“El hecho de que la mayoría popular se mantenga «serena» y actúe con «civismo» indica que la crisis en cierta manera se ha encarrilado, ha pasado a ser parte del orden”.
El
"demofascismo" se caracteriza por la subrepción progresiva
(invisibilización, ocultamiento) de todas las tecnologías de
dominio, de todos los mecanismos coactivos, de todas las posiciones
de poder y de autoridad. Tiende a reducir al máximo el aparato de
represión física, y a confiar casi por completo en las estrategias
psíquicas (simbólicas) de dominación...Su ideal se define así:
"convertir a cada hombre en un policía de sí mismo".
Partiendo de la utopía de la abundancia
Ya
existe una forma perversa de abundancia, hay quienes viven en ella muy bien acomodados.
Pero sucede que su abundancia es responsable de la escasez universal,
es ilegítima y delictiva desde todos los puntos de vista, porque
tiene su origen en la apropiación de lo común (la Tierra y el
Conocimiento), porque conduce inevitablemente a la fragmentación y
al enfrentamiento social, a la ineficiencia económica y al
agotamiento de los recursos naturales. Es una abundancia ficticia y
excluyente, que impide todo intento de comunidad, que nos aleja de
la abundancia natural que sólo brota de la comunidad...y, más aún,
que destruye al individuo al que dice beneficiar, porque reduce la
existencia humana a una vida económica y domesticada, carente de la
más elemental forma de libertad, que es la de conciencia. Así, el
modelo capitalista de abundancia acaba no beneficiando a nadie, ni
siquiera a quienes creen disfrutarlo mientras empobrecen su
existencia con la pérdida del más humano de los sentidos, que es el
de comunidad.
Huelga
toda justificación teórica, moral o filosófica, nos sobra con
nuestra propia experiencia personal y cotidiana. Basta con acudir al
conocimiento de la historia para ratificar la dimensión universal de
esta barbarie.
A
la vista de sus efectos genocidas, del empleo de la emigración
masiva y de la guerra como sistema de perpetuar ese modelo de
abundancia, creo que se quedaba corto el príncipe anarquista Proudhon cuando
calificaba como “robo” la propiedad privada de la abundancia. Mejor deberíamos
calificarla de auténtico terrorismo, de verdadero atentado contra
la humanidad.
Obligadas a vivir en estado permanente de escasez, no
deja de ser un sarcasmo que las víctimas de la abundancia sean,
además, sometidas a educación, que encima se las prepare y convoque a la
esperanza en la utopía capitalista de la propiedad y la abundancia. Las masas
desposeídas, asalariadas, consumidoras y contribuyentes, bien
amaestradas en la ideología de la resignación, son para ello
acostumbradas al estado natural de “escasez” en la que
transcurren sus vidas, dispuestas a un acceso sacrificado y meritorio
al reino de la abundancia. Identificada con el consumo, no es de
extrañar el carácter religioso de éste, como perfecto sucedáneo
del antiguo cielo cristiano, ahora al alcance de la mano: basta
conseguir un crédito, ya no es necesario posponer al más allá el
cielo de la abundancia. Tal es la fuerza de la fe capitalista, la que
justifica su patológico triunfo, su ecuménica y hegemónica
universalidad.
Si
prestáramos mayor interés al conocimiento de la historia,
entenderíamos que la abundancia real siempre fue consecuencia de la
vida en comunidad, que cuando hemos vivido en comunidad la abundancia
surge como algo natural; lo sabríamos también si repasáramos
nuestra propia experiencia individual, comprobaríamos que la
abundancia sucede expontáneamente cuando nos juntamos como iguales
para compartir en común.
