Como
ya es sabido, un revival es un movimiento social o artístico que
tiende a revalorizar modas o estilos del pasado. El concepto es
perfectamente ampliable a la política, como queda de manifiesto en
la revolución bolivariana, un revival del “socialismo por vía
estatal”, algo tan imposible como el empeño de Sísifo, como un
oximorón de blanco carbón o como un parto por vía anal. Pero
que, aún así, tiene la osadía-astucia de llamarse a sí mismo
“socialismo" del siglo XXI.
Con
anterioridad a esta revolución bolivariana, hoy en fase de
desarrollo, dos socialismos de Estado han fracasado en menos de un
siglo, el comunismo soviético y la socialdemocracia. El común
denominador de ambos sistemas es su componente "Estado". En ambos
casos, Sísifo ha sido aplastado por la piedra y todo ha vuelto a su
estado “natural”, al Estado, al sistema que se replica -ya por
varios siglos- bien por la fuerza militar o bien por la fuerza de la
esclavitud económica -por fuerza bruta al cabo- imponiendo su propia
ley de la gravedad y su consecuencia inevitable: un Sísifo
repetidamente aplastado, más debilitado ante cada nueva repetición
de su estéril y fracasada estrategia.
El
pensamiento socialista ha retrocedido en su camino hacia la
emancipación humana, mientras que, en la misma medida, el Estado ha
logrado evolucionar hacia un complejo y eficiente entramado social,
político y económico, que en su actual forma neoliberal y
biopolítica, ha asumido las enseñanzas de los periodos comunista y
socialdemócrata, hasta convertir a las oligarquías dominantes y
propietarias ya no sólo en dueñas del sistema económico y
político, sino de la vida humana al completo, logrando extender su
sistema estatal-capitalista a escala global y más allá, inoculado
en el pensamiento y determinando la conducta de los seres humanos.
Predomina
todavía un anquilosado pensamiento socialista que, a pesar de todas
las evidencias de nuestra experiencia histórica, se empeña en
seguir identificando Estado y Capitalismo como realidades
independientes. Ese es su error persistentemente reeditado, su fatal
error, que nos encamina a un nuevo fracaso del socialismo y a un
nuevo éxito del Estado, progresivamente reforzado éste a cada
intento fallido de un socialismo tan recalcitrante como Sísifo en su propia frustración.
Ahora, en España y en otras partes, se trata de un socialismo
camuflado de ciudadanismo que, como Sísifo, vuelve a estar hipnotizado por el atractivo del Estado como atajo, que vuelve a creer que ahora sí existe una
verdadera oportunidad, que esta vez sí Podemos asaltar el
cielo.
Juan
Carlos Monedero, número dos del partido Podemos, dice que “el
socialismo en un solo país es imposible” (1), con lo que está
curándose en salud y anticipando la posibilidad de la derrota. Pablo
Iglesias, número uno del partido Podemos, ni mienta al socialismo
por no espantar a varios millones de ciudadanos, potenciales votantes
del PP-PSOE, si bien no se corta en sus alabanzas al futuro Estado
(¿capitalista, socialista?), un nuevo(?)Estado reformado y
mejorado, que compara con el cielo y que aspira a gobernar con
el partido Podemos. Todo parece indicar que este partido tiene una
estrategia, convenientemente oculta a la vista de sus votantes
mayoritarios, de esa multitud de consumistas indignados a la que
habría que conducir hábilmente hacia su propia emancipación. Esa
estrategia debería llevarnos desde el capitalismo de Estado al
socialismo de Estado. Un viaje a través del Estado para llegar al
mismo sitio, al Estado, dominación y capitalismo.
No
obstante, coincido con algunas ideas del pensamiento teórico de Juan
Carlos Monedero; y una de ellas, puede que la más principal, es que
capitalismo y socialismo son sistemas incompatibles, que tanto un
sistema como otro son pensamientos universalistas, cuya realización
completa sólo es viable a escala global y con la derrota de su
antagonista. Sólo hay que ver la actual correlación de fuerzas,
cómo se corresponde la hegemónica situación mundial del
capitalismo con la debilidad actual del socialismo.
