a descubrir algunas de las deformaciones a las
que nuestra comprensión de lo real se ve sometida.
La comparación de unas lenguas con otras y el conocimiento histórico
de la evolución semántica, fonemática y morfológica de las
palabras, nos permite
descubrir las trampas del lenguaje y de los conceptos.
29.
Lo
que aprehendemos como “realidad” no son solamente las cosas entre
las que nos movemos (como
pretenden la ontología y el positivismo),
nuestra experiencia
cotidiana nos
hace denotar constantemente las
actividades en las que nos
hallamos implicados, incluso
podríamos decir que éstas actividades
constituyen lo
que verdaderamente es
nuestra realidad humana,
nuestro mundo. Podemos
dudar de la existencia de las cosas y de su esencia, pero no
de lo que nosotros hacemos,
de nuestras actividades, al tiempo que las de los demás
las interpretamos por analogía con las nuestras.
30.
Cuando Descartes buscaba un punto indubitable de partida y
se encontraba con la certeza absoluta de la actividad pensante,
estaba en el camino, pero como buen
platónico no se ciñó a la evidencia de la actividad pensante que
le imponía su conciencia
(lo
que debiera haber resultado
en un cogito ergo
cogitare verum est,
sino que la hizo derivar a la afirmación de la existencia del propio
Yo (cogito ergo sum),
soy
porque pienso, un yo,
sujeto de la conciencia, tan cuestionable como los objetos de ésta.
31.
La ontología postula un mundo externo de cosas con esencias propias,
independientes de nuestra conciencia, pero lo que sean las cosas
independientemente de nuestra conciencia y de nuestra posibilidad de
servirnos de ellas, es algo que queda fuera de nuestro interés y
alcance, pues el ser humano sólo puede entender lo que él mismo ha
creado. El significado y la esencia de una cosa están dados
por su contexto con otras y por su relación con el hombre,
de modo que es esta relación y este contexto lo que el hombre
concibe interesadamente como esencia y significado. Todo significado
es un "significado para". De este análisis se deduce una
conclusión sobremanera inquietante: si lo que define a las cosas no
es lo que vemos de ellas, sino nuestra interpretación de ellas,
aquello para lo que nos sirven, es decir las acciones que éstas
posibilitan y promueven, entonces resulta que lo más real de nuestra
realidad no es lo visible sino justamente lo invisible.
32.
Vemos lo que los hombres hacen unos con otros y con las cosas, en
sentido estrictamente físico de movimientos del cuerpo y de sus
diferentes partes, pero el significado o sentido de ese hacer
empíricamente constatable no sería entendido describiendo el suceso
físico-material que presenciamos, sino interpretando lo que
entendemos a través de ello. La actividad que se
manifiesta a través de lo que vemos es lo que da significado a las
cosas, a los cambios y hasta al sujeto que ejecuta las acciones. Si
conocemos a los hombres por sus obras, por su mera presencia física
simplemente los reconocemos. Reconocimento quiere decir que
entendemos lo que son por lo que sabemos de antemano, por experiencia
de sus acciones anteriores. Aristóteles
hablaba de la energeia
o actividad (al movimiento, a la mutación visible, lo llamaba
kinesis)
y era esa actividad lo que daba su ser a los entes. Así,
era
el alma (lo
invisible), y no lo
físico, el cuerpo, lo que
hacía hombre al hombre.
33.
Aunque no entendamos
las cosas, podemos
nombrarlas. Pero ¿cómo vamos a poder nombrar correctamente, es
decir de una manera inteligible para otros, algo que todavía no
entendemos?,
¿no
va acaso el nombre unido a su significado? He aquí otro
de los
engaños
del pensamiento positivista que ha logrado hacer extensiva esta
superstición a las otras formas de saber y al saber de la
experiencia cotidiana. Para deshacer el enredo hay que investigar el
propio y
dudoso concepto
de "concepto".
34.
El saber
matemático es el único en el que los conceptos suponen sus
definiciones, por la sencilla razón de que en la matemática el
concepto y la realidad a que se refiere coinciden. El
concepto matemático es a priori. En el concepto de triángulo está
dado plenamente el triángulo y su mera enunciación racional
conlleva su entendimiento y su posible definición.
Partiendo
del
saber matemático
elaboró Platón su teoría de las ideas, haciéndola equivocamente
extensiva a todo el conocimiento humano. En la ciencia natural, sin
embargo, encontramos que una cosa es el concepto y otra es la
realidad a que el concepto se refiere. Si de la ciencia natural
transcendemos a otras formas de conocimiento, la independencia entre
un nombre y lo que significa aquello a que el nombre alude se hace
todavía más patente y sólo el contexto en que se usa puede
determinar su significado si éste posee cierta claridad, lo
que no es tan frecuente como los semánticos quieren hacer valer.
35.
Las denominaciones y formulaciones con que objetivamos y describimos
los aspectos de la realidad tienen una referencia a ésta, pero sólo
a posteriori van adquiriendo significado. La denominación
precede a la significación.
36.
En el sistema educativo la enseñanza suele comenzar con las
definiciones, creando una conciencia engañosa. En la
investigación la definición es lo último a que se llega aunque
comience por nombrar provisionalmente el fenómeno investigado,
objeto o actividad que nos interesa pero que quizá no sabemos bien
lo que significa. La función de nombrar es denotativa, trata de
hacer presente como objeto aquello que queremos desentrañar. Así,
dar nombre es señalar un camino de diálogo e investigación.
37.