La
táctica del anzuelo
A
punto de agotarse la vía socialdemócrata del estado de bienestar,
desde las posiciones reformistas fracasadas se plantea hoy el
decrecimiento y la renta básica como alternativas de recambio al
anterior y fallido programa socialdemócrata. Ambas ideas se han incorporado al
repertorio recurrente de las ideas ciudadanistas hoy en auge, las que
se proponen acabar con “el estado de injusticia y escasez"
mediante el contradictorio y pornográfico método de potenciar las
causas que lo producen, es decir, fortaleciendo al sistema de poder, al Estado
que, precisamente, tiene su razón de existencia en la escasez
obligatoria, que ahora los ciudadanistas se proponen democratizar.
Ambas ideas son la misma, renta básica es decrecimiento, no otra cosa. No se trata, como dicen, de acabar con la pobreza o la precariedad, sino de institucionalizarlas y hacerlas aceptables a las masas, interiorizando lo que antes era sólo obra y responsabilidad de las élites titulares del poder propietario concentrado y defendido por el Estado.
Ambas ideas son la misma, renta básica es decrecimiento, no otra cosa. No se trata, como dicen, de acabar con la pobreza o la precariedad, sino de institucionalizarlas y hacerlas aceptables a las masas, interiorizando lo que antes era sólo obra y responsabilidad de las élites titulares del poder propietario concentrado y defendido por el Estado.
La
ideología del decrecimiento, separada de la crítica al origen de la
escasez, surge como argucia reaccionaria que ignora su origen real tanto como
su peor consecuencia, la destrucción del sentido de comunidad. Sin
comunidad sólo cabe decrecer, en estado de perpetua escasez, en una
prolongación institucionalizada de la pugna existencial, una versión
resignada de la religión consumista. En el contexto político,
utilizada como ideología de estado, el decrecimiento es burdamente
contradictorio, porque se propone como esfuerzo individual y
colectivo bajo pretexto moral y ecológico, sin cuestionar el orden
social impuesto, sino manteniéndolo, pero ahora de forma voluntaria
y entusiasta. Es la más ingeniosa y perversa de las formas en que
podría legitimarse el sistema de dominación.
La
ideología del decrecimiento, así propuesta, sólo resulta útil a la
perpetuidad del estado de precariedad que es el capitalismo,
consolida las estructuras de poder fundamentadas
en el saqueo y apropiación de la Tierra común; es un fuego fatuo
que celebra una falsa justicia, consistente en la equitativa distribución de la
pobreza, en la aceptación voluntaria y entusiasta de la escasez. Y
lo hace con la argucia sarcástica de trasladar la responsabilidad a
sus víctimas. Significa la disolución de toda
esperanza de vida en comunidad, la perfecta ocultación de la
verdadera abundancia.
Cuando
la obsolescencia del trabajo asalariado no puede ya ser más
evidente, cuando todo el sistema productivo está enfocado al uso más
rentable de máquinas en lugar de la mano de obra humana, el
individuo sólo interesa como consumidor, ya no más como productor.
Es en ese contexto en el que se idea un derecho envenenado, el de
una renta básica concedida por el Estado. Ya no es necesario que el
individuo consuma su vida trabajando por un salario, ahora puede
consumirla sin sufrimiento, el Estado le dará una renta
incondicional sólo por existir como consumidor, para que siga
nutriendo, pacíficamente, el circulo vicioso del beneficio
capitalista. De otro modo, la paz social necesaria al mantenimiento
del Orden estaría en grave riesgo.
Se
oculta que la renta básica vendrá a sustituir al estado de
bienestar, al no ser asumibles el presupuesto de ambos a
la vez en esta fase terminal del capitalismo financiero. Lo sabe bien la cúpula del partido Podemos, que a la vista
de las encuestas que le otorgan un trozo de poder, ha retirado la renta básica de su
programa en favor del mantenimiento del estado de bienestar que,
aunque precariamente, aún funciona electoralmente; prefieren no aventurarse en una propuesta imposible de financiar sin sacrificio de la actual oferta de prestaciones sociales, siguiendo el pronóstico y la recomendación del economista socialdemócrata
Vicenç Navarro, que algo sabe de eso.
