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viernes, 29 de septiembre de 2023

A FRONTADA DESDE FOLDADA

Frontada es un despoblado desde que fuera inundado por el embalse de Aguilar de Campoo en 1963 junto a las poblaciones de Cenera de Zalima, Villanueva del Río y Quintanilla de la Berzosa.

En 2001 la Confederación Hidrográfica del Duero efectuó una reconstrucción de la iglesia (San Andrés) de Frontada,  así como el acondicionamiento del entorno. En la actualidad se puede llegar al despoblado andando o en vehículo todo terreno por una pista de tierra que a día de hoy está bastante deteriorada. El lugar pertenece al municipio de Aguilar de Campoo y está localizado en el territorio del Geoparque Mundial Las Loras. Es un idílico rincón del Geoparque que bien merece  ser visitado, donde además de admirar lo que queda del patrimonio histórico podemos disfrutar de un magnífico entorno natural junto al pantano de Aguilar de Campoo y donde, además, disponemos de una zona recreativa con mesas y barbacoas donde almorzar o merendar disfrutando de la tranquilidad y belleza del lugar.

Para cualquier senderista, la primera parte del acceso actual se hace larga y algo áspera y con vehículo no es fácil ni tampoco recomendable, por eso que una mejor opción, a mi entender, podría consistir en acceder desde la cercana población de Foldada, donde se puede dejar el vehículo y disfrutar de su magnífica iglesia, de su caserío y de un frondoso entorno natural, antes o después de recorrer el camino a Frontada. Quedaría así un sendero circular, tal como indico en el mapa adjunto, que solo precisaría de una mínima intervención para acondicionar un corto tramo que discurre por un vallejo que enlaza un camino agrícola ya existente con la pista de tierra que llega hasta Frontada. Es muy probable que esta alternativa coincida con el camino que antiguamente enlazaba ambas aldeas (Foldada y Frontada). 

 

Mapa del Geoparque Las Loras


Croquis del recorrido circular propuesto, con inicio en Foldada


Detalle del tramo que sería necesario acondicionar mínimamente



Iglesia de El Salvador (Foldada)


Iglesia de San Andrés (despoblado de Frontada)


Esquema de la trama urbana de Frontada antes de la inundación


Cementerio de Frontada, junto a la iglesia de San Andrés


Parte del equipamiento recreativo (panel y barbacoas)


Merendero junto a la iglesia de Frontada 


Pinar de Frontada, camino de regreso a Foldada

Enlaces para ampliar información:

 1. Foldada:

https://www.romanicodigital.com/sites/default/files/pdfs/files/palencia_FOLDADA.pdf

2. Frontada:

https://www.romanicodigital.com/sites/default/files/pdfs/files/palencia_FRONTADA.pdf

3. Información geológica:

http://info.igme.es/cartografiadigital/datos/magna50/memorias/MMagna0133.pdf

 




lunes, 13 de septiembre de 2021

POR CAMINAYO Y OTROS AFORTUNADOS OLVIDOS

CUADERNO DE CAMINERÍA

POR CAMINAYO Y OTROS  AFORTUNADOS OLVIDOS


 En el libro "Hadas" de Jesús Callejo se cuenta: "... en el puerto de Pandetrave, junto al arroyo Mostajal, dicen que verse no se ven, pero se oye a las janas cantar con el acorde y acompañamiento de las aguas y del viento en el hayedo del otro lado del valle del Puerma. Por su parte, en Caminayo (aldea de seis vecinos y veintidós habitantes) existe una hermosa tradición sobre estos seres femeninos. Ya el nombre de Caminayo parece que tiene relación con las "Camenae" (las camenas) ninfas de las fuentes parecidas a las musas, que tenían su santuario cerca de la puerta Capena, en una de las siete colinas de Roma. Se asegura por los "bajinis" que hay una jana encantada en las cuevas de caliza de Caminayo que guarda celosamente un tesoro consistente en dos escudillas de oro, esperando a ser desencantada en alguna noche sanjuanera".

Antonio Gamoneda


El caso es que ayer fue un día de esos que uno no puede resistirse a calificar de "perfecto". Queríamos volver, tras varios años de ausencia, a perdernos por las vecinas Tierras de Valderrueda, que al occidente lindan - por Guardo y Velilla - con nuestra Montaña Palentina. En el camino a Guardo suena en la radio la voz de Antonio Gamoneda, el poeta leonés y universal. No puede ser casualidad. Suena con su lúcida y asentada palabra, con noventa años de historia, fruto, sin duda, de ese  trabajo que consiste en devastar cada palabra hasta sacar de su entraña el sentido poético que pueda redimirla de su vacuo y confuso significado ordinario, producto de oficiales decretos. "Las grandes ciudades son unas salvajadas", decía, entre otras cosas no menos sensatas, el poeta de aquel Blues Castellano que prohibiera la censura franquista. Mientras íbamos camino de Caminayo.


