Ya
sé que la actualidad manda y que ahora lo correctamente pertinente
sería hablar de la conmoción política que suponen los resultados
de las elecciones políticas en Italia y sus inmediatas repercusiones
(cosa que haré próximamente). Eso es cierto, pero solo a medias,
porque es precisamente esa exclusiva atención a lo inmediato lo que
nos impide atender a lo sustancial, descuidando aquellos principios
y valores sin los que no se puede explicar la actualidad, ni siquiera la que sucede en Italia.
Me
urge, antes que nada, manifestar mi posición antropocéntrica
inequívoca: no sé de ningún cerebro no-humano que pueda pensar
cuanto existe y sucede en modo que produzca consciencia. Y mientras
ésto sea así, tengo que afirmar que ésto de pensar con con-ciencia
sólo puede hacerlo un cerebro humano.
Si
somos capaces de tener pensamientos afines, incluso comunes, en
origen se debe, sin duda, a nuestra remota experiencia comunicativa
en la tribu, a partir de aquella máxima proximidad social que
tuvimos durante milenios vividos en el reducido espacio de una
caverna. No es por nada que los humanos primitivos se tuvieran y aún
se tengan a sí mismos, a la tribu, como los únicos “humanos”
en medio de un exterior visto desde allí como naturaleza-mundo,
dominada por “animales”.
Entonces
no había medios, la Era de los Medios comienza con la escritura, una
nueva forma de comunicación a distancia, pero sin llegar
a borrar
la necesidad de comunicación directa, presencial,
cuerpo
a cuerpo. Parece
ser que las experiencias de transmisión telepática pudieran tener
su fundamento en una reactivación de aquella primitiva función
comunicativa, prealfabética y hasta preoral. pero de máxima
proximidad espacial, local. De ser así, toda la
historia de los Medios sería la de una transferencia de
pensamientos, algo así como una aspiración final a un directo
acercamiento entre cerebros, sin velos interpuestos.
Y
si existiera de verdad una tendencia a la repetición técnica de lo
arcaico, en el horizonte de las telecomunicaciones y las
comunicaciones masivas esta repetición debería llegar a reproducir
los antíguos diálogos locales, de proximidad espacial, entre los
cerebros y sus cuerpos. Esto es lo que ve Peter Sloterdijk en la
proliferación de los teléfonos móviles, que en plena era de la
aldea global estarían aportando esa reproducción de la comunicación
oral más arcaica.
Pero,
sin embargo, lo que ahora prima es una transferencia de pensamientos
des-regulada y mixta, con medios que funcionan en simultáneas
direcciones, horizontal-comunicativos y vertical-informativos. Entre
los primeros sobresale el libro, al cual le ha salido una competencia
muy potente con los sistemas electrónicos y digitales. En este
proceso, la comunicación es, o al menos lo parece, cada vez más horizontal, y tan es así
que se llega a un punto desde el cual los participantes en la
comunicación llegan a creer que ya nada les llega desde arriba y que
están “solos en el mundo”, con sus cerebros, sus
medios, sus equivocaciones y sus ilusiones, abocados a una ciudadanía
mundial electrónica, en medio de un imparable proceso de
densificación del mundo, en una especie de “tele-vecindad”
de todos con todos.
La palabra telecomunicación implica un manejo
tele-operativo del mundo, definido por acciones a distancia, frente
a las que correspondería una conciencia “tele-moral”.
Esta horizontalidad comunicativa no puede ser más ilusoria, se sabe
por la titularidad de su propiedad y por el eficiente mecanismo de
control algorítmico que incorporan de fábrica estas “redes
sociales”. Esta ilusión de horizontalidad, de libertad y
democracia, es el invento más exitoso que haya puesto en marcha el
proyecto burgués de la Modernidad. El absoluto control de la
propiedad, de todo y del mecanismo algorítmico se debe, aunque
no sólo, a que su clientela es un amorfo conglomerado de individuos
extraños entre sí, que no comparten vidas ni lugares comunes,
gente a los que “la magia” del algoritmo les permite creer que
forman parte de una libre y democrática nación digital o comunidad
de amigos.
Pero
el “ser-con-otros” no es algo que se pueda agregar desde
fuera, a quienes integran un grupo que comparta sus vidas en el
mismo lugar. Este sentido existencial, del ser y estar adentro,
es el que caracteriza y hace especial la sociabilidad humana en el
modo que propiamente llamamos “comunidad”; no solo
referida a pensamientos, sino, sobre todo, a experiencia vital, a
vidas compartidas. Esta comunicación en proximidad, comunitaria,
convivencial, sería así la propia y más confiable, la que nos
produce el sentimiento de intimidad como vínculo directo con los
demás, con aquellos individuos que “son con-nosotros en
un lugar”; y no en esos
etéreos no-lugaresen los que somos agregados
“voluntariamente”,
formando artificiales
“comunidades”, digitales
y/o burocráticas,
no menos etéreas, que
nos ofertan una
amplísima gama de ideologías
e identidades a la carta.