Una
nueva estafa está, pues, en preparación. La derecha política
resistirá cuanto pueda, prefiere que sea la izquierda quien promueva la
iniciativa. Luego, en el gobierno o en la oposición, no tendrá reparo en aplicar el
decrecimiento y la renta básica implícita. Es más, me atrevo a
asegurar que no tendrá más remedio que hacerlo, porque ni el
Mercado ni el Estado soportarán los niveles de paro y la precariedad
laboral que se avecina, porque no podrán soportar el riesgo de rebelión y
desorden social que serían previsibles de no aplicar estas medidas
ciudadanistas. De tal modo que decrecimiento y renta básica, en
sustitución del estado de bienestar, serán asumidas por el sistema
estatal-capitalista de forma que a todos parezca una evolución
“democrática”, perfectamente lógica y natural.
Se
está agotando la estrategia de la zanahoria socialdemócrata, sólo
le queda el tiempo que duren las convergencias estatalistas,
lideradas por las organizaciones ciudadanistas, que ya preparan el recambio
de estrategia. Después viene su programa, decrecimiento y renta básica. Estamos en el preludio de un innovador totalitarismo,
interiorizado y secundado por las masas, es el demofascismo, una
evolución perfecta de la democracia burguesa: el individuo
convertido en policía de sí mismo.
Otra
cosa sería practicar el decrecimiento como boicot al sistema
productivo capitalista, dejar de consumir los productos del mercado,
autoorganizarse comunitariamente para producir lo necesario,
autogestionar la producción a partir de lo común. Otra cosa sería
practicar la renta comunitaria en lugar de la renta básica estatal,
practicando la distribución equitativa de la abundancia producida en
común. Otra cosa sería construir la autonomía personal y
comunitaria, combatir la dependencia y la sumisión a la ley
estatal-mercantil, repudiar el trabajo asalariado hasta abolirlo, afrontar el trabajo como libre deber social y no
como obligado derecho a la esclavitud salarial. Otra cosa sería
vivir en comunidad, compartiendo como iguales la Tierra y el
Conocimiento que nos es común.
Bien
es verdad que este programa no parece fácil ni posible a corto plazo, sino lejano y muy costoso,
necesitado de mucho esfuerzo individual y colectivo. Lo que
parece más asequible -por realista e inmediato- es picar el anzuelo.
Entiendo el atractivo del anzuelo al que sucumbe el pez necesitado de comida, que lo muerde camuflado entre algo de comida, que sólo en él ve la
posibilidad de satisfacción inmediata para el hambre que le acucia. Lo entendería si fuéramos peces, pero no es nuestro caso...
5 comentarios:
No podría estar más de acuerdo con este párrafo:
“Otra cosa sería practicar el decrecimiento como boicot al sistema productivo capitalista, dejar de consumir los productos del mercado, autoorganizarse comunitariamente para producir lo necesario, autogestionar la producción a partir de lo común. Otra cosa sería practicar la renta comunitaria en lugar de la renta básica estatal, practicando la distribución equitativa de la abundancia producida en común. Otra cosa sería construir la autonomía personal y comunitaria, combatir la dependencia y la sumisión a la ley estatal-mercantil, repudiar el trabajo asalariado hasta abolirlo, afrontar el trabajo como libre deber social y no como obligado derecho a la esclavitud salarial. Otra cosa sería vivir en comunidad, compartiendo como iguales la Tierra y el Conocimiento que nos es común.”
Esta transformación requiere de un proyecto de decrecimiento, un cambio de valores, una verdadera deconstrucción del pensamiento económico, poniendo en cuestión las nociones como crecimiento, desarrollo, progreso, pobreza, necesidades, ayuda... La economía como medio para la vida humana y no como fin.
Ha de estar basado en tres pilares:
1.La sencillez voluntaria. Redescubrir la riqueza en el florecimiento de las relaciones sociales de convivencia, en la frugalidad, la sobriedad, la simplicidad, la sencillez, es decir con cierta mesura de consumo material; pero sin limitaciones en el consumo de sentimientos, vida alegre y el buen vivir.
