Fragmento de la entrevista realizada el año pasado por el diario.es a JhonHolloway:
“-Lo primero, John, sería preguntarte de dónde viene, dónde se sostiene, la idea hegemónica de revolución en el siglo XX, es decir, la del cambio social mediante la toma del poder.
-John
Holloway.
Creo
que el elemento central es el trabajo, el trabajo entendido como
trabajo asalariado, es decir, trabajo enajenado o abstracto. El
trabajo asalariado ha sido y es la base del movimiento sindical, de
los partidos socialdemócratas que eran su ala política y también
de los movimientos comunistas. Ese concepto conformaba la teoría
revolucionaria del movimiento obrero: la lucha del trabajo asalariado
contra el capital. Pero su lucha era limitada, porque el trabajo
asalariado es el complemento del capital y no su negación”.
Reconforta
comprobar cómo vamos convergiendo mucha gente, desde muy distintas
posiciones, en las ideas fundamentales que habrán de llevarnos a
una nueva estrategia de confrontación y superación del sistema
de dominación. Jhon Holloway, neomarxista, es uno de ellos, lo
percibí al leer hace unos años su libro “Cambiar el mundo sin
tomar el poder” y más tarde en su continuación “Agrietar el
capitalismo: el hacer contra el trabajo”. Hoy refresco esa
percepción leyendo una entrevista que recomiendo.
Es, además, muy oportuna su tesis del "agrietamiento" cuando, a mi entender, resulta crucial que afloren las contradiciones de los
nuevos movimientos políticos emergentes. Considero que es acertado ejercer sobre ellos una permanente
presión, incomodar al máximo su deriva hacia la vieja y
fallida política socialdemócrata, tan funcional y complementaria
de la neoliberal.
Porque, si
tuviéramos que elegir, deberíamos preferir la estrategia de las
candidaturas de unidad popular a la partidista de Podemos, pero mejor
aún sería que desde esos movimientos emergentes pudieran iniciarse
experiencias de autogestión económica y política: cooperativas
para desengancharse del trabajo asalariado, comunas municipales
autónomas y alternativas a la organización estatal…algo de ello
vemos en Chiapas o en el Kurdistán... también en Cataluña, lo
vemos insinuado, sólo insinuado, en la Cooperativa Integral Catalana y en la nueva
alcaldía de Barcelona.
Para
ello, deberíamos mantener una relación crítica con
todos esos movimientos, alejarnos del sectarismo y la irrelevancia
a las que acaba llegándose desde posiciones de extremada pureza, con el objetivo
de resaltar sus contradicciones y de que éstas afloren hasta llegar a provocar nuevas dinámicas, entre las que
se abra paso el proyecto de revolución integral. Hay
que contribuir a sobrepasar la ilusión socialdemócrata por la vía
electoral, manteniendo en tensión crítica a sus renovadas bases,
enfrentándolas a su propia imagen original en el espejo del 15M. Hay que propiciar una
fase nueva -esta vez plenamente compartida y comprometida- auténticamente
constructiva de contrapoder popular.
Se
trata de ir anticipando la democracia integral en los márgenes, en
medio, en paralelo y frente a las instituciones estatales y a la
economía capitalista. Se trata de agrietar conjuntamente lo que es una sóla cosa, capitalismo y estado. Hemos de llegar a convencer de lo mismo que dice Jhon Holloway, que el
trabajo asalariado dejó de ser el motor de los cambios sociales; convencer de que el denominado "estado
de bienestar" no es sino un narcótico socialdemócrata, una
ideología servicial al sistema neoliberal de sumisión; convencer de que la
dependencia vital del trabajo asalariado es causa principal de su
éxito y nuestra derrota, que bloquea todo camino hacia la emancipación. Tenemos que descubrir lo evidente de sus contradicciones, que lleguen a entender por sí mismos que en el actual sistema
productivo, en cada contrato laboral, se agazapa una relación
de dominio en la que a diario se consuma la destrucción sistemática
del sujeto humano; y que ésta es su principal “logro”, el más destructivo logro del
sistema, el que convierte al individuo consciente en sujeto revolucionario del tiempo presente.