Todo el valle de Valderrueda es una gloria de bosques y montes libres de armatostes eólicos, esa forma de salvajada industrial y urbana empeñada en llenar de chatarra el solar de la Iberia rural, que dicen "vacía". Llegando a Morgovejo una carretera estrecha arranca para subir a Caminayo, por entre las  agradecidas sombras  de tupidos hayedos mezclados con robledales. Y entrando a pie, lo primero que me llama la atención es una flecha amarilla que indica la dirección a seguir por aquellos peregrinos que se atrevan a hacer esta etapa del Camino Olvidado hasta Puente Almuhey, acompañados, ya en el valle, por las aguas del río Cea, por aquí todavía cantarinas y briosas. La flecha parece apuntar a la solitaria cima de Peñacorada (1.885 metros), una de esas montañas que en su aislamiento  encuentra renombre y distinción, en los márgenes de la Cordillera Cantábrica y a pesar de su modesta altitud.

Las calles de esta aldea de Caminayo llaman la atención nada más entrar, al igual que su cuidado caserío, disperso y escalonado en la ladera boscosa. Cuando por las calles de un pueblo hay flores en jardineras que no son municipales porque las pone la gente que habita el pueblo, algo muy hermoso está pasando. Pues eso pasa en Caminayo. Subiendo en busca del camino que entra en el pueblo, procedente de los altos que le separan de Velilla, saludamos a un grupo de vecinos que comparten mesa y comida bajo un frondoso castaño...esto pasa en Caminayo, al menos hoy. 

 
Nos topamos con dos fuentes que son, por sí, alegría para el cuerpo sediento de cualquier caminante, más en verano y más aún, pensamos, si la sed fuera de un peregrino llegado a este rincón del mundo tras cruzar con fatiga los montes que  separan tanto como comunican a Caminayo con Besande y Velilla del Río Carrión.
Una de esa fuentes es un prodigio de ingenio y arte popular: un recuenco en forma de pico tallado en una piedra de arenisca, que vierte su doble chorro por dos agujeros laterales...ingenio y estética campesina, que si la conocieran se la disputarían los mejores museos de arte contemporáneo.
 
 
Desde que llegamos a Caminayo nos acompañó un perro tan grande como manso, que solo  se separa de nosotros cuando subimos al campanario de la iglesia, por una escalera aérea que, al parecer  no es del agrado de ese perrazo fiel, al que ya le cogimos cariño. Estamos seguros de que la próxima vez que vengamos a Caminayo, nos recordará como nosotros a él.
 
 
 
Afuera del pórtico del Concejo, una ventana mete algo de luz al interior de la iglesia y nos cuenta, con un relieve de concha marina, su vieja relación con los caminantes peregrinos, que viene de siglos. Al lado, una curiosa campana colgada de un arco de acero y una mención grabada en piedra, al cura don Benito Andrade, quien pusiera las viejas campanas en 1792, suponemos que pagadas por los vecinos de entonces.
 

 
Las nuevas campanas, hechas en Saldaña, lucen con orgullo su pertenencia a la villa de Caminayo

Y junto a la iglesia, el hermoso y remozado lavadero-mentidero con todos sus chorros en activo, en un paraje idílico, junto al Camino de los peregrinos que desciende por entre hayas y robles  hasta Morgovejo.

Nos acercamos a conocer por dónde entra en Caminayo el Camino que viene de Velilla del Río Carrión cruzando la montaña.

Cuando ya salíamos del pueblo, en medio del silencio de las calles vacías, nos cruzamos con un vecino muy amable, con el que enseguida entablamos conversación, no sin antes invitarnos a probar las endrinas que venía de recoger. Le contamos de donde veníamos  y que estábamos preparando el recorrido que haremos con más gente  por esta etapa del Camino Olvidado. Nos dijo que había sido minero y que los de Caminayo entraban por aquí a la misma mina de carbón por la que los de Velilla entraban por el otro lado de la montaña. Que ya no quedaba ni un ganadero y que la poca gente que queda se llevaba muy bien. Le dijimos que eso se nota nada más entrar en el pueblo. Enseguida se sumaron a la conversación dos paisanos más y luego una paisana, con lo que hicimos un corro. Adiós, hasta más vernos, será pronto, cuando vengamos a hacer la travesía de Velilla a Caminayo, por este olvidado Camino.

