Mostrando entradas con la etiqueta VIA COMUNITARIA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta VIA COMUNITARIA. Mostrar todas las entradas

miércoles, 8 de febrero de 2023

¿OTRA TEORÍA DE LA PROPIEDAD ES POSIBLE?

 

Perdura todavía una cierta nostalgia por el soñado retorno a la Edad de Oro de la comunidad humana. Desde la antigüedad se vienen celebrando los saturnales como “fiesta de los locos”, en una carnavalesca y populista confusión de clases: los esclavos imitan burlonamente a sus propietarios y éstos les permiten estas celebraciones para que en ellas liberen sus tensiones. 

 

Dusfrutad, disfrutad cuanto podáis, que es lo que os queda, nos dice, impone, la lógica  moderna y neoliberal de nuestra época. Se puede pensar cualquier cosa y la contraria, todo nos está permitido, porque todo cabe en el Todo constituido, en este breve tránsito circular  y expansivo que se autorreproduce al interior de un  vicioso círculo perfecto, siempre igual a sí mismo. Demos por hecho que el crimen perfecto ya se ha consumado, que no deja rastro, que ya ha prescrito  y, por tanto, no tiene arreglo; luego ¡disfrutemos, malditos, disfrutemos!, olvidemonos de la historia, que solo es  memoria, que duele o sueña futuros inalcanzables, y  gozad del prometedor futuro-presente que  tenemos a mano, contenedor de todos los futuros posibles... ¡para qué darle más vueltas!

Me pregunto contra toda esta lógica neomoderna, si todavía es posible una estrategia de resistencia, de confrontación y emancipación, ante la conquista y disolución total del sujeto que somos; si es que ya se ha  consumado esta  mutación antropológica con la categoría de "crimen perfecto",  que como sociedad y como individuos nos deja sin salida, inermes y atrapados en una jaula global de paredes blandas y transparentes, en ese estado zombi de "servidumbre voluntaria", tras borrar de la memoria  la  ancestral necesidad humana de contrariar toda autoridad y reivindicar la libertad como sustancia y esencia del  ser propiamente humano. 

Y me pregunto si todavía es posible sustraerse al nihilismo imperante, incluso del que emana de las muchas y variadas  críticas "radicales", las que se dicen enfrentadas al Sistema, y que sin embargo, sospechosamente,  tras su desahogo retórico no proponen alternativa alguna. Se deslizan, escurren el bulto, con retórica seudo rebelde e iconoclasta, con adoración negativa de las tecnologías del Poder que critican, para llegar a la implícita propuesta de que nada se puede hacer, nada cuando la propia idea de libertad ya es propiedad del Sistema de dominación. Así, ¿se puede siquiera pensar que la política pueda romper el círculo de este nihilismo cultural-liberal-capitalista, así, dando por hecho que la servidumbre voluntaria es la última y consumada metamorfosis de un individuo plenamente domesticado?

Su extrema lógica binaria (bien-mal, izquierda-derecha), pone  a la venta mercancía cultural de fácil digestión, camuflando muy bien  su oculta convergencia con la cultura neoliberal de nuestro tiempo, celebrando la pasividad nihilista de la modernidad por toda respuesta, su estrategia consiste en ofrecer textos simples  acerca de un ser humano atrapado en la jaula del universo digital y hedónico, asfixiante y definitivo, del que ya es imposible escapar. Su estrategia: textos digeribles, simples y ligeros, entre anarcocríticos, seudoecologistas, conspiracionistas no declarados y desesperanzados, con envoltorio tecnológico y estético, y un estudiado marketing que llega a apropiarse  de la literatura, la ciencia  y la filosofia, todo ello al servicio de la inacción, con renuncia a toda forma de resistencia que pase de ser solo retórica.

Toda esa crítica "iconoclasta" y carente de propuesta alternativa, nos lleva directamente al pesimismo y a  la despolitización, bloquea toda idea de emancipación, invisibiliza el sutil poder totalitario del  regimen moderno de dominación, oculta el perfil de la Propiedad de este mundo y acaba por no saber en qué consiste ni cual es su "capital". En consecuencia, no sabe  lo que quiere porque desconoce la identidad y las intenciones de la Propiedad.  Contribuye así,eficazmente, a la sostenibilidad del mismo "sistema" al que critica.  incluso se permite el lujo de autojustificarse por la carencia   de  alternativa, rendida ante la poderosa metafísica de lo  abstracto y tecnológico, de esa misteriosa entidad, el "algoritmo", que como le sucede con el "sistema", ni sabe, ni quiere saber lo que es, aunque  sepa que posee el control de nuestras vidas. 

Contra toda esa lógica binaria y abstracta,  aunque sea poca, queda gente en el mundo que sabe lo que quiere. Partiendo de la misma epidemia de nihilismo y parálisis, yo mismo - un cualquiera - he llegado a pensar una alternativa, una teoría y práctica alternativa a la Propiedad del sistema.Y si yo puedo hacerlo, puede cualquiera.

Es mucha gente la que piensa que "otro mundo es posible", ¿pero, con la misma teoría de la Propiedad del viejo mundo?, ¿y si este cambio fuera la condición de posibilidad para ese "otro mundo"?...a esta cuestión  intentaré dar respuesta. Me permito empezar por el final: sostengo que mientras siga vigente la vieja teoría de la Propiedad o Dominio, sobre la Tierra y el Conocimiento, será imposible superar el colapso civilizatorio en ciernes, inviable cualquier “otro mundo”, toda solución que sea ética, ecológica y democrática.

Veamos, ¿qué hace  preferible un derecho de propiedad sobre el de uso?...sin duda, la expectativa de lucro y especulación, no cabe otra respuesta. El gusto por la propiedad no tiene más misterio, sí lo tiene la larga duración de la actual teoría de la propiedad, que se remonta al derecho romano y hasta hay quien afirma que es derecho aún más antíguo, natural, sagrado y por tanto incuestionable, y que por eso se suceden los siglos y las revoluciones, nacen y mueren Estados e Imperios, pero ahí sigue, plenamente vigente, el mismo sacrosanto derecho de propiedad sobre la Tierra y el Conocimiento humano. Me centro en estos dos bienes porque son los únicos de los que podemos decir que son comunales universales: la Tierra, comunal propio del conjunto de seres vivos, y el Conocimiento, comunal propio de la especie humana.

Ningún humano nacido en la selva y criado sin contacto humano podría producir conocimiento; éste, en todo caso, es producido socialmente y resulta muy difícil justificar su uso como mercancía, objeto de compraventa, como cualquier otro producto comercial. En el caso de la Tierra sabemos que está formada por tres elementos físicos:  litosfera(sólida), hidrosfera (líquida) y atmósfera (gaseosa) y que su combinación es lo que hace  posible la vida de todas las especies.  Resulta muy difícil justificar la propiedad exclusiva de un bien como la Tierra, que no puede ser más necesario, común y universal. No me extraña que alguien dijera que “la propiedad es un robo” (1), aunque lo dijera con sentido vago y general, sin concretar qué forma de propiedad y sobre qué bienes; no me extraña, porque “robo” es que alguien se apropie de lo que no es suyo, más grave aún si lo robado fuera del común universal de la vida, caso de la Tierra, o del común humano, caso del Conocimiento.

