lunes, 13 de diciembre de 2021

CONTRA LA NATURALIDAD

 


Lo  natural viene precedido de un aura de verdad y superioridad que no es cosa de ahora. Me parece a mí, sin pretender exagerar, que hunde sus raíces en nuestra memoria social y evolutiva, que discretamente pasa desapercibida como mentalidad, ese poso subyacente en las culturas de los pueblos, que  acaba por determinar hábitos de pensamiento y las conductas dominantes,  haciéndose costumbre, camuflada e incuestionable por su normalidad.

Así, por ejemplo, parece natural el predominio social de los individuos más fuertes, de los más inteligentes, de los más hábiles, de los más trabajadores, de los más virtuosos o de los más astutos, sobre otros más débiles, más ignorantes, más torpes, más perezosos, más indolentes  o más inocentes. O parece natural que aquellos humanos primitivos que pasaban sus vidas deambulando por el mundo, persiguiendo  manadas de animales por sabanas y estepas y  recolectando plantas comestibles por el camino, junto con semillas y frutos con los que también se alimentaban, nos parece natural, digo, que llegara un día en que se cuestionaran ese modo de vida y eligieran quedarse para siempre en un mismo lugar, uno con tierra fértil donde cultivar aquellas plantas de las que tenían semillas. Natural que enseguida apreciaran  la mejoría, el nuevo estado de bienestar y de progreso que suponía vivir todos los días en una tierra con abundancia de agua,  con bosques que dieran abundantes frutos y con abundante leña para hacer fuego. Natural, pues, para ellos y natural que nos lo parezca a nosotros, natural la agricultura y la domesticación de animales que permiten producir y acumular alimentos junto a la cabaña o muy cerca.

Por natural tenemos que la sociedad confíe en la opinión y consejo de sujetos expertos, de alguien que haya estudiado y hable avalado por un título académico, que le reconoce su dominio en un área concreta del conocimiento, de igual modo que a la gente primitiva le pareciera que  confiar en la natural sabiduría de chamanes y sacerdotes era lo más natural del mundo, por ser ellos los genuinos intermediarios entre la divinidad y los humanos, por lo que naturalmente disponían de mayor conocimiento que el resto de la tribu, ¡cómo oponerse a la naturalidad de su jerarquía!  Y si al lugar llegaban más individuos o más tribus,  con intención de hacerse con la mejor tierra, natural que la primera tribu en llegar dijera: ¡no, no, esta tierra ya tiene propietario, es mía!; natural que defendieran su derecho a la propiedad, natural como que con el tiempo se crearan oficinas estatales donde ejercer las profesiones de notarios y registradores de la propiedad, natural que se crearan leyes y ejércitos, eso que naturalmente son los Estados, para que defendieran la propiedad. Y natural que se aplicaran estos entes en acumular fuerza armada suficiente para colonizar y explotar propiedades y poblaciones en  vecinas y  lejanas tierras.

A medida que crecía la propiedad, natural que a todos les pareciera natural que la propiedad tuviera que echar mano de gente que pudiera con el trabajo de tanta tierra; natural que llegara el día en que la tierra fuera trabajada exclusivamente por esclavos y siervos, gentes carentes de propiedad, natural que el laborioso propietario pudiera descansar y beneficiarse del trabajo de aquellas gentes, natural su compasión con aquellos que no tenían tierra propia que trabajar, de la que poder vivir. Natural que unos renegaran de su condición de sirvientes y esclavos, que unos lo hicieran por envidia y otros por razón de justicia; natural que hubiera división de clases, conflictos y revoluciones por aquel invento neolítico de la propiedad,  que aseguraba  alimento y posición social.

Natural que el naturalista señor Darwin, de la observación minuciosa de aves e iguanas dedujera la natural evolución de todas las formas de vida, incluida la humana; natural que el cerebro humano creciera gracias a su perfección morfológica y a la consiguiente destreza de las manos, las que a los homínidos más espabilados les permitían manipular con soltura piedras y palos, creando tecnologías que a su vez contribuían a aumentar sus cerebros en peso y volumen, obteniendo así gran ventaja sobre los demás depredadores que, naturalmente, pasaban a ser depredados por aquellos  homínidos sapiens, más habilidosos y más inteligentes.  Natural que de la tecnología lítica llegáramos a la informática, del cuchillo de piedra a los bits y luego al algoritmo, natural la evolución y  natural la supremacía de la especie humana sobre las demás especies. Como natural que  nos parezca llegado el día en que los humanos empezaron a prescindir de su culto a los dioses, ¿para qué los querían, si bastaba su inteligencia y su conocimiento de la naturaleza  para explicarlo todo, incluso su propia existencia?; natural que los más ignorantes desconocieran las explicaciones científicas, tan complejas, natural que siguieran creyendo en los dioses, si ni siquiera sabían leer ni escribir, natural que por ello fueran despreciados por los  sapiens más cultos y  que éstos  se empeñaran en educarlos naturalmente.

Natural que para muchos humanos el mundo parezca no tener arreglo y que piensen que, incluso admitiendo que no sea perfecto, para ellos éste sea el mejor de los posibles mundos. Natural que haya quien piense en explorar otros mundos afuera, en las estrellas, como que haya quien sospeche que no hay otras Tierras, sólo ésta, donde la vida sea posible. Naturales son el egoísmo como el altruismo, su teórico contrario. Y natural que triunfe el egoísmo, porque trabaja a corto plazo y más sobre seguro, más que el altruismo, que lo hace a largo  plazo y preñado de incertidumbres. Natural que los altruistas culpen a los egoístas de acaparar para sí las riquezas del mundo, natural que los egoístas los vean como verdaderos gilipollas. Natural el gobierno y natural la oposición, izquierdas,  derechas, los centros moderados y los fascistas de todo signo, la patronal y los sindicatos, naturales la policía y la delincuencia, los derechos y los deberes, las leyes y la justicia, el Estado y la Anarquía, natural la represión y la revolución, ésto y lo contrario, el bien y el mal, porque  todo es ya relativo y natural. Sí, sí, como natural es que siempre gane la misma parte y natural que haya quien diga: “¡naturalmente, como no podía ser de otra manera!” (1)

Mi modesta conclusión es que no hay nada más contradictorio que la lógica  equiparable con esta mentalidad natural, la naturalidad con la que observamos y juzgamos el mundo y a nosotros mismos. Pienso que somos conscientes de nuestra  ontológica naturalidad solo durante esos pocos minutos que pasamos en el retrete, y poco más, porque el resto del tiempo lo dedicamos a contradecir la naturaleza que decimos ser, con la boca pequeña, del modo más lógico y natural. 

Así que para eso fueron inventados la propiedad y la libertad, el estado y la democracia, para que  según su inteligencia,  cada homínido pudiera defender  su opinión y lo suyo naturalmente, con la lógica natural que emana de la ciencia y la propiedad. Ya saben ustedes que fue Solón, uno de los siete sabios de Grecia, quien inventara la democracia, en la que naturalmente participaban solo los propietarios, asistidos por  sacerdotes y guerreros, cuyas sabidurías y fuerzas respectivas les permitían llegar a ser   ellos  también propietarios,  por fin  libres y plenamente ciudadanos. Como se sabe, incluso en las democracias campesinas y feudales también participaban en los concejos las mujeres viudas, no por su viudedad o por su condición femenina, sino por su condición de propietarias, y por eso vecinas de pleno derecho, naturalmente.

Ya saben que el derecho de presura, el que el Estado romano concedía a los soldados-colonos, permitía a éstos roturar en propiedad  cualquier tierra que no estuviera cultivada; y que tal derecho pasó a la Declaración Universal de los Derechos Humanos que promulgara en París  la Asamblea General de las Naciones Unidas en su Resolución 217 A (III), el 10 de diciembre de 1948 y que recoge en sus 30 artículos los derechos humanos considerados básicos, como el de libertad de opinión y expresión. Y no se le olvidó a la Asamblea meter entre ellos,  como uno más, el derecho de propiedad (que  figura como artículo 17 de dicha Declaración), descrito como  derecho de toda persona y que puede ser ejercido individual o colectivamente. Recuérdese que este artículo fue redactado por consenso, en medio de la Guerra Fría, entre el bloque socialista y el bloque capitalista.

A ninguna mente feminista se le ocurrió por entonces hilar la propiedad de la Tierra con el Patriarcado a través del derecho de herencia, ni con la esclavitud en general, y menos aún con la específica  esclavitud de las mujeres, ni tampoco con la creación de los primeros Estados, aquellas instituciones dotadas de Leyes y Ejércitos, constituidas para  la defensa natural y legítima de tal derecho a la  apropiación de la tierra común, como de la vida en general, y en particular la de mujeres y hombres, igualmente esclavos. Natural que se molesten los defensores del feminismo estatal cuando sus contrarios identifican este feminismo como ideología propia del Estado.

Como a nadie se le ocurrió entonces (y eso dura todavía) la diferencia existente entre hacer propios los productos del trabajo y apropiarse de aquello que por ser  común no es de nadie. Comunal se llama eso, que  es universal cuando se refiere a bienes universales, caso de la Tierra y el Conocimiento, al menos tal como yo lo entiendo. Recuérdese que el conocimiento no puede ser producido más que socialmente y que, por tanto, aunque nos parezcan naturales las propiedades intelectuales, los derechos de patentes y los copyright, a ningún particular  puede pertenecer legítimamente en modo alguno, por muy natural que  nos parezca. Claro que  será muy difícil entenderlo mientras parezca natural que el trabajo humano siga siendo mercancía, de alquiler y compra-venta, como la tierra misma, o como la dignidad debida a  nuestros iguales.
 
Pasados diez mil años, sólo a un ignorante se le podría ocurrir hilar aquel invento neolítico, el del derecho natural a la apropiación de la Tierra Común con la pronta inclusión de la naturaleza y de la vida toda, incluida la de mujeres y hombres...¡qué artificio mental, hilar aquel suceso tan remoto con el hipermoderno Capitalismo de Datos actual y sus Estados financieros!...¡qué simpleza, no apreciar su deslumbrante promesa de progreso, su prometeica metafísica, tan ecológica y algorítmica!, pero ¿a quién, sino a un loco o a un inculto, se le podía ocurrir tamaño despropósito, cuando ya no nos acordamos (ni nos importa) lo que sucedió la semana pasada? Y además:  para eso está la democracia y la lucha de clases, amigas y amigos, para que puedan expresarse libremente y con toda naturalidad tanto locos como cuerdos, para que la clase de los propietarios pueda defender lo suyo y tengan el mismo derecho todos aquellos que  quieran ser propietarios como ellos, eso es lo democrático, científico y natural.

Así que natural me parece ahora que  un cuñado mío me llamara ayer por teléfono, para darme este consejo: “mira a ver si dejas de soñar y darle vueltas al coco, anda y ve a vacunarte antes de que tenga que ir a tu casa la Guardia Civil para llevarte al ambulatorio a la fuerza”. Natural que me lo diga, es lo que  me pasa por ser negacionista de la naturalidad.

 
Nota:
(1) Acostumbrado y natural “latiguillo” frecuentemente utilizado por las autoridades en sus comunicaciones y discursos, tanto públicos como privados.

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