miércoles, 11 de julio de 2018

EL “RIGOR HISTÓRICO”, UN BIEN ESCASO


El Espectáculo puede dejar de hablar de algo durante tres días y es como si ese algo no existiese. Habla de cualquier cosa y es esa otra cosa la que existe a partir de entonces. Como puede verse, sus consecuencias son inmensas” 
(Guy Debord, Comentarios sobre la sociedad del espectáculo, 1988)
 

No puedo evitarlo, me pasa cada vez que escucho una conferencia y cada vez que leo un libro que trata de historia. Puedo entender el deslumbramiento del público ante la erudición académica y no me extraña el ensimismamiento de los especialistas ante su poder de “producir” la verdad histórica. Y sin embargo, no puedo dejar de advertir, casi siempre, una constante y notable pereza intelectual en esas conferencias y libros, casi siempre hábilmente disimulada tras una conveniente abundancia de referencias documentales, pretenciosamente autolegitimada sobre lo que a mí me parece una pobre concepción del método científico aplicado a la “ciencia” histórica.

¿Cómo puede llegar a ser tan respetado por el público un método tan escasamente científico, unas interpretaciones tan parciales y limitadas acerca del acontecer histórico, tan reducionistas e ideologizadas que ignoran por completo la existencia de los pueblos, de la gente, de esos “otros” siempre ocultos e ignorados; ellos, los que desde siempre vienen alimentando y construyendo el mundo con su trabajo de cada día? ¿Cómo puede ser considerado tan serio, tan riguroso y tan científico un conocimiento que ignora la existencia de la mayoría de individuos y sociedades que poblaron y siguen poblando nuestro mundo?  
Sólo cabe sospechar que esas conferencias y libros tienen por finalidad la elaboración de una mercancíacultural”, funcional al interés de la clase gobernante de cada momento histórico... un relato que casi siempre acaba reduciendo la Historia a una cronológica sucesión de batallas, casamientos reales, intrigas palaciegas y eclesiásticas… un reportaje “amarillo” no muy diferente a los de las revistas de peluquería de hoy en día, si no fuera por un uso formal y más cuidado de los datos y el lenguaje, si no fuera por el adorno y protocolo que suele predominar en los ambientes “cultos y educados” en los que son presentados.

No deberíamos olvidar que esa clase dominante, la que manda y paga por escribir “su” Historia, se forjó colonizando violentamente las tierras del mundo conocido hasta expropiarlas por completo a los pueblos que en ellas vivían. Eso también es historia, la mayor parte de la historia. Y tanto han perfeccionado su histórico método “científico” las clases gobernantes, que han llegado a colonizar también las mentes, fabricando una Memoria global a su imagen, semejanza y exclusiva conveniencia.

Aún así, intuyo que algo -todavía muy poco- hoy está cambiando. Tiene que suceder, no puede durar tanto un conocimiento tan sesgado, una ciencia tan chapuza. Como sentenciaba Guy Debord: se creía que la Historia había aparecido en Grecia con la democracia. Puede comprobarse que desaparece del mundo con ella. Sin embargo, a esta lista de triunfos del Poder hay que añadir un resultado para él negativo: un Estado en cuya gestión se instala de forma duradera un gran déficit de conocimientos históricos no puede ser conducido estratégicamente” ...por fuerza tiene que acabar mal, muy mal, como ya nos está anunciando el tiempo presente.
Fukuyama triunfó con su tesis: como lucha de ideologías, la Historia se ha terminado. Según este apostólico profeta del capitalismo, estaríamos en un mundo final, en el que la Historia ya no es necesaria porque logró su objetivo cuando la democracia liberal (otra falacia) se impuso definitivamente tras el fin de la Guerra Fría.

Fukuyama no vino sino a reforzar una sospecha que yo creo bien fundada: que la Historia Única, como el pensamiento único, es una patraña.






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