Muy
al contrario, la condición de intimidad comunicativa es incluyente
por sí misma, nos hace ser y estar dentro del mundo, juntamente con
otros, sin forzar nada, tan es así que solo en esa condición
llegamos a tener una auténtica experiencia de “comunidad”. Este
estar-dentro significa un íntimo compromiso de identidad
personal y colectiva. Dice Sloterdijk que ésto le pasó
desapercibido a pensadores como Heidegger, que no pudo verlo por su
concepto del “dasein”, que refiere a la soledad de la
existencia humana, en la que no cabe este íntimo sentimiento de comunidad convivencial, ese “ser y estar-dentro”,
en la común experiencia de existencias y mundos compartidos Por
eso que eldaseinde Heidegger
seríasolo
temporal y no
espacial, no tiene en cuenta el lugar, ajena
a la dimensión espacial y
corpórea de la comunicación
en su íntima forma
convivencial-directa-local.
Nada
ganamos pensando de manera
individualista esta soledad-del-ser, en eso coinciden, pienso yo, los individuos que
son-juntos en el Común y lo Común que nos permite
entendernos, actuar juntos y mantenernos relacionados incluso
conflictivamente, con comunicación a la vez íntima y comunal, en
torno a lo que es propio de todos y de cada cual.
Necesitamos
una nueva teoría ontológica de la comunicación, el fantasma de
la “comunidad” está en la base de toda comunicación y hasta
de todo pensamiento humanista...“el fin del
humanismo no será ciertamente el fin del mundo, pero sí el de
nuestro mundo”, dice el más pesimista Sloterdijk, refiríendose
al mundo de quienes ciframos nuestras expectativas (acerca del
progreso evolutivo de nuestra especie) en el desarrollo de la
sensibilidad a través de la la experiencia ética y la comunicación
empática. Yo soy más optimista, estoy convencido de que todavía es
posible la amistad, incluso el amor, entre humanos diferentes y
distantes, y no sólo entre los de nuestra tribu.
En
ésto le doy la razón a Sloterdijk: “el rotar de los astrosha dejado de ser el único vector del tiempo en
el mundo interior del Capital, (allí) por
fuerza siempre es de día”. Lo
pienso cada vez que voy a las grandes urbes (los espacios no-lugares,
propios
de los
Estados
y sus
Capitales),
me pregunto si tanta luz será
solo por razón de seguridad.
En
la historia del ser humano,
su tiempo no es uno
cualquiera, simplemente
encaminado a la muerte, sino un
tiempo suficiente para
comprender lo que también es
el espacio:ese
lugar donde poder convivir.
Pudiera
parecernos que con la irrupción de la última globalización se
acaba la confusa historia humana, que llegados a la posthistoria
tocaría comenzar a narrar lo perdido a través del tiempo (y del
espacio), donde la eliminación del sentido y el enfoque del tiempo
se vuelve hacia un espacio cada vez más denso, más estrecho y
pequeño (será por eso que Sloterdijk sostiene que su filosofía
está centrada en el espacio y no en el tiempo). En la posthistoria
el tiempo ha sido absorbido por el espacio, al que en esa lógica
global correspondería un nuevo ser humano, uno bien permeable y
preparado para vivir su soledad siempre en masa y siempre a la
intemperie...eso sí, artificialmente iluminada.
Este
nuevo modo de percibir y relacionarnos con el mundo, necesariamente
modifica nuestra conducta con el prójimo; la
elevada densidad urbana implica una probabilidad cada vez más
elevada de encuentros entre humanos, sea bajo la forma de
transacciones o de conflictos; allí donde se imponen las condiciones
de densidad, se supone que la falta de comunicación no es
aceptable, tampoco los dictados unilaterales. Pero solo se supone.
Cierto que la elevada densidad garantiza la resistencia permanente
contra la expansión unilateral, una resistencia que desde el punto
de vista cognitivo se puede calificar como entorno estimulante para
los procesos de aprendizaje, puesto que los actores suficientemente
fuertes, en medios densos se hacen unos a otros inteligentes,
cooperativos y amistosos, al tiempo -como es natural-, que también
se trivializan entre sí. Y es así porque se interponen
el uno en el camino del otro, pero ¿han aprendido a
equilibrar intereses opuestos?
Si
la cooperación mira solo al reparto de beneficios, se da por
supuesto que las reglas de juego de la reciprocidad también son
evidentes para los demás. Efectivamente, se da por supuesto, como
que en el mundo capitalista y posthistórico todos los indicadores
apuntan necesariamente al futuro, porque en éste reside la única
promesa que se puede hacer a una asociación de consumidores: que el
confort no va a tener un final y que los derechos humanos constituyen el
fundamento jurídico del consumismo. Esta última globalización nos
ha permitido ver en ella la necesidad de un constante aprendizaje, un
aprender a estar en lugares con extensiones concéntricas; y que el
ser-en-el-mundo
conserva un
rasgo fundamental que
“deja fuera todo
aquello en lo que
él mismo no
pueda estar presente”, según
expresa
el propio Sloterdijk.
