jueves, 13 de junio de 2024

RETROCEDER HACIA ADELANTE, PERDER AÚN GANANDO

1.Que la izquierda pierda siempre, incluso cuando gana las elecciones y alcanza a gobernar, ya no encierra ningún misterio, al menos no para mí.

2.Es así -y solo puede ser así- porque Aquí, como  en todo el mundo, las poblaciones humanas se rigen por un supuesto pacto o contrato social  entre los miembros de la sociedad, que aún siendo ficticio y no escrito, sirvió y sigue sirviendo a día de hoy para justificar la necesidad de sumisión al aparato de dominación y domesticación que es todo Estado. Supongo que sabréis que es así por nuestro bien, se entiende que para poner orden y evitar que nos matemos entre nosotros.

3.Se trata de un Estado de sumisión generalizada bajo un mismo sistema o aparato "político" de hechos consumados, que bajo diferentes apariencias y estructuras más o menos jerárquicas, desde hace más de cinco mil años (la edad de los primeros Estados), viene condicionando y determinando los modos de vivir del conjunto de individuos y generaciones de nuestra especie.

4.Esto es Así. Y que así siga siendo, incluso para siempre,  en nada depende de lo que digan o hagan las derechas que juegan al lado izquierdo del sistema. Así seguirá siendo mientras el modo humano de vivir (¿quién se acuerda de la teoría de "la tiranía de los modos de vida", de Mark Hunday?) siga siendo resultado de una domesticación bien calculada...modos de vidas  doblegadas a un mismo orden social cuya ley general básica no difiere de la primitiva Ley que rige en toda la Naturaleza (no solo en la selva), determinando las condiciones que rigen las vidas de todos los individuos y de todas las especies, de bacterias y de virus, de animales y vegetales, de todas sin excepción, al modo de una "lucha natural”, de todos contra todos, entre clases de individuos y de especies...y todo por el dominio territorial y la reproducción de los genes propios.

5.Cierto que hay excepciones, de especies que fundamentan su éxito evolutivo en la cooperación y no en la competencia, pero son -hay que decirlo- la excepción que confirma la regla.  Esa primitiva  ley de la dominación/sumisión que resulta de nuestros más básicos instintos animales, de supervivencia, territorialidad y reproducción,  sigue lastrando la evolución  de nuestra especie, manteniéndola estancada  en una animalidad todavía muy primitiva, sin que el espectacular despliegue tecnológico al que asistimos consiga añadirle nada  que podamos reconocer como un avance realmente cualitativo. Es una engañosa ley de dinámica autogenerativa, expansiva y a la vez centrífuga, siempre mutable y siempre fluyendo en torno a un mismo vórtice, siempre el mismo repetido. 

6.El viejo sueño de la emancipación humana no es posible, pues, al interior de este orden natural o de derechas. Recuérdese que “ir a derecho o a derechas” siempre ha significado seguir recto, "sin salirse del camino previamente establecido”.

7.Tienen sobradas razones quienes tanto se lamentan, en todos los Parlamentos, porque las derechas se crean propietarias del Estado y más allá: de la Tierra y de la Vida toda. 

8.No solo es que se lo crean, es que  lo son de facto. Y es normal que así sea mientras la inmensa mayoría de humanos sigamos atados a esa misma Ley tan primitiva, tan natural y propiamente “de derechas”.

9.Pero, claro, ¡convence tú a los creyentes del Estado y del Mercado, esos que se creen de izquierdas! 

10. Por eso que estemos tan lejos de un cambio de dirección significativo, y que no sea, ni siquiera pensable, la posibilidad de superar en menos de un siglo este Atasco Evolutivo. Mucho menos con una mera revolución "política" al modo de las históricas conocidas, ni siquiera al modo de las que llegaron a triunfar, como es el caso de las últimas revoluciones proletarias...Huelga decir el mundo que estas revoluciones nos han dejado en herencia. 

11. No. De suceder, tengo por seguro que la próxima revolución será de un tipo radicalmente diferente a todas las anteriores. Yo creo que será necesariamente  integral y realmente ecológica, comunal y democrática, porque para entonces ya no habrá nadie que aguante ni un simulacro más: o revolución de verdad o mierda para todos. 

