El ferrocarril de La
Robla es la línea de vía estrecha más larga de Europa Occidental,
con 335 km, que discurren entre Bilbao (Vizcaya) y La Robla
(León).Fue inaugurado el 11 de agosto de 1894 con el objetivo
principal de acercar la producción carbonífera de las cuencas
mineras leonesa y palentina a la poderosa industria siderúrgica de
Vizcaya. En 1972 la sociedad entró en quiebra y la empresa pública
FEVE se hizo cargo de la línea. Bajo su gestión la situación no
sólo no mejoró, sino que sus resultados empeoraron
extraordinariamente. En 1991 cesó su utilización para el tráfico
de pasajeros —restringido solo al de mercancías—, pero, gracias
a distintos convenios con la Administración pública, en 2003 se
reanudaron distintos servicios entre León y Bilbao. Su recorrido
atraviesa las provincias de León, Palencia, Cantabria, Burgos y
Vizcaya, y es considerado uno de los ferrocarriles más emblemáticos
de España.
El trazado del
ferrocarril es orgánico, se adapta al terreno evitando la
construcción de costosas infraestructuras, como túneles y puentes.
Se trata de un mágico recorrido, que tras salir de las Encartaciones
vizcaínas, sigue el borde de la Cordillera Cantábrica hasta llegar
a La Robla, cruzando las merindades burgalesas, pegado luego a la
orilla del pantano del Ebro, atravesando de este a oeste la Montaña
Palantina y luego las tierras de Cistierna y Boñar, siempre con la
Cordillera al lado, en medio de espectaculares horizontes montañosos.
Desde que en el siglo IX
se descubriera la tumba del Apóstol Santiago en Compostela, aumenta
la devoción en todo el mundo cristiano, promovida por los reyes,
Alfonso II el Casto, el gran difusor, o Alfonso III el Magno, el gran
repoblador de las tierras leonesas, entre otros. Vienen peregrinos de
todos los puntos de España y de la Europa Cristiana. En estos
primeros tiempos se siguió el Camino al abrigo de las montañas,
huyendo de la amenaza árabe, amparados los peregrinos por los nobles
encargados de la repoblación, buscando la protección de las
fortalezas, al calor de monasterios y hospitales. El Camino de
Santiago se convirtió en la más importante ruta de peregrinación
de la Europa medieval.
Los peregrinos recorren
el Viejo Camino caminando sobre las calzadas romanas, trazadas
durante las guerras contra cántabros y astures en la dominación
romana y los cuatro siglos de su posterior estancia en la Península
Ibérica. Este tránsito de peregrinos promovió desde sus inicios la
aparición y desarrollo de un rico patrimonio artístico-monumental,
social y popular, incluso económico. Aún hoy tenemos innumerables
muestras que dan testimonio de ello. A Santiago se podía llegar por
diferentes caminos, pero hasta entrado el siglo XII, sabemos que una
de las rutas principales fue este Viejo Camino, el que transcurría
por las montañas de Burgos, Cantabria, Palencia y León, siguiendo
la línea de frontera entre los reinos cristianos y el territorio
ocupado por la invasión musulmana, la línea de la repoblación
cristiana, que avanzaba hacia el sur mediante la concesión de Cartas
Pueblas y Fueros, como el de Brañosera, uno de los primeros, aquí,
en tierras hoy palentinas.
Aquel viejo Camino de
peregrinación a Santiago se anticipaba así al camino de hierro que
seguiría nuestro “viejo” tren de la Robla más de mil años
después... Bilbao, Valle de Mena, Espinosa de los Monteros, Aguilar
de Campoo, Cervera de Pisuerga, Guardo, Puente Almuhey, Cistierna,
Boñar, La Robla...y a partir de ahí, el tren tiraba para León y el
camino de peregrinación lo hacía en dirección a Villafranca del
Bierzo, enlazando allí con el más moderno Camino Francés, que a
partir del siglo XII fuera impulsado por la corona de Castilla, más
aún desde la publicación del Códice Calixtino, que promovió esa
nueva ruta. Se inició así el declive del Viejo Camino de la
montaña, que fue pasando al olvido...aunque yo creo que nunca fue
olvidado del todo, ya que, como la antigua red de caminos medievales,
los que seguían las preexistentes calzadas romanas, aún siguieron
siendo utilizados por muchos peregrinos que se dirigían a Santiago
de Compostela o se desviaban a Santo Toribio de Liébana (Ruta
Vadiniense) o al Salvador en Oviedo (Camino de San Salvador) o a
Valdorria para venerar los restos mortales de S. Froilán. No se
explica, si no, el auge de monasterios, abadías y hospitales, con
claras referencias a la peregrinación, como sucede en San Martín de
Elines, en Santa María la Real de Aguilar de Campoo o en San Román
de Entrepeñas.
Antes del Códice
Calixtino, las rutas jacobeas eran imprecisas, no estaban claros los
caminos que seguían los peregrinos. Será después, cuando se
establecen hospitales, se construyen puentes y calzadas, cuando se
fijan las rutas que seguirán los peregrinos. Alfonso VI en Castilla
y León y Sancho Ramírez en Navarra y Aragón, serán los
principales impulsores.
Pues bien, desde hace
unos años, diferentes iniciativas intentan recuperar del olvido
esta primitiva ruta jacobea; gentes de la Montaña Palentina nos
hemos incorporado a esa tarea colectiva desde el año pasado, cuando
organizamos en Aguilar de Campoo un encuentro a tal efecto, con
asociaciones, entidades y personas que compartimos el mismo empeño.
El Viejo Tren y el Viejo
Camino son dos presencias históricas y paralelas, encontradas en el paisaje común de nuestras montañas. Por eso creo que es buen momento
para salvar a ambos del olvido, un industrial camino de hierro y un
espiritual camino de peregrinos, hoy dos potenciales caminos
turísticos y, en todo caso, dos elementos singulares de nuestro
patrimonio histórico y cultural.
Estaría muy bien que
FEVE nos ayudara en la recuperación del Viejo Camino, con ello nos
ayudaríamos todos, también a recuperar el viejo tren hullero, que
hoy languidece, amenazado de cierre...con pocos paisanos-viajeros que
lo usan y sólo un puñado de turistas que lo cogen al año. El tren
de la Robla es perfecto para los nuevos peregrinos, los del Viejo
Camino, permite iniciar etapas, retomarlas, combinarlas...recorrerlas
a pie o en bicicleta...Costaría muy poco, el intento merece la pena.
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