Las definiciones de estos conceptos no son tan comunes como normalmente creemos. Si las repasamos podemos comprobar que no solo hay muchas y diferentes definiciones, sino que algunas son contradictorias e incompatibles. Cierto que a día de hoy se vuelve a hablar de estos términos y que eso viene pasando periódicamente, sobre todo a partir de la adjudicación del premio nobel de economía a Elionor Ostrom en 2009, por sus investigaciones sobre los bienes comunes; pero, en todo caso, considero que urgen algunas precisiones al respecto, porque ahora se da una circunstancia radicalmente nueva: estos conceptos no solo están siendo revisados por movimientos alternativos, sino que también están siendo integrados en la agenda estratégica del nuevo capitalismo corporativo de escala global, dirigida a crear un estado de opinión favorable a un sistema de gobernanza mundial, aprovechando el impulso derivado del cambio climático y la pandemia del coronavirus.
Esto es lo que quiero abordar aquí, lógicamente desde mi propia visión, que de antemano sé minoritaria, cuando entiendo que hoy está en marcha un proyecto de gobierno mundial que para justificar su legitimidad necesita imponer su “lógica de la eficacia”: “si la humanidad al completo es vulnerable ante las amenazas derivadas de los efectos globales del cambio climático y las pandemias víricas, la seguridad ante tales amenazas solo podrá estar garantizada por un gobierno igualmente global, como única forma de alcanzar un estado de seguridad ecológica y sanitaria para el conjunto de la población mundial”. Esto es lo que nos dirán.
Ecología e inmunidad son los dos principales conceptos estratégicos que veremos manejar profusamente por esta nueva agenda del capitalismo global, que se presenta a sí misma como liberal, progresista y científicamente vestida de verde. Y sobre estos dos conceptos espera fundamentar su legitimidad social a futuro inmediato, si bien, de no lograrlo por las buenas, ya sabemos que siempre tendrá en reserva una retaguardia ideológica de corte totalitario y, en último caso, la posibilidad de “convencer” mediante el empleo de la fuerza armada que tiene en monopolio gracias a sus aparatos nacionales-estatales.
Ya somos testigos de una transmutación ideológica con despliegue masivo de una estrategia comunicativa por la que pasamos del “sálvese quien pueda” puramente neoliberal a la “solidaridad de la especie” como nueva consigna. Pero esta estrategia tiene un punto débil: no puede ser más contradictoria con sus propios presupuestos liberales, ni menos democrática, porque necesita de una máxima concentración del poder, propietario y político, que sólo puede ser representativo, es decir, abstracto y ficticio en forma teatralizada de parlamento global, un entramado de organizaciones internacionales -tipo ONU, Banco Mundial (BM), Organización Internacional del Trabajo (OIT), Organización Mundial del Comercio (OMC), o la misma Unión Europea (UE)- a las que nadie ha elegido y que habrán de culminar en un gobierno mundial. Por eso que esta agenda necesite de una poderosa propaganda, para convencer sobre la “comunidad universal” de aquellos bienes involucrados en su proyecto de transición energética-ecológica y de inmunidad biológica...con el conjunto de la especie como nuevo y presunto sujeto político global.
De ahí que sea previa y prioritaria la necesidad de definir bien estos conceptos:
-Comunidad es una forma de relación social que surge de la existencia de un bien compartido, al que denominamos bien común, por un conjunto de individuos a los que denominamos comuneros.
Así, los socios de una corporación empresarial o financiera son comuneros-miembros de una comunidad de socios que comparten un bien, que les es común (en este caso consistente en el capital y beneficios resultantes de la actividad económica de dicha sociedad económica o empresa); unos socios-comuneros cuya participación en la empresa/comunidad es proporcional a su inversión en el bien-capital común. Podríamos hacer una definición similar aplicada a una banda criminal (aunque su bien común consistiera en el mal de otros) o aplicada a un club de fútbol, a la comunidad integrada por las personas asociadas a una ONG, a la Cruz Roja o a Cáritas Diocesana, aunque en estos últimos casos su participación no respondiera a los mismos criterios capitalistas de participación proporcional y tanto la comunidad como los comuneros tuvieran una finalidad altruista. A pesar de su aparente similitud y de que todos estos son ejemplos de comunidad, hay que considerar diferencias sustanciales entre unos casos y otros. Primero en función de si el bien común es o no un bien de mercado, es decir, si es algo que se puede comprar, vender o alquilar, y también en función de si el concreto bien que da sentido a la comunidad, representa un posible beneficio (un bien), o un posible perjuicio (un mal) para individuos que sean ajenos a la comunidad en cuestión.