Cuando queremos ponernos de acuerdo en la significación de algo
de lo que en principio tenemos ideas imprecisas, comenzamos por
preguntarnos ¿qué es? ese algo, lo que quiere decir que el
discurso humano está lleno de palabras y proposiciones
gramaticalmente correctas sin que en realidad sepamos lo que queremos
decir. Gran parte del discurso científico social,
especialmente la llamada ciencia económica, nos ha familiarizado con
conceptos sin significado reconocible y explicaciones que no explican
nada. No notamos su vaciedad justamente porque nos hemos
familiarizado con ellos.
38.
La actividad
está en íntima relación con la conciencia, es un modo de
conciencia, por eso que, ocupada con su objeto, la actividad no se
advierta bien a sí misma. Sólo un acto de reflexión, un traslado
del QUÉ al CÓMO, nos hace plenamente conscientes de nuestra
actividad.
Podemos haber realizado una actividad muchas veces y haberla
realizado bien sin siquiera planteárnosla, ni menos darle nombre.
Cuando advertimos que lo que hacemos nos sale mal, comenzamos a
preocuparnos del CÓMO, haciendo a la actividad objeto de la propia
actividad consciente. Entonces el CÓMO se convierte en QUÉ de la
conciencia, y para poder hablar de ella, abrimos un diálogo que nos
ayude a esclarecerla y le damos un nombre. Ese es el orden del
conocimiento, no el
que nos han acostumbrado a creer. El
hecho de que la actividad tenga que ser objetivada para
ser investigada, es al mismo tiempo lo que nos tiende la trampa de
concebir las actividades como cosas, confundiéndolas con su
resultado. Es así cómo nos imaginamos que la arquitectura son los
edificios y no el arte de construirlos, o confundimos la pintura con
el cuadro pintado por el pintor. Así llenamos el lenguaje y el
pensamiento de una infinidad de seres a los que atribuímos
actividades.
39.
En su teoría de los
tropos, la retórica explica la creación y desviación de los
conceptos. Lo
que llamamos metáfora y metonimia no son meros recursos estilísticos
para dar elegancia al decir, sino recursos psicolingüísticos
mediante los cuales damos expresión del pensamiento. Cuando Sigmund
Freud, en su Interpretación de los sueños, hablaba de los elementos
complementarios de la condensación y el desplazamiento, estaba
aludiendo a la
función metafórica y metonímica.
40.
La sociedad
moderna profesa una serie de mitos que son debidos a nuestra forma de
pensar y al uso de nuestro lenguaje.
Si no se puede culpar a las ciencias sociales de ser las causas
originarias de la mitología espontánea, siendo ellas mismas un
producto del pensamiento mítico de origen platónico sí les incumbe
la responsabilidad de haber consolidado esa mitología como ciencia.
El deber de la ciencia es desenmascarar la falsa conciencia y los
mitos engañosos de la sociedad. Pero en lugar de ejercer su función
depuradora, a 300 años de la Ilustración las ciencias sociales han
asumido la función de dar legitimidad científica a las nuevas
mitologías y perpetuar el sometimiento del ser humano a poderes
ajenos a su razón y a su voluntad.
Notas:
(1) Jose Luis Ramírez González (Madrid, 1935), filósofo y filólogo que ha desarrollado su actividad científica y social en Suecia. La mayor parte de su obra está publicada en lengua sueca. Publicaciones en castellano y catalán:
. Notas sobre fenomenología semántica. Congreso
internacional de fenomenología. Santiago de Compostela, 1988.
. Categorías de vida urbana pública y privada.
Jornadas de Sociología y vida urbana, Barcelona, 1989.
. Individuo y sociedad en la Suecia actual. Un estudio de la transformación
histórica del sistema local de autogobierno, ("Ética
día tras día - Homenaje al profesor Aranguren", Trotta,
Madrid, 1991).
. El significado del silencio y el silencio del significado,
Universidad de Verano, San Roque (Cádiz); Ed. Alianza, Madrid, 1992.
. La retórica como lógica de la evaluación,
Sociedad española de pedagogía, Revista Bordón, Vol.
43 nº4, Madrid, 1992.
. La participación ciudadana en los países nórdicos.
Conferencia Europea sobre Participación Ciudadana en los Municipios,
Córdoba, 1992 (Publicado en separata de la Comunidad de Madrid).
. Democracia como estructura y como forma de vida, Conferencia
»Variedades y límites de la democracia», Universidad
Internacional »Menéndez Pelayo», Valencia, 1993.
. La existencia de la ironía como ironía de la existencia,
Universidad de Verano 1993, San Roque (Cádiz).
. Los límites de la democracia y la educación,
ICE, Universitat de Lleida. 1994.
. La ciudad y el sentido del quehacer ciudadano, ICE, Universitat
de Lleida, 1995.
. El exilio como forma de vida, (Conferencias en castellano
sobre "El exilio y la literatura") Nordplan, 1995.
. El espacio del género y el género del espacio.
Revista ASTRÁGALO, Madrid, nov. 1996.
. La teoría del diseño y el diseño de la teoría
(Revista ASTRÁGALO, Alcalá-Valladolid, aug. 1997)
. Ciencia social y mitologías modernas: un estudio de las
metonimias del pensar (Comunicación al simposio "Hacia
una ideología para el siglo XXI", Asociación Española
de Estudios Canadienses & Instituto de Filosofía del CSIC, Residencia
de Estudiantes, Madrid, 21-23 noviembre 1997.
. La invenció de territoris: "jo", "l'altre",
"el món", "el cosmos", Revista Transversal,
6.1998, Lleida.
(2) Dicho
texto está publicado en la revista “ Geocrítica” (de la Cátedra
de Geografía Humana de la Universidad de Barcelona), disponible en
este enlace :
“Ciencia social y
mitologías modernas. Acerca de las metonimias del pensar”