Apenas despedirnos, en la fachada de una casa que  nos parece deshabitada y  más un bar que vivienda, nos sorprende la gráfica memoria del "vexu kamin" de los peregrinos altomedievales, que así se recuerda en este lugar de Caminayo, "nel faular das xentes d'eiqui".


Bajando por la carretera de Caminayo a Morgovejo no pudimos por menos que parar a fisgar la entrada de algunas de las muchas cuevas que nos pareció ver cuando subíamos por la mañana. Una parada en la primera que vimos, con un cartel que dice "Cueva de la vieja del monte". Se guarda en ella un pequeño cofre que no abrimos, pensando que ya no contiene las dos escudillas de oro de la leyenda y que ahora se refiere a la tradición popular  que corriera por estos valles hasta cercanos tiempos menos industriales, la de aquella ninfa mitológica que venida a menos se quedara en "vieja del monte"; la misma vieja  medio bruja que servía para meterles el miedo en el cuerpo a los niños traviesos de muchos pueblos, la misma "vejanera" de los carnavales de Silió en Cantabria y que la nuestra "viejanera" del endroido de Aguilar de Campoo, el carnaval de zamarrones y mascaritos.




Ya en carretera y pasado Morgovejo, llamó nuestra atención un puente de alto porte, que sirve para cruzar el curso del Cea por un camino rural que   bien se merece un puente así de elegante.


Y no me acordaba de que en Prioro aún conservan algunos de los hórreos tradicionales, que son propiamente leoneses y no gallegos, como se tiende a pensar.

Un día perfecto, que  al atardecer, bajando el puerto de Monteviejo y ya cerca de Besande, nos mostraba esta maravilla de montaña perfecta que es nuestro Espigüete, al que vemos por su alba cara oeste, la que mira a las vecinas tierras de la montaña leonesa. ¡Qué bien!... qué buena idea la de ir hoy a Caminayo.

miércoles, 14 de febrero de 2018

PIEDRASLUENGAS

  
1.Anda la Tierra elegante y refinada,
cubierta de azúcar blanda,
como la nieve dulce, silenciosa y blanca



 
2.A estas alturas de la carretera
se deja ver la Peña Bismo,
aupada sobre una multitud de silencios:
de blancas praderas,
desnudos hayedos,
borrados caminos,
y de negros , muy negros,
precipicios



3. Hay un corzo atrapado en un ventisquero,
nada nuevo, es invierno, no me quejo,
tú tampoco, seguimos, compañero



 
4. Y se rompen las peñas por el medio
antes de llegar a Piedrasluengas.
Lo anuncian y celebran,
no es para menos,
hoy es la capital de las blancas aldeas

miércoles, 21 de diciembre de 2016

VER EN EL PAISAJE LA BELLEZA QUE NOS MIRA


Anochecer en La Ulaña. Fotografía de Nicolás Gallego Rojas


Quería leer el último libro de Jhon Berger -“Rondó para Beverly”- y por eso buscaba una reseña del mismo, para enterarme de qué va. Y ya lo sé, va de ausencia, la de Beverly Bancroft, su mujer, que murió en 2013 tras una larga enfermedad. Me quedo con un párrafo: "La belleza de tu valentía te acompañó hasta el final. Y, desafiando al tiempo, se ha quedado con nosotros. Llena el silencio"

Antes de cerrar el ordenador miro el correo atrasado,  veo que me ha llegado la foto de un paisaje de Las Loras, un atardecer en las peñas de La Ulaña. Es de Nico, el geólogo, un amigo. No sé por qué me he puesto a mirarla con detenimiento, seguramente porque es muy bonita (¿la foto en sí, el paisaje, la palidez de esa luz de invierno al atardecer, la monumentalidad de las peñas, la misma Ulaña, su nombre, su evocación de remotos tiempos prerromanos ?)...vaya, vuelve Jhon Berger, su contagioso modo de ver me ha dejado su huella. Me pasa cuando veo un hermoso paisaje al natural, incluso cuando lo veo en pintura o en fotografía, y no sólo con paisajes, también me pasa con algunas personas. 

Antes de leer a J.B. no me pasaba, tampoco la primera vez, con la trilogía “De sus fatigas” (Puerca tierra, Una vez en Europa, Lila y Flag). Lo que me atrapó entonces fue su relato del excepcional acontecimiento humano que supuso el paso de la vida rural a la urbana. Me empezó a pasar después de leer su “Modos de ver”, donde decía que La vista llega antes que las palabras. El niño mira y ve antes de hablar”, desde entonces, cuando me sorprende algo que me parece hermoso, me paro un buen rato y espero, sin saber a qué.