Deberíamos comprender que “comunidad” puede ser un término moral (asumido por razón de costumbre), pero que no es necesariamente ético, al igual que sucede con el término “bien común” o “comunal”: que puede consistir en un “mal” para quienes no formen parte de ese común o comunidad. De donde podríamos perfectamente concluir que un bien comunal también es ético solo y siempre que, simultáneamente, no suponga un mal para quien no forme parte de la comunidad.
A partir de este principio, podemos diferenciar entre comunidades convencionales (morales) y comunidades convivenciales (éticas). Moralidad y eticidad se refieren a conductas y costumbres. Sean individuales o sociales, ambas pueden darse al tiempo, pero no necesariamente: conductas y costumbres pueden ser morales pero no éticas...y viceversa, sin que ello dependa de si son mayoritarias o no, por lo que solo serán éticas si buscan un bien general, es decir, que en caso de no beneficiar a todos, tampoco busquen el daño de parte.
-Son bienes comunales “propios” los producidos mediante el trabajo humano comunitario, el de una concreta comunidad. Y son bienes comunales “universales” los naturales o producidos por la Naturaleza sin mediación de trabajo humano.
-Un bien es comunal si lo es en su conjunto indivisible, precisamente por ser común. Este principio ontológico otorga sentido a toda comunidad, con independencia de su orientación ideológica, ética o o moral. En ningún caso es compatible con ninguna forma de propiedad privada; ni siquiera lo es en el caso extremo de una asociación de criminales, en la que “su bien común” desaparece con la apropiación de parte, al igual que sucede en el caso de los accionistas de una corporación industrial o financiera. En ambos casos, “su” bien común es constituyente de la comunidad junto con la libre voluntad de los asociados, incluso si dicho “bien común” fuera producto de acciones criminales o lesivas sobre otros.
Esto nos lleva a una diferencia sustancial entre bienes comunales “universales” y bienes comunales “propios”. Los primeros solo pueden ser objeto de uso por las comunidades en sus respectivos ámbitos de soberanía, por lo que éstas comunidades se hacen responsables universales de la gestión y administración ética y sustentable de dichos bienes, es decir, de su conservación y uso ecológico, socialmente justo y equitativo; no son, por tanto, bienes intercambiables ni, menos aún, comercializables. Mientras que los bienes comunales “propios” son los correspondientes a una comunidad territorial concreta (doméstica, urbana, paisana, mancomunada o confederada), productora de dichos bienes o servicios mediante trabajo cooperativo y/o comunitario.
-Son bienes “raíces” o “inmuebles” aquellos que están íntimamente unidos al espacio terrestre, como es el caso de edificaciones e infraestructuras fijas construidas sobre el suelo, que son inmuebles por tanto, incluyendo también a todo tipo de infraestructuras fijas construidas en espacios marítimos y aéreos, cuya funcionalidad en todo caso esta intimamente ligada a su uso, pero nunca a su propiedad o apropiación por parte de individuos o comunidades concretas. Son bienes de naturaleza inequívocamente comunal, de cuyo uso son responsables exclusivas las concretas comunidades que producen o construyen dichos bienes en el correspondiente espacio territorial por ellas habitado.
Ejemplo 1: los bienes producidos mediante trabajo comunitario de una comunidad doméstica (cohabitantes de una casa) son bienes comunales “propios” de dicha comunidad; destinados al autoconsumo, no son mercancías y solo son intercambiables con otras comunidades domésticas, en su parte excedente y por bienes de igual origen y valor de uso.
Ejemplo 2: los bienes producidos mediante el trabajo comunitario de una comunidad vecinal (urbana/local) o paisana (territorial/rural), son también bienes comunales “propios” de cada una de estas comunidades; son bienes de uso, no mercantiles por tanto, solo intercambiables por bienes de igual origen y valor de uso, con otras comunidades urbanas o territoriales, según cada caso.
