Una vez más los partidos de la izquierda repiten el mismo estribillo de su fracasada canción histórica, esa estrategia de frente electoral que sólo sirve a la postre para desmovilizar a las masas populares e integrarlas en el juego institucional del poder constituido, con la finalidad de mejorarlo y no para derribarlo.
El clima dramático está creado, hay que ganar como sea, no importa justificar la finalidad, sólo importa la estrategia a seguir, hay que hacerse con el poder, conquistar el Estado. Y así, no queda lugar para otra alternativa que no sea la de ganar las elecciones. Y de no ser así, dicen que lo que nos espera son “más años de recortes sociales y bipartidismo totalitario”...
Pero el anuncio de su nuevo fracaso está en el ejemplo de Syriza, a la vanguardia de la izquierda europea, que después de alcanzar electoralmente una posición de poder que es inalcanzable para la izquierda española, lo que ha traído tras de sí no es nada distinto a “más años de recortes sociales y bipartidismo totalitario”, habiendo construido un renovado capitalismo, fuertemente sustentado en un bipartidismo renovado, que Syriza ha conformado hábilmente junto con un bloque de partidos “responsables y centrados”.
Eso es lo que pasa y seguirá pasando siempre que se pretenda el objetivo reformista o la imposible transformación del sistema de dominación desde el Estado y no desde la sociedad. Y ese atajo no sirve, nunca sirvió. Cambiar la sociedad es el paso inexcusable para cambiar el sistema. Una sociedad mayoritaariamente compuesta por individuos adiestrados y domesticados en el sometimiento al aparato Estado-Mercado está invalidada para transformar nada, su máxima aspiración política es un revival del “estado de bienestar” olisqueado en las décadas de capitalismo socialdemócrata; y ese es un revival que el sistema sólo puede reintentar en modo “low cost”, a costa de la precariedad institucionalizada de la clase trabajadora del primer mundo, de la miseria generalizada en los países subdesarrollados, de la aceleración del cambio climático, del agotamiento definitivo de los recursos naturales y, por supuesto, del mantenimiento de un estado de guerra permanente como forma “natural” de dirimir la competencia por el control de la economía global y, por ende, por el control de la sociedad.
La confluencia que ahora está en proceso puede que sea alcanzada, no sin grandes dificultades derivadas de la ausencia de Podemos. Pero el partido Podemos no está por esa estrategia, lo que quiere son sólo sus votos; “la confluencia no hay que crearla porque ya existe -dicen-, la confluencia somos nosotros, es Podemos”. Desde la lógica electoral que une a ambas posiciones, la razón estratégica es de Podemos que, como Syriza en Grecia, ha aprendido muy rápidamente la lección: su finalidad no es la pureza democrática del proceso, sino el resultado estratégico, el poder real que nada tiene que ver con la democracia, como ha quedado meridianamente claro tras el paripé del referendum griego.
Desde la convicción de que ambas estrategias están condenadas al mismo fracaso histórico, tanto por finalidad como por estrategia, yo prefiero que la batalla por la confluencia la gane Podemos y que, por tanto, sobre Podemos recaiga la responsabilidad histórica de dicho fracaso, tanto si toca poder como si sólo lo acaricia. Porque ello permitiría en el próximo futuro alguna posibilidad de seria confluencia, la recomposición de la menguada fuerza social que aún pudiera salvarse de la falsa ilusión electoralista en la que ha degenerado el 15M. Porque la alternativa posible y necesaria ha sido impedida por la exitosa emergencia mediática de Podemos y "ahora, en común" es todavía imposible. Sólo será realizable más a largo que a medio plazo y mediante una largo proceso de transformación radical, en un tránsito revolucionario que en nada se parecerá a las revoluciones conocidas, obsesionadas con la vía electoral y la toma del Estado.
La alternativa real sólo puede surgir de una catarsis individual ampliada socialmente, que necesita aclarar su sentido y finalidad antes que su estrategia para el cálculo electoral, además de suficiente tiempo y mucho, mucho trabajo. La alternativa es necesariamente revolucionaria en un sentido radicalmente nuevo porque radicalmente nueva es la situación, ya que nunca antes se había dado el caso de que una revolución tuviera que cuestionar y enfrentarse a los principios por los que se rige la mayoría social, porque nunca como ahora éstos principios fueron tan coincidentes con los del sistema que se pretende superar; nunca antes la mayoría social sostuvo al regimen de dominación, nunca con su conformidad, más o menos inconsciente, interesada o resignada.
Liberar la vida cotidiana, individual y social, del secuestro a que está sometida. Destapar, con todas sus consecuencias, la ilegitimidad de la fuente de poder que emana del Estado y del Mercado. Enfrentarse al inconsciente y mayoritario sujeto medio que constituye la mayoría social, a ese ciudadano-elector-consumidor-contribuyente que individualmente somos, diseñados para sostener el sistema. Abandonar la democracia de boquilla y ejercerla en la práctica asamblearia de los hechos diarios y concretos, directa e integralmente, ética, social, económica, política, cultural y ecológicamente...Ésto sólo como esbozo para una confluencia que pudiéramos considerar en serio y sólo válida para el caso de que lo pretendido sea acabar con el regimen de dominación y no buscar en él un mejor acomodo individual.
Por eso prefiero que la actual batalla preelectoral, “por la confluencia de la izquierda”, la gane Podemos, aunque me sienta más afín a los asamblearios confluyentes ajenos a Podemos y aunque esta mínima afinidad sólo consista en compartir las mismas ganas de perder de vista al gobierno del PP. Pero prefiero que quien se estrelle con la realidad del Estado y el Mercado sea Podemos, prefiero que su seguro fracaso nos permita alguna posibilidad de recomponer en el próximo futuro la confluencia revolucionaria, la realmente necesaria, al margen de los procesos y urgencias electorales y al margen de los partidos políticos, de todos,...a los que, por otra parte, les deseo una larga y libre vida como asociaciones culturales y filosóficas.
1 comentario:
Estas muy acertado, pero lo del "cambio climàtico" es otra estafa mas. Cómo es posible en la decada de los 90 el volcán filipino Pinatubo emitiera en su erupción mas co2 que toda la humanidad desde la revolución industrial y no pasó nada incluso bajó la temperatura por las cenizas, a no ser que te refieras a otras causas. Esta información jamás saldrà en ningún medio de comunicación.
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