Desde hace tiempo, vengo sosteniendo que la izquierda institucionalizada (estatista) con su rendición al "realismo" capitalista y su definitivo abandono del horizonte emancipatorio viene actuando como tapón de la contestación social, propiciando la desmovilización social cuando accede al gobierno, habiendo instaurado así una cultura política esencialmente reaccionaria, que carece de iniciativa propia y que sólo se ve estimulada por reacción ante el monopolio de la iniciativa dejada a las derechas. De ahí que estas izquierdas utilicen el recurso al espantajo del viejo fascismo sin rigor y sin convicción, sin ver el real y nuevo fascismo que campea a su gusto en nuestras sociedades contemporáneas, camuflado tras el parapeto de las democracias aparentes o representativas, sometidas al "realismo" de la globalización neoliberal, consiguiendo una sobresaliente contribución a la naturalización de las estructuras del poder totalitario -el tandem capitalismo/estado- que sustentan el orden dominante. Las izquierdas en el poder admiten la crítica de las derechas como natural, incluso les pone, pero toda crítica desde los movimientos sociales les incomoda, más aún, es acusada de colaboracionista, impidiendo así toda autocrítica y toda evolución. Así lo que tiene lugar es sólo una lucha interna, fratricida y estéril, entre las diversas facciones de la izquierda en su electoral competencia por el acceso al poder político, caricaturizado como asalto a los cielos.
Afortunadamente, empieza a oírse la voz de algunos intelectuales-activistas, como Raúl Zibechi, investigador y bien conocedor de los movimientos sociales europeos y americanos, que ve y expresa este fallo sistémico -más que estratégico- de las izquierdas, junto con su demoledor efecto ante la imperiosa y hasta dramática necesidad de remover y resetear el triste papel que están jugando las izquierdas, que las incapacita para abordar el alumbramiento de un nuevo paradigma realmente emancipatorio y necesariamente revolucionario. Hay que leer sus declaraciones en esta entrevista en la perspectiva del momento en que se realizó, en 2016, cuando todavía la crisis global en la que estamos inmersos era interpretada a partir de la directa relación entre capitalismo y cambio climático, no en su actual y más grave dimensión de crisis civilizatoria.
Situación en Sudamérica,
entrevista a Raúl Zibechi, por Jacinto Ceacero
(Publicada en la revista LIBRE PENSAMIENTO, nº 88)
(Publicada en la revista LIBRE PENSAMIENTO, nº 88)
Acerca de la entrada de la izquierda política en las instituciones y su influencia en la (des)movilización social: la idea es reflexionar, a nivel internacional, sobre las relaciones de los movimientos sociales y el poder, y de forma más específica, en Sudamérica. ¿Estamos ante el final de un ciclo en Sudamérica, en Europa... en el que los movimientos sociales han servido para llevar hasta el poder a la izquierda que posteriormente se ha olvidado de ellos? ¿Ya no se rinden cuentas cuando se logra el poder? ¿Las subvenciones a los movimientos sociales condicionan su discurso...?
Presentación
Raúl
Zibechi es un prolijo escritor, pensador, investigador y activista
nacido en Montevideo en 1952, dedicado desde hace décadas al trabajo
con los movimientos sociales en América Latina. Su activismo
político y social surge desde su militancia en el Frente Estudiantil
Revolucionario (FER), organización vinculada al Movimiento de
Liberación Nacional Tupamaros; prosiguiendo en la resistencia a la
dictadura militar. Se exilia a Buenos Aires y posteriormente a España
donde se integra en el movimiento antimilitarista contra la OTAN.
En
la década de los ochenta comienza a publicar ingentemente artículos
y libros, ganando el Premio José Martí de Periodismo por sus
análisis del movimiento social argentino en el entorno de la
insurrección de 2001.
Como
investigador ha centrado su trabajo especialmente en la región
andina, intentando comprender y defender los procesos organizativos
de los movimientos sociales, colaborando en tareas de formación y
difusión con movimientos urbanos argentinos, campesinos paraguayos,
comunidades indígenas bolivianas, peruanas, mapuche y colombianas...