Navegar
sobre estructuras de espacio-tiempo se nos hace incomprensible, exige
un sujeto nuevo, alguien
que pueda entender y adaptarse a un
mundo en que las
protecciones ya no existen,
en donde la historia individual es
la que predomina. Ahora
la cuestión es:
¿servirá el humano que
todavía somos como materia prima para la producción de ese nuevo
sujeto-máquina,
definitivamente adaptado
al nuevo orden
global capitalista?
...que cada cual se
conteste.
Yo
pienso que no sirve, que com-unidad y com-unicación son dos
poderosos instintos
íntimamente
relacionados que tenemos
de fábrica, inherentes a un ser entrenado
a experimentar, sí, pero no
apto
para una vida capitalista, solitaria y a la intemperie, que
sea para siempre.
Somos
una especie tecnológica y la comunicación es un campo idóneo para
la aplicación tecnológica. Cierto
es que si somos una
exitosa especie depredadora se debe en su
mayor parte
a nuestra inteligencia tecnológica. Como
cierto es que la
superpoblación y el desarrollo hipertecnológico
que caracterizan a la globalización eran previsibles aunque la
historia no hubiera
tomado underrotero
jerárquico-estatal, ni suforma patriarcal,
propietarista, consumista,
capitalista. De nada
sirve darle vueltas, hay que manejar la realidad a
partir decomo
es, no
es posible ni deseable
una marcha atrás, no
nos volvamos idiotas, como si no supiéramos
que nada ya sucedido
puede volver
a suceder.
Si
hoy la
comunicación nos
“parece”horizontal
lo es gracias a la prestidigitación
tecnológica. Nunca
hubo emisores tan
potentes y absolutos, ningún
Imperio llegó a tanto,
con tal poder de propiedad
sobre Todo, lo vivo y lo inerte.
Por algo se dice que la
información es poder, lo
que no se dice de la
comunicación. Y
no se dice por temor de
los ciudadanos: no
sea que se haga
de noche cuando
llegue la noche.
Decía
Karl Popper que “el futuro se encuentra siempre
presente, como una promesa, una atracción y una tentación”.
Podemos interpretar esta
presencia
del futuro como transición,
cierto,
pero
en modos bien
divergentes:
con la intención de mejorar
el mismo
orden
que rige el presente (modo
reformista),
o
como
transformación integral (modo
radical), que se propone Otro orden.
A
comienzos
del
presente siglo
se conformó un grupo de trabajo integrado por científicos y
académicos de gran prestigio, con la denominación de Grupo
de Escenarios Globales (GSG), auspiciado
por la ONU a través de su Programa
de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y
cofinanciado por el Stockholm
Environment Institute, la Rockefeller Foundation, la Nippon
Foundation. Los
autores del ensayo resultante, declararon
en el mismo
que fue “una
apasionante exploración del pasado, el presente y el futuro”.A
pesar de que su publicación en 2006 es anterior a la global crisis
financiera de 2008, a la conmoción global que supuso la pandemia del
covid19 y a la guerra de Ucrania que está en curso como anticipo de
una tercera guerra mundial de nuevo tipo, el texto resulta muy
interesante, porque viene a reconocer que el
cambio global se acelera y las contradicciones se profundizan, por
lo que “se
necesitan con urgencia nuevas formas de pensar, actuar y ser”.
Y
a la exploración de estas “novedades” dedicaron su tiempo estos
científicos, cuyo resultado es una
propuesta
de Gran
Transición, planteada
como
oportunidad histórica de dar forma a “un
mundo justo de paz, libertad y sostenibilidad”
. Entre
otros escenarios, se propone
el
que denominan de
la Gran Transición, para
el que identifican
estrategias, agentes de cambio y valores para una nueva agenda
global.Aunque
hubiera sido escrito más recientemente, pienso que tanto la crisis
del 2008, como la Pandemia y la guerra de Ucrania, no hubieran
cambiado lo esencial de su
propuesta; al contrario, estos últimos acontecimientos les hubieran
reafirmado en sus conclusiones y en su apuesta reformista,
que
conviene
tener muy en cuenta, porque aún siendo autodeclarada como
progresista, viene a reconocer su
dramática
improbabilidad
ante la magnitud y profundidad de las contradicciones a superar como“legado
de la época moderna” que
nos ha
conducidoal
umbral de la actual
sociedad
planetaria. Se
refieren así a la época de los Estados-Nación, pero se cuidan de
no decirlo expresamente,
y hasta exageran su
antigüedad innecesariamente,
cuando
sin rigor histórico alguno estos “expertos”
le otorgan
a la Modernidad una edad de mil años.
Sí
me parece muy interesante este documento es porque trasluce la
visión del
presente y las expectativas de futuro que
se tienen
desde la corriente ideológica hoy dominante, la que a
sí misma se
presenta
como “progresista”
y “políticamente
correcta”, en
modo que queda bien resumido en la expresión “pensamiento
único”. Cobra
un interés trascendental, que podemos denominar como “trágico”
en una actualidad que hoy vemos precipitarse en el contexto
geopolítico de una guerra, la de Ucrania, que nos avisa de lo que
viene: una guerra sin cuartel entre dos concepciones del mundo que
se excluyen mutuamente a pesar, es mi propia visión, de que
comparten un mismo principio organizador
de la sociedad,
el del Estado: por
un lado en
su forma imperial-unipolar
representada por una OTAN liderada por Wasington y por otro lado en
su forma imperial-multipolar, representada
por Rusia, respaldada por las grandes potencias económicas
emergentes, con
economías igualmente capitalistas,
China e India fundamentalmente. Así,
lo que podemos esperar es un escenario de guerra mundial, “fría”
como mínimo, que ya está servido.