¿Qué es la propiedad?” se preguntaba Proudhon en torno a 1840, provocando un gran revuelo con su respuesta: “¡la propiedad es un robo!”, frase que llegó a convertirse en máxima de cita común, a la que los anarquistas y otros darían vueltas y revueltas en sus agotadoras polémicas.Paradójicamente, Proudhon no usó tan audaz expresión en su sentido literal, sino sólo para dar más énfasis a su idea. Con el término “propiedad” designó lo que más tarde llamaría “la suma de sus abusos”, quiso señalar lo injusto de la propiedad como bien utilizado para explotar el trabajo de otros sin aportar el esfuerzo propio, se refería a la propiedad que se caracteriza por rendir intereses y rentas, y permitir imposiciones por parte del que no produce sobre el que produce. En cambio, afirmaba que  la propiedad como posesión, el derecho de un hombre a disponer de su vivienda, de la tierra y de las herramientas que necesita para vivir, eso era para Proudhon lo justo, "la piedra fundamental de la libertad". De ahí que reprobara el comunismo, sobre todo porque, según decía, éste buscaba la destrucción de esta forma de propiedad.

Lenin, por otra parte, se preguntaba "¿libertad para qué?", dando por hecho que la libertad está implícita en el comunismo, sistema que hace de los proletarios una clase de "propietarios iguales ". Los liberales, desde el principio asociaron propiedad y libertad, condición la una de la otra. Proudhon, anarquista, llegó a la conclusión de que la única organización social, capaz de otorgar al hombre el derecho de gozar del producto de su trabajo, era la basada en la libertad..."la anarquía como ausencia de amos y soberanos, he aquí la forma de gobierno a la que nos aproximamos día a día”, definiendo el anarquismo como teoría que proponía una sociedad en la que comunismo y propiedad se sintetizarían de manera tal que el gobierno desaparecería, al tiempo que florecería la libertad en "un mundo de pequeños propietarios unidos por libre contrato".

La tierra es de quien la trabajaes otra célebre frase, atribuida a Emiliano Zapata (2), el líder militar y campesino, cuando proclamara en 1911 su propuesta de reforma agraria, durante la revolución mejicana. Zapata, a diferencia de Proudhon, concretaba que la forma de legitimar la posesión de la tierra es mediante el trabajo. Así, el dinero o el trabajo serían estos medios, además de la herencia (en la que no media ni dinero ni trabajo). Pero, ¿posesión es sinónimo de propiedad? Veamos lo que dice el diccionario de la RAE al respecto:Acto de poseer o tener una cosa corporal con ánimo de conservarla para sí o para otro” y “acto de poseer cosas incorpóreas, aunque en rigor no se posean” (porque en rigor lo que es inmaterial no puede ser poseído).La cuestión se complica al hacer la distinción entre, nada menos, que cinco diferentes tipos de posesión: 1.Posesión de buena fe: que resulta de una adquisición que el poseedor estima legítima, ignorando los vicios que la invalidan.2. Posesión de mala fe: que se tiene con conciencia de los vicios de su adquisición.3.Posesión de estado: apariencia de la titularidad de un estado civil, fundada en el ejercicio público y continuado de las facultades correspondientes al mismo.4. Posesión inmemorial: cuya duración excede de la memoria humana.5. Posesión natural: que no se tiene con ánimo de dueño o de titular legítimo de la cosa o derecho poseído.Más aún se complica si le añadimos estas dos variantes no recogidas por el diccionario de la RAE: 6- Posesión mediata: es posesión de derecho, no de hecho, es decir, no es una tenencia efectiva (propiedad) de una cosa, valga como ejemplo un contrato de arrendamiento, en el que el arrendador es poseedor mediato del piso alquilado, aunque no está poseyéndolo de forma efectiva y real (porque el piso sigue siendo de propiedad ajena).7. Posesión inmediata: resultado de un contrato de compraventa, por el que el comprador se hace poseedor efectivo (propietario) al momento de hacer el pago y firmar el contrato.Se observará la confusa ambigüedad en la que se sitúan ambos términos, posesión y propiedad, que no acaba de aclararse la diferencia entre una “posesión efectiva” y una “posesión que siendo de derecho no es de hecho o no es efectiva”. La clave reside, sin duda, no en su concepto (el derecho), sino en su efectividad (el hecho).

Según ésto, en la sociedad feudal, por ejemplo, los campesinos que trabajaban la tierra eran poseedores de derecho, pero no propietarios de hecho, porque se sabe que el propietario de hecho era “el señor” titular del territorio (un noble, un rey, una “autoridad eclesiástica” -abad u obispo-, incluso el “concejo” de una de las grandes villas de la Baja Edad Media); era aquel soberano de la tierra al que se pagaban tributos por el uso de “su propiedad”. Quedaba así en evidencia la primacía del hecho (el poder) sobre el concepto (el derecho).

A partir del siglo XVII, la revolución cultural promovida por la clase emergente (la burguesía), que conocemos por sus ideas “ilustradas”, supuestamente destinadas a subvertir el orden feudal, sin embargo, conservaron celosamente la propiedad como fuente principal del poder “efectivo”, camuflado bajo la supuesta “igualdad política” que empezaba a figurar en las constituciones liberales de los “nuevos y modernos” Estados-nación-capitalistas de la Modernidad.

En la prórroga de esa modernidad burguesa, que es la época contemporánea, nada ha cambiado respecto del status de la propiedad, que conserva el mismo significado de sus anteriores épocas, feudal y moderna, por lo que la posesión efectiva (la propiedad) hoy como entonces sigue siendo del “soberano”, quien sea que detente el poder efectivo sobre el objeto de la propiedad. Y si no, véase cómo a día de hoy, al igual que en el medievo feudal, todo Estado reserva para sí un supremo poder de expropiación, en base a un abstracto concepto del “interés público”.

Pero toda esta historia, de interesadas ambigüedades y confusos conceptos acerca de la posesión y la propiedad, si me interesan hoy es, sobre todo, por su directa repercusión en los acontecimientos del tiempo presente, en referencia al contexto de crisis sistémica y global en que hoy vivimos. Experimentamos este contexto como amenaza a la viabilidad de la civilización humana en un próximo futuro, un temor que ya experimentamos ante las clarísimas señales de un acelerado e imparable proceso destructivo: en la máxima concentración de los poderes -económico, político, mediático, tecnocientífico, legal, y militar sobre todo, mostrando su inequívoca tendencia al UNO, a un único Poder global, cuyo ilusorio programa prevee una Gran Transición para restaurar todo lo que previamente ha destruido. Qué decir de su devastador efecto sobre el individuo, ahora reducido a un perfil virtual, aislado en la masa, privado de presencialidad y desvinculado de toda comunidad real, nadificada su existencia, disuelta ésta en mínimas relaciones sociales, exclusivamente reducidas y mediadas por una compulsiva obsesión por la propiedad y el consumo. 