Posee
una extensa bibliografía y a modo de ejemplo, una de sus últimas
publicaciones de 2016 se titula “Latiendo Resistencia. Nuevos
mundos y guerras del despojo”, editado por Zambra y Baladre con la
colaboración de Libros en Acción y CGT
Contexto
La izquierda política (más o menos radical) llegó al poder, hace
ya varios años, en Sudamérica (en Brasil con Lula da Silva desde
2003; en Bolivia con Evo Morales en 2005; en Chile con Michelle
Bachelet desde 2006; en Ecuador con Rafael Correa desde 2007; Pepe
Mujica en Uruguay desde 2010; incluso en Venezuela con Chavez desde
1999; o en Argentina con Cristina Kirchner desde 2007...)
Jacinto
Ceacero (JC): ¿Qué sucede en Sudamérica para que se produzca
esta irrupción de la izquierda en el poder? ¿Cómo se explica este
cambio generalizado en numerosos países?
R.
Zibechi (RZ): Es la irrupción de los sectores populares urbanos y de
los indígenas en el escenario político, a través de formas
plebeyas de acción como los levantamientos, insurrecciones
espontáneas como el propio Caracazo, que consiguieron derribar unos
doce gobiernos en una década y poner en retirada a la clase política
que impuso el neoliberalismo.
Esto
sucedió por dos razones básicas. La agresión que sufrieron los
sectores populares por las políticas del FMI fue brutal, un despojo
de lo que habían construido a lo largo de década propia sino menos
lavadoras, menos refrigeradores, menos acceso al agua potable y a
otros servicios y, por supuesto, mucho menos empleo, como el que hubo
durante el estado del bienestar. Ese robo fue respondido con furia,
por eso en las insurrecciones hay saqueos y destrucción, porque se
siente que todo eso es lo que a ellos les han quitado.
Lo
segundo, es que los levantamientos se dan de ese modo, con algunas
excepciones como el del Inti Raymi en Ecuador en 1990, organizado por
la Confederación de Nacionalidades Indígenas (CONAIE), porque el
campo popular está desorganizado y sin direcciones legítimas.
Por
un lado, por las propias políticas neoliberales de ajuste
estructural y por otro por la cooptación del movimiento sindical y
de los viejos movimientos. Entonces los sectores populares, sobre
todo de las barriadas pobres, salen como pueden a enfrentar esta
agresión.
JC:
¿Qué papel juegan los movimientos sociales en este ascenso de la
izquierda al poder? ¿Ayudan, son su soporte, están al margen?
RZ:
Si por movimientos sociales entendemos la gente común organizada,
jugaron un papel muy relevante, porque fue su irrupción lo que
permitió que las políticas del consenso de Washington fueran
deslegitimadas.
Pero
aquí se produce una situación bien interesante. Los movimientos
lucharon contra el modelo neoliberal, para frenarlo, para
destituirlo, pero no necesariamente para colocar a la izquierda en el
gobierno. Por lo menos no fue en muchos lados el sentido común de la
protesta sino una construcción posterior. En
esa brecha que abrieron los movimientos, se colaron los partidos,
pero en rigor ellos estaban también en la protesta, o sea intentaron
reconducirla hacia la reconstitución de la gobernabilidad una vez
que los neoliberales fueron derribados. Hay que tener en cuenta que
en Venezuela, Ecuador, Argentina y Bolivia, los gobiernos cayeron por
la acción de las masas en las calles, hundiendo buena parte del
sistema de partidos. Las elecciones fueron el modo de reconstruir la gobernabilidad
con líderes vinculados más o menos a las revueltas. Digo eso porque
ni los Kirchner ni Correa participaron en modo alguno en las
protestas, llegaron mucho después a subirse a una coyuntura que no
contribuyeron a crear.
Los
casos de Brasil y de Uruguay son bien distintos. El sistema político
y de partidos nunca cimbró y lo que se produjo fue una lenta
acumulación electoral del PT y del Frente Amplio basados en la
fuerza de los sindicatos.
JC:
¿Qué evaluación podemos hacer de la experiencia de la izquierda
en el poder? ¿Qué relación se establece entre los movimientos
sociales y la izquierda una vez que se alcanza el poder? ¿Se han
integrado los movimientos sociales, han modificado su discurso y su
acción como consecuencia de subvenciones y apoyos institucionales?
RZ:
Los gobiernos de izquierda no tocaron ni la estructura de la
propiedad ni el modelo de acumulación que siguió centrado en la
producción de materias primas (soja, minerales y petróleo) con lo
que la matriz productiva se reprimarizó, perdiendo peso la industria
en todos los casos. Por eso decimos que la izquierda fracasó al no
poder salir de un modelo que funcionó mientras hubo altos precios de
los productos de exportación y ahora que esos precios cayeron en
picado, la crisis se instaló sin salidas a la vista.