12. Por supuesto que el Mal seguirá existiendo, como es natural, pero  para entonces (cien años corren rápidamente) solo podrá hacerlo clandestinamente, al margen de la ley y a la intemperie del poder, sin nómina y sin despacho, lo que se dice en la puta calle. Pues ale, vamos a ello que ya vamos tarde, queda todo por hacer y hay que empezar a prepararla cuanto antes.

 




 





 

sábado, 8 de junio de 2024

LA TRANSPARENCIA RENOVABLE DEL MAL


 

Con la implacabilidad de una catástrofe natural,  para bien o para mal, reina la inseparabilidad del bien y del mal. Y, por consiguiente, la imposibilidad de promover al uno sin el otro.  

Ésto es exactamente el teorema de la parte maldita del sistema que seguimos, la tiranía de los modos de vida -que diría   Mark Hunday (1)-,     a la altura del proceso que hemos desencadenado por activa o por pasiva y que ahora se desarrolla sin nosotros. De ahí que hoy  se pueda destrozar, simultáneamente, la naturaleza y la sociedad, "ecológica y democráticamente".

Moraleja previa: todo lo que expurga su parte maldita firma su propia muerte, así reza “el teorema de la parte maldita” de Jean Baudrillard (2), al que me referiré aquí con oportunidad de un encuentro popular a celebrar hoy, a modo festivo de manifestación y protesta. Será en un pueblo (Matamorisca) de la comarca en la que vivo (Montaña Palentina) desde hace más de treinta años. Son un pueblo y un territorio hoy asediados por varios macroproyectos  de polígonos industriales, eólicos y fotovoltaicos, que muy bien encarnan el estado de estancamiento -o estasis (3)- que aqueja a nuestro pequeño moderno mundo, esta civilización del simulacro, instalada en una perpetua performance que no admite separación del bien y del mal, porque lo amontona todo en uno, o sea: lo que es un cacao maravillao-ecológico-neoliberal-feminista-pseudofascista-progresista, cuyas contradicciones son constituyentes, más que aparentes, con indisimulada estrategia hacia un bien público  que el Estado proveerá con la ayuda inestimable de las fuerzas armadas del Mercado: todo por "el bien común", ¿entiendes?, todo en uno, todo en uno. Y al cabo, te acabará diciendo que a ti qué más da, si lo más probable es que ya no estés en ese futuro y lo más seguro es que para entonces nadie habrá, ni a favor ni en contra, que pueda atestiguarlo.

Hago mía la reflexión de Baudrillard acerca de la parte maldita del sistema, en torno a la transparencia del mal, lo que bien pudiera valer para ayudarnos a entender lo que está pasando, el asunto éste de las ecologías industriales y los capitalismos progresistas, de las identidades renovables y a medida.  Y también, podría sernos útil a gran parte de quienes nos sentimos maltratados en la reciente Pandemia global, durante esos casi dos años de Estasis paracientífica,  tan bien avalada por la Guardia Civil y los biólogos del CSIC, en esa escénica pausa de la Historia que tan bien ha servido para nutrir a la bestia neofascista que hoy campa exultante por el mundo, a diestra y siniestra de sí misma, como ya dije: inseparablemente, bien y mal todo-en-uno. Pues bien, decía Baudrillard "que la producción ininterrumpida de positividad tiene una consecuencia terrorífica. Si la negatividad engendra la crisis y la crítica, la positividad hiperbólica engendra, a su vez, la catástrofe, por incapacidad de destilar la crisis y la crítica en dosis homeopáticas. Cualquier estructura que acose, que expulse y exorcize sus elementos negativos corre el peligro de una catástrofe por reversión total, de la misma manera que cualquier cuerpo biológico que acose y elimine sus gérmenes, sus bacilos, sus parásitos, sus enemigos biológicos, corre el peligro de la metástasis y el cáncer, es decir, de una positividad devoradora de sus propias células, o el peligro viral de ser devorado por sus propios anticuerpos, ahora sin empleo".