Lo
que me propongo con esta
reflexión
es dilucidar la razón
de sus
miedos, losde
esta visión “progresista”, a
un fracaso histórico ante la fuerza de acontecimientos (se
cuidan de esquivar la situación geopolítica) que
les llevan a augurar
una probable Transición hacia soluciones autoritarias, frente
a las que proponen un horizonte de
futuro progresista-reformista,
que presuponen más
“democrático y
ecológico”.
Juegan
con la
ambigüedad de un
esquema que
nos sugiere
estar
en la fase temprana de una transición acelerada, en
un
período de turbulencias que
impiden predecir
el carácter del Sistema
Global
que surgirá de esta transición,
por
lo que la
forma última de lo
que haya de venir “dependerá
en gran medida de opciones humanas que todavía no se han efectuado y
de acciones que todavía no se han emprendido”. Queda
bien claro en su referencia a Wittgenstein:
“la mosca dentro de la botella tiene dificultades para observar a
la mosca que está dentro de la botella”.
También
pretendo
elucidar
la razón que les lleva a descartar cualquier
posibilidad revolucionaria que pudiera
excederel
campo de su visión estratégica, a mi entender reducida a una
simplista y falsa confrontación ideológica -democracia versus
autoritarismo-, cuando en realidad se trata de una lucha interestatal
por el dominio capitalista del mundo, sea por un único bloque o
repartido en varios bloques.
A
grandes rasgos, en su previsión de escenarios, definen tres
arquetipos de pensamiento social -evolucionista, catastrofista y
transformacionista- que corresponden a distintas y divergentes
concepciones acerca de cómo funciona el mundo. Según ésto, los
evolucionistas son optimistas que piensan que los rasgos dominantes,
los de la modernidad, pueden traer prosperidad, estabilidad y salud
ecológica. Los catastrofistas temen terribles consecuencias para el
futuro del mundo, porque piensan que no podrán ser resueltas las
tensiones sociales, económicas y ecológicas, que son cada vez más
profundas. Y los transformacionistas serían aquellos que
compartiendo estos miedos, creen que la transición global puede ser
enfrentada como “una oportunidad para crear una mejor
civilización”.
A
partir de este simple esquema, exponen tres visiones diferentes así
resumidas: ajuste paulatino (optimistas- evolucionistas),
cataclismo discontinuo (pesimistas-nihilistas) y renovación
estructural (posibilistas-reformistas). En su visión progresista no
cabe ninguna otra visión que no sea reformista y, menos aún, una
“revolucionaria”, nada que pudiera parecerse a una propuesta de
transformación radical e integral, es decir, al margen y contraria a
los aparatos de dominación que vienen determinando la evolución
histórica de nuestras sociedades -Estado y Mercado- hasta convertir
la existencia humana en una permanente lucha identitaria y de poder
entre pueblos, culturas, clases y géneros, extendida a la
totalidad de individuos durante las últimas décadas de la
globalización capitalista, dejando tras de sí un rastro de
devastación social y ecológica de igual magnitud global.
El
sistema
de
organización de la sociedad moderna configurado a partir del siglo
XVIII no
pudo ser disuelto por ninguna de las revoluciones sucedidas
durante esa época,
ni siquiera por la única que pudo hacerlo en el momento
“proletario” tras
la revolución industrial en que se dieron las condiciones de
oportunidad. Pero el
sistema de producción y acumulación de capital fundamentado en su
naturaleza extractiva y depredadora tenía
que chocar algún día con sus límites naturales. Y
ahora es ese momento.
Sin
embargo, disiento de quienes creen que este
sistema
se disolverá en sus propias contradicciones, la prueba es la
previsión de escenarios planteados por este Grupo de Escenarios
Globales (GSG) auspiciado por la ONU, abierta a incertidumbres que
incluyen todas las posibilidades, incluso las más caóticas y
autoritarias, eso sí, todas excepto la de una transformación o
revolución integral... ¡cómo iban a poder, siquiera imaginar, un
“mundo mejor” sin Estado ni Mercado!, ¿cómo, si éstas
abstracciones forman parte inamovible de su propio
imaginario
de la Modernidad, como si
fueran auténticas
e incuestionables realidades geológicas. Como
dijera Fredric Jameson, “hoy
parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del
capitalismo”...pues
no digamos respecto del fin del Estado.
Después
de la caída del muro de Berlín, el capitalismo logró erigirse como
único sistema político-económico viable. En
su libro “Realismo
capitalista”, publicado
en el Reino Unido hacia fines de 2009, Mark
Fisher, crítico
musical y teórico de la cultura, definió
acertadamente el capitalismo como
el
marco ideológico en el cual vivimos
(donde
quiera que sea).