Una
vez que los gobiernos de izquierda se instalan, el campo popular
sufre serias divisiones, ya que una parte de los movimientos se suman
al proyecto gubernamental aportando sus dirigentes y hasta sus
organizaciones,otra parte permanece en la oposición porque la
continuidad del modelo económico los afecta. Diría que en todos los
países hay un sector de los movimientos que es incondicional de los
gobiernos y otro sector que se pasa a la oposición. Se rompe la
unidad de acción.
En
cuanto a las políticas sociales, hay dos niveles. Por un lado, son
políticas muy masivas, el Programa Bolsa Familia de Brasil llega a
50 millones de personas, el 25% de la población, lo que demuestra
que el modelo productivo no consigue incluir a una parte sustancial
de la población. Pero esa masividad creó la ilusión de que se
podía salir de la pobreza sin tocar la riqueza, y esta es la peor
herencia que nos dejan los gobiernos de izquierda o progresistas,
porque implica que la pobreza se supera no con la lucha sino con la
capacidad de administrar bien el Estado, o sea se crea una ilusión
tecnocrática entre la población. Los que reciben las subvenciones
son “beneficiarios”, pero no ciudadanos con derechos, ya que un
nuevo gobierno puede quitarles el beneficio.
El
segundo nivel ha sido la cooptación de movimientos enteros, por la
combinación de las subvenciones, como las que mencioné arriba, y la
designación de dirigentes y cuadros de los movimientos en las
instituciones estatales.
De
ese modo, los movimientos perdieron su capacidad de acción y de
crítica, lo que los deja en un lugar de gran vulnerabilidad justo
cuando la crisis hace más necesaria que nunca su presencia en las
calles.
JC:
¿Ha decepcionado la izquierda a los movimientos sociales?
RZ:
Completamente. Porque además de no hacer cambios de fondo,
estructurales, se corrompieron. Este
es un punto de no retorno. ¿Cómo se recupera la credibilidad
después que te corrompiste? Por eso insisten en el discurso del
golpe, como en Brasil, porque es el modo de huir de un debate serio
sobre qué sucedió.
Yo
creo que la destitución de Dilma Rousseff es legal pero ilegítima,
pero eso no impide considerar que una parte de los cuadros de
dirección del PT han sido procesados por desvío de dinero, o sea
por corrupción. No puedo saber si Lula es un corrupto, pero lo que
puedo afirmar es que tuvo relaciones carnales con el gran
empresariado brasileño, que es muy corrupto y con el cual el PT hizo
alianzas a tal punto que financiaban las campañas electorales a
cambio de la adjudicación de obras. Que me digan que eso es lo que
hace la derecha y la socialdemocracia, no cambia nada, incluso
empeora las cosas.
JC:
¿Qué papel están jugando ahora los movimientos sociales?
RZ: Creo que estamos abocados a la reconstrucción de nuevos
movimientos y, en el mejor de los casos, algunos movimientos podrán
reorientarse hacia una relación más autónoma con los estados. La
situación es bien compleja, hay manifestaciones, algunas grandes,
pero mi impresión es que son defensivas, que aún no están las
condiciones para pasar a la ofensiva. La desmoralización en el campo
popular es muy grande.
Pero también vemos que están naciendo nuevos grupos, como el
Movimiento Pase Libre en Brasil que impulsó las manifestaciones de
junio de 2013, o los Sin Techo que están teniendo un fuerte
protagonismo en las ciudades.
Así en todos los sitios. Lo que es casi seguro es que los grupos
que fueron cooptados por los gobiernos no van a jugar un papel
importante y que el reacomodo va a demandar un tiempo antes de que se
clarifiquen las cosas.
JC: Añade lo que consideres.
RZ: Sólo añadir que el progresismo generó una crisis muy fuerte
del pensamiento crítico, porque subordinó incluso con jugosas
rentas, a muchos intelectuales que habían jugado un papel importante
en la década de 1990. Ahora el campo del pensamiento está mucho más
confundido que antes, con análisis muy mentirosos que acomodan la
realidad a los intereses que los escribas defienden, como acaba de
suceder en Bolivia ante la crisis con los cooperativistas mineros.
Hay todo un discurso que consiste en culpar de todo lo malo a la
derecha y al imperio, llegando al colmo de acusar a los movimientos
críticos de hacerles el juego.
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