Incapaces de suponer que las órdenes pudieran ser arbitrarias,
no tenían la práctica de la desobediencia. Ursula K. Le Guin, Los desposeídos (1974)
Pienso que poco a poco asistiremos a la irrupción de posiciones críticas respecto del manejo de la epidemia por los gobiernos y corporaciones. Al miedo a la muerte por enfermedad hay que sumarle el miedo a la muerte social que supone hoy discrepar, el miedo a que te coloquen la etiqueta de negacionista (en el mejor de los casos) o de fascista, automáticamente, sin más, condenado por no pensar “lo mismo” que la mayoría, obligada a pensar “lo mismo” que los llamados expertos. Si, teniendo argumentos científicos, éstos no soportan la duda ni la crítica, podemos imaginar el grado de tolerancia a la disidencia de sus fieles seguidores, los que en ellos han depositado toda su fe. No puedo imaginar que sea institucionalizado para siempre tal consenso, en su actual modo “viscoso”, como dicen los autores de este libro que traigo. No puedo siquiera imaginar que la discrepancia no logre encontrar resquicios para ir sorteando este estado de alienación colectiva, que tanto se aproxima a la normalización de un estado totalitario. No puedo imaginar la perpetuidad de un pensamiento científico que retuerza su propio método tapando la boca al debate y a toda discrepancia, a sabiendas de que el motor que mueve al conocimiento y hace avanzar a la ciencia es precisamente la duda y el debate con otras hipótesis. Porque la verdadera ciencia no teme a la discrepancia ni a la historia.
Sin estar de acuerdo con todo lo que se dice en este libro - ni falta que hace - saludo su publicación por la editorial Pepitas de Calabaza, como brisa de aire fresco en medio de esta turbia atmósfera que respiramos.
Los autores del libro, Ander Berrojalbiz y Javier Rodríguez Hidalgo, presentan así su libro:
“Quizá sea necesario justificar cómo, no siendo virólogos ni epidemiólogos, podemos permitirnos opinar sobre SARS-CoV-2, covid-19, ffp2, kn95 o BNT162b2. Pues bien, no tenemos justificación. Sin embargo, quienes piensen que este propósito es disparatado estarán defendiendo una posición política tan nítida como la nuestra, y desde luego mucho más dogmática. Pero, como vivimos en Durango y Poitiers, es decir, lejos de los centros donde se toman las decisiones y se crea la opinión, pensamos que tenemos la legitimidad necesaria para expresar nuestro rechazo a la forma en que está tratándose la enfermedad causada por el virus, así como a la anuencia general que rodea esta gestión. Nuestra idea es sencilla: la gravedad de la epidemia, innegable, no basta para amparar el recorte de libertades por todas partes, y mucho menos aún el crimen que está cometiéndose contra los más jóvenes. Estamos convencidos, por lo demás, de que muchas personas compartirán gran parte de lo que diremos a continuación, aunque se trate de ideas que cuesta encontrar en la opinión publicada por culpa de un consenso viscoso que sirve para coartar todo tipo de debate. .../...
Para la editorial, este libro forma parte de la colección “Tenemos que hablar” y lo presenta así:
“La desposesión avanza desaforada. En 2020, además de encerrar a toda la población en sus casas, restringir los movimientos a su antojo y barrer los restos de las libertades civiles que aún quedaban en pie, ha logrado situar toda disensión, a cualquiera que planteara una sola duda, en el terreno de la locura o, en el mejor de los casos, de la majadería”.
“Los penúltimos días de la humanidad”, de Ander Berrojalbiz y Javier Rodríguez Hidalgo.
Editorial Pepitas de Calabaza: https://www.pepitas.net/libro/los-penultimos-dias
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