Mark Fisher expone
claramente en este libro
de qué manera el “realismo capitalista” permea todas las áreas
de la experiencia humana
contemporánea,
cubriendo el horizonte de lo pensable y cerrando
la capacidad de imaginar un nuevo escenario social,
cultural,
económico
y
político. Solo que, una vez más, como
tantos
otros intelectuales contemporáneos,
olvida que esta ideología capitalista es un
producto
histórico,
del
Estado Moderno, que sin el respaldo
del aparato estatal
la
ideología capitalista
hubiera
podido ser pensada,
pero no realizada,
porque el Estado como
forma jerárquica de organización social, que
divide
a la sociedad
en gobernantes y gobernados, es
su previa
y
necesaria condición
de existencia.
¿Pero
a dónde vamos?, se preguntan en ese informe encargado por la ONU,
para concluir en ésto: las nuevas épocas históricas
surgieron de las crisis y oportunidades que presentaba cada
época precedente, pero en la transición planetaria
resulta insuficiente reaccionar ante las circunstancias históricas.
Ahora sabemos que nuestras acciones pueden hacer
peligrar el bienestar de las generaciones futuras y por eso
la humanidad se enfrenta a un desafío
sin precedentes para anticiparse a las crisis por
venir, considerando las alternativas futuras y
adoptando las opciones adecuadas. El problema del
futuro, que antes era materia para soñadores y filósofos, se ha
movido al centro de las agendas científicas y de desarrollo...Así
dejan muy claro a quien le corresponde tomar las decisiones sobre el
futuro, a las élites tecnocientíficas, ¡adiós al sueño moderno
de la democracia liberal!
Se
preguntan después por los futuros globales que podrán surgir de los
turbulentos cambios que dan forma a nuestro mundo y para organizar su
reflexión reducen las posibilidades a unos pocos guiones
estilizados que representan las principales alternativas, por lo que
llegan a considerar tres clases de escenarios, así nombrados: 1.
Mundos Convencionales, 2. Barbarización y 3. Grandes Transiciones,
caracterizados respectivamente por: una continuidad esencial (1), un
cambio social fundamental pero no deseable (2) y por fundamentales y
favorables transformaciones sociales (3).
El
primer escenario, el de los “Mundos Convencionales”
supone que el sistema global en el siglo XXI evolucionará, sin
discontinuidades ni transformaciones fundamentales, a partir de las
mismas fuerzas y valores dominantes que conducen actualmente la
globalización, que seguirán siendo las que conformarán el futuro
(Estado y Mercado). Solo harán falta algunos ajustes, en la política
y los mercados, para ir solucionando los problemas sociales,
económicos y ecológicos a medida que éstos vayan surgiendo. En
este escenario sitúan como agentes a las Fuerzas del Mercado
y a la Reforma Política, respectivamente responsables de
promover una economía global resuelta en un mercado global
competitivo, abierto e integrado, en el que las preocupaciones
sociales y ecológicas son secundarias. Se supone que en este
escenario los gobiernos estatales emprenderán una Reforma Política
amplia y coordinada, a fin de reducir la pobreza y alcanzar la
sostenibilidad del medio ambiente.
El
segundo escenario, el de “Barbarización”,
considera la posibilidad de que estos problemas no puedan ser
resueltos y que, por consiguiente, nos conduzcan a sucesivas crisis
que superen la capacidad de las instituciones convencionales para
resolverlos. En este escenario la civilización planetaria “caería
en la anarquía o en la tiranía”, se dice, sin apreciar
diferencia alguna entre ambas situaciones.
Como
agentes de este segundo escenario sitúan al Colapso,
en el quelos
conflictos y las crisis entran en una espiral descontrolada y las
instituciones se desploman,
junto a un Mundo-Fortalezacomo respuesta
autoritaria a la amenaza
de colapso, ante un
mundo fracturado, parecido
a un apartheid global,
con lasélitesenclaustradas en
enclaves interconectados y protegidos, con
la mayoría de
la población mundial
empobrecida y situada a
merced de la intemperie.
Y
en el tercer escenario, el de la “Gran Transición”
-al que presentan como apuesta propia- dicen esperar profundas
transformaciones históricas en los valores fundamentales y en los
principios de organización de la sociedad. Según este escenario,
surgirán “nuevos valores y paradigmas de desarrollo, que
enfatizan la calidad de vida y la suficiencia material, la
solidaridad humana, la equidad global, la afinidad con la naturaleza
y la sostenibilidad del medio ambiente.”
Como
posibles agentes de esta Gran Transición, sitúan en primer lugar a
una visión “Ecocomunalista”,
que sería una especie de biorregionalismo o localismo, con
democracia directa y autarquía económica que, según se expresa en
el ensayo, “aunque resulte popular para algunas
subculturas ambientalistas y anarquistas, es difícil visualizar un
camino plausible que lleve desde las tendencias globalizantes de hoy
hasta el ecocomunalismo y que no pase por alguna forma
de Barbarización”. Y un segundo agente de este escenario sería
un Nuevo Paradigma de Sostenibilidad(por el que directamente
se inclinan los autores de
ese trabajo),
un paradigma
“que
cambiaría el carácter de la civilización global, en vez de
replegarse hacia el localismo, pasando a valorizar la
solidaridad global, la fertilización intercultural y la conectividad
económica, buscando una transición liberadora, humanista y
ecológica”.
