jueves, 12 de marzo de 2020

DEL DICHO AL HECHO, ÉTICA Y ESTRATEGIA




 
No existe un individuo sólo, alguien que sea y exista por sí. El ser humano es social, la vida humana es social, la sociedad es condición natural de nuestra existencia individual y colectiva. Y si ésta se produce necesariamente como interacción -metabolismo- con el medio natural, concluiremos que nuestra libertad está igualmente condicionada por el medio, inseparablemente social y natural. Pero condicionada no es predeterminada, el condicionamiento social y natural puede ser contrariado, el comportamiento humano -por razón del libre albedrío y a diferencia del resto de las especies- puede elegir, puede hacerse antisocial, antiecológico y depredador o destructivo, incluso autodestructivo.

Entendemos por ética un uso de la libertad orientado hacia el “bien”, un comportamiento respetuoso con la vida en todas sus formas, favorable a su continuidad y reproducción, tan respetuoso de la humanidad como de la naturaleza de la que somos parte. Y ello sólo es posible con un manejo ético y perdurable de nuestras relaciones en sociedad y en la naturaleza. Eso viene a ser la ética, lo que entendemos como “lo que debe ser”.

Pues bien, la ética se queda en mera intención o ideología si no nos compromete al comportamiento, a su realización,  valorada en sus resultados y consecuencias, más allá de su simple enunciación e intencionalidad. Como la libertad, la ética es individual y prepolítica, es condición previa de nuestra organización social y de nuestro metabolismo en la naturaleza. Es condición necesaria del bien individual y social, ecológico y global, pero es incompleta e insuficiente si no logra ser compartida y realizada en común, en comunidad.


La ética precisa, pues, de materializarse en organización política integral e igualitaria, que pueda producirse en condiciones favorables a su ejecución real, lo  que corresponde a su forma de comunidad, lo que conlleva una autoobligación de todos sus miembros por igual, un comportamiento ético (individual) y moral (colectivo) responsable y consciente de que, si bien no elimina los conflictos derivados de la libertad, si no puede descartar la posibilidades fácticas del “mal”, sí puede restar al máximo sus oportunidades.

Quien no valora al otro se maltrata a sí mismo

Este respeto o valoración es la raya ética que separa las dos formas que tenemos de ser humanos, que conviven en cada uno de nosotros como consecuencia de nuestro libre albedrío; es la raya donde se libra el conflicto que nos separa en las dos clases sociales realmente existentes, el límite que establecemos a partir de optar por un respeto básico y universal por la vida humana sin necesidad de apelar al “amor al prójimo”, que sería su sublimación más o menos religiosa. Todas las particulares reclamaciones de justicia, sean democráticas, partidistas, sindicales, feministas, ecologistas, nacionalistas, etc...todas, son parciales y están ahí contenidas, en el natural conflicto entre esas dos clases en lucha.

Pero la comunidad no deja de ser un brindis al sol, tanto si se fundamenta en falso, a partir de cualquiera de esos “ismos”, como si no logra realizarse como programa político concretado en hechos, es decir, en un programa integralmente ético. Para ello resulta necesario compartir, en común, principios y valores realmente aplicables, convertibles en medidas y acciones dirigidas al mejor manejo del conflicto, neutralizando las ventajas que goza la mala política, la no-ética, en las actuales condiciones estructurales (sistema capitalismo/estado), que permiten el despliegue totalitario y hegemónico del poder como fuerza concentrada y masiva, tan ignorante como bruta, que despreciando al “prójimo” se desprecia a sí misma, que así resulta tan destructora como autodestructiva.

Ese programa radical y alternativo, si logra conformarse tendrá que hacerlo necesariamente a partir de principios básicos y universales, como los que integran este Pacto del Común que aquí esbozo:
1.La Tierra en su conjunto es el comunal universal de la vida, de cuyo cuidado y equilibrio ecológico somos responsables universales el conjunto de individuos y generaciones humanas, por ser nuestra especie la única que posee conciencia de sí misma como del ecosistema global de la vida. 2. El Conocimiento humano es el comunal inmaterial y propio de la especie humana en su conjunto, que debe ser acumulado y transmitido entre individuos y generaciones mediante libre y universal acceso. 3. El trabajo asalariado, moderna variante del trabajo esclavo, es un delito contra la dignidad debida a cada individuo humano, la que a su vez es incompatible con cualquier forma y grado de dominación o esclavitud, incluso en modo voluntario. 4. Sólo es legítima la propiedad y comercio de los bienes materiales realmente “propios”, aquellos que son producidos mediante esfuerzo o trabajo personal, no hay otra propiedad privada que no sea un robo al Común. 5. La autosuficiencia productiva es un deber universal de autonomía, personal y comunitario. 6. La democracia en su forma ética es necesariamente convivencial y comunitaria, integral y directa, formulada y concretada como autogobierno comunitario en asamblea de iguales.

De todo ello deduzco la importancia trascendental de la estrategia y que la política debe dotarse de sustancia ética en hechuras y estatura, de consistencia y dimensión no menor que sus retos y principios. Para no traicionarse a sí misma, para dejar de ser un permanente fracaso. “Asaltar los cielos” podrá parecer una bonita metáfora que sirve para expresar un propósito vago y más o menos bien intencionado, pero que trasluce una falta de concreción y estrategia, una expresión publicitaria y retórica de la política, tan hueca como inútil. No estamos hablando de marketing ni de literatura, no queremos seguir habitando en un mundo de ficción o en un supermercado, tiene que acabarse la costumbre burguesa de dar gatos por liebres: asaltar por conquistar, los cielos por Estado.

Otra estrategia es necesaria. Mejor que un programa para asaltar los cielos sería un programa integral, ético, ecológico y social, de principios y hechos bien juntos y concretos. Valga un ejemplo de formulación bien simple, pero que exigirá una tarea personal y colectiva tan compleja como agónica: disolver el Estado que habita en cada uno de nosotros, el que ha colonizado nuestros cuerpos y conciencias, disolverlo para dejar desarmado al capitalismo global. Empezando por cortarle los pies en cada territorio local, a escala global. 

Comparado con asaltar los cielos puede parecer una pretensión modesta, pero es tarea más que suficiente, por ahora y por más de cien años. Librarnos del pecado original podríamos dejarlo para después, sería el siguiente paso.


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