Vemos normalizarse el auge de la xenofobia y los totalitarismos, hacerse crónica la crisis profunda de las democracias estatales, asistimos al secuestro de la creatividad y del conocimiento humano a cargo de unas Ciencias que se lo apropian y lo desmenuzan en parcelas “disciplinarias”, de conocimientos cuantitativos e inconexos, con su deriva mercenaria y tecnológica apuntando a un inminente futuro eugenésico y “transhumano”… y nos produce vértigo la grave crisis demográfica, sea por sobrepoblación o por envejecimiento, la proliferación y extensión de enfermedades crónicas y pandemias globales, la progresión geométrica de la desigualdad en todas las latitudes.

Pero el efecto destructivo del “orden” social impuesto por la Modernidad, con su fija idea de “la propiedad como fundamento de la libertad”, su religiosa creencia en un “progreso” ilimitado, que ignora los límites materiales del planeta, en sus efectos no se limita a la destrucción del individuo y la sociedad. Ahí está, por si fuera poco, la alteración brutal del equilibrio ecológico que significa la devastación de la biodiversidad, los efectos del cambio climático, el agotamiento de las fuentes energéticas que nutrieron el “progreso” durante los dos últimos siglos de modernidad capitalista, la desertización y la mengua acelerada de la fertilidad de la tierra...y paro de contar. Esa es su evolución histórica “de hecho”, bien contraria a los “derechos” que proclama. En todo ésto se traduce su “éxito”, en el invento de una “racionalidad” moderna, que no hay por donde cogerla.

Propongo un experimento: que por un momento imaginemos que en un arrebato de locura una parte de la humanidad, una comunidad cualquiera, se vuelve “irracional” y proclama unilateralmente la efectiva abolición de la propiedad de la Tierra y del Conocimiento, imaginemos que a estos bienes esa irracional comunidad los declara “comunales universales”, la Tierra como propiedad comunal de todas las especies y sus generaciones, el Conocimiento como propiedad inmaterial del conjunto de la humanidad, de todas sus generaciones presentes y futuras...¿alcanzamos a imaginar siquiera lo que ésto supondría, un futuro tan “irracional”?, ¿que nadie tuviera el poder de propiedad sobre la Tierra y el Conocimiento, que como bienes comunales universales quedaran al margen de toda forma de comercio, de los que nadie pudiera, de ningún modo, hacerse propietario o soberano, ningún individuo, ningún colectivo, ninguna corporación, ningún Estado?

Para ilustrar este “supuesto”, resumo en un esquema esa nueva teoría de la propiedad que, de momento, solo cuatro gatos pensamos: 

 

Como puede verse en este esbozo, no todo es perfecto,  aún cabría una posible relación de dominación, del individuo por su propia comunidad, pero no siendo obligatorio el trabajo comunitario, siempre le cabría trabajar solo para sí mismo. También podría la comunidad explotar al límite su territorio, saltarse el principio ecológico de autosuficiencia y reserva, pero sería a costa de su propia supervivencia; eso lo sabían muy bien las tradicionales sociedades campesinas, haciendo un uso realmente sostenible de los bienes disponibles. Y podría darse un trato desigual, pero  sería improbable que eso pudiera suceder en una asamblea de autogobierno comunitario, entre "próximos", vecinos y paisanos del mismo territorio. 
 
Téngase en cuenta que lo que hoy llamamos "democracia" solo puede serlo  en modo ficticio o  "representativo", que no puede ser real si no es en asamblea de iguales y en comunidad real, es decir, convivencial, dada en un territorio realmente compartido, físico y relacional. Y téngase también en cuenta que lo que hoy, indistintamente,  denominamos como "economía" o "capitalismo" es, antes que nada, una relación social de dominio y explotación, de la naturaleza y del trabajo humano. Por todo eso, una nueva teoría de la propiedad es inseparable, necesariamente tiene  que formar parte, de una nueva teoría y práctica social-integral:  ética, ecológica y democrática al tiempo.
 
De momento, tengan tranquilidad los neoliberales y todos los neos modernos, como todos los defensores a ultranza de la propiedad sobre la Tierra y el Conocimiento, que la mayoría de la humanidad todavía no se ha vuelto loca, que sigue siendo "racional y moderna"; que, grande, pequeña o ilusoria, la Propiedad seguirá por largo tiempo haciéndonos tan libres, iguales y fraternos como hasta ahora... no se preocupen, que solo "cuatro gatos" pensamos estas cosas. De momento.

Notas:

(1) La frase “la propiedad es un robo” es atribuida a Pierre Joseph Proudhon (1809-1865), filósofo, político y revolucionario anarquista francés, uno de los padres del movimiento anarquista histórico como de su primera tendencia económica, el mutualismo, junto a los rusos Mijail Bakunin y Piotr Kropotkin y el italiano Errico Malatesta. A mi entender, Proudhon debería ser considerado como padre ideológico de los modernos liberales, en general, y de la burguesía “de izquierdas” en particular.

(2) La imagen “revolucionaria” de Emiliano Zapata no logra ocultar la ideología propietarista-liberal afincada en sus ideas sobre la propiedad de la tierra. La pretensión de legitimar la propiedad de la tierra por el trabajo de pequeños propietarios, legitima la idea liberal de la propiedad como hecho de dominio, soberanía o señorío exclusivo sobre un bien comunal universal, una idea que en esencia es liberal, aunque lo sea a la manera pequeño-burguesa.

 

jueves, 15 de diciembre de 2022

EL COMIENZO DE TODO, UNA NUEVA HISTORIA DE LA HUMANIDAD

 

David Wengrow, arqueólogo (izquierda) y David Graeber, antropólogo, coautores del libro.                                           (Fuente de la Imagen: democracynow.or)

 

En este mismo año de 2022, por la editorial Ariel, acaba de ser publicado en castellano este libro con el título  “El amanecer de todo. Una nueva historia de la humanidad”, del que son coautores David Wendrow y David Graeber, con traducción de Joan Andreano Weyland.

David Wengrow (1972) es un arqueólogo británico, profesor de arqueología comparada en el Instituto de Arqueología del University College London. Finalista del Premio Orwell en 2022, ha contribuido con ensayos sobre temas como la desigualdad social y el cambio climático para The Guardian y The New York Times. Es autor de “La arqueología del Egipto arcaico”, “Los orígenes de los monstruos·, “¿Qué hace la civilización? ”

David Graeber (1961-2020) fue antropólogo y activista anarquista estadounidense, doctorado por la Universidad de Chicago. Desde 2007 y hasta su fallecimiento, fue profesor en el departamento de antropología en el Goldsmiths College de la Universidad de Londres. Fallecido prematuramente, David Graeber se hizo mundialmente famoso con sus libros “Deuda: 5000 años de historia”, “Burocracia” y “Trabajos de mierda”. Graeber fue muy conocido, además, como activista político y social, incluyendo su papel en las protestas contra el Foro Económico Mundial en Nueva York (2002) y líder del movimiento Occupy Vall Street (2011), siéndole atribuida la expresión “somos el 99%”.