Describen
estos escenarios remarcando sus diferentes respuestas a los
desafíos sociales y ecológicos: las Fuerzas del Mercado se
apoyarían en la lógica auto-correctiva de los mercados
competitivos; la Reforma Política dependería de la acción
gubernamental para buscar un futuro sostenible, y en Mundo-Fortaleza,
le correspondería a las Fuerzas Armadas imponer el orden, proteger
el medio ambiente y prevenir la caída en el Colapso, mientras que
para su Gran Transición reservan “un futuro sostenible y
deseable que surge de nuevos valores, de un modelo revisado de
desarrollo y de la participación activa de la sociedad civil”...¡qué
majos estos expertos de la ONU!
Describen
a continuación las fuerzas impulsoras que serían el común punto
de partida de todos los escenarios descritos, las mismas fuerzas que
condicionan y modifican el Sistema:
1.Demografía:
la
población es cada vez más vieja, aumentará en aproximadamente un
50% hacia 2050 y la mayoría de los tres mil millones de
personas adicionales nacerán en países en desarrollo. Con
la tendencia a la urbanización, habrá casi cuatro mil millones de
nuevos habitantes urbanos que plantearán grandes desafíos al
desarrollo de las infraestructuras, al medio ambiente y a la cohesión
social. Las bajas tasas de fertilidad llevarán gradualmente a un
aumento del promedio de edad y a una creciente presión sobre la
población productiva para mantener a los adultos mayores. Pero,
¡milagro!, una Gran Transición aceleraría la estabilización de la
población, moderaría los porcentajes de urbanización y buscaría
esquemas de asentamientos más sostenibles.
2.Economía:
los
mercados de productos, financieros y laborales han pasado a
integrarse e interconectarse crecientemente en una economía global
(mercado capitalista), los avances tecnológicos
y los acuerdos internacionales para liberalizar el comercio han
catalizado el proceso de globalización capitalista, enormes
empresas transnacionales dominan crecientemente un mercado
planetario, desafiando las prerrogativas tradicionales de la
nación-estado, los gobiernos enfrentan dificultades en
aumento para prever o controlar las alteraciones financieras y
económicas que se difunden a lo ancho de una economía mundial
interdependiente, que puede verse directamente en los
efectos paralizantes de las crisis financieras regionales, pero
también indirectamente en el impacto de los ataques terroristas o de
los temores sobre la salud, tales como la enfermedad de las vacas
locas en Europa (y del Covid a escala global, sucedido con
posterioridad a la publicación de este informe)... pero no hay que
preocuparse, porque en la Gran Transición, las preocupaciones
sociales y ecológicas se reflejarán en políticas que “limiten”
el mercado, ya que “una sociedad civil vigilante”generará
un comportamiento corporativo responsable junto a
nuevos valores que cambiarán los esquemas de consumo y
producción.
3.
Cuestiones sociales:la creciente
desigualdad y la pobreza persistente caracterizan la escena global
contemporánea, crece imparablemente la desigualdad
económica entre las naciones y dentro de éstas. La
transición hacia un desarrollo promovido por el Mercado
debilita los sistemas y normas tradicionales, provocando
una considerable dislocación social, caldo de cultivo para la
actividad delictiva... Pero (tomen nota): en la
Gran Transición serán respetados los compromisos de
la Declaración Universal de Derechos del Hombre de 1948 en cuanto a
justicia y a un nivel de vida digno para todos, en el contexto de un
modelo de desarrollo global plural y equitativo.
4.
Cultura: la
globalización, la tecnología de la información y los medios de
comunicación electrónicos estimulan la cultura del consumo en
un proceso que, a la vez, es consecuencia
y causa de la globalización económica. Paradójicamente,
un mercado global unificado también activa las reacciones
identitarias, nacionalistas y religiosas. Tanto
la globalización como la reacción fundamentalistacontraria a la globalización, necesariamente
implican problemas para las instituciones democráticas (los
Estados y sus corporaciones o bloques internacionales), el terrorismo
ha surgido como significativa fuerza impulsora
en elescenario mundial. Su simpatía
entre las masas parece enraizarse en la furia y la desesperación de
sentirse excluidos de las oportunidades y la prosperidad y en
el clamor por el consumismo o en su negación, resulta a veces
difícil escuchar voces en pro de la solidaridad global, la
tolerancia y la diversidad que, sin embargo, “son las
voces precursoras (prometeicas) de la
Gran Transición”.
5.