Las estrategias sindicales y partidistas contribuyen hoy a reforzar
la ideología y estructuras que
pretendemos superar. La estrategia de tomar el poder ha fracasado,
demasiadas veces hemos podido constatar que el obrerismo es la cara "b"
del capitalismo, como el parlamentarismo lo es del aparato estatal y falsamente democrático.
La estrategia hoy necesaria ha de ser, por tanto, bien diferente, no
nos podemos permitir renovar nuestros tropiezos con la misma piedra de siempre.
Cada vez más gente
coincidimos en el mismo diagnóstico, pensamos que lo primero que ahora
toca es la rebelíon individual que surge de nuestra personal reflexión y experiencia histórica, una rebelión que se concreta en tarea de reconstrucción
personal, a partir de la que podamos construir, ahora sí, un verdadero poder popular
autónomo; no una efímera rebelión de ciudadanos temporalmente desencantados del estado de bienestar, sino una rebelión sustancial, de individuos libres
y conscientes de la realidad. Ahora de lo que se trata no es de tomar el poder, sino de disolverlo por agrietamiento, disolver el
poder de los estados nacionales y sus economías globales y capitalistas.
Ahora no se trata de "tomar el poder", sino de construir
un nuevo poder, desde la individualidad y la comunalidad,
simultáneamente.
Tiene
razón Miguel Amorós cuando dice que es en el territorio y en la
vecindad donde se fragua el sujeto revolucionario en esta fase
desarrollista y terminal del capitalismo. Tienen razón Pedro
García Olivo y Felix Rodrigo Mora cuando afirman que todo activismo
es superfluo respecto del proceso de emancipación si no se
fundamenta en la reconstrucción individual del sujeto, en su
autoeducación y desenganche del sistema. Tiene razón Prado Esteban
cuando nos previene sobre la manipulación del feminismo como
estrategia de confrontación y fragmentación, perfectamente útil
al aparato estatal-capitalista. Tiene razón Carlos Taibo cuando
propone el decrecimiento económico como doble necesidad, ética y
ecológica. Todos ellos, junto a mucha otra gente, de aquí y de
otras muchas partes del mundo, están haciendo una valiosísima
aportación desde el trabajo teórico y activista, están
contribuyendo al surgimiento del nuevo paradigma revolucionario, el
que corresponde a este tiempo, que vamos fraguando poco a poco, en la
reflexión, en el debate y, sobre todo, en la experiencia. Falta que
quienes compartimos un mismo diagnóstico general, desde nuestras
diferentes perspectivas y experiencias vitales seamos capaces de
confluir en las estrategias, de romper con la acostumbrada tendencia al
gueto marginal y purista que, al cabo, no es mejor que la de los
sindicatos y partidos del sistema. Falta que nos dispongamos a
contrastar y compartir nuestras estrategias en modo no excluyente,
sino confluyente y cooperativo.
¿Es
que no podríamos confluir en una estrategia conjunta de
declaración unilateral de los bienes comunes universales -que son la
tierra y el conocimiento humano-, sin perjuicio para nuestra
respectiva libertad y autonomía de pensamiento?; ¿es que no
podríamos confluir, individual y autónomamente, en asambleas de comunas
territoriales -municipales o comarcales- al margen de todo liderazgo personal o ideológico,
como estrategia común tanto para la lucha de confrontación como para la autoconstrucción
de contrapoder popular?; ¿acaso no quieren ser eso las candidaturas
de unidad popular y nunca podrán serlo por razón de las
contradicciones derivadas de su inercia electoral, que las atrae
hacia el aparato estatal como le sucede a las moscas con la miel?;
¿es que no podríamos, con idéntica libertad y autonomía individual, confluir
en la creación de cooperativas autogestionarias, aprender practicando economía comunal, para superar
definitivamente nuestra adición a la economía capitalista?; ¿es que cooperativas
y asambleas comunales no son anticipo de democracia real, acaso no podrían ser la concreción organizativa y estratégica
de la revolución integral necesaria?
Yo creo que de eso se trata ahora: de agrietar el sistema hasta
lograr su disolución, de vencerlo por virtud
individual y colectiva.
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