Tengo que reconocer que éste es uno de los libros que más me ha costado leer, no sólo por sus 848 páginas, sobre todo porque incluye una cantidad inmensa de nueva información sobre la investigación arqueológica y antropológica más reciente y actualizada, que cuesta ordenar y recolocar en la secuencia cronológica que tenemos de la historia, además de obligarme a cuestionar algunas ideas al respecto de mi propia interpretación de la evolución humana a partir de las primitivas comunidades, en un largo proceso que nada tiene de lineal, ni de simple, que se contradice radicalmente con la idea de progreso evolutivo que tenemos bien asentada a través de nuestra educación en un paradigma histórico construido a la medida de un imaginario de la modernidad, que observa e interpreta la historia humana desde una posición de centralidad y superioridad “occidental”, con una visión ilustrada, inequívocamente burguesa, colonial y eurocéntrica, que hace invisibles otras realidades históricas, de comunidades humanas que evolucionaron a su modo y asincrónicamente, en formas sociales cambiantes y complejas, en otros lugares de Eurasia, Africa, Australia o las dos Américas.

La idea de un progreso continuo, que comienza con pequeños grupos de cazadores-recolectores y que evoluciona hacia sociedades modernas a través del descubrimiento de la agricultura, desencadenante ésta del nacimiento de las ciudades y enseguida de estados e imperios, es un cliché muy arraigado en nuestra memoria, que imagina la historia como un contínuo proceso lineal, que avanza de lo simple a lo complejo, a fin de que su propia complejidad acabe por justificar la necesidad de una única forma de organización social-jerárquica: la forma de Estados e Imperios contemporáneos con una única e inevitable forma de ecología económica-depredadora, la capitalista. 

Las numerosas evidencias materiales, profusamente descritas en este abundante trabajo de investigación arqueológica y antropológica, escrito con un mínimo uso de lenguaje de jerga científica que es de agradecer, buscan demostrar la falsedad de tal imaginario y la necesidad de superarlo. Es todo nuestro marco conceptual el que debe ser cuestionado, ésto es lo que nos proponen en este libro sus dos autores, que descubren el manejo interesado de las ideas de Freud y Darwin, y fijan el pensamiento burgués de la modernidad ilustrada, atrapado en un círculo vicioso que va del indígena inocente -el del Jardín del Edén- pensado por Rousseau, al leviatán estatal pensado por Hobbes, como inevitable condena del ser humano, lo que tendría su causa última en el atrevimiento de los humanos a comer de la fruta prohibida del Conocimiento.

La lectura de este libro tiene consecuencias en nuestra idea acerca del futuro de la especie humana, en un momento como el presente en el que a muy pocos humanos les gusta el mundo en que vivimos, pero en el que solo una ínfima minoría pensamos que el destino de nuestra especie no esta escrito y predeterminado, por una narrativa de la historia que ha logrado construir una concreta forma de la realidad, más fundada en mitos que en ciencia, y que sigue una lógica lineal y tecnológica, que va de lo simple a lo complejo, y que en base a ello justifica como inevitable la necesidad de un gobierno global, en una deriva de la historia humana hacia un mundo futuro necesaria e inevitablemente gobernado de arriba hacia abajo, por quienes son titulares de la Propiedad del mundo, guiados por el sabio “consejo de expertos, gente "científica" que "porque sabe" se atribuye la titularidad del conocimiento y experiencia acumulado por nuestra especie a lo largo de cientos de miles de años. Todo ello a pesar de que la propia investigación científica esté confirmando no solo sus grandes lagunas de conocimiento acerca de las sociedades humanas del pasado, sino que, en buena medida, tal conocimiento fue construido sobre mitos y no sobre datos realmente científicos. 

Algunos de nosotros llevamos tiempo pensando y reuniendo pruebas de que tal estafa tiene su origen en el imaginario moderno y colonial creado en el siglo XVIII, el de una “civilización occidental” inventora del mito del Progreso, que vino a salvar al resto del mundo, catalogado como conglomerado de sociedades indígenas, a salvarlo de su primitivo estado de naturaleza, básicamente salvaje y tribal. Quienes así pensamos, somos conscientes de que superar el colapso sistémico en el que  ahora estamos atrapados, será prácticamente imposible sin antes superar el metarrelato mítico y pseudocientífico de ese imaginario moderno del Progreso. Por eso que, al menos por mi parte, yo agradezca la publicación de este libro de Graember y Wendrow.

Teniendo pendiente una relectura más detenida de este voluminoso libro, de momento extraigo algunas valiosas conclusiones. La primera, para tomar nota de algunos de mis errores en la comprensión del pasado. Después y de forma práctica, para una mejor definición de la revolución integral hoy necesaria, más fiada a la creatividad práctica de las comunidades humanas y a su inmensa potencialidad y diversidad, más que a un proyecto intelectual de “futuro universal”. 

Por eso que me disponga a rehacer mi propuesta de un pacto del común, no como proyecto, sino como básico y global acuerdo de convivencialidad y comunidad, encaminado a resolver local y comunalmente, el desastre global en el que ahora nos sentimos atrapados y que, por primera vez, concierne al conjunto de nuestra especie. La propuesta va de compartir, allí donde seamos capaces, la tierra y el conocimiento que nos son comunes. Quiero guiarme, sobre todo, por el principio de libertad, al que tengo por consustancial aversión humana a la uniformidad y a la jerarquía, ese instinto libertario que llamamos conciencia y que nos hizo sappiens

Este libro ha venido a decirme que mi optimismo no es voluntarista, ni simplemente utópico, que también tiene  un fundamento racional y concretamente científico.

viernes, 30 de septiembre de 2022

DESASTRE Y DILEMA: REFLEXIONES SOBRE LA CATÁSTROFE ECOLÓGICA Y EL MOVIMIENTO CLIMÁTICO

 

 

 

Hoy traigo a estas páginas un texto relativamente reciente publicado en la revista alemana Kosmoprolet, editada por un grupo de personas y grupos anarquistas y comunistas antiautoritarios (“Amigos de la sociedad sin clases” de Berlín, “Era de Hielo” de Zurich y “La Banda Vaga” de Freiburg). 

Trata sobre la catástrofe ecológica y el movimiento social contra el cambio climático. Lo hago porque aporta una reflexión que puede interesar a la gente que hoy se siente involucrada en este movimiento desde muy variadas posiciones ideológicas. 