La Tecnología:transforma la estructura de la producción, el carácter
del trabajo y el uso del tiempo libre. El avance continuo de la
tecnología de la computación y de la información se encuentra en
primera línea de la actual ola de innovación tecnológica. La
biotecnología podría afectar significativamente a
las prácticas agrícolas, a los productos
farmacéuticos y a la prevención de enfermedades, al
mismo tiempo que suscita un conjunto de problemas éticos y
ecológicos. La miniaturización
tecnológica puede revolucionar las prácticas médicas,
la ciencia de los materiales, el rendimiento de las computadoras y
muchas otras aplicaciones... perono insistan en
preocuparse, que “la Gran Transición modelará
el desarrollo tecnológico a fin de promover la plena
realización del ser humano y la sostenibilidad del medio ambiente”.
6.
Medio ambiente:la
degradación global del medio natural es otra
significativa fuerza impulsora. Ha aumentado la
preocupación internacional por el impacto de la actividad
humana sobre la atmósfera, la tierra y los
recursos hídricos, por la bioacumulación de sustancias tóxicas, la
desaparición de especies y la degradación de los
ecosistemas. La percepción de estos hechos nos díce
que los países por separado no pueden mantenerse al margen de los
impactos globales sobre el medio naturaly ésto
cambia las bases de la geopolítica y de la
gobernabílidad global... pero, mecanismos
autocorrectivos ¿aportarán ajustes con la rapidez y a escala
suficientes? Creerlo es un problema de fe y optimismo, con escasa
base en el análisis científico o en la experiencia histórica. No
existe, simplemente, seguro alguno que impida que las
vía Fuerzas del Mercado no comprometan el futuro,
exponiéndolo a cambios aún mayores y más
perjudiciales en los ecosistemas de la Tierra.
No
tienen inconveniente en reconocer que las bases, tanto teóricas como
empíricas, de tan positiva expectativa son extremadamente débiles.
La experiencia durante los dos últimos siglos (los de la economía
capitalista de los Estados-Nación) sugiere más bien que se
requieren programas de bienestar social (¿otro Estado del Bienestar,
convenientemente renovado?) específicamente orientados a reducir el
empobrecimiento provocado por el Mercado capitalista. Y auguran que
en este escenario, es altamente probable que persista la pobreza
global, si no llegan a combinarse el crecimiento de la población y
la distribución de ingresos...o sea: lo que puede esperarse de un
Mercado capitalista consternado y arrepentido de sus propias
barbaridades.
Los
expertos de la ONU se han preguntado
¿a dónde
queremos ir?, y su reflexión
les ha llevado a ambiguas
y confusas respuestas
sobre el futuro global, más bien a inquietantes incertidumbres que,
cierto es,
no ocultan. Efectivamente,
la trayectoria global que
asume
la persistencia de las tendencias y valores hoy dominantes, resulta
contradictoria e inestable, apuntando hacia paisajes sociales de
barbarie y empobrecimiento social,
económico y ecológico.
Pero, en un redoblado
esfuerzo prometeico, estos expertos anuncian un
esperanzador futuro en su
último descubrimiento científico-antropológico:
resulta que hasta ahora no sabíamos que nosotros,
los seres humanos,”
somos viajeros y no ratones”.
A
mitad de su larga reflexión, estos científicos reconocen que el
ritmo y la escala del cambio tecnológico y social requerido es
intimidante, lo que vienen a expresar gráficamente en esta
contundente frase: “la vía reformista a la
sostenibilidad es como subir a una escalera mecánica que baja”.Por eso se replantean un camino que va de la sostenibilidad a la
deseabilidad: “a las preocupaciones pragmáticas sobre la
factibilidad de la vía reformista cabe añadir una crítica
normativa: ¿es deseable (la vía reformista)?, ¿será
ese un lugar de felicidad, con posibilidades
de elección y exploración individual y social?...para concluir
en que “podría ser un mundo sostenible pero indeseable”.
En
medio de mi propia reflexión, ha llamado mi atención el texto de un
manifiesto publicado en 2018 por la revista alemana Kosmoprolet
(comunistas antiautoritarios), con el que me identifico en muchos de
sus puntos, y en el que entre otras muchas cosas se dice que
“partiendo de la irracionalidad del orden actual por una parte,
y de las posibilidades que ésta abre por otra, surgen los primeros
contornos de una comunidad libre: la reconstrucción de la maquinaria
según las necesidades de los productores; la abolición de la
automatización ddnde esta sea inútil y agotadora, la
conversión de las actividades necesarias para volverlas más
agradables, y, en caso de que eso no sea posible, la rotación de las
tareas necesarias pero desagradables; el fin del trabajo asalariado y
de cualquier entrelazo entre consumo y rendimiento; el desarrollo de
una verdadera riqueza social”. Y aún así, sus autores
anónimos reconocen en dicho manifiesto que todo ello dice poco o
nada sobre las formas sociales en las que estos cambios serían
posibles.Esta consideración me parece crucial, porque, como
ellos mismos reconocen, “son precisamente las nuevas formas
sociales a desarrollar las que formarán el eje central
de este cambio”. Con ello vienen a deducir que no importa
cuán violento se haya vuelto el carácter destructivo-irracional
de los métodos de producción actuales, ni qué potencial abarquen
las nuevas tecnologías, mientras que la coexistencia de varios miles
de millones de personas se mantenga bajo las formas sociales actuales
(los Estados-Nación y sus bloques corporativos), nada
cambiará.