Con toda seguridad, lo que vaya a suceder en consecuencia de lo que ahora está pasando, necesariamente será por causa principal del agotamiento del petróleo. Y todo lo que no sea ésto, sucederá a mayores, incluidas las catástrofes derivadas del cambio climático. Sí, porque cambios del clima siempre hubo y la Tierra, como la mayor parte de las especies,  en eso ya tienen experiencia; pero lo que nunca existió fue una civilización, como la capitalista, absolutamente dependiente de una energía tan eficiente y barata como el petróleo, imposible de sustituir sin cambiar de sistema. 

En reconocimiento al raro de Baudrillard,  me parece oportuno publicar aquí al menos un capítulo dedicado al destino de la energía, extraído del libro de Jean Baudrillard “La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos”.

 

EL DESTINO DE LA ENERGÍA 

(capítulo 13 del libro "La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos", de Jean Baudrillard).

Todos los acontecimientos aquí descritos dependen de un doble diagnóstico: físico y metafísico. Físicamente, nos enfrentaríamos a una especie de transición de fase gigantesca en un sistema humano en desequilibrio. Esta transición de fase, al igual que los sistemas físicos, sigue resultándonos ampliamente misteriosa, pero de por sí, esta evolución catastrófica no es benéfica ni maléfica, es simplemente catastrófica, en el sentido literal de la palabra.

El prototipo de esta declinación teórica, de esta hipersensibilidad a los datos iniciales, es el destino de la energía.

Nuestra cultura ha visto desarrollarse un proceso irreversible de liberación de la energía. Todas las demás dependían de un pacto reversible con el mundo, de una ordenanza estable en la que también intervenían unos factores energéticos, pero jamás un principio de liberación de la energía. La energía es lo primero que se «libera», y este modelo será reproducido por todas las liberaciones posteriores. El propio hombre es liberado en tanto que fuente de energía, y se convierte así en el motor de una historia y de una aceleración de la historia.

La energía es un especie de proyección fantástica que alimenta todos los sueños industriales y técnicos de la modernidad, así como también modifica la concepción del hombre en el sentido de una dinámica de la voluntad. Sabemos, sin embargo, por el análisis de los fenómenos de turbulencia, de caos y de catástrofe en la física más reciente, que cualquier flujo, cualquier proceso lineal adopta, cuando se le acelera, una curva extraña: la de la catástrofe.

La catástrofe que nos acecha no es la de un agotamiento de los recursos. Cada vez habrá más energía, bajo todas sus formas, por lo menos en el marco de un plazo temporal más allá del cual ya no nos sentimos humanamente implicados. La energía nuclear es inagotable, la energía solar, la de las mareas, la de los grandes flujos naturales, e incluso la de las catástrofes naturales, de los seísmos o de los volcanes es inagotable (podemos confiar en la imaginación técnica). Por el contrario, Jo dramático es la dinámica del desequilibrio, la aceleración del propio sistema energético que puede producir un desarreglo homicida en un plazo muy breve. Ya poseemos algunos ejemplos espectaculares de las consecuencias de la liberación de la energía nuclear (Hiroshima y Chernobil), pero cualquier reacción en cadena, viral o radioactiva, es potencialmente catastrófica. Nada nos protege de una epidemia total, ni siquiera los glacis que rodean las centrales atómicas. Pudiera ocurrir que el sistema entero de transformación del mundo por la energía hubiera entrado en una fase viral y epidémica, correspondiendo a lo que es la energía en su esencia: un gasto, una caída, un diferencial, un desequilibrio, una catástrofe en miniatura que comienza por producir efectos positivos pero que, superada por su propio movimiento, adopta las dimensiones de catástrofe global.

Podemos considerar la energía como una causa que produce unos efectos, pero también como un efecto que se reproduce a sí mismo y deja, por tanto, de obedecer a cualquier casualidad. La paradoja de la energía consiste en que es a la vez una revolución de las causas y una revolución de los efectos, casi independientes entre sí, y que se convierte en el espacio no sólo de un encadenamiento de las causas sino también de un desencadenamiento de los efectos.

La energía entra en sobrefusión. El sistema entero de transformación del mundo entra en sobrefusión. De variable material y productiva, la energía pasa a ser un proceso vertiginoso que se alimenta de sí mismo (razón por la cual no corremos el riesgo de carecer de ella).

La ciudad de Nueva York, por ejemplo. Es un milagro que todo recomience cada mañana, con la cantidad de energía gastada la víspera. Es algo inexplicable, a no ser que consideremos que no existe un principio racional de pérdida de la energía, que el funcionamiento de una megalópolis como Nueva York contradice la segunda ley de la termodinámica, que se alimenta de su propio ruido, de sus propios desechos, de su propio gas carbónico, y la energía nace del gasto de la energía por una especie de milagro de sustitución. Los expertos que sólo calculan los datos cuantitativos de un sistema energético subestiman esta fuente original de energía que es su propio gasto. En Nueva York, este gasto está totalmente espectacularizado, sobrepasado por su propia imagen. Esta sobrefusión de la energía que Jarry describía en la actividad sexual (Le Surmále) también vale en el caso de la energía mental o de la energía mecánica: en la décuplette que recorre Siberia persiguiendo el Transiberiano, algunos velocipedistas mueren, pero no por ello dejan de pedalear.

La rigidez cadavérica se vuelve movilidad cadavérica, el muerto pedalea indefinidamente, acelera incluso, en función de la inercia. La energía está supermultiplicada por la inercia del muerto. Esto coincide con la fábula de las Abejas de Mandeville: la energía, la riqueza, el resplandor de una sociedad proceden de sus vicios, sus males, sus excesos y sus desfallecimientos. Contrasentido del postulado económico: si algo ha sido gastado, es preciso que haya sido producido. No es cierto. Cuando más se gasta más aumenta la energía y la riqueza. Esto es la energía propia de la catástrofe, que ningún cálculo económico sabría explicar. Una cierta forma de exaltación que se encuentra en los procesos mentales reaparece hoy en los procesos materiales. Todas estas cosas son ininteligibles en términos de equivalencia, pero no lo son en términos de reversibilidad y de inflación.

Así pues, la energía de los neoyorquinos procede de su aire viciado, de la aceleración, del pánico, de las condiciones irrespirables, de un entorno humanamente impensable. Es incluso verosímil que la droga y todas las actividades compulsivas que provoca entren en la tasa de vitalidad y de metabolismo bruto de la ciudad. Todo entra allí, tanto las actividades más nobles como las más innobles. La reacción en cadena es total. Ha desaparecido cualquier idea de funcionamiento normal. Todos los seres conspiran, como se habría dicho en el siglo XVIII, en el mismo desbordamiento, en la misma superexcitación dramática, que desborda en mucho la necesidad de vivir y se parece más a la obsesión irreal de sobrevivir, a la pasión fría de sobrevivir que se apodera de todos y se nutre de su propio furor.

Disuadir a la gente de esta prodigalidad, de este despilfarro, de este ritmo inhumano, sería un doble error, ya que de lo que agotaría a un ser normal obtienen los recursos de una energía anormal; y, por otra parte, se sentirían humillados si tuvieran que frenar y economizar energía: significaría una degradación de su standing colectivo, una desmedida y una movilidad urbana, única en el mundo, de la que son los actores conscientes o inconscientes.

Así pues, la especie humana incurre menos en peligros por defecto (extinción de los recursos naturales, depredación del entorno, etc.) que en peligros por exceso: aceleración de la energía, reacción en cadena incontrolable, autonomización insensata. Esta distinción es capital, pues si bien podemos responder a los peligros por defecto mediante una Nueva Ecología Política, cuyo principio está hoy asumido (forma parte de los Derechos Internacionales de la Especie), no podemos contrarrestar de ninguna manera la otra lógica interna, la aceleración que juega a doble o nada con la naturaleza. Si por un lado existe un reequilibrio posible del nido, un balance posible de las energías, por el otro nos tropezamos con un movimiento definitivamente out of balance. Si, por un lado, podemos hacer jugar unos principios éticos, es decir, una finalidad trascendente al proceso material - aunque sea la de la simple supervivencia-, por el otro, el proceso no tiene más finalidad que una proliferación sin límites, absorbe cualquier trascendencia y devora a sus actores. Así es como en plena esquizofrenia planetaria, vemos desarrollarse todo tipo de medidas ecológicas —una estrategia de fácil uso y de interacción ideal con el mundo— y proliferar a la vez las empresas de devastación, de performance desenfrenada. Son, además, muchas veces los mismos quienes participan en las dos a un tiempo.

Por otra parte, si el destino del primer movimiento puede parecer relativamente claro (la conservación de la especie mediante la hospitalidad ecológica), ¿qué sabemos del destino secreto del otro? ¿No existirá al término de esta aceleración, de este movimiento excéntrico, un destino de la especie humana, otra relación simbólica con el mundo mucho más compleja y más ambigua que la del equilibrio y la interacción? Un destino vital también, pero que supondría un riesgo total.

Si así hubiera de ser nuestro destino, es evidente que las divinidades racionales de la ecología nada podrían contra esta precipitación de las técnicas y las energías hacia un final imprevisible, en una especie de Gran Juego cuyas reglas no conocemos. Ni siquiera estamos al amparo denlos efectos perversos que suponen las medidas de seguridad, control y prevención. Sabemos a qué peligrosos extremos puede conducir la profilaxis en todos los campos (social, sanitario, económico, político): en nombre de la más alta seguridad puede instalarse un terror endémico, una obsesión de control que iguala con mucha frecuencia los peligros epidémicos de la catástrofe. Hay algo seguro: la complejidad de los datos iniciales y la reversibilidad potencial de todos los efectos hacen que no podamos ilusionarnos con ninguna forma de intervención racional.

Ante un proceso que supera en mucho la voluntad individual y colectiva de los actores, no podemos más que admitir que , cualquier distinción entre el bien y el mal (y, por tanto, en este caso la posibilidad de opinar de la justa medida del desarrollo tecnológico) sólo vale estrictamente en el margen ínfimo de nuestro modelo racional —dentro de estos límites son posibles una reflexión ética y una determinación práctica—.

Más allá de este margen, a la altura del conjunto del proceso que hemos desencadenado y que ahora se desarrolla sin nosotros con la implacabilidad de una catástrofe natural, reina, para bien o para mal, la inseparabilidad del bien y el mal, y por consiguiente la imposibilidad de promover al uno sin el otro. Esto es exactamente el teorema de la parte maldita, y no hay otro motivo para preguntarse si debe ser así; es así, y no reconocerlo significa caer en la mayor ilusión. Esto no invalida lo que pueda hacerse en la esfera ética, ecológica y económica de nuestra vida, pero relativiza totalmente su alcance al nivel simbólico del destino.

 

Notas:

(1) En "La tiranía de los modos de vida. Sobre la paradoja moral de nuestro tiempo" Mark Hunyadi señala que el orden dominante es quien determina nuestros modos de vida, no nosotros. No confundamos los modos con los estilos de vida  que sí podemos escoger. Los modos de vida son las circunstancias y condiciones de existencia previas a nuestra voluntad, las que van emergiendo y acumulándose en nuestras vidas y  que se presentan como hechos consumados. Mark Hunyadi interpreta los modos de vida como la interfaz entre el sistema y la realidad de la vida. No se elige el modo de vida: se impone a cada uno de nosotros, piénsese en el reparto de la propiedad del mundo que nos encontramos como hecho consumado, o en ese aparato sobrepuesto a la sociedad, lo que sea el Estado, que gobierna nuestras vidas.  

(2) El filósofo y sociólogo francés Jean Baudrillard, feroz crítico de la sociedad de consumo y uno de los teóricos de la posmodernidad, murió el 6 de marzo en París a los 77 años. Su tesis más conocida es que en el mundo posmoderno no hay realidad, solo simulacro de la realidad, una suerte de realidad virtual creada por los medios de comunicación. En cierto modo, Baudrillard se adelantó a los creadores de Matrix. Así, dijo con contundencia que "La guerra del Golfo no ha existido", basándose en que esa guerra, para la gran mayoría del planeta solo había sido un espectáculo televisivo, no había sido real, y los EEUU, con sus bombardeos aéreos, había participado en ella tal como hacen los jugadores de videojuegos. La primacía de los símbolos sobre las cosas, característica de la sociedad de masas, no ha hecho más que acentuarse y la representación de la realidad se sobrepone a la realidad misma; lo real ya no es aquello que se puede reproducir, sino lo reproducido. De algún modo, seguimos en Matrix. También en cierto modo puede verse a Baudrillard como un filósofo que ha llevado la sospecha hasta sus últimos límites: no es que haya veladuras sobre la realidad como pensaron Marx, Nietzsche y Freud, es que no hay propiamente realidad. planteando que sólo la muerte puede irrumpir en este orden de simulacros. Su diagnóstico es terrible: no cabe resucitar antiguos valores, que son simulacros de por sí, ni oponer a éstos nuevos valores, condenados a ser nuevos simulacros. La única estrategia posible no es dialéctica, sino catastrófica; o mejor, patafísica. Porque el sistema es un Todo que no admite alternativas...sólo la propia tautología del sistema, su obscena obviedad, es el arma autodestructiva que puede acabar con él.

(3) Estasis, palabra llana (sin tilde por favor) a la que la RAE reconoce una doble acepción, biológica y médica, respectivamente: a)estabilidad en el proceso evolutivo de las especies y b)estancamiento de la sangre o de otro líquido en alguna parte del cuerpo. Y yo le añado un tercer sentido figurado, como "estado" de estancamiento de la civilización capitalista.


viernes, 7 de junio de 2024

¿DÓNDE ESTÁ LA IZQUIERDA HOY EN ESPAÑA?


Me apoyo en una conversación con Manuel Monereo (1), que publica El Viejo Topo en su último número, el de junio, con el título “Reconstruyendo la izquierda”. Y antes que nada me permito apuntar lo desacertado de ese título, que ya anuncia las graves contradicciones que siguen; porque entiendo que mucho más coherente hubiera sido el uso del infinitivo  “reconstruir”, planteado así como objetivo pendiente de una izquierda que, como en este caso, se reconoce a sí misma como inexistente. Y que yo sepa, ahora mismo no hay nadie reconstruyendo la izquierda. A quien pudiera tener interés en este debate, recomiendo la lectura de esa conversación:
https://www.elviejotopo.com/articulo/reconstruyendo-la-izquierda-entrevista-a-manolo-monereo/


En “Tiempos de confusión”, obra de Josep Burgaya, que es uno de los últimos libros editados por El Viejo Topo,  en mi opinión se resume muy bien las insuperables contradicciones de unas izquierdas desnortadas y confusas, incluido el sector representado por Monereo y el Viejo Topo,  tan atraídos por las ideas “rojipardas” del filósofo italiano Diego Fusaro. Esta es una izquierda que hace buenos diagnósticos,  junto a pésimas propuestas estratégicas, radicalmente contradictorias también en lo teórico. Es un sector minoritario que resume muy bien el viaje a la deriva que en España, como en todo el mundo, siguen hoy las izquierdas, camino de su extinción o, como poco, de su irrelevancia en los próximos años. Véase el resumen publicitario que hace El Viejo Topo del citado libro de Josep Burgaya (“Tiempos de confusión”), que viene a ser su diagnóstico acerca del estado de confusión de las izquierdas: “Desde la clase adscriptiva a la identidad electiva. ¿Desde cuándo la izquierda ha dejado de centrarse en la lucha de clases? ...En este libro, Josep Burgaya surca las turbias aguas de la actualidad política y social para arrojar un poco de luz sobre la confusión”.

Si a este diagnóstico le añadimos el de Monereo concerniente al “estado nacional”, el “problema” de las izquierdas  queda sintetizado, principalmente, en estas dos cuestiones: a)las políticas de identidad y b)el estado nacional.
a) Josep Burgaya: “Distraído por el canto de sirena de las políticas de identidad, el progresismo navega a la deriva”.
b) Manuel Monereo: “El estado nacional sigue siendo el centro de anudamiento de todas las contradicciones sociales, si no partimos de ese estado nacional, si no partimos de sus realidades, de reforzar y retomar ese estado, si no partimos de la soberanía popular, de la lucha por la independencia nacional, todo está perdido y no encontraremos respuesta a lo que está ocurriendo”.

En sus respectivos diagnósticos, ambos aciertan al identificar el catastrófico error que supone el abandono de la lucha de clases, para pasar al abrazo  de las políticas de identidad (nacionalismo y políticas de género), como de los estilos de vida propiamente  “burgueses” (feminismos y ecologismos superficiales y básicamente  liberales) que, como dice Monereo: no cuestionan los fundamentos del sistema que hoy es dominante a escala global. No se olvide que los dos principales fundamentos del sistema son el Estado y el Mercado, y que a poco que tengamos perspectiva histórica y estratégica, veremos que la actualidad está determinada por una “competencia interna” a la clase dominante, entre dos estrategias opuestas (nacional y global) de entender y practicar el  poder absoluto, concentrado en el control totalitario del aparato conjunto Estado/Mercado; en resumen: nacionalismo contra globalismo, una lucha entre derechas,  una extrema derecha nacionalista y nostálgica de las viejas costumbres autoritarias, religiosas y feudales, en competencia  con la moderna derecha neoliberal-progresista que a partir de los años setenta lidera el rumbo global del orden/sistema dominante (que básicamente es estatal y capitalista en cualquiera de sus versiones, todas estatales y capitalistas, es decir, “de derechas”...no se olvide).  

Y aquí es donde van apareciendo las insuperables contradicciones  que meten a las izquierdas residuales, las realmente existentes, en una patética doble competencia: a) por un “nacionalismo patriótico” (a disputar con los neofascismos  en auge, tipo Vox) y b) por liderar el relato  identitario en modo “progresista”, insustancial y superficialmente ecologista y feminista, a disputar con las derechas neoliberales y más o menos “modernas” o ”progresistas”.  Es una competencia que las izquierdas tienen perdida de antemano por jugar en terreno ajeno; más aún cuando se juega validando las condiciones y reglas que impone la clase propietaria y titular del campo de juego.

A estas alturas de nuestra experiencia histórica, incluso los más fieles patriotas de Podemos ya podían saber que el reino de la Política (estatal) y de la Economía (capitalista), es el propio de las derechas: un reino a destruir, pero no a conquistar.

Pues bien, el remedio que propone Monereo, para la reconstrucción de las izquierdas, consiste en su propuesta de convocar un debate en profundidad, lo que denomina unos “estados generales”, donde “lo que nos una sea,  por un lado un programa alternativo a lo existente y por otro lado el intento de construir desde abajo organización, vínculos sociales, insertarse en el conflicto social en cada territorio”. 

No resultará, lo veremos. Porque todas las izquierdas están hoy atrapadas en el mismo círculo vicioso, todas mareando la misma perdiz de hace cincuenta años (los petroleros años setenta, fundacionales del neoliberalismo). Porque si haces lo contrario de lo que dices, o si defiendes los mismos fundamentos que sostienen al omnímodo poder de las derechas, si justificas sus políticas propias, indemocráticas o de Estado, junto a las economías capitalistas de Mercado, acabas por no saber quién eres. Y entonces, lo más probable es que te vuelvas loco, o idiota como poco. 

Nota:

(1) Manuel Monereo cumple este año 74 años, es abogado, polítólogo y político que ejerciera de diputado por Podemos durante la XII legislatura, entre 2016 y 2019, año éste en que fueron disueltas las Cortes Generales y convocadas elecciones anticipadas por el presidente Pedro Sánchez (antes, en junio de 2018, al Gobierno del presidente Rajoy le fue retirada la confianza del Congreso mediante una moción de censura que concluyó en la investidura de Pedro Sánchez como nuevo presidente). Ha sido miembro del Partido Comunista de España (partido del que fue expulsado en 1978), del Partido Comunista de los Pueblos de España, de Izquierda Unida y de Podemos. Dentro de la izquierda española ha sido muy criticado por su defensa del filósofo italiano Diego Fusaro y sus teorías “rojipardas” (“valores conservadores e ideas de izquierda”). En el estado español, la editora de El Viejo Topo es la principal difusora de las ideas de Manuel Monereo y Diego Fusaro.