Personalmente, estoy muy de acuerdo con el análisis y visión general que presentan acerca de la cuestión climática y su inequívoca vinculación con el orden social estatal-capitalista, incluso coincido con su propósito revolucionario de una sociedad mundial sin clases, si bien, como tantas otras veces, me siento obligado a precisar: siendo necesaria la reflexión y el análisis teórico, solo es un paso en la construcción de un paradigma realmente revolucionario; el siguiente es la concreción de un proyecto de organización social alternativa, y aún así todavía sería insuficiente a falta de una estrategia, de un operativo que haga posible abordar la confrontación con el sistema a superar, a sabiendas que la transformación integral del orden actual ocupará un largo y doloroso periodo de este siglo XXI. Así que en esa estamos todavía, lo que no nos debiera apartar de objetivos cotidianos igualmente urgentes, haciendo que éstos tengan la revolución por horizonte. 

Leer traducción desde AQUÍ




sábado, 24 de septiembre de 2022

GRAN TRANSICIÓN O HUIDA HACIA NINGUNA PARTE

 

Decía Karl Popper que “el futuro se encuentra siempre presente, como una promesa, una atracción y una tentación”. Podemos interpretar esta presencia del futuro como transición, cierto, pero en modos bien divergentes: con la intención de mejorar el mismo orden que rige el presente (modo reformista), o como transformación integral (modo radical), que se propone Otro orden.

A comienzos del presente siglo se conformó un grupo de trabajo integrado por científicos y académicos de gran prestigio, con la denominación de Grupo de Escenarios Globales (GSG), auspiciado por la ONU a través de su Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y cofinanciado por el Stockholm Environment Institute, la Rockefeller Foundation, la Nippon Foundation. Los autores del ensayo resultante, declararon en el mismo que fue una apasionante exploración del pasado, el presente y el futuro”. A pesar de que su publicación en 2006 es anterior a la global crisis financiera de 2008, a la conmoción global que supuso la pandemia del covid19 y a la guerra de Ucrania que está en curso como anticipo de una tercera guerra mundial de nuevo tipo, el texto resulta muy interesante, porque viene a reconocer que el cambio global se acelera y las contradicciones se profundizan, por lo que “se necesitan con urgencia nuevas formas de pensar, actuar y ser”.  

Y a la exploración de estas “novedades” dedicaron su tiempo estos científicos, cuyo resultado es una propuesta de Gran Transición, planteada como oportunidad histórica de dar forma a “un mundo justo de paz, libertad y sostenibilidad” . Entre otros escenarios, se propone el que denominan de la Gran Transición, para el que identifican estrategias, agentes de cambio y valores para una nueva agenda global. Aunque hubiera sido escrito más recientemente, pienso que tanto la crisis del 2008, como la Pandemia y la guerra de Ucrania, no hubieran cambiado lo esencial de su propuesta; al contrario, estos últimos acontecimientos les hubieran reafirmado en sus conclusiones y en su apuesta reformista, que conviene tener muy en cuenta, porque aún siendo autodeclarada como progresista, viene a reconocer su dramática improbabilidad ante la magnitud y profundidad de las contradicciones a superar como legado de la época moderna” que nos ha conducido al umbral de la actual sociedad planetaria. Se refieren así a la época de los Estados-Nación, pero se cuidan de no decirlo expresamente, y hasta exageran su antigüedad innecesariamente, cuando sin rigor histórico alguno estos “expertos” le otorgan a la Modernidad una edad de mil años.

Sí me parece muy interesante este documento es porque trasluce la visión del presente y las expectativas de futuro que se tienen desde la corriente ideológica hoy dominante, la que a sí misma se presenta como “progresista” y “políticamente correcta”, en modo que queda bien resumido en la expresión “pensamiento único”. Cobra un interés trascendental, que podemos denominar como “trágico” en una actualidad que hoy vemos precipitarse en el contexto geopolítico de una guerra, la de Ucrania, que nos avisa de lo que viene: una guerra sin cuartel entre dos concepciones del mundo que se excluyen mutuamente a pesar, es mi propia visión, de que comparten un mismo principio organizador de la sociedad, el del Estado: por un lado en su forma imperial-unipolar representada por una OTAN liderada por Wasington y por otro lado en su forma imperial-multipolar, representada por Rusia, respaldada por las grandes potencias económicas emergentes, con economías igualmente capitalistas, China e India fundamentalmente. Así, lo que podemos esperar es un escenario de guerra mundial, “fría” como mínimo, que ya está servido.

Lo que me propongo con esta reflexión es dilucidar la razón de sus miedos, los de esta visión “progresista”, a un fracaso histórico ante la fuerza de acontecimientos (se cuidan de esquivar la situación geopolítica) que les llevan a augurar una probable Transición hacia soluciones autoritarias, frente a las que proponen un horizonte de futuro progresista-reformista, que presuponen más “democrático y ecológico”.

Juegan con la ambigüedad de un esquema que nos sugiere estar en la fase temprana de una transición acelerada, en un período de turbulencias que impiden predecir el carácter del Sistema Global que surgirá de esta transición, por lo que la forma última de lo que haya de venir dependerá en gran medida de opciones humanas que todavía no se han efectuado y de acciones que todavía no se han emprendido”. Queda bien claro en su referencia a Wittgenstein: “la mosca dentro de la botella tiene dificultades para observar a la mosca que está dentro de la botella”.

También pretendo elucidar la razón que les lleva a descartar cualquier posibilidad revolucionaria que pudiera exceder el campo de su visión estratégica, a mi entender reducida a una simplista y falsa confrontación ideológica -democracia versus autoritarismo-, cuando en realidad se trata de una lucha interestatal por el dominio capitalista del mundo, sea por un único bloque o repartido en varios bloques.

A grandes rasgos, en su previsión de escenarios, definen tres arquetipos de pensamiento social -evolucionista, catastrofista y transformacionista- que corresponden a distintas y divergentes concepciones acerca de cómo funciona el mundo. Según ésto, los evolucionistas son optimistas que piensan que los rasgos dominantes, los de la modernidad, pueden traer prosperidad, estabilidad y salud ecológica. Los catastrofistas temen terribles consecuencias para el futuro del mundo, porque piensan que no podrán ser resueltas las tensiones sociales, económicas y ecológicas, que son cada vez más profundas. Y los transformacionistas serían aquellos que compartiendo estos miedos, creen que la transición global puede ser enfrentada como “una oportunidad para crear una mejor civilización”.

A partir de este simple esquema, exponen tres visiones diferentes así resumidas: ajuste paulatino (optimistas- evolucionistas), cataclismo discontinuo (pesimistas-nihilistas) y renovación estructural (posibilistas-reformistas). En su visión progresista no cabe ninguna otra visión que no sea reformista y, menos aún, una “revolucionaria”, nada que pudiera parecerse a una propuesta de transformación radical e integral, es decir, al margen y contraria a los aparatos de dominación que vienen determinando la evolución histórica de nuestras sociedades -Estado y Mercado- hasta convertir la existencia humana en una permanente lucha identitaria y de poder entre pueblos, culturas, clases y géneros, extendida a la totalidad de individuos durante las últimas décadas de la globalización capitalista, dejando tras de sí un rastro de devastación social y ecológica de igual magnitud global.