Así,
estos comunistas antiautoritariosasimilan el “realismo de
izquierda” que perpetúa la organización social-estatal, con el
“realismo capitalista” definido por Mark Fisher y al que me
referí anteriormente. Al igual que rechazan el pseudo-radicalismo
que celebra revueltas aisladas, predicando la máxima destrucción
y que para una sociedad “diferente”, solamente ofrece frases
triviales sobre la completa libertad del individuo. Su conclusión al
respecto me parece realmente acertada: “más bien se trata de
establecer una mediación social diferente, en la cual la totalidad
social no sea contraria a las exigencias individuales, sino que
precisamente sea fruto del trabajo consciente de los individuos”.
El
“realismo socialista” resultante de la Revolución de Octubre,
convirtió el programa marxista de “retirada del Estado en la
sociedad” en algo completamente contrario, entronizando el
poder estatal con rasgos totalitarios; lo que nos da una idea de la
magnitud del desafío que supone superar el capitalismo sin recurrir
a la fuerza del Estado. Yo voy más allá y a mayores de una cierta
intuición, pienso - con el aval de la experiencia histórica- que
no es que éste desafío sea difícil, sino que es absolutamente
imposible superar el capitalismo mientras persista la forma social
del Estado. Esto es: una comunidad libre tendría que superar ambas
cosas, el proceso de vida material hoy ejercido a ciegas y
legitimado por la ideología del naturalismo social que se expresa
bajo el marco de la competencia generalizada, para pasar a una
organización autónoma de las comunidades en modo planificado,
cooperativo y consciente, al tiempo que son recuperadas funciones
necesarias que hoy cumple el Estado, de tal forma que éste
desaparezca definitivamente, como aparato de coacción, separado e
impuesto sobre la sociedad y los individuos. Como se dice en ese
manifiesto, solamente una
comunidad igualitaria que tenga a su disposición los fundamentos
materiales necesarios para organizar su vida puede llegar al
punto en el que
el Estado (al el
mismo Marx
describió como resumen externo de una sociedad desgarrada y en
contradicción consigo misma)
se vuelva superfluo. La separación de la política y la economía,
que es una característica central del capitalismo, sería por lo
tanto abolida.
Sin
embargo, en las luchas de las últimas décadas no ha surgido ninguna
otra forma que trate de organizar una comunidad sin Estado. De forma
más reciente, las actuales movimientos sociales, todos originados
por la fragmentación de la clase asalariada, pero que a diferencia
de los viejos consejos obreros, no son al mismo tiempo el fundamento
organizacional de una nueva sociedad, porque no solo permanecen
separados de la esfera productiva –es decir: de la palanca decisiva
para la disolución de la relación social compuesta por el capital–
sino que, más allá de un descontento general, carecen de fundamento
práctico alguno. Incluso cuando las asambleas fueron masivas
tuvieron en común que dentro de ellas cada persona –debido a la
desconfianza en la política oficial– se aferraba con vehemencia a
su identidad “ciudadana”. Cada individuo se representaba solo a
sí mismo y el resultado fue mayormente una palabrería interminable
y sin rumbo, lo que causó que todos los implicados pronto perdieran
el interés en las asambleas (no pudo ser más obvio en el caso del
movimiento 15M en España)...y concluyen: sentarse
a discutir constantemente sobre todos los problemas no es ciertamente
un modelo a seguir para la Comuna.
Efectivamente,
la desaparición del aparato estatal no tiene por qué conducir a un
“estado amorfo”, sino que, por el contrario, su abolición
exigiría una autoorganización social compleja y extremadamente
desarrollada, que tendría que incluir un enfoque completamente
diferente sobre los problemas de los que hoy en día son responsables
la ley, la justicia penal y las prisiones. Hay que considerar que la
mayor parte de lo que hoy en día se persigue como delito, nace de la
necesidad material y que desaparecerá con ella, no puede ser más
obvio para el caso de los delitos contra la propiedad...si bien,
sería fantasioso pensar que sin Propiedad y sin Estado
desaparecerán automáticamente todos los delitos.
...En
fin que (provisionalmente) ésta es mi conclusión: no podemos
dejarnos contagiar por un estado de excepticismo crónico, por
cómoda que sea esta posición ante las abrumadoras y excepcionales
incertidumbres que nos suscita el futuro a partir de los datos del
presente; hay que repasar la historia, el conjunto de antecedentes
que ayudan a completar la explicación de lo que está sucediendo,
comprender que el devenir histórico no está predeterminado y que
siempre podemos cambiarlo. Que dejarse contagiar por ese estado de
crónico excepticismo conduce solo al nihilismo y a la parálisis,
que inequívocamente acaba siendo cómplice pasivo de la inercia que
sigue el mundo que nos dejó en herencia la Modernidad burguesa, producto del
Estado de siempre, en todas sus formas históricas...esa deriva capitalista hacia
el consumo compulsivo de la vida, hacia lo inerte, esa pulsión de muerte, Thánatos, perfectamente pornográfica
y contraria al Eros o pulsión de vida...(aunque me cueste recurrir a
Freud para expresarlo).
G
M
T
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