El caso es que La Ulaña es un hermoso lugar de Las Loras. Y que de entre todo lo que aprendí leyendo a J.B. y  dicho en resumen y con otras palabras, creo que ésto es lo que espero cuando miro esta foto, eso que no se me va de la cabeza: un lugar no es paisaje hasta que alguien fija en él su mirada,  su belleza sólo se desvela si esa mirada es prolongada. Ante la belleza de un paisaje -o de una persona- detenemos la mirada sólo porque nos gusta ser mirados por ella...eso, eso es lo que espero. Gracias, Nico.


miércoles, 14 de diciembre de 2016

POR EL RADÓN (¿RUDRÓN?) DE LA RAD Y POR LA HONOR DE SEDANO



En 1780 T. Sánchez  y en 1894 F. Janer  interpretan el vocablo “rad” atraídos por escribirlo Gonzalo de Berceo en su obra:

Oido lo avedes, si bien vos acordades,
este abad benito, lumne de los abades,
cuantas sufrio de coitas e de adversidades
por ond a passar ovo de Ortoya las rades.

(Gonzalo de Berceo. Vida de Santo Domingo de Silos, (c.1230). Estrofa nº 223)

PIEDRAS Y LEÑAS (en las ruinas de un cementerio y en una casa habitada)


domingo, 4 de diciembre de 2016

UNA ERMITA QUE NO ES, AL FINAL DE UNA TROCHA IMPOSIBLE




Hace muchos años, tomando un café en Fuencaliente y mirando al horizonte alto de Las Loras, vimos una construcción in-sólita; dijimos: un día tenemos que subir allí, parece una ermita, es un misterio...y ese día fue ayer. Tomamos el camino desde el coqueto parque de Quintanas de Valdelucio, donde hay un arbolario ilustrado, un estanque, un jardín con paseos que miran a su monumental iglesia renacentista, un cementerio moderno y unos bancos para reposar bajo nidos de cigüeñas ausentes. Tomando altura, traspasamos la raya que separa el sol de la sombra, una raya definitiva que te mete de repente en la realidad del invierno, un frío de mil demonios, cuando a sólo unos metros disfrutábamos el calorcito del sol en pleno diciembre. Subimos sorteando brezos hasta alcanzar el pie de los cantiles y dar allí con una trocha imposible, que trepa burlando el vacío, buscando la ermita que resulta ser una nave agrícola abandonada, decorada por dentro con grafitis surrealistas y una ventana que mira hacia los páramos de Sargentes, erizados de molinos eólicos. Transitando por abajo del Valle parece que aquello es lo más alto, pero no, llegando arriba descubres que hay más altos, que la lora continúa por allí, prolongándose hacia arriba, en altísimos campos de siembra, en valles escondidos encajonados entre peñas. Bajamos por el inmenso valle colgado, poblado de encinas en las laderas tumbadas a la solana, un larguísimo valle colgado y ciego -paralelo al Valdelucio-, que se hunde poco a poco en caóticas peñas cuando se acerca al pueblo de Ribas, peñas que vemos plegarse poco a poco, hasta alcanzar la verticalidad absoluta, cuarteadas y rotas por el paso del tiempo y por las heladas de muchos, muchísimos inviernos como éste. Al paso, aparecen un buitre fisgón que nos mira desde los cantiles y dos tractores laboriosos que rompen el silencio, adiós, buenas tardes.











 
  
 
 
 



 
  


 
 
 
 
 











martes, 22 de noviembre de 2016

EL VIAJE A ITACA Y EL CAMINO OLVIDADO


Tuve ayer una interesante conversación con un amigo acerca del Camino Olvidado, uno de los  primitivos caminos de peregrinación a Santiago que estamos recuperando en estos tiempos asociaciones locales de Vizcaya, Burgos, Palencia y León. Y la conversación derivó hacia el sentido del Camino, hacia las múltiples motivaciones de quienes recorren el Camino, lo que nos llevó a la vieja disyuntiva entre espiritualidad y religiosidad. Reflexionando hoy sobre ello, he recuperado el poema “Viaje a Itaca” de Konstantinos Kavafis, escrito en 1911, que también es referido en una muy interesante ponencia de Pedro M. Galán Bueno, presentada en el seminario del año 2005 de los Amigos del Camino de Santiago de Madrid, con el título  “El camino y los caminos de Santiago. El viaje y las infraestructuras”, donde el autor apunta una profunda reflexión sobre la diferencia entre peregrinación y viaje, paralela a la existente entre religiosidad y espiritualidad. Recomiendo su lectura a quien le interese el Camino, cualquiera que sea su motivación.

EL VIAJE A ITACA

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.

Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.

Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas. 

(Poema de Konstantinos Kavafakis)