2.La autogestión colectiva. Mediante el desarrollo de iniciativas de organización colectiva a nivel local como las ciudades de transición, las cooperativas integrales, el movimiento lento, la permacultura, el desarrollo de la soberanía alimentaria y la agroecología, las ecoaldeas, los bancos de tierras, la okupación y recuperación de edificios y viviendas vacíos, la banca ética, los movimientos de lucha contra las grandes obras, el sindicalismo autogestionario y los modelos de reparto de trabajo, las iniciativas de renta básica y techo de ingresos, los grupos de insolventes, el uso del transporte colectivo compartido, la repoblación rural y el reparto de tierras, la relocalización agraria, la autoconstrucción ecológica y la arquitectura sostenible, huertos comunitarios, las asociaciones de salud integral, parto, lactancia y crianza natural, las comunidades de conocimiento libre, prensa libre, educación libre, comunidad libre, las redes de trueque, bancos de horas, mercados locales, los movimientos de desobediencia fiscal y desobediencia civil, las cooperativas autogestionadas de producción y consumo, de energías renovables, las redes de intercambio, las monedas sociales…
Formas de vida alternativa que en época de crisis puede ser una posibilidad de supervivencia. Y la base territorial y energética para otro modelo social.
3.La creación de un proyecto de acción política. Un proyecto de noviolencia, voluntario, de emancipación ideológica y superación de la idea de progreso, que pone en valor los bienes comunes y relacionales, de los cuidados, de la cooperación, reciprocidad, mutualidad y multiculturalidad; asumiendo los límites biofísicos de la Tierra, disminuyendo los flujos de energía y materia utilizados en los procesos productivos y ciclos de consumo.
El decrecimiento como la construcción de formas de vida que tienen como sustrato el cuidado colectivo, una revolución civilizadora que reconozca que las personas somos seres vulnerables e interdependientes.
Completamente de acuerdo, el decrecimiento es la expresión de la pérdida de toda esperanza en un sistema que solo crea más y más escasez. No vale ni como anzuelo, es simplemente insultante, si no criminal, que los decrecionistas propongan la reducción de la población mundial a un séptimo.
Sobre el modelo europeo... yo no le llamaría abundancia a lo que creó durante un tiempo porque no lo fue: no hubo libre acceso al consumo ni desmercantilización. En todo caso «opulencia», que es muy distinto, y fue por un periodo históricamente breve y no para todos ni siquiera dentro de las sociedades europeas.
Por cierto. Os esperamos en el Somero2015 en Gijón ahora en octubre. Podéis ver el programa en ancovoligo.com y para cualquier cosa podéis contactar conmigo a través del email de las Indias
Es totalmente estupido y provocador que alguien que no tiene derecho a no saber de lo que esta hablando diga
"... es simplemente insultante, si no criminal, que los decrecionistas propongan la reducción de la población mundial a un séptimo."
Los decrecentistas no proponen nada de eso. Los decrecentistas dicen que, bajo el sistema neoliberal defendido por ese provocador arrogante, la reduccion de la disponibilidad de energia implicará una hecatombe, dado que los amigos del provocador procuraran mantener su "tasa de ganancias", su abundancia... asi pues seran ellos los exterminadores, de hecho ya lo estan siendo, tal y como vemos que hacen con sus guerras y austeridades.
El actual presidente de Bankia es un gran amigo del provocador arrogante.
En cuanto a la Renta Básica, opino justo lo contrario: su ausencia apuntala esta sociedad e impide cualquier cambio porque crea el miedo a la exclusión, e instituye a ojos de todos la necesidad de un crecimiento que proporcione empleo y más riqueza como si fuera necesaria. El amparo de todos entre todos no es por sí mismo un cambio de sociedad completo pero es una condición necesaria para poder decidir con autonomía el futuro que queremos perseguir, sea cual sea el objetivo y el ritmo.
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