El sistema de organización de la sociedad moderna configurado a partir del siglo XVIII no pudo ser disuelto por ninguna de las revoluciones sucedidas durante esa época, ni siquiera por la única que pudo hacerlo en el momento “proletario” tras la revolución industrial en que se dieron las condiciones de oportunidad. Pero el sistema de producción y acumulación de capital fundamentado en su naturaleza extractiva y depredadora tenía que chocar algún día con sus límites naturales. Y ahora es ese momento.

Sin embargo, disiento de quienes creen que este sistema se disolverá en sus propias contradicciones, la prueba es la previsión de escenarios planteados por este Grupo de Escenarios Globales (GSG) auspiciado por la ONU, abierta a incertidumbres que incluyen todas las posibilidades, incluso las más caóticas y autoritarias, eso sí, todas excepto la de una transformación o revolución integral... ¡cómo iban a poder, siquiera imaginar, un “mundo mejor” sin Estado ni Mercado!, ¿cómo, si éstas abstracciones forman parte inamovible de su propio imaginario de la Modernidad, como si fueran auténticas e incuestionables realidades geológicas. Como dijera Fredric Jameson, “hoy parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”...pues no digamos respecto del fin del Estado.

Después de la caída del muro de Berlín, el capitalismo logró erigirse como único sistema político-económico viable. En su libro “Realismo capitalista”, publicado en el Reino Unido hacia fines de 2009, Mark Fisher, crítico musical y teórico de la cultura, definió acertadamente el capitalismo como el marco ideológico en el cual vivimos (donde quiera que sea). Mark Fisher expone claramente en este libro de qué manera el “realismo capitalista” permea todas las áreas de la experiencia humana contemporánea, cubriendo el horizonte de lo pensable y cerrando la capacidad de imaginar un nuevo escenario social, cultural, económico y político. Solo que, una vez más, como tantos otros intelectuales contemporáneos, olvida que esta ideología capitalista es un producto histórico, del Estado Moderno, que sin el respaldo del aparato estatal la ideología capitalista hubiera podido ser pensada, pero no realizada, porque el Estado como forma jerárquica de organización social, que divide a la sociedad en gobernantes y gobernados, es su previa y necesaria condición de existencia.

¿Pero a dónde vamos?, se preguntan en ese informe encargado por la ONU, para concluir en ésto: las nuevas épocas históricas surgieron de las crisis y oportunidades que presentaba cada época precedente, pero en la transición planetaria resulta insuficiente reaccionar ante las circunstancias históricas. Ahora sabemos que nuestras acciones pueden hacer peligrar el bienestar de las generaciones futuras y por eso la humanidad se enfrenta a un desafío sin precedentes para anticiparse a las crisis por venir, considerando las alternativas futuras y adoptando las opciones adecuadas. El problema del futuro, que antes era materia para soñadores y filósofos, se ha movido al centro de las agendas científicas y de desarrollo...Así dejan muy claro a quien le corresponde tomar las decisiones sobre el futuro, a las élites tecnocientíficas, ¡adiós al sueño moderno de la democracia liberal!

Se preguntan después por los futuros globales que podrán surgir de los turbulentos cambios que dan forma a nuestro mundo y para organizar su reflexión reducen las posibilidades a unos pocos guiones estilizados que representan las principales alternativas, por lo que llegan a considerar tres clases de escenarios, así nombrados: 1. Mundos Convencionales, 2. Barbarización y 3. Grandes Transiciones, caracterizados respectivamente por: una continuidad esencial (1), un cambio social fundamental pero no deseable (2) y por fundamentales y favorables transformaciones sociales (3).


El primer escenario, el de los Mundos Convencionales” supone que el sistema global en el siglo XXI evolucionará, sin discontinuidades ni transformaciones fundamentales, a partir de las mismas fuerzas y valores dominantes que conducen actualmente la globalización, que seguirán siendo las que conformarán el futuro (Estado y Mercado). Solo harán falta algunos ajustes, en la política y los mercados, para ir solucionando los problemas sociales, económicos y ecológicos a medida que éstos vayan surgiendo. En este escenario sitúan como agentes a las Fuerzas del Mercado y a la Reforma Política, respectivamente responsables de promover una economía global resuelta en un mercado global competitivo, abierto e integrado, en el que las preocupaciones sociales y ecológicas son secundarias. Se supone que en este escenario los gobiernos estatales emprenderán una Reforma Política amplia y coordinada, a fin de reducir la pobreza y alcanzar la sostenibilidad del medio ambiente.

El segundo escenario, el de Barbarización”, considera la posibilidad de que estos problemas no puedan ser resueltos y que, por consiguiente, nos conduzcan a sucesivas crisis que superen la capacidad de las instituciones convencionales para resolverlos. En este escenario la civilización planetaria caería en la anarquía o en la tiranía”, se dice, sin apreciar diferencia alguna entre ambas situaciones.

Como agentes de este segundo escenario sitúan al Colapso, en el que los conflictos y las crisis entran en una espiral descontrolada y las instituciones se desploman, junto a un Mundo-Fortaleza como respuesta autoritaria a la amenaza de colapso, ante un mundo fracturado, parecido a un apartheid global, con las élites enclaustradas en enclaves interconectados y protegidos, con la mayoría de la población mundial empobrecida y situada a merced de la intemperie.

Y en el tercer escenario, el de la Gran Transición -al que presentan como apuesta propia- dicen esperar profundas transformaciones históricas en los valores fundamentales y en los principios de organización de la sociedad. Según este escenario, surgirán “nuevos valores y paradigmas de desarrollo, que enfatizan la calidad de vida y la suficiencia material, la solidaridad humana, la equidad global, la afinidad con la naturaleza y la sostenibilidad del medio ambiente.”

Como posibles agentes de esta Gran Transición, sitúan en primer lugar a una visión Ecocomunalista”, que sería una especie de biorregionalismo o localismo, con democracia directa y autarquía económica que, según se expresa en el ensayo, “aunque resulte popular para algunas subculturas ambientalistas y anarquistas, es difícil visualizar un camino plausible que lleve desde las tendencias globalizantes de hoy hasta el ecocomunalismo y que no pase por alguna forma de Barbarización”. Y un segundo agente de este escenario sería un Nuevo Paradigma de Sostenibilidad (por el que directamente se inclinan los autores de ese trabajo), un paradigmaque cambiaría el carácter de la civilización global, en vez de replegarse hacia el localismo, pasando a valorizar la solidaridad global, la fertilización intercultural y la conectividad económica, buscando una transición liberadora, humanista y ecológica”.

Describen estos escenarios remarcando sus diferentes respuestas a los desafíos sociales y ecológicos: las Fuerzas del Mercado se apoyarían en la lógica auto-correctiva de los mercados competitivos; la Reforma Política dependería de la acción gubernamental para buscar un futuro sostenible, y en Mundo-Fortaleza, le correspondería a las Fuerzas Armadas imponer el orden, proteger el medio ambiente y prevenir la caída en el Colapso, mientras que para su Gran Transición reservan “un futuro sostenible y deseable que surge de nuevos valores, de un modelo revisado de desarrollo y de la participación activa de la sociedad civil”...¡qué majos estos expertos de la ONU!

Describen a continuación las fuerzas impulsoras que serían el común punto de partida de todos los escenarios descritos, las mismas fuerzas que condicionan y modifican el Sistema:

1.Demografía: la población es cada vez más vieja, aumentará en aproximadamente un 50% hacia 2050 y la mayoría de los tres mil millones de personas adicionales nacerán en países en desarrollo. Con la tendencia a la urbanización, habrá casi cuatro mil millones de nuevos habitantes urbanos que plantearán grandes desafíos al desarrollo de las infraestructuras, al medio ambiente y a la cohesión social. Las bajas tasas de fertilidad llevarán gradualmente a un aumento del promedio de edad y a una creciente presión sobre la población productiva para mantener a los adultos mayores. Pero, ¡milagro!, una Gran Transición aceleraría la estabilización de la población, moderaría los porcentajes de urbanización y buscaría esquemas de asentamientos más sostenibles.

2.Economía: los mercados de productos, financieros y laborales han pasado a integrarse e interconectarse crecientemente en una economía global (mercado capitalista), los avances tecnológicos y los acuerdos internacionales para liberalizar el comercio han catalizado el proceso de globalización capitalista, enormes empresas transnacionales dominan crecientemente un mercado planetario, desafiando las prerrogativas tradicionales de la nación-estado, los gobiernos enfrentan dificultades en aumento para prever o controlar las alteraciones financieras y económicas que se difunden a lo ancho de una economía mundial interdependiente, que puede verse directamente en los efectos paralizantes de las crisis financieras regionales, pero también indirectamente en el impacto de los ataques terroristas o de los temores sobre la salud, tales como la enfermedad de las vacas locas en Europa (y del Covid a escala global, sucedido con posterioridad a la publicación de este informe)... pero no hay que preocuparse, porque en la Gran Transición, las preocupaciones sociales y ecológicas se reflejarán en políticas que “limiten” el mercado, ya que “una sociedad civil vigilante” generará un comportamiento corporativo responsable junto a nuevos valores que cambiarán los esquemas de consumo y producción.

3. Cuestiones sociales: la creciente desigualdad y la pobreza persistente caracterizan la escena global contemporánea, crece imparablemente la desigualdad económica entre las naciones y dentro de éstas. La transición hacia un desarrollo promovido por el Mercado debilita los sistemas y normas tradicionales, provocando una considerable dislocación social, caldo de cultivo para la actividad delictiva... Pero (tomen nota): en la Gran Transición serán respetados los compromisos de la Declaración Universal de Derechos del Hombre de 1948 en cuanto a justicia y a un nivel de vida digno para todos, en el contexto de un modelo de desarrollo global plural y equitativo.

4. Cultura: la globalización, la tecnología de la información y los medios de comunicación electrónicos estimulan la cultura del consumo en un proceso que, a la vez, es consecuencia y causa de la globalización económica. Paradójicamente, un mercado global unificado también activa las reacciones identitarias, nacionalistas y religiosas. Tanto la globalización como la reacción fundamentalista contraria a la globalización, necesariamente implican problemas para las instituciones democráticas (los Estados y sus corporaciones o bloques internacionales), el terrorismo ha surgido como significativa fuerza impulsora en el escenario mundial. Su simpatía entre las masas parece enraizarse en la furia y la desesperación de sentirse excluidos de las oportunidades y la prosperidad y en el clamor por el consumismo o en su negación, resulta a veces difícil escuchar voces en pro de la solidaridad global, la tolerancia y la diversidad que, sin embargo, “son las voces precursoras (prometeicas) de la Gran Transición”.

5. La Tecnología: transforma la estructura de la producción, el carácter del trabajo y el uso del tiempo libre. El avance continuo de la tecnología de la computación y de la información se encuentra en primera línea de la actual ola de innovación tecnológica. La biotecnología podría afectar significativamente a las prácticas agrícolas, a los productos farmacéuticos y a la prevención de enfermedades, al mismo tiempo que suscita un conjunto de problemas éticos y ecológicos. La miniaturización tecnológica puede revolucionar las prácticas médicas, la ciencia de los materiales, el rendimiento de las computadoras y muchas otras aplicaciones... pero no insistan en preocuparse, que “la Gran Transición modelará el desarrollo tecnológico a fin de promover la plena realización del ser humano y la sostenibilidad del medio ambiente”.

6. Medio ambiente: la degradación global del medio natural es otra significativa fuerza impulsora. Ha aumentado la preocupación internacional por el impacto de la actividad humana sobre la atmósfera, la tierra y los recursos hídricos, por la bioacumulación de sustancias tóxicas, la desaparición de especies y la degradación de los ecosistemas. La percepción de estos hechos nos ce que los países por separado no pueden mantenerse al margen de los impactos globales sobre el medio natural y ésto cambia las bases de la geopolítica y de la gobernabílidad global... pero, mecanismos autocorrectivos ¿aportarán ajustes con la rapidez y a escala suficientes? Creerlo es un problema de fe y optimismo, con escasa base en el análisis científico o en la experiencia histórica. No existe, simplemente, seguro alguno que impida que las vía Fuerzas del Mercado no comprometan el futuro, exponiéndolo a cambios aún mayores y más perjudiciales en los ecosistemas de la Tierra.

No tienen inconveniente en reconocer que las bases, tanto teóricas como empíricas, de tan positiva expectativa son extremadamente débiles. La experiencia durante los dos últimos siglos (los de la economía capitalista de los Estados-Nación) sugiere más bien que se requieren programas de bienestar social (¿otro Estado del Bienestar, convenientemente renovado?) específicamente orientados a reducir el empobrecimiento provocado por el Mercado capitalista. Y auguran que en este escenario, es altamente probable que persista la pobreza global, si no llegan a combinarse el crecimiento de la población y la distribución de ingresos...o sea: lo que puede esperarse de un Mercado capitalista consternado y arrepentido de sus propias barbaridades.

Los expertos de la ONU se han preguntado ¿a dónde queremos ir?, y su reflexión les ha llevado a ambiguas y confusas respuestas sobre el futuro global, más bien a inquietantes incertidumbres que, cierto es, no ocultan. Efectivamente, la trayectoria global que asume la persistencia de las tendencias y valores hoy dominantes, resulta contradictoria e inestable, apuntando hacia paisajes sociales de barbarie y empobrecimiento social, económico y ecológico. Pero, en un redoblado esfuerzo prometeico, estos expertos anuncian un esperanzador futuro en su último descubrimiento científico-antropológico: resulta que hasta ahora no sabíamos que nosotros, los seres humanos,” somos viajeros y no ratones”.

A mitad de su larga reflexión, estos científicos reconocen que el ritmo y la escala del cambio tecnológico y social requerido es intimidante, lo que vienen a expresar gráficamente en esta contundente frase: “la vía reformista a la sostenibilidad es como subir a una escalera mecánica que baja”. Por eso se replantean un camino que va de la sostenibilidad a la deseabilidad: “a las preocupaciones pragmáticas sobre la factibilidad de la vía reformista cabe añadir una crítica normativa: ¿es deseable (la vía reformista)?, ¿será ese un lugar de felicidad, con posibilidades de elección y exploración individual y social?...para concluir en que “podría ser un mundo sostenible pero indeseable”.

 

En medio de mi propia reflexión, ha llamado mi atención el texto de un manifiesto publicado en 2018 por la revista alemana Kosmoprolet (comunistas antiautoritarios), con el que me identifico en muchos de sus puntos, y en el que entre otras muchas cosas se dice que “partiendo de la irracionalidad del orden actual por una parte, y de las posibilidades que ésta abre por otra, surgen los primeros contornos de una comunidad libre: la reconstrucción de la maquinaria según las necesidades de los productores; la abolición de la automatización ddnde esta sea inútil y agotadora, la conversión de las actividades necesarias para volverlas más agradables, y, en caso de que eso no sea posible, la rotación de las tareas necesarias pero desagradables; el fin del trabajo asalariado y de cualquier entrelazo entre consumo y rendimiento; el desarrollo de una verdadera riqueza social”. Y aún así, sus autores anónimos reconocen en dicho manifiesto que todo ello dice poco o nada sobre las formas sociales en las que estos cambios serían posibles. Esta consideración me parece crucial, porque, como ellos mismos reconocen, “son precisamente las nuevas formas sociales a desarrollar las que formarán el eje central de este cambio”. Con ello vienen a deducir que no importa cuán violento se haya vuelto el carácter destructivo-irracional de los métodos de producción actuales, ni qué potencial abarquen las nuevas tecnologías, mientras que la coexistencia de varios miles de millones de personas se mantenga bajo las formas sociales actuales (los Estados-Nación y sus bloques corporativos), nada cambiará.

Así, estos comunistas antiautoritarios asimilan el “realismo de izquierda” que perpetúa la organización social-estatal, con el “realismo capitalista” definido por Mark Fisher y al que me referí anteriormente. Al igual que rechazan el pseudo-radicalismo que celebra revueltas aisladas, predicando la máxima destrucción y que para una sociedad “diferente”, solamente ofrece frases triviales sobre la completa libertad del individuo. Su conclusión al respecto me parece realmente acertada: “más bien se trata de establecer una mediación social diferente, en la cual la totalidad social no sea contraria a las exigencias individuales, sino que precisamente sea fruto del trabajo consciente de los individuos”.

El “realismo socialista” resultante de la Revolución de Octubre, convirtió el programa marxista de “retirada del Estado en la sociedad” en algo completamente contrario, entronizando el poder estatal con rasgos totalitarios; lo que nos da una idea de la magnitud del desafío que supone superar el capitalismo sin recurrir a la fuerza del Estado. Yo voy más allá y a mayores de una cierta intuición, pienso - con el aval de la experiencia histórica- que no es que éste desafío sea difícil, sino que es absolutamente imposible superar el capitalismo mientras persista la forma social del Estado. Esto es: una comunidad libre tendría que superar ambas cosas, el proceso de vida material hoy ejercido a ciegas y legitimado por la ideología del naturalismo social que se expresa bajo el marco de la competencia generalizada, para pasar a una organización autónoma de las comunidades en modo planificado, cooperativo y consciente, al tiempo que son recuperadas funciones necesarias que hoy cumple el Estado, de tal forma que éste desaparezca definitivamente, como aparato de coacción, separado e impuesto sobre la sociedad y los individuos. Como se dice en ese manifiesto, solamente una comunidad igualitaria que tenga a su disposición los fundamentos materiales necesarios para organizar su vida puede llegar al punto en el que el Estado (al el mismo Marx describió como resumen externo de una sociedad desgarrada y en contradicción consigo misma) se vuelva superfluo. La separación de la política y la economía, que es una característica central del capitalismo, sería por lo tanto abolida.

Sin embargo, en las luchas de las últimas décadas no ha surgido ninguna otra forma que trate de organizar una comunidad sin Estado. De forma más reciente, las actuales movimientos sociales, todos originados por la fragmentación de la clase asalariada, pero que a diferencia de los viejos consejos obreros, no son al mismo tiempo el fundamento organizacional de una nueva sociedad, porque no solo permanecen separados de la esfera productiva –es decir: de la palanca decisiva para la disolución de la relación social compuesta por el capital– sino que, más allá de un descontento general, carecen de fundamento práctico alguno. Incluso cuando las asambleas fueron masivas tuvieron en común que dentro de ellas cada persona –debido a la desconfianza en la política oficial– se aferraba con vehemencia a su identidad “ciudadana”. Cada individuo se representaba solo a sí mismo y el resultado fue mayormente una palabrería interminable y sin rumbo, lo que causó que todos los implicados pronto perdieran el interés en las asambleas (no pudo ser más obvio en el caso del movimiento 15M en España)...y concluyen: sentarse a discutir constantemente sobre todos los problemas no es ciertamente un modelo a seguir para la Comuna.

Efectivamente, la desaparición del aparato estatal no tiene por qué conducir a un “estado amorfo”, sino que, por el contrario, su abolición exigiría una autoorganización social compleja y extremadamente desarrollada, que tendría que incluir un enfoque completamente diferente sobre los problemas de los que hoy en día son responsables la ley, la justicia penal y las prisiones. Hay que considerar que la mayor parte de lo que hoy en día se persigue como delito, nace de la necesidad material y que desaparecerá con ella, no puede ser más obvio para el caso de los delitos contra la propiedad...si bien, sería fantasioso pensar que sin Propiedad y sin Estado desaparecerán automáticamente todos los delitos.

...En fin que (provisionalmente) ésta es mi conclusión: no podemos dejarnos contagiar por un estado de excepticismo crónico, por cómoda que sea esta posición ante las abrumadoras y excepcionales incertidumbres que nos suscita el futuro a partir de los datos del presente; hay que repasar la historia, el conjunto de antecedentes que ayudan a completar la explicación de lo que está sucediendo, comprender que el devenir histórico no está predeterminado y que siempre podemos cambiarlo. Que dejarse contagiar por ese estado de crónico excepticismo conduce solo al nihilismo y a la parálisis, que inequívocamente acaba siendo cómplice pasivo de la inercia que sigue el mundo que nos dejó en herencia la Modernidad burguesa, producto del Estado de siempre, en todas sus formas históricas...esa deriva capitalista hacia el consumo compulsivo de la vida, hacia lo inerte, esa pulsión de muerte, Thánatos, perfectamente pornográfica y contraria al Eros o pulsión de vida...(aunque me cueste recurrir a Freud para expresarlo).


G
M
T
La función de sonido está limitada a 200 caracteres