El
socialismo, en sus dos (2) grandes tendencias -comunista y
anarquista-, siempre coincidieron en la teoría final de una
sociedad sin Estado, pero siempre divergieron en la estrategia, en el
camino a seguir hacia la emancipación: el Estado como útil
herramienta o el Estado como sustancial impedimento. En realidad,
socialismo y capitalismo, tienen su fundamento en dos ideas tan
sencillas como incompatibles en la práctica, que no pueden ocultar
los miles de eruditos libros que se han escrito al respecto: “ama
al prójimo como a ti mismo” y “capador el que más pueda”.
Pero el sencillo pensamiento capitalista ha desarrollado en la
práctica un entramado institucional hipercomplejo, imposible de
comprender para quien intenta no ser capado a cada instante de su
vida y, menos aún, para quien ya ha asumido como natural su
condición de capado.
El
socialismo hasta ahora ensayado, ha abandonado su sencillez original
y se ha extraviado en el territorio de la complejidad práctica del
capitalismo al que dice oponerse; ha entrado al trapo, ha caído en la
trampa institucional del Estado como fuente de poder, una trampa en
la que el individuo ve reducida su dignidad humana a su condición
de ser económico, productor-consumidor. Esa es la nula diferencia
práctica y sólo teórica, entre dos vías -la marxista y la capitalista-
que conducen al mismo sitio. Valga China como vivo ejemplo de lo
dicho...¡Anda que no se han escrito libros sobre teoría y praxis
del socialismo!, más que biblias y coranes juntos...y aquí seguimos
la mayoría de la humanidad, habitando una continuada derrota de lo
humano y convertidos los autores de esos libros en ilustres
economistas liberales y marxistas, en ilustres enemigos del
Capitalismo, en ilustres funcionarios del Estado.
No
estoy seguro de que sea posible otro socialismo, pero sí de que es
necesario.
Imaginemos
que Sísifo es capaz de asaltar el cielo del Estado, que la plusvalía
vaya al Ministerio de Hacienda en vez de al bolsillo de unos
cuantos accionistas privados, ¿desaparece con ello la explotación
y la dominación?, ¿Hacienda dejará por ello de pagar la nómina de
sus renovados funcionarios y la de los renovados dirigentes del nuevo
Estado “socialista”? ¿Qué diferencia sustancial existe entre
aquella plusvalía capitalista y esta plusvalía estatalista, entre
aquella y esta dominación, entre los antíguos patronos capitalistas
y los nuevos patronos del Estado?
La
solución práctica (“ni Estado ni patrón”) parece tan simple
como la propia y simple idea del socialismo, pero sólo en su teórica
apariencia, porque en la experiencia real supone una dificultad de
enorme complejidad y de dimensión épica, ya que el sujeto que
podría afrontar dicha solución es hoy inexistente. Echemos una
mirada a nuestro alrededor, busquemos a ese sujeto del socialismo, a
ese que ama al prójimo como a sí mismo, ese que quisiera vivir en
regimen de fraternidad universal y libre, por tanto, de estados y
patrones...ese que puede que exista, pero que no vemos por ninguna parte.
Sencillamente, pienso que el socialismo no es posible sin ese sujeto
humano que estamos buscando, el que debemos construir a partir de lo
que nos queda de nosotros mismos.
De
ahí que la tarea de la revolución universal y necesaria en el siglo
XXI sea tan personal como social. De ahí que la gran innovación
estratégica de esa doble revolución consista en la necesidad de su
anticipación: individuos y comunidades autoconstruyéndose
integralmente, al margen y frente a todo sistema estatal anulador de
individuos y comunidades. Será un camino incierto y muy largo, por
supuesto, pero es el menos incierto y menos largo, porque cualquier
otro atajo ya sabemos que resulta sencillamente imposible. Esta es la
gran innovación estratégica, la necesaria frente a la cansina y
patética estrategia/castigo de Sísifo.
(1)
Lo dice en el libro “Empresas de producción social. Instrumento
para el socialismo del siglo XXI”, del que es coautor junto a
Haiman El Troudi (http://www.rebelion.org/docs/43743.pdf)
(2)
Me tomo la licencia de descontar a la socialdemocracia, que en su
teoría como en su práctica sólo puede ser catalogable como
corriente enmarcada en el pensamiento liberal-estatista.
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