viernes, 25 de abril de 2014

LA CIENCIA AVANZA, ES UNA BARBARIDAD


Desconociendo los intríngulis de la Física que pudieran explicar la relación entre las dimensiones espacio-tiempo, sí tengo, no obstante, conocimiento vital de una evidencia: el día que llegó ésto de la globalización, el mundo se me hizo más pequeño y yo sentí que lo mismo sucedía con el tiempo.
Si viajo a toda velocidad en AVE, de una punta del mundo a otra en AVION, digo que “el día no me ha dado de sí”, pero cuando paso el día en mi pueblo, hablo con la gente de por aquí, subo al monte, hago cosas en casa, voy a la huerta y corto leña, digo de ese día que me ha cundido. No me cuesta entender la razón geométrica del espacio, pero ignoro en absoluto la posible geometría del tiempo, por mucho que Einstein le otorgara dicho vínculo matemático a esas dos dimensiones, lo que, al parecer, las junta de modo inseparable en un único “contínuo espacio-temporal”.


Eso es lo que me pasa de contínuo, por culpa de Einstein, que el mundo y el tiempo dependen ahora de mi posición como observador, que por mucho que yo relacione espacio y tiempo, dicho vínculo resulta ser convencional, algo que no alcanzo a comprender y que sólo me sirve para entenderme, matemáticamente, con mis semejantes. Entiéndaseme, eso me sucede cuando pienso en el mundo como algo pequeño, capital Wall Stret,  Bolamundi cubierta de pequeños océanos azules y  continentes marrones, relativamente minúsculos en el espacio de la mesa de mi habitación, lo que  me facilita viajar en el tiempo y en el espacio de un suspiro, ir de Aguilar de Campóo a Bogotá, por ejemplo.

No me hacía falta ninguna elucubración científica para tener la certeza experimental de que el tiempo, la vida, se me acorta y encoge en el espacio global  y la internet,  en la misma medida que se me ensancha, me cunde, en las familiares conversaciones y paisajes de por estos pueblos y montañas, los bellos espacios donde vivo desde hace nada, intensos y largos tiempos.

Cuando miro al Mundiglobo, así de pequeño, veo cómo andan cabeza abajo los neozelandeses, cómo se derriten los glaciares de Groenlandia, las mentiras que cuentan los periódicos en todos los continentes y los cuerpos encorvados que caminan o hacen cola en el metro a las seis de la mañana, que van a trabajar a los campos y polígonos industriales, todos iguales, por todo el orbe civilizado. Y cuando miro mi comarca en el globo terráqueo, ya no la veo tan grande como cada día, veo en ella la misma gente encorvada…los mismas mentiras periódicas, glaciares calentitos,  neozelandeses que emigran a Groenlandia…algo debe estar pasando, señor Einstein, en el contínuo espacio-tiempo, con ésto de la globalización.

A finales del siglo XIX, el matemático ruso Minkowski dijo algo tan críptico y poético como ésto: A partir de ahora el espacio por sí mismo, y el tiempo por sí mismo están condenados a desaparecer como meras sombras y sólo una cierta unión de ambos preservará una realidad independiente (¿)….la gravitación afecta al espacio-tiempo de cada lugar y le dicta cómo curvarse….estando el movimiento bajo la acción de un campo gravitacional independiente de la masa del objeto móvil, es lícito pensar que ese movimiento está ligado al lugar y que sus trayectorias están marcadas por la estructura del espacio-tiempo en el que se deslizan”.

¡Ay este Minkowski!, que sentenció espacio y tiempo a los solitarios mundos de las sombras, que los casó en feliz matrimonio convencional, relativo, gravitacional, para que por siempre pudieran tener real existencia…puede  que algo de verdad haya en ello, porque observando el mundo global, divorciando el tiempo del espacio, la vida y el territorio, me encuentro aislado en su desordenada inmensidad, como expulsado del tiempo y obligado a gravitar por las etéreas avenidas espaciales, emigrante por los siglos de los siglos. Y, por tanto, obligado a caer de contínuo en la tentación de la esperanza.

Y es que no digo yo que el saber estorbe, que ocupe lugar, pero sí que llena mucho el tiempo. Y por mucho que la ciencia diga, sabemos que el tiempo, al menos el nuestro, es limitado…porque estamos hablando del tiempo-vida, ¿o no?, tan limitado como los bienes de la tierra y como la Tierra misma. ¿De dónde, pues, la belleza de una fórmula matemática, sino de su convencional exactitud?...como la del  “tensor métrico para una región determinada del espacio-tiempo”, ésta:

…Que no digo yo que no sea hermosa, pero que igual, dado el averiado estado del mundo, podría la ciencia ocuparse un rato en discurrir  fórmulas más orientadas a su arreglo, aunque fueran menos exactas, aunque sólo fueran bellas por su simple utilidad para las gentes, sólo para que la fraternidad humana pueda tomar cuerpo algún día, liberarse, por fin, del derecho a la  esperanza.

Pero ésto es lo que pasa  con la ciencia y por contagio con el arte, que se ha perdido la cabeza, el sentido del tiempo y el lugar,  comunidad y territorio, que en esa desorientación se desliza dando tumbos por el cósmico espacio del conocimiento, errante mercenaria del dinero y los gobiernos, empleada en divagaciones cuánticas sobre el origen del universo y en dar soporte tecnológico al amaestramiento y dominación de las gentes, innovaciones dicen, ¡drogas, medicamentos y megachorradas informáticas!.


Ciencia sin pies ni cabeza, sin-con-ciencia de las reales gravitaciones humanas, sin sentido de los no lugares donde habitamos, ni del tiempo que no vivimos, ciencia ajena a la miseria espiritual reinante, cómplice de la gran innovación capitalista: la normalidad  y universalidad del desorden. Lo dicho, una barbaridad.

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