Reconozco una buena
intención en este movimiento pero, una vez más, advierto una
estrategia errónea tras unos principios sólo aparentemente bien
planteados. Pienso que este movimiento está condenado a su
irrelevancia histórica, porque carece de una formulación nítida de
los principios en los que se fundamenta. No declara los bienes de la
Tierra y del Conocimiento humano como procomún universal. No
identifica las causas de la expropiación histórica de los bienes
comunes a cargo del sistema estatal-capitalista dominante. No
cuestionando sus raíces, escamotea sus consecuencias: el orden
totalitario que se asienta sobre la alianza entre los Estados y el
Mercado. Y olvida las consecuencias derivadas: la apropiación privada o
corporativa ( delictiva en todo caso) de la Tierra y del Conocimiento, como de sus
bienes derivados; el trabajo esclavo y asalariado que anula las
cualidades esenciales de la individualidad, propiciando la
competencia fratricida, impidiendo el surgimiento de vida comunitaria; la
imposibilidad de la pacificación mundial en convivencialidad y democracia;
la imposibilidad a largo plazo (cada vez más corto) de la
reproducción y mantenimiento de la vida.
Y así, en consecuencia,
estos movimientos acaban apuntando a la vía reformista, integradora y neutralizadora
de su potencial alternativo, reconociendo implícitamente al sistema dominante, al no cuestionarlo en sus raíces.
Este movimiento carece, además, de una formulación política,
se queda en una mera y bonita propuesta progresista, que hará fracasar "en red" lo mismo
que ya viene fracasando aisladamente: ecoaldeas, cooperativas...iniciativas “alternativas” más o menos ecologistas, feministas y
progresistas, todas ellas condenadas al guetto y a la irrelevancia a los efectos
de la confrontación con el sistema dominante. Todo para seguir
desgastando las energías de ilusionados activistas y de sus
bienintencionadas organizaciones “alternativas”.
Sin representar a nadie
más que a mí mismo, propongo un paso más allá: un Pacto Global de
los Comunes, incluyente de: 1)una declaración universal del deber
humano de convivencialidad, autonomía y responsabilidad, 2)la
declaración de los bienes derivados de la Tierra y del Conocimiento
humano como procomún universal y 3)la realización práctica de la democracia mediante la
autoconstitución -local y global- de Ajuntamientos del Común, paralela y
frente a las estructuras oficiales del Mercado y los Estados;
ajuntamientos comunales confederados en todas las escalas
territoriales a partir de su plena responsabilidad social y ecológica
y de su plena autonomía territorial, económica y política.
Las buenas intenciones
son manifiestamente insuficientes, como tozudamente viene demostrando
una realidad mundial falseada por su apariencia de bloques corporativos,
estatales y mercantiles, cuando a lo que nos enfrentamos es a un
único Bloque Global, totalitario y desarrollista, atrapado en sus propias
contradicciones y en su propia deriva autodestructiva.
Mientras no cuestione las raíces
del orden global hoy hegemónico, le otorgo escaso futuro a esta
iniciativa del “progresismo” europeo, persistente en su errático
deambular reformista, que sigue cumpliendo con su histórica función
de subordinación al orden totalitario-desarrollista, neutralizando
-o al menos retardando- la transformación revolucionaria de esta
insoportable realidad en la que vivimos.
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