Ejemplo 3: los bienes o servicios producidos mediante trabajo comunitario, mancomunado o confederado entre dos o más comunidades paisanas, son bienes “propios” del conjunto social correspondiente, destinados al autoconsumo de los miembros de las comunidades integrantes y cuya gestión y administración es compartida por éstas en mutua corresponsabilidad y beneficio.
El ambito geográfico de los intercambios de bienes materiales será preferentemente el de proximidad, teniendo en cuenta las necesarias limitaciones energéticas, que aconsejan reducir al máximo los intercambios entre comunidades lejanas.
-Comunidad doméstica es la integrada por el conjunto de individuos convivientes en un mismo espacio primario de relación social (casa). Es la unidad convivencial básica, para la autogestión y la autosuficiencia, tanto productiva como de consumo.
-Comunidad urbana es la integrada por el conjunto de individuos convivientes en un mismo espacio secundario de relación social o de proximidad (vecindad). Es la unidad convivencial secundaria para la autogestión y la autosuficiencia de la comunidad.
-Comunidad paisana es la integrada por el conjunto de individuos convivientes en un mismo espacio terciario de relación social (paisanía), configurada mediante la adhesión federativa, libre y voluntaria, de las comunidades urbanas correspondientes a un mismo espacio geográfico-territorial. Es la unidad convivencial terciaria, para la autogestión y autosuficiencia de la comunidad.
-Mancomunidades son libres asociaciones de dos o más comunidades paisanas para la producción y consumo de concretos bienes y servicios, en beneficio mutuo de las comunidades integrantes. Su ámbito geográfico puede ir desde el regional al interregional o incluso al global, en el caso de bienes y servicios de naturaleza virtual, como son los relativos al conocimiento, la información y la comunicación. La infraestructura de soporte tecnológico de estos bienes virtuales (caso de internet), por su cualidad de aplicación funcional y utilidad global, necesariamente ha de ser una infraestructura distribuida y de libre acceso, por lo que deberá de ser incluida entre los bienes comunales “universales”, concretamente del Conocimiento).
-Confederaciones son libres asociaciones de dos o más comunidades territoriales o paisanas que, conservando su autonomía política, acuerdan compartirla en beneficio mutuo. Pueden tener dimensión que va de la interterritorial a la global.
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Existe, pues, la posibilidad de una organización social alternativa al proyecto ultraliberal y a su agenda de gobernanza mundial. Una alternativa integral que hace compatible lo local y universal, la existencia de múltiples y plurales sujetos politicos, convivenciales y comunitarios, la interdependencia entre libertad individual y colectiva, con capacidad para afrontar y neutralizar los inevitables conflictos sociales, así como las catástrofes biológicas y ecológicas, en modo convivencial y democrático que nunca podrá lograr un sistema de gobernanza mundial con base en los principios y estructuras mercantiles y estatales, propiamente liberal-capitalistas, dirigidos a cumplir su finalidad última, que no es sino lograr el máximo control social, como condición necesaria para una máxima concentración y acumulación de capital, propiedad y poder.
Esta alternativa glocal que propongo rompe la propaganda reaccionaria del sistema dominante, basada en una teórica imposibilidad de implementar la democracia integral y directa en las actuales condiciones de superpoblación, en sociedades megaurbanas; si bien, se propone su reducción para favorecer la dimensión social, ecológica, convivencial y democrática de las relaciones humanas.
Estamos pues en medio de una encrucijada histórica trascendental, inédita en la historia de la evolución humana, en la que parte con ventaja el proyecto de gobernanza mundial liderado por las élites que vienen dirigiendo el destino del mundo desde la constitución de los estados modernos; ésto lo vienen haciendo alternando sus métodos, entre liberales y autoritarios en función de cada momento histórico, pero siempre a su exclusiva conveniencia. Será muy difícil, pero puede que estemos a tiempo de frenar su deriva destructiva, suficientemente probada. Estaremos a tiempo de segarle los pies a ese proyecto, si fuéramos capaces de construir pronto una red global de ayuntamientos comunales y confederados que anticipen el modelo de nueva sociedad